martes, 31 de julio de 2012

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Gracias a ustedes, celebramos esta nueva meta con un video de Ben Cohen, jugador inglés de rugby, y promotor de una iniciativa para acabar con el bullying y la homofobia en las escuelas... aunque no queda claro si él es gay... pero, imgagínatelo defendiéndote cuando los demás te joden...
¡Ah, y esta no es la única sorpresa! Participa en todas nuestras iniciativas y te enterarás pronto. Sólo escribe a hunks.piura@gmail.com

Y aquí va el video (podría requerir perfil adulto):
http://www.youtube.com/watch?v=cwAlwYmvOZY

Casa De-Formación (4): Tenemos mejor material

-         Joyful, joyful
En el jardín, el Reverendo Rafael está cumpliendo, a medias, uno de sus deseos.
-         Joyful, joyful… ¿qué más sigue?
Atascado en el mismo verso, rasguea una guitarra. De cuando en cuando, repitiendo las mismas palabras, mueve las clavijas porque percibe cierto desafinamiento.
-         Joyful, joyful
-          Si no pasas de allí, te hago aprender Rosal Viviente en inglés.
-          ¡Reverendo Alexander!
El joven se levanta de la banquita de cemento, deja la guitarra a un lado… y se inclina para dar un abrazo a su nuevo superior. Y es que el Reverendo Alexander apenas supera el metro 62, pero con ese cuerpo de gimnasta olímpico, con el color del barro crudo y húmedo de su natal Simbilá, estrecha cariñosamente, por varios segundos, al frustrado ¿trovador?
-         ¿Todo bien, hijo?
-          Perfecto. Bueno, sería mejor si hiciera menos calor.
-          No te preocupes. En la casa, todos somos hombres, así que, si quieres, anda calato… pero eso sí, ponte la guitarra encima de las bolas, si no, tendremos que cambiar la denominación a Casa Nudista de Formación.
Rafael quiere entender lo intrincado de la broma, pero tiene igual suerte que con el instrumento musical. Tras el abrazo, ambos se sientan en la banquita.
-         El Reverendo Roberto me dijo que ya llegaron los cuatro formandos.
-           Sí. Manuel, de Santo Domingo; Darwin, de Sechura; y Jon y Pedro de acá, de Piura.
-          Lo felicito. El año pasado no nos fue bien, ¿verdad?
-          Memo, Luis y Sandro. Todos se desanimaron.
-          La Congregación no quedó contenta por ello.
-          Sí. Lo sé. Por eso pedí un formador más joven. Y creo que eres el indicado.
-          ¿En serio? Se lo agradezco. Ojalá que haya buena madera.
-          Espero que sí. Ya me advirtieron que si obtenemos los mismos resultados que los últimos tres años, cerrarán esta misión.
-          Haremos lo imposible para que eso no suceda. Incluso cantar como Whoopi Goldberg. Lo que no entiendo es que he visto esa película como cien veces, y no me he memorizado la canción.
-          Que yo recuerde, Whoppi Goldberg no cantó en esa película, sino el coro.
-          Cierto… ¿no?
-          No creo que sea necesario llegar a esos extremos. Te lo prometo.
-          Así será.
El Reverendo Alexander coloca su mano derecha sobre la izquierda del Reverendo Rafael, y la palmea tres veces, mientras lo mira a los ojos. El atardecer comienza a ahogar sus tonos rojizos, y los vira al negro de la noche.

En la cocina, Jorge arregla su mochila. El Reverendo Roberto calienta ahua para la cena de bienvenida. Entonces, el musculoso ayudante  rodea la mesa hasta quedar detrás de él.
-         ¿Ya vio a los nuevos chicos?
-          Sí. Esos son todos los que pudimos llamar.
-          Voy a hablar con el Reverendo Alex.
-          ¿Para qué?
-          Creo que me mudaré acá. Arriba, al cuartito que está desocupado. En vez de que se empolve, que me lo den a mi.
-          Pero… es para algún formando.
-          Si viene alguno, me voy. Pero, mientras tanto, creo que le soy más útil al Reverendo Alex aquí que en la calle.
El Reverendo Roberto se voltea a verlo. Jorge  ha entrecerrado sus ojos.,
-         No se preocupe. Me lo agradecerá después.
La escalera de caracol comienza a temblar y a hacer ruido, cuando cuatro voces se aproximan desde arriba. Jorge voltea la cara hacia el patio interior.
-         Ya bajan los angelitos. Bueno, es hora de que este diablito se retire. Hasta mañana.
Jorge toma su mochila, guiña al Reverendo Roberto y sale por la puerta de servicio.

