jueves, 27 de diciembre de 2012

El Vigilante (9): Un culo de sacrificio

Hunks of Piura

A la mañana siguiente, antes de que la movilidad los llevara a la fábrica, Rutilio se acercó a Marcos.

- Oye, perdóname por lo de ayer. La verdad, no sé qué mierda me pasó.

Rutilio le extendió la mano, pero Marcos no le respondió, y salió sin decir nada, ni hacer gesto alguno.

 

Javier llegó nuevamente en punto de las ocho. Buscó la mirada de Marcos, pero le era más que esqiva. Su orgullo estaba afectado, pues normalmente los chicos que conocía le atracaban por las buenas, o por dinero.

En su oficina, Javier comenzaba a trabajar con Sandro, el chico de contextura normal, trigueño, cabello negro ni tan corto ni tan largo, ojos negros, un poquito amanerado. Le encantaba su puesto en la fábrica porque podía tener acceso a los directivos, y ver uno que otro culo debajo de los pantalones de vestir con caída de sastre.

-          Sandro, sobre lo que pedí que averiguaras. Mira, haz lo posible, no importa lo que te cueste. Como te dije ayer, te lo compensaré muy bien.

-           Sí, joven.

-          Al salir de la oficina, otra vez Marcos evitó cruzar la mirada con el joven Javier, mientras Rutilio se ganaba con la escena y se relamía discretamente.

 

A eso de las nueve de la noche, en el cuarto de un hotel cerca del Cementerio Metropolitano, sandro y Rutilio ingresaban.

- ¿Te parece bien ésta?

Rutilio hizo un gesto de aprobación, dejó una mochila en la mesa, y comenzó a desvestirse. Sandro lo imitó con cierto recato.

Ya calato, Rutilio ocupó toda la cama, manoseándose su enorme falo.

-          Chúpala, sandrito, como lo sabes hacer. Así, qué rico. No has perdido el toque, ¿verddad, perra?

-          Sandro trataba de meter lo más profundo posible el grueso pene erecto de 22 centímetros, y al succionar las bolas, sólo tenía espacio para una en su boca. Alternó verga y huevos.

-           Ponte el forro, quiero que la cabalgues, sandrito.

-          El oficinista le calzó un condón, se echó lubricante, le echó lubricante, y se sentó rozándole el glande para intentar dilatar su culo. Fue metiéndola de a pocos, y aún así sintió dolor. Entonces, Rutilio lo cogió de las caderas y movió la suya hacia arriba, taladrando más el orificio de sandro.

-           ¡No, Rutilio! ¡así nooo! ¡Me duele, carajo! ¡Ayyyy!

-          De nada sirvieron los ruegos. Rutilio comenzó a bombear rápido, mientras sandro no sabía cómo soportar el dolor, y se apoyaba en el masivo y formado cuerpo del vigilante.

-           Trágatela toda, puta. Así puta. ¿quieres pinga? Ahí está mi pinga.

-          Media hora de placer para Rutilio. Media hora de tortura para Sandro. Al final, el vigilante lo forzó a ponerse boca abajo y volvérsela a chupar, con tal de inundarle la boca con semen, pero sólo consiguió llenarle la cara de ráfagas del pegajoso fluído.

-          Cuando todo terminó, Rutilio abrió su mochila y dio a sandro un sobre Manila.

-           Ahí está lo que Madame Javier quiere. Dile que cuando guste, me lo  puedo hacer feliz, como a ti.

 

Al día siguiente, sandro alcanzó a Javier el sobre. Lo revisó, sonrió.

-          ¡Buen trabajo! ¿Cómo lo lograste?

-          Sacó una chequera y le dio a sandro lo mismo que le pagaría a un escort por una noche de pasión.

-           Gracias, joven.

-           Bueno, a trabajar. Siéntate.

-           No… puedo, joven.

-          Javier lo miró, sonrió, e hizo otro cheque por el doble de la cantidad anterior.

 

A pesar que hacía lo imposible por evadirlo, Rutilio cruzó palabra con Marcos en la movilidad de regreso a Piura.

- Oye, este sábado van a jugar un cuadrangular de fulbito. Sólo los de la fábrica. ¿Tú juegas?

Marcos salió de su ensimismamiento.