Pedro, Darwin, Jonatan y Manuel entran a la cocina. Los tres primeros no paran de conversar, y el chico de la sierra los mira sonriente. Todos saludan al Reverendo convertido en cocinero, quien abre la alacena y saca fideos, carne molida, tomates: y luego, de la refrigeradora, queso, naranjas y una gran jarra de agua.
-         A ver cómo nos organizamos. La primera tarea comunitaria será hacer la cena. Repártanse trabajos. Ahí están las cosas.
Dicho y hecho. Los cuatro tomaron por asalto la cocina y cuarenta dedos se mueven al mando del Reverendo.
Los otros dos, que están en el jardín, ingresan y se sorprenden de ver tal movimiento.
El Reverendo Alexander da tres palmadas en la espalda al Reverendo Rafael, como quien demostrando que hubo éxito en la selección.

En media hora, la cena está lista. Antes de comer, el Reverendo Alexander pide la palabra. Cuando todo está quieto, pasea su mirada sobre los cuatro formandos.
-         Bien, chicos. Ya están aquí. Tendremos jornadas de estudio, meditación y trabajo en comunidad; pero también habrá momentos de diversión y distracción. Por lo pronto, ahí afuera está el mini-gimnasio para que lo aprovechen, y también cultiven su salud corporal. Del mismo modo como debemos fortalecer lo físico, trabajaremos en reforzar el alma y su vocación. Bienvenidos.
Tras una breve acción de gracias, invita a todos a sentarse y comienza la ronda de presentación por el mismo. Como la mesa es redonda, a continuación habla Darwin, y luego Jonatan (quien agradece al Reverendo Alexander todo lo que hizo por él), el Reverendo Roberto, Manuel, Pedro, y finalmente el Reverendo Rafael. Por cierto, no es casualidad que estos dos se sienten juntos, aunque sólo uno de ellos lo hace a propósito… y es que el religioso tiene cierta belleza que es imposible que se le ignore.
Lo miran a hurtadillas. Todos sin excepción.
La cena está llena de risas, chistes, tomaduras de pelo…
Cuando terminan, y, tras unas indicaciones del Reverendo Rafael, los cuatro formandos lavan los platos. Los religiosos los dejan solos, no sin la previa advertencia de no quedarse hasta tarde.

No ha sido un día fácil para Rafael. Va al dormitorio, se lava los dientes. Busca su ropa de dormir, se la pone y se echa a la cama. No soporta más tiempo despierto.
De pronto, se levanta fastidiado. Está sudando. Se desnuda, va a tomarse una ducha, se seca y, así, sin ropa, se echa a la cama, quedándose profundamente inconsciente en poco tiempo. Lo último que repara es que está solo.

En el cuarto contiguo, los Reverendos Roberto y Alexander se reúnen. Repasan las cuentas del día, revisan planes para la semana. Aunque ya abrió su ventana, el Reverendo Superior se quita su camiseta, y su escultural torso está al descubierto. Sobre su abdomen plano, una hilerita de vellos rodean al ombligo. Otra vez, al Reverendo Roberto se le van los ojos… algo que el otro advierte de inmediato.
-         Vas a tener que controlarte.
-          Disculpa.
-          …Tenemos buen material este año. Ojalá no metamos la pata.
-          Creo que ya aprendimos cómo no hacerlo, ¿no?
 Espero que sí… le veo más potencial a Jon y a Manuel.
-         ¿Y los otros dos?
-          Hay que pulirlos.
-          Pedro parece muy evidente.
-          Sí, lo he notado. pero no lo veo como problema. Debemos convertir la amenaza en oportunidad. Nada más. Fuera de eso, ya no está César como formador, así que la probabilidad de deserciones se reduce. Rafael es otra cosa.
-          ¿Tú crees eso?
-          Se sintió cómodo junto a Pedro durante la cena. César ya lo hubieradesanimado la primera noche, como pasó con Sandro.
-          Rafael parece deportista. Es lo opuesto a César.
-          Sí, lo es. Esa es una de las razones que me animaron a solicitarlo.
-          Entiendo. Ojalá no te equivoques, si no, nos iremos de aquí.
-          Con la ayuda del Supremo, eso no pasará.

-         En la azotea, Jonatan rescata una especie de sofá de metal tejido con cable de plástico. La coloca en el patio junto a los dormitorios, y aprovechando el viento fresco y la luz de un potente foco, se echa a continuar Juan salvador Gaviota. Se escucha que alguien se baña.
-         Estaba concentrado, cuando aparece Darwin.
-          Jon, ¿podemos hablar?
-          Sí. Dime –
Jonatan se incorpora, cierra el libro y golpea sobre los cables a su costado, invitando a que Darwin se siente.
-          Esteeee… quiero que me digas algo, pero sin vacilarme, ¿ok?
-          Claro. – Jonatan presiente que no será una conversación fácil.
-          Esta tarde, cuando me estaba bañando… ¿tú abriste la puerta del baño?
-          ¡¿Yo?!
-          Digo, a la mejor querías entrar y estaba… ocupado.
-          ¡No! ¡Para nada! ¿A qué hora te bañaste?
-          Luego que saliste.
-          No. Regresé a mi cuarto y me puse a conversar con Manuel.
-          ¿Seguro?
-          Claro… ¿Por… qué?
-          Es que… me estaba enjabonando y cerré los ojos. Cuando me enjuagué, la puerta del baño estaba entreabierta.
-          Je, je… ¿y no habrá sido… Pedrito?
Darwin se abochorna, y comienza a sudar frío.
-         No te pendejees conmigo.
-          Carajo (mierda, una lisura)… no huevón. ¿Para qué te voy a abrirr… la puerta del baño?
En ese momento, Pedro sale con una breve toalla anudada a la cintura. Sus nalguitas se marcan bajo la tela humedecida. Los mira y se les acerca.
-         Hola chicos. ¿Charlando?
-          Sí. –Jonatan siente que es un buen momento para salir de escena. – Me voy a dormir. Que duerman… rico.
-          Gracias Joncito. – El coqueto Pedro lo sigue con la mirada hasta que el físico de modelo de Jonatan desaparece tras la puerta que se cierra frente a él.
Sonriente, regresa a mirar a Darwin y le hace un ademán con los labios: el chico le gusta.
Darwin se levanta, serio y silencioso. Se mete al dormitorio donde él y Pedro compartirán la noche. Ya solo, el piurano entiende que algo anda mal. Un buho pasa volando sobre la azotea.

Poco después de las once de la noche, Roberto entra a su dormitorio procurando no hacer ruido. Va al escritorio, toma la lap-top y la prende. Teclea lo más despacio posible para no despertar a Rafael, quien duerme completamente desnudo en la cama del lado.
Roberto apenas logra ver los hombros y la cabeza con el resplandor de la pantalla. Rafael respira profundamente, signo inequívoco de que Morfeo se lo ha arrebatado por completo. Parece que está durmiendo  de costado.
Roberto gira poco a poco la computadora para que la tenue luz del monitor le permita descubrir algo más.
Efectivamente, Rafael está dormido de costado. Identifica el pecho, el marcado abdomen, las caderas, las piernas.
Por largo rato, deja la lap-top girada para contemplarlo, y regodearse mil y una veces con ese espectáculo indescriptible: el grueso y largo pene  de Rafael está erecto… y no es nada pequeño. El prepucio apenas deja salir al glande.
Roberto siente la necesidad de liberar al suyo, tan largo y grueso como el que está viendo. Está húmedo de lfluído pre-seminal.
En silencio, comienza  a masturbarse.
Se quita la camiseta.
Continúa.
En un par de minutos, un chorro de leche espesa aterriza sobre su pecho y estómago.
Roberto  contiene un gemido de placer, largo tiempo no experimentado.
Debe limpiarse. Deja la computadora a un lado, siempre iluminando a Rafael, quien, ahora, está durmiendo dándole la espalda y el trasero.

(CONTINUARÁ...)