-          ¡Sí! ¡Apúntame!

-          Rutilio le sonrió y le palmeó el hombro.

 

La rutina de esos días para Marcos comenzaba antes de las seis, cuando se levantaba y ayudaba a hacer el desayuno, salir para su trabajo y volver a casa como a las seis y media. Cenaba, descansaba una hora e iba al gimnasio por otras dos horas. A las diez y media estaba de vuelta en casa para dormir. A pesar de la negativa de Ricardo y Lidia, ayudaba con algunos gastos mínimos, producto de lo ahorrado en la cosecha de camotes, cuando cuidaba la chacra de su primo Santos, cuando Lichi parecía ser su compañero y amante de por vida.

Ese sábado, su turno acabó a mediodía, gracias a una gestión del padre de Javier, para que pudieran ir a jugar con los otros compañeros de la fábrica. Marcos destacaba como un crack. Era eso, o quizás el resto de su equipo estaba completamente fuera de forma. A pesar de la desventaja, logró meter dos goles, y salvó honrosamente el marcador, pues el otro equipo los superó por un tanto más.

A las tres de la tarde, juzgó que las duchas del club donde jugaron estaban vacías y entró a bañarse. Evitó lo más que pudo a la gente cheleando.

Estuvo largo tiempo en la ducha, pensando en esta nueva vida, relajándose, aunque preguntándose por qué alguien como el joven Javier se estaría fijando en él. ¿Y si eran intrigas de Rutilio? Durante esos primeros días, ya le había sacado línea. Era un pata inescrupuloso, algo cizañero, de cuidado, que sólo basaba su talento en lo físico, porque solía olvidar ciertos procedimientos clave en el ingreso de vehículos a la fábrica.

Marcos se vistió y caminó hasta la puerta del club, para esperar a un compañero que prometió jalarlo hasta la ciudad, pues estaba muy lejos. Pasaron casi veinte minutos y nada. Se acercó al vigilante del local.

-          Causa, ¿viste un station amarillo con parrilla negra?

-           ¿Con calcomanía de una tabla de surf? Hace rato que se fue. Como media hora.

-           Mierda. Gracias. ¿Cómo regreso a Piura?

-           Tienes que caminar a la carretera, ahí espera los colectivos.

-           Gracias.

-          Marcos comenzó a caminar el sendero hasta la carretera a pesar del inclemente sol. Menos mal, mañana descansaba. Entonces, la bocina de un auto lo detuvo.

-           ¿Marcos? ¿Vas a Piura? ¡sube!

-          Era el joven Javier.

-           Sandro, pasa atrás.

-          El asistente de gerencia obedeció. Marcos no supo qué hacer.

-           Marcos, sube. Será difícil que encuentres carro de vuelta a Piura.

-          Al fin, el muchacho abordó el vehículo y se sentó en el asiento del copiloto.

-          A pesar de los esfuerzos de Javier por integrarlo, todo el camino se la pasó hablando con sandro. Marcos apenas si sonreía y miraba de reojo.

-          En el cruce con la Avenida Circunvalación, sandro pidió bajar.

-           Marcos, tengo que ver un amigo acá por Los Tallanes… Tú…. ¿por dónde vives? Te puedo dejar.

-           No, gracias. Me quedo en la Grau.

-           Vamos, hombre. Normal. Puedo dejarte.

-           Mi zona es peligrosa. Me quedo en la Grau.

-          Javier no insistió. Sabía que Marcos mentía, pues la casa de Ricardo estaba justo en el barrio enfrente de donde supuestamente iba a ver a su amigo.

-          Al final, Marcos se quedó en la entrada de Los Tallanes, por el lado de la Grau, disimuló meterse a comprar a una tienda y se aseguró que el auto de Javier desapareciera de su vista.

-          En el behículo, el joven ejecutivo suspiraba por el chico que tuvo tan cerca, aunque sea por quince minutos.

-           Marcos. Marcos. Eres harina de otro costal. Y eso es lo que necesito.

-          Contraviniendo la ley, sacó su celular.

-           Conquistarte será cuestión de tiempo. Me aseguraré de que sea corto.

-          Marcó un número.