©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia.

lunes, 30 de julio de 2012

H4HR Report Julio | July 2012

ESCRORTYS ESCORTS
(none)

HOTELS
Venus (Piura): 4 ***
Fantasía (Piura): 4
La Primavera (Sullana): 3

Basado en tus reportes. Si quieres contribuir a este informe, escribe a hunks.piura@gmail.com | Based on your reporrts. If you want to contrivute to it, write us at hunks.piura@gmail.com

jueves, 26 de julio de 2012

La Parcela (11): Tres, dos, todos los hombres al desnudo

Nunca el cobertizo posterior de la casa de la parcela anduvo tan concurrido, especialmente por los “ingenieros”, y así lo hizo notar David a Jano, mientras supervisaban el cambio del cableado telefónico.
-         Si pancho y Nando han pasado por el costado del mini-gym, unas cien veces, ha sido poquito.
-          ¿Y tú, David, no sientes curiosidad por el mini-gym?
-          ¡Hombre! Las planchas y las ranas siguen siendo efectivas.
Jano sonrió sin ánimo. Se ensimismó por un segundo, y siguió trabajando.
En el almuerzo, el mini-gym fue el tema más importante de conversación, al punto que Jano tuvo que terciar.
-         Bien, muchachos, organícense, porque no quiero disputas por el momento en que lo van a utilizar. Además, compórtense, qué dirán los técnicos aquí presentes.
Eran dos varones. El primero, joven, como de unos 25 años, de cabello lacio grueso, peinado con raya en medio, trigueño, alto y de contextura normal. El segundo era delgado, un poco mayor, como a finales de los 30 –rozando los 40- y un poco más alto que el anterior, además de tener el cabello corto y zambo. Al escuchar a Jano, ambos sonrieron.
-         Con advertencia y todo, el almuerzo fue un debate completo por los turnos, hasta que al final decidieron que a las cinco de la mañana lo usaría Pancho; a las cuatro de la tarde, Nando; a las cinco, Raúl; y luego quedaba libre para quien quisiera  practicar, además de las mañanas. Aunque, camino a su dormitorio, Nando terminó convenciendo a Raúl para permutar los turnos.
-         - es que mi rutina es más completa, pata. Además, ¿quién trajo el aparato?
Raúl accedió de mala gana, aunque siempre terminaba cediendo a la opinión de Nando. Pancho los quedó mirando, algo incómodo.

Para las tres de la tarde, ya había Internet en la parcela. El ‘click’ de honor lo hicieron Jano y David. También había un teléfono más moderno en la oficina, otro en la sala y otro en el cuarto de Jano.
Este era el último lugar de trabajo de los técnicos, donde no demoraron más que poner el aparato, conectar, probar y dar por verificado el procedimiento.
El delgado y mayor se dirigió a Jano:
-         Terminado, ingeniero, y funcionando. ¡Uf! Aquí sí que hace calor.
-          Aquí hay baño. Si desean tomen una ducha.
Los dos técnicos se miraron sorprendidos por la invitación.
-         No, no queremos incomodar. Lo que sí le agradeceríamos es agüita.
-          Vengan a la cocina.
Jano les invitó limonada helada, especialidad de Jerry. Luego, Jano y el técnico mayor se fueron a la oficina a ver lo de los honorarios. El más joven se quedó con el cocinero, y lo miraba de reojo, hasta que sus miradas coincidieron.
-         ¿Cómo te llamas?
-          Leandro.
-          Yo soy Jerry. Trabajo aquí.
-          Tu cara me es familiar. ¿Tú no trabajabas por el Bajo Chira?
-          Hasta hace casi medio año. ¿Meviste por allá?
-          Bueno. No sé si te acuerdas. Era la fiesta de un santo de por allá.
Jerry abrió los ojos mucho más, y por fin hizo memoria; pero cuando iba a recordar todo lo que había pasado, llegó el otro técnico y le ordenó salir, pues regresaban a casa.
Jerry se quedó con la palabra en la boca.
-         Mira, pues. Es que con uniforme, es decir, sin uniforme… se ve distinto.

Ante la mirada de Wilfredo y Gabo, Pancho, Raúl y Nando terminaron de montar el mini-gym y hacer pruebas. Eran tres niños crecidos y de carnes firmes comportándose como cuando se tiene juguete nuevo. Pancho vestiía un short de lycra debajo del que evidentemente no había nada; Raúl fue con su bermuda blanca; Nando exhibía su musculatura cubierto apenas por un boxer negro con ribetes celestes y pretina blanca.
Mientras tanto, Jano conducía de nuevo a Piura, con los dos técnicos a bordo. El joven iba en el asiento trasero y su colega mayor en el del copiloto.
-         ¿Cansado, maestro?.
-          Le hubiera aceptado el baño, ingeniero.
-          Se puede resolver aún. Aunque no lo crea, yo también quiero un baño.
Jano miró de forma insinuante al técnico a su derecha, y éste al que iba atrás. Luego el copiloto regresó a ver a Jano.
-         ¿Qué idea tiene?

En la casa de la parcela, y ajeno al jolgorio del mini-gym, David seguía sentado en la computadora, hasta que alguien en la puerta lo asustó.
-         Disculpa, David. No era mi intención.
-          Descuida, Jerry. Estaba trabajando en la lap-top.
-          ¿Cierto que ya hay Internet?
-          Sí.
-          Ojalá algún día pueda ver mi correo, o mi Messenger.
-          ¿Por qué no lo ves ahora mismo?
Jerry intuyó que vería algo más que mensajes de correo o chat.

En una ciudad antes de llegar a Piura, pero algo desviada de la ruta hacia el norte, la camioneta de Jano llegaba a un hotel en la orilla del río Piura.
-         Una habitación para los tres. Sólo queremos bañarnos y descansar.
En minutos, Jano y los dos técnicos estaban en una simple con baño privado y televisor. El técnico más joven accionó el control remoto: en la pantalla, dos hombres penetraban a una chica al mismo tiempo, gimiendo. Los dos técnicos se miraron de nuevo, y luego a Jano, quien, para entonces, ya estaba bajándose el pantalón.
-         ¿qué dicen? ¿Compartimos la ducha?

En la parcela, y sin dejar de discutir, Nando, Raúl y Pancho compartían, la ducha, con el recurrente tema de la musculación, rutinas, dietas, y referentes del culturismo nacional y mundial. Wilfredo aprovechó el pánico para tirar con Jano, nuevamente, aunque esta vez usando condón.
Sin mucho esfuerzo, Jerry y David se escabulleron en el cuarto del segundo, se despojaron de toda su ropa, abrieron la lap-top, y se echaron boca abajo, desnudos, a ver una película porno gay recién descargada.
En la ducha del hotel, Jano y los dos técnicos acariciaban sus recios cuerpos bajo la lluvia fresca. Allí el chico pudo ver que el más viejo, aunque delgado, tenía músculos marcados, un poco más que Wilfredo, mientras que el más joven era atlético aunque sin mucha definición muscular.
El técnico mayor acariciaba con una mano la espalda y trasero de Jano, mientras lo besaba en la boca, y con la otra, recorría desde la nuca hasta el medio de las nalgas del técnico más joven, a quien besó después. Las tres pingas convergían en un mismo punto: la de 18 de Jano, rosada y venuda; la trigueña y también venuda, de unos 19 centímetros del técnico mayor; y, la de 15 y trigueña, pero gruesita del técnico más joven, que, por cierto, competía en firmeza y redondez de culo con Jano,–nada despreciable y sexy sin ser crecido, como el de Pancho o Nando.
Por su parte esos dos no cesaban de debatir, con Raúl tratando de mediar en la discusión, sin éxito. Tanto era el apasionamiento que los tres permanecían aún desnudos en su cuarto, entretanto que en el del costado, Wilfredo eyaculaba sobre el pecho de su sobrino, y en el cuarto de Dabid, Jerry se encaramaba sobre la espalda del administrador para besarla desde la nuca hasta el medio de las nalgas; luego, regresó hasta el cuello para hacer el mismo trayecto, esta vez, besándola, a lo que David respondió retorciéndose y gruñendo por las placenteras cosquillas que sentía, especialmente cuando le hicieron el beso negro, mientras dos chicos blancos musculosos hacían un bareback en la pantalla de la lap-top.
En el cuarto del hotel, el técnico mayor le metía su pene a Jano, y éste a su vez al técnico joven. Claro que antes, y vía el intercomunicador, el dueño de la parcela debió ordenar una tira de preservativos. Jano movía su culo de tal manera que se la corría al técnico mayor y le daba un masaje prostático al menor. Los tres gemían confundiendo sus exhalaciones con las de la película en el televisor.
Igual pasaba con Jerry y David.  Sin dejar de ver el monitor, el administrador se había puesto en cuatro, dando al cocinero toda la maniobrabilidad necesaria para perforarle el culo, de manera casi violenta, dándole una agridulce sensación de placer. De vez en cuando Jerry nalgueaba a David, con cierto escándalo, tanto como el de sus caderas al chocar con las nalgas lampiñas del piurano clasemediero.