-           ¿Leo? Soy Javier. ¿estás libre?... Tú sabes para qué…

 

(CONTINUARÁ…)

 

Escrito por Hunk01. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com, o deja tu comentario aquí.

martes, 25 de diciembre de 2012

Casa De-Formación (25): Tres hombres

Hunks of Piura

Cuatro cuerpos masculinos desnudos. Dos escenarios distintos. Un mismo motivo: la pasión. Todo en una noche.

En un departamento del centro de Piura, dos recién conocidos alternan la exploración de sus anatomías. Uno acaba de dejar la adolescencia, el otro está en plena adultez. Ambos tienen físicos armónicos y una flexibilidad envidiable.

El menor aprovecha que el cuerpo del otro está bajo su piel, para recorrerlo a punta de besos, hasta llegar a su larga pinga. Son casi 22 centímetros de longitud y algo de 15 de grueso. Se la mete a la boca, y genera una sensación de intenso placer y bienestar en su compañero sexual. La lengua también explora los grandes huevos, y tras varios minutos dudando si la verga o las bolas,regresa a estimular las tetillas, la boca, y luego casi aprisiona la cabeza ofreciéndole su pene de 17 centímetros y un grueso de 14, el que es bien recibido.

El cuerpo lampiño de ambos favorece sentir más intensamente las caricias.

Entonces, el más joven saca un condón, lubricante, y dispone todo para sentarse encima del falo y hacer que poco a poco ese grueso pedazo de carne vaya abriendo su ya estrenado culo. Cuando lo consigue, sube y baja, cual resorte. El adulto gira y pone al más joven debajo y toma las riendas de la penetración, amenazando hundir toda su paloma, pero es cuidadoso.

Ambos gimen, se solazan, disfrutan, entran en éxtasis, hasta que el adulto no puede contener más su orgasmo y suelta todo su semen dentro del ano del otro chico. Se rinde sobre él y lo besa con una pasión que no sentía en años. Aunque menos dura, la larga manguera viril sigue conectada a las entrañas de ese chico.

Mientras tanto, en una playa perdida, dos muchachos más contemporáneos, a quien sólo los separa la legalidad del sexo por un año,  y arrullados por un vino dulce, prueban lo que se siente hacer el amor con todas sus palabras. Uno de ellos está boca arriba, con las piernas flexionadas, facilitando que el otro, algo más experimentado, horade su ano por primera vez con su grueso miembro de 18 centímetros.

Los “te quiero”, “soy tuyo, mi amor” e inacabables jadeos salpimentan la noche oscura, embebida por besos profundos.

El placer dura un poco más, al punto que desde que el pene de uno entra al culo del otro hasta la eyaculación, pasan casi 45 minutos.

Los movimientos de ambos hacen crujir la litera, amenazando con descalabrarse de un momento a otro. A lo lejos, el mar asalta la playa, como queriendo curiosear lo que pasa en ese cuarto. Apenas si el viento tiene oportunidad de espiarlos.

 

En Piura, ya relajados, desnudos, sobre la cama, los dos jóvenes se miran y se sonríen.

-          excelente para ser un maestro formador.

-           Ja. No me lo recuerdes, William.

-           ¿Hace cuánto que no lo haces?

-           Casi ocho años.

-           ¿Fue tu primera vez?

-           No. Comencé a los 15, cuando jugaba fútbol en mi colegio. Una tarde, después de entrenar, el capitán, que era un pata de quinto, y yo nos bañábamos. Se acercó a mi ducha, y comenzó a manosearme. No entendí lo que pasaba, pero en sólo minutos, tenía su… me penetró.

-           ¿Luego?

-           Eso fue todo ese año. Al año siguiente, cuando era promoción de colegio, me enamoré de un chico que jugaba, de cuarto, y fuimos pareja. Tirábamos cada que podíamos: en las duchas, los vestidores, los salones vacíos, en su casa, en la mía. Yo la hacía de activo… De ahí salí, e ingresé a la universidad. Para mi suerte, había equipo de fútbol. Creí que todo iba a terminar allí¡Nada! Tiré con dos compañeros, hasta que una vez nos descubrió el entrenador, en las duchas.

-           ¡Mierda!