En el cuarto del hotel, el técnico joven estaba sentado sobre la pinga de Jano, la que tenía dentro de su ano al mismo tiempo que la del técnico mayor. Con el orto extremamente dilatado, ese muchacho comenzó a quejarse de dolor, mientras Jano intentaba darle placer masturbándolo, hasta que consiguió que eyaculara, pero tal acción comprimió tanto el ano del técnico, que las dos pingas fueron expulsadas de inmediato. Sin importarle nada, el técnico, se acostó sobre el cuerpo de Nando manchando sus vientres con semen. El técnico mayor comenzó a corrérsela, hasta que se quedó mirando un hilo rojo en la entrepierna de su colega más joven:
-         estás sangrando, huevón.
En la parcela, tras un piernas al hombro, Jerry y David se masturbaron mutuamente y eyacularon con diferencia de un minuto a favor del cocinero. El abdomen y el pecho del administrador estaban inundados del blanco fluído. Mientras las daban, ambos gruñeron con cierta fuerza.
-         ¿Te gustó?
-          De la puta madre, Jerry. De la puta madre.

En el cuarto del hotel, el técnico joven, se masturbó por segunda vez viendo cómo su colega mayor penetraba a un inquieto Jano que se mecía en la pose de perrito, gimiendo excitado, hasta que recibió sobre su espalda el semen del otro hombre. A su vez, él se incorporó, y gimiendo fuerte, se la corrió hasta disparar su leche sobre el suelo. El técnico joven volvió a mancharse su torso con su propio semen.
Los tres regresaron a la ducha para lavarse, y casi dos horas después de pedir la habitación, retomaron el camino a Piura. Jano, aunque satisfecho, iba aturdido por una sensación inexplicable de nostalgia.

En la parcela, aunque Jerry se escabulló por la puerta principal y se fue, David no pudo disimular su bochorno al llegar a la cocina y ver las miradas de Wilfredo, Gabo, Pancho, Raúl y Nando encima de él. Se sentía desnudo, avergonzado. Todos estaban en silencio, terminando la cena.
Nando, sonriendo, rompió el hielo:
-         No lo olvides: esta es la parcela de Jano.

(CONTINUARÁ…)

©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares y situaciones es pura coin

miércoles, 25 de julio de 2012

Casa de-Formación (3): ¿Te gusta mi paloma?

Manuel por fin se siente fresco. Sale del baño con la toalla anudada por la cintura, recorre el patiecito de la azotea y se mete al dormitorio.
Jonatan está en la cama del costado leyendo Juan Salvador Gaviota.
-         ¿Listo?
-          Pucha. Ya.
-          Éste es uno de los pocos lugares donde hay agua todo el día.
-          ¿En tu casa no había agua?
Jonatan se incorpora sobre el colchón y pone la almohada como respaldo.
-         No. Teníamos que esperar a la cisterna. Además, aunque hubiera llegado al caño, no teníamos para pagar el recibo.
-          En Santo Domingo, nos cortaban el agua por las noches. Bueno, a esa hora nadie la usa, porque todos se van a dormir temprano.
-          Acá no. Dependiendo de la hora en que trabajes, siempre necesitas agua. Dicen que puedes vivir treinta días sin comer, pero no más de tres días sin beber.

Manuel comienza a buscar su ropa, sin quitarse la toalla. Ubica calzoncillo, pantalón y camiseta.  Tras darle la espalda a Jonatan, se sienta para comenzar a vestirse.
Su compañero de cuarto, quien se había puesto un polo con una paloma de la paz estampada en azul y una bermuda celeste con flores de hojas anchas en blanco y azul marino, lo quedó mirando de arriba abajo.
-         ¿Qué pasa?
-          ¿Hay gimnasio en Santo Domingo?
-          No. ¿Por qué?
-          Discúlpame, pero tienes bonito cuerpo.
Manuel baja la mirada y enrojece. Jonatan se percata.
-         Perdóname. No te quise ofender. Lo que pasa es que yo entreno… bueno, hasta ayer entrenaba, y es normal calificar los físicos de la gente.
-          No te preocupes… ¿Tú eres deportista?
-          Sí. Y como todo el año pasado estuve chambeando, me di tiempo para ir al gym. ¿Se nota, no? – Jonatan comprime sus brazos para mostrar su desarrollo muscular. Manuel siente que sus mejillas comienzan a calentarse más.
-          Sí… ¿en qué chambeaste?
-          De todo un poco. En una tienda… como delivery de chifa… hasta aparecí en un desfile de ropa en una disco.
-          ¿Pero, no sólo desfilan las mujeres?
-          No. Ya no. El caso es que pagaban miserias, pero logré ahorrar y comprar lo que necesitábamos en casa.
-          ¿Y tus papás?
-          Mi viejo era maquinista, pero se accidentó, y estuvo todo el año en la casa, sin nada qué hacer. Mi vieja se puso a trabajar. Mis otros dos hermanos también quisieron hacer lo mismo, pero ella no los dejó porque estaban estudiando superior. Entonces, como ya había acabado el colegio, le dije: vieja, yo te ayudo. No quiso… pero igual, conseguí esas chambitas.
-          ¿Y cómo llegaste aquí?
-          Una vez, el Reverendo Alex llegó a la tienda. Yo lo atendí. Me dijo que era uno de los empleados más listos y educados que había conocido. La dueña me quería botar, pero el Reverendo la convenció de que no, y hasta me subió el sueldo.
-          ¡qué suerte!
-          Yo ya lo conocía de vista porque había asistido a las jornadas vocacionales cuando estaba en el colegio, con el Reverendo Roberto… pero no me llamaba mucho la atención. Entonces, vi cómo la gente sufre, y recordé lo que nos decían en las charlas: luchar por los oprimidos para que el mundo sea más justo. Hablé con el Reverendo Alex y vine a unos retiros aquí…
Jonatan calla. Su mirada ahora se pierde en la pared crema frente a sí.
-         ¿Y… qué pasó?
-          Nada. Mi viejo se recuperó , con el Reverendo Alex le conseguimos chamba, y hablé con mi vieja para venir acá. Al inicio se palteó, pero luego me dijo que ya, que tengo vocación para esto… ¿Sabías que en el colegio me la pasaba defendiendo a los lornas, los mariconcitos? Me llegué a bronquear por ellos.
-          ¡Ala! ¿Y qué te decían?
-          Los que les pegaba, nada, porque quedaban bien abollados. Los profes me miraban con miedo. Una vez, le rompí la boca a un huebón que quiso violar a un chibolito. Me llevaron a Dirección. Me dijeron: te vamos a expulsar. Yo les dije: ya, pero, este, este, y este se van conmigo, porque hasta un profesor sabía de eso y no hacía ni mierda.
-          ¿Y qué pasó?
-          Me mandaron tres días a mi casa. Al abusador lo botaron. Me quiso buscar bronca, pero le volví a sacar su mierda. Sus viejos tuviron que llevárselo  a otra parte.
-          Pacífico no eras.
-          Ja, ja, ja. Sólo reacciono cuando veo que las cosas no son justas… Además, los dos Reverendos dicen que tengo voz de mando, y que soy elo… elo… aysh, mierda, ¿cómo es esa palabra?... Bueno, el caso es que tengo buen floro.
-          ¿Como los políticos?
-          ¡Soy mejor que los políticos.
Con toda la charla, Manuel sigue sólo cubierto por la toalla. De pronto, se oyen dos voces nuevas en el patio. Jonatan sale a ver. Manuel aprovecha para ponerse su ropa.

- ¡Hola John!
- ¡Hola Darwin!
- ¡qué bueno que se conocen! – El Reverendo Roberto abre la puerta del otro cuarto.
- ¡Claro, estuviste en la jornada del año pasado!
- Síi, pero no te vi de nuevo.
- Aquí estoy… bueno, estaré al costado.
- Ja, ja. Ah, él es Pedro.
Jonatan estrecha la mano suave de un chico delgado, cuya mirada transmite más que gusto.
-         Un placer. – dice este delicado nuevo amigo, con voz queda y engolada.
-          El placer es mío.
-         Ambos no se quitan la mirada.
-         Bien, Pedro, Darwin, éste será su cuarto. – El Reverendo Roberto interrumpe la ceremonia de presentación.