-           Terminé haciéndome pareja del entrenador, que era un tipo de unos 32. me dijo que sería su marido porque no había visto un miembro como el mío. Incluso me llegó a pagar los estudios, además que estaba bien relacionado. A los 19, me mudé a vivir con él. Me estaba comenzando a gustar la plata y las cosas de marca. Lo que él me daba ya no alcanzaba, y comencé a prostituírme. Ya estaba en boga eso de los escortss. Primero con sus amigos de plata, luego vía Clasificados. El hecho que era aventajado me hizo popular, y tuve clientela “de lujo”.

-           ¿Eres simpático. Por qué te retiraste?

-           Porque mi vida era una mierda completa. Comencé a emborracharme, llegué a probar cocaína incluso. El entrenador se enteró, hizo que me botaran de la universidad, y me quedé en la calle. Llegué a una Iglesia del Buen Camino, y mi vida cambió. Me involucré tanto con la institución, que me pagaron mi último año, me mandaron a estudiar a México, y el año pasado regresé como maestro formador.

-           Y, rompiste tu voto de castidad conmigo… ¿no, Rafael?

-           No es cierto. Creo que tu aparición me hizo entender muchas, muchas, muchas cosas. No te sientas culpable, William.

-           ¿qué harás ahora?

-           Ser consecuente. Tengo una profesión, puedo ejercerla. Soy psicólogo. Y como me encanta el deporte, puedo ser psicólogo deportivo.

-          Rafael se levanta de la cama y se viste.

-           William, creo que eres muy inteligente. Si tienes ahorros, ¿por qué no estudias algo? No veo nada de malo que seas porn-star, o escort, pero ¿Qué pasará cuando eso acabe?

-           Claro, Rafo, puede que tengas razón.

-          El anfitrión se pone una toalla, y acompaña a Rafael a la puerta. El aún religioso contempla el arte homoerótico colgado en las paredes.

-           Bonitos cuadros.

-           Gracias. Y gracias por no juzgarme. Normalmente, la gente, y en especial los gays tienden a tacharnos, porque creen que si somos prostitutos o actores porno, dejamos de ser personas.

-           Como si fueran máquinas de sexo. No. No lo veo así. Sí criticaría si hubieras comenzado tu carrera siendo menor de edad.

-           ¿Por qué?

-           Porque eso es delito, incluso se persigue internacionalmente. Aunque no tendrías la culpa,sino quienes te indujeron. Bueno, pero ya me dijiste que no es tu caso, así que normal. Gracias, por todo, william.

-          Rafael lo abraza, y luego lo besa tiernamente en la boca.

-           Que tengas suerte, Rafael. Lástima que esta será la única vez.

-           Lástima. Pero quién sabe.

-          Rafael deja el inmueble y camina de regreso a la Casa. Llega casi a medianoche.

-          Detrás de la puerta, en ese departamento, el chico se sienta para reflexionar las palabras del adulto, el primero que sale de ahí sin pagar nada.

 

A la mañana siguiente, en la playa, Jonatan se despierta con el alba. Siente aún que la cabeza le da vueltas. Está sudando, abrazado a Manuel, quien no tarda en reaccionar, gira, se abraza a su enamorado y lo besa. Ambos están desnudos sobre la litera.

- No puede ser que hayamos hecho el amor anoche, Manu.

- Fue bonito. Te quiero, Jon.

- ¿en serio? Debe ser que cuando las cosas se hacen por amor, parecen mejores, ¿no?

Se besan de nuevo por largo rato. El carraspeo de alguien los interrumpe y los sobresalta. Es el Reverendo Roberto, desnudo, mostrando su gran pene y huevos colgando.

-          ¿Cómo durmieron, chicos?

-          Jonatan y Manuel se sonrojan.

-           ¿Entonces se retiran siempre?

-           Sí, Reverendo. No podemos ser consagrados y pareja a la vez.

-           ¿Y qué harán, Jon? ¿De qué vivirán?

-           Estudiaremos y chambearemos. ¿Cierto, Manu?

-          Manuel asiente. El Reverendo Roberto sale y regresa con la cámara digital de la Casa, la prende y se la alarga a los muchachos.

-           Me gustaría ayudarlos. Miren esas fotos.

-          En las tomas, Jonatan y Manuel aparecen desnudos, abrazados, posando en la playa, evidentemente alcoholizados. Incluso hay una foto erótica, aunque la erección de Manuel le echa una sombra hardcore.

-           ¿esto hicimos ayer?

-           Tranquilo, Jon. Mira, tienen futuro como modelos. Para serles sincero, hace tiempo que me quiero retirar del servicio, así que podríamos pensar en lanzarlos como modelos. Así tendrían dinero para estudiar: ¡ése sería su trabajo! ¿Qué dicen?

-           LA oferta es tentadora. Déjenos pensarlo bien, Reverendo, y le hablamos.

-           OK. Chicos.

-          Cuando Roberto sale para preparar el desayuno, Jonatan cambia su expresión, haciéndola muy seria.

-           ¿qué pasa, amor?

-           Escucha, Manu, vamos a seguirle la corriente; pero ni cagando trabajaremos para él.

-           ¿Por qué?

-           Confía en mí.

-           Claro, mi amor.

-          Un nuevo beso sella la conversación.

 

A media mañana, el Reverendo Roberto, Jonatan y Manuel están de vuelta en la Casa. Los dos chicos se integran a las clases, y Roberto va directo a poner al corriente a Alexander.

- ¿Entonces, Beto?

- No te tengo dos, sino tres: Jon, Manuel y Henry, el chico que conocimos en la playa, a quien ya le entregué sus fotos y dice que es materia dispuesta.

- ¡Perfecto! Entonces, podemos mandar a Jon, Memo y ese Henry a la casa de Máncora, mientras vamos preparando a Manuel, Pedro y Darwin. Tú los acompañarás allá.

- Hasta podría trabajar también.

Alexander sonríe, y nalguea a Roberto.

-          Llámate a Jorge. Reunión urgente.

-          Tras ponerse de acuerdo, Jorge, alexander y Roberto se quitan la ropa, comienzan a acariciarse y besarse. Minutos después, Roberto se da tiempo para chupar alternadamente las pijas de Alex y Jorge. Luego, se pone en cuatro, de tal modo que sigue chupando la verga de su superior, y Jorge lo penetra por el culo. Posteriormente, el turno es de Alex, mientras Jorge es felado. Como número final, los dos activos se las ingenian para meter sus penes en simultáneo en el ano de Roberto, cosa que logran con cierta dificultad. Tras la faena, Roberto se acuesta para recibir la leche de Alex, luego la de Jorge y finalmente la suya.

 

Tras el almuerzo, Rafael se acerca a alexander.

-          Mamá tenía que escribirme. ¿Puedes prestarme la lap-top?

-           Claro, Rafo. ¿Te la llevo al cuarto?

-           No. Trabajaré aquí en la cocina. Es más fresco.

-          Alexander sube, y se cruza con Roberto.

-           Llévale la lap-top a Raffo.

-           Oye, ¿y qué haremos con él?

-           Tranquilo. Por lo que me contaste, la vaca no olvida cuando fue ternera.

-          Apenas Rafael prende la máquina, cuando suena el teléfono.

-           ¿sí?... Soy yo…. ¿William? ¿Qué pasó?

 

A la mañana siguiente, el Reverendo Roberto lleva a Jonatan y Darwin a una experiencia comunitaria. Al regreso, da un gran rodeo a la ciudad y llega hasta un descampado, a orillas del desierto. Entra por un camino imperceptible, hasta estacionarse cerca de un montecito.

- Listo, chicos.

Jonatan y Darwin salen y toman posición. Comienzan a besarse, a pasar sus manos por todo su cuerpo, y a quitarse sus prendas. Ya desnudos, continúan las caricias, mientras sus penes se enduran. Darwin no se hace problemas para chupar la atractiva verga de Jonatan, y éste tampoco duda en devolver el favor. Roberto no deja de retratarlo todo en las fotos. Luego, Jonatan finge penetrar a Darwin mientras le besa la espalda y las nalgas. Darwin lo imita. Para finalizar, ambos toman el pene del otro y se masturban hasta que sus manos se llenan del semen del otro.

-          Bárbaro, chicos. Miren.

-          Darwin mira la sesión de fotos con una gran sonrisa. Cuando Jonatan las ve, hace indescriptibles esfuerzos para contener las lágrimas. Regresan.