Este dormitorio  tiene una ventana que da al tendedero de la casa, en una parte no ocupada de la azotea, donde también hay cajas y un lavatorio bajo un pequeño techado. A pesar del panorama esfresco y ventilado, sin decoraciones sobre la pared blanca… y cortinas del mismo color.
-         Vigilaremos que la ropa esté seca, ja, ja, ja.
-          No importa… ¡Guaaauuuu! ¡qué rica está la cama! – Pedro se echa y hace rebotar su trasero sobre su nuevo lecho.
-          Bien. Ahora que todos están instalados, descansen, conózcanse. Nos veremos en hora y media para hacer la cena y tener nuestra primera reunión.
Los tres chicos asintieron al Reverendo Roberto.
Con mucho ademán, Pedro comienza a desempacar, mientras Darwin se desajusta la correa de su pantalón y se tira a la cama. Sin que lo inviten, Jonatan entra y abre la cortina para ver el sol ocultarse tras el muro de la lavandería-depósito de cajas. Darwin contempla cómo la luz amarilla se refleja sobre la camiseta del amigo que acaba de reencontrar, donde destacan los pectorales que deforman la estilizada paloma con el ramo de olivo en el pico.
-         Has sacado más cuerpo.
-          ¿Se nota?
-          Sí, huevón. Estás bien. ¿Has visto el mini-gym abajo?
-          Sí. Ya le tiré lente. Entrenarás conmigo.
-          Pue’eeee ser.
Ambos no se dan cuenta que Pedro se queda completamente desnudo, ha puesto sumaleta en el suelo, y se ha agachado dándoles la espalda, en un perfecto ángulo recto.
-         Ay,  ¿dónde puse mi toalla?
Las nalgas de Pedro, al igual que toda su parte posterior son lampiñas y trigueñas claras. Desde el ángulo de Jonatan, es posible ver el ano. Parece que no está pito, piensa.
-         Aquí está… ¿No se van a bañar?
-          Yo ya lo hice, - responde Jonatan, esbozando una media sonrisa.
-          Yo iré después de ti, - continúa Darwin – Ya me duché en Sechura.
-          Bueno. – el exhibicionista no tiene más remedio que salir.

-          ¿De dónde es ese chico?
-          De acá, de Piura… ¿Está por huevo, no?
-          Parece que sí…
-          ¿No se te ha armado?
-          No. Para nada.

Jonatan sale del dormitorio, sin ningún gesto en su cara. Darwin espera unos segundos y comienza a desvestirse. Tiene contextura normal, piel trigueña prieta con la marca contrastante de haberse expuesto al sol sólo cubierto por un speedo.  Los vellos le cubren todo el físico y dan la impresión de que siempre estuviera  subido de peso.  Al quedar desnudo, se da cuenta que su miembro está duro y húmedo: dieciséis centímetros que no tienen acción desde hace medio año. Una gotita transparente asoma en la uretra.
Se cubre con la toalla y se va al baño.

La puerta no tiene seguro.
Al entrar, Pedro está enjabonado. Todo el pequeño espacio  tiene un aroma increíble, rico.
-         ¿Llegas justo a tiempo para compartir este regalito. – Le muestra el prisma rosado lleno de espuma.
Darwin junta la puerta, se quita la toalla, y su pinga salta señalando al chico en la ducha. Entra a la bañera, donde Pedro lo recibe con un abrazo y un cálido beso francés. Darwin lo estrecha y comienza a enjabonarse con el cuerpo de ese  adolescente seductor. Le acaricia la espalda hasta llegar a las nalgas… son firmes. Las masajea, y poco a poco, lubrica con el jabón el ojo del culo para comenzar a meterle el dedo. Entra fácil. Casi todo.
Sin dejar de besarlo, Pedro termina de cubrirlo con la aromática espuma, hasta ocultar los vellos por debajo de una blanca y resbalosa película. La anatomía de Darwin es firme… pero más firmme y duro aún es el penne que sigue babeando su salada secreción.
Pedro lo masturba un poco, y a continuación se arrodilla.
Tiene mucho vello aquí abajo, especialmente en los huevos, que no son grandes, pero es por donde comienza