 

Esa noche, todos, menos Jorge, están reunidos en la sala jugando Monopoly. Cuando suena el timbre, Rafael sale a atender. En menos de un minuto, todos quedan estupefactos.

-          alex, Roberto… Darwin… Jon.

-           ¡pqué haces aquí, Memo?!

-           ¿qué? ¿No te alegras de verme, alex?¿No te alegras de verme después de joderme la vida?

-          Nuevamente, suena la puerta. Rafael sale.

-          Un contingente de cuatro policías entra de improviso.

-           ¡Todos tranquilos! ¡Nadie se mueva! ¿Usted es el superior? Queda detenido por delito de corrupción de menores y pornografía infantil.

-          Alexander mira furioso a Rafael y Memo.

-           Me traicionaron, hijos de puta. ¡Y en especial, tú, Rafael, después de lo que hice por ti!

-           No, alex. Tú nos traicionaste. Traicionaste a todo el mundo. Traicionaste a estos chicos, que buscaban consagración, pero… ¿qué les diste?

-          El resto de chicos está asustado.

-          Finalmente, la Policía se lleva esposados a Alexander y Roberto. Afuera, los periodistas pugnan por una declaración, una foto, una imagen. Adentro, el desconcierto, la decepción, la tristeza. Jonatan, Rafael y Memo se miran, aliviados.

 

Una semana después, en un cuarto no tan glamoroso, cerca del centro de Piura, Memo y Rafael retozan desnudos sobre la cama. Se besan apasionadamente. Cuando acaban, Rafael mira fijamente al otro chico, y no puede evitar una lágrima de emoción.

-          William, Memo, Guillermo… al final eres el mismo en esencia.

-           ¿Siempre iremos a la universidad, Rafo?

-           Sí, ya tengo listo mi CV, ya tengo tus papeles. ¿seguro que quieres ingresar a Derecho?

-           Hoy soy la víctima. Mañana serán otros.

-          La puerta suena. Rafael se soba los ojos, se coloca un boxer y va a atender.

-           ¡Jon, Manuel! ¡qué sorpresa!

-           ¿Se enteraron? Alexander se suicidó en el penal, aunque por ahí dicen que lo mataron.

-           ¿Dónde salió eso?

-          Jonatan alcanza el diario a Rafael. Efectivamente, es la crónica roja del día. Al terminar de leerla tiene más preguntas que respuestas.

-           ¿Jorge sigue prófugo, no?

-           Así parece; aunque en el gimnasio donde él iba, dicen que está por Ecuador. Y también la Iglesia nos está buscando para hacer un acuerdo económico, porque los viejos de

-          Memo se levanta y se cubre con una toalla.

-           Que la justicia siga su curso, Jon. Que paguen quienes tengan que pagar. Lo que la Iglesia quiere evitarse es que en el juicio aparezca toda la red de clientes que tenía Alex. Por lo menos, Roberto sigue vivo.

-          Rafael suspira.

-           La vaina es que no hay mucho que incrimine a Roberto.

-          Memo interviene:

-           Si yo hablo, Rafo, media Piura se tambaleará.

-           Entonces, tenemos que pensar bien las cosas. Seremos pequeños Davids peleando contra muchos Goliats.

-          Jonatan toma a ambos por sus hombros.

-           Unidos seremos fuertes. No lo olviden. Todo saldrá a la luz. Ellos pagarán por lo que hicieron con nosotros.

-          Los cuatro se miran, y se acercan para darse un abrazo al estilo de los grandes equipos del mundo.

-           Prometan que haremos justicia.

-           ¡Lo prometemos!

 

(FIN)

 

Escrito por N-ass. ©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com, búscanos en Facebook o deja tu comentario aquí. Sigue la serie completa: “hunks Piura casa de-formacion” o presiona la etiqueta en esta entrada.

jueves, 20 de diciembre de 2012

El Vigilante (8): Información privilegiada

Hunks of Piura

Tras la reprimenda de don Javier, su padre, el Javier mozo fue a su escritorio y comenzó a trabajar. El joven que horas antes fue a ver a Rutilio, en su caseta de vigilancia, le trajo unos papeles.

-          Soy Sandro, joven. Seré su asistente.

-           OK. ¿Todo esto tengo que hacer?

-           Sí, joven. Órdenes de su papá.

-           ¡Qué pesado!

-          A las ocho y media de la noche, Javier dejó su oficina y salió en su auto. Al pasar por la caseta de vigilancia, , buscó a Marcos. Ya no era Rutilio quien lo atendía, sino otro vigilante algo mayor.

-           ¿Y el chico de la otra caseta?

-           Él trabaja hasta las cinco, joven.

-           ¿Y a qué hora entra?

-           A las ocho.

-          Javier suspiró descontento.

 

A esa misma hora, Marcos comenzaba su rutina en el gimnasio. Danilo lo supervisaba cada cierto tiempo, pues tenía que atender al resto del alumnado.

- Tarde, campeón.

- Comencé a chambear hoy.

- Bien ahí.

A las diez, ya no quedaba gente en el establecimiento, y Marcos terminaba su rutina. y Sudaba a chorros.

Danilo barría más por hacer tiempo que por pulcritud.

- Ya acabé.

- Puta, campeón. Estás mojadito. Enfríate un poco.

La breve ropa de entrenamiento se pegaba a la piel de Marcos y dejaba casi nada a la imaginación del instructor.

-          Unos meses más, , y comenzaremos a entrenarte pa’l concurso.

-          Marcos sonrió.

-           Oye, Marcos, ¿por qué no te vas a bañar? Aquí tenemos duchas. No es bueno que salgas así sudado.

-           ¿Puedo?

-           Claro, anda allá a la derecha, y a confianza. Sólo estamos los dos.

-          Marcos abrió una puerta sin pestillo ni seguro, entró, se desnudó y abrió la llave. Un providencial jabón le sirvió para retirar el sudor. Estaba enjabonado, cuando sorpresivamente Danilo entró a la misma habitación, completamente desnudo.

-           ¡Disculpa, campeón. Pensé que habías terminado!

-           Normal. Ya acabo.

-           ¡No, no! Normal. Tómate tu tiempo.

-          Marcos sonrió. Danilo comprendió que su maniobra estaba frustrada.

-           No te vayas.

-           ¿No te incomodo?

-           No. Ven.

-          Danilo sonrió y no resistió la invitación. Avanzó hasta el cuadrado de cerámica de la ducha, y se puso tan junto a Marcos que no dudó en rozar su cuerpo.

-           Voy a hacer que tengas el mejor físico de Piura, Marcos.

-           También debes concursar.

-           Tendría que depilarme todo. Soy velludo.

-          Efectivamente, Danilo tenía la piel blanca tapizada de vello castaño, pero vello al fin. De pronto, vio cómo Marcos comenzó a enjabonarle su amplio y voluminoso pecho. Danilo se dejó hacer.

-          Entretanto, para Marcos, la experiencia no era nueva, aunque para nada se trataba del frágil Lichi. Pero Lichi lo abandonó, y era hora de dejarlo ir.

-          Danilo y Marcos se miraban sonriendo, hasta que el primero se percató de que las dos pingas estaban erectas.

-           ¿Y esto?

-          Danilo meneó su cadera e hizo chocar su falo contra el de Marcos.

-           Eso no es nada.

-          Danilo repitió la maniobra de nuevo, de nuevo y de nuevo. Marcos se estrechó con él en un abrazo, y de inmediato ambos se besaron profundamente en la boca.

-          Minutos después, sobre una de las bancas de pecho, Marcos estaba acostado dejando a su instructor mamarle la pinga, haciendo que se la comiera con toda su boca. Sin cambiar de posición, Danilo le puso un condón e hizo que se la metiera por el culo, cabalgándolo, jadeando, disfrutando. Las luces de la sala estaban apagadas. Apenas si entraban unos reflejos de la iluminación de la calle.

Para Danilo, era difícil distinguir en los espejos de pared entera a aquellos dos macizos amantes en plena acción; luego fue el mismo Danilo quien se acostó boca abajo sobre la banca, y siguió recibiendo la pija de su alumno, a quien exigía bombearlo con mayor rapidez.

-          En media hora, Marcos soltaba toda su leche sobre la espalda de Danilo, y recién fue consciente de la complicidad de aquellos espejos que los reflejaban tímidamente por los cuatro costados.

-          Tras ducharse de nuevo, salieron casi escondiéndose de la noche.

-           Tú primero, Marcos. Ah, y esto no pasó. Ni una palabra a nadie.

-           Tranquilo.

 

Al día siguiente, como a las ocho y cuarto, Javier llegaba a la fábrica. Hizo lo indecible para atraer la mirada de Marcos, pero él estaba atendiendo a varias personas que estaban ingresando por su caseta. Rutilio terminaba de inspeccionar su auto.

-          Adelante joven… ¿joven?

-           ¿ahora qué?

-           Disculpe, joven. Puede seguir.

-          Javier hizo un ademán de incomodidad y siguió.

-          Cuando la gente terminaba de pasar por el puesto de Marcos, notó que Rutilio le guiñaba los ojos. La mueca era harto comprendida por el novato.

 

Arriba, en las oficinas, don Javier revisaba los diarios cuando entró su hijo.

-          O de veras es el fin del mundo, o Papá Noel existe. O soy muy persuasivo, o te caíste de tu cama, hijo.

-           Ay, papá, no molestes.

-          Javier se encerró en su oficina, y mandó a llamar a sandro.

 

A las nueve y media, otra vez, sandro fue a ver los registros de incidencias donde Rutilio.

- Oye… y… ¿qué sabes de ese chico?

- ¿Mar… Cuál? ¿ese vigilante? ¿Y por qué?

- Digo… para saber.

- Nada. Pero, si quieres, te puedo conseguir datos.

- excelente.

- Eso costará.

Rutilio guiñó un ojo, escribió un número en un papel y se lo dio a Sandro.

-          Vamos al telo de la vez pasada. Te tendré todos los datos que necesitas. Llámame.

-          Sandro recibió el papel de mala gana, y se fue. Rutilio sonreía pendejamente, y de reojo miraba a un diligente Marcos, concentrado en llenar unos registros de acceso en la otra caseta.

 

En la oficina de Javier, sandro hacía firmar algunos documentos.

-          ¿averiguaste?

-           Sólo tengo el nombre. Me lo dio Kelly, la secretaria de su papá. Su compañero es muy… hermético.

-           Por lo menos tengo el nombre. Si puedes saber más, me lo dices… Ah,y ni una palabra de esto a nadie. Te sabré compensar.

-           Descuide, joven.

 

Javier salió justo a las cinco para coincidir con el fin de turno de los dos vigilantes, pero Marcos ya no estaba. Rutilio inspeccionaba su auto.

-          ¿Y el otro chico?

-           Tuvo que salir para hacer un papeleo, joven… ¿Algún… encargo?

-           Nada que le incumba. Gracias.

-          El auto arrancó y Rutilio se quedó con la sonrisa del pendejo más pendejo.

 

Una hora después, en los vestidores de la empresa de vigilancia, Rutilio se dio maña para esperar a que Marcos entrara a bañarse, y que no hubiera nadie más. Se desnudó y entró a otra de las duchas al extremo de la habitación.

Marcos estaba terminando de asearse, cuando sin previo aviso, Rutilio abrió la cortina y se metió en el cubículo. Marcos, al ver al musculoso blandiendo su enorme verga en crecimiento, temió lo peor.

-          Tengo información privilegiada que te puede interesar, Marcos.

-          Rutilio posó sus manos sobre los recios hombros de su compañero.

-           Está confirmado que el hijo del dueño tiene interés en ti. Y yo puedo hacer que los dos se junten.

-           No jodas.

-           Ya te dije, Marquitos: cambia tu vida, no seas cojudo.

-           ¿Y a cambio?

-          Rutilio bajó sus manos por los brazos, el abdomen hasta posarlas y mmasajear el flácido pene y los huevos de Marcos.

-           Tú dirás, soldadito.

-          Marcos se quedó mirándolo por unos segundos, directamente a los ojos, sin una expresión.

-          En un solo movimiento, alzó sus manos y empujó a Rutilio contra la pared del cubículo, haciendo remecer los otros contiguos.

-           ¡Vete a la mierda!

-          Mientras Marcos salía, desnudo y mojado, Rutilio maquinaba dentro de la ducha.

-           Ya verás, reconcha tu madre.

 

(CONTINUARÁ…)

 

Escrito por Hunk01. Ü2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com, búscanos en Facebook o deja tu comentario aquí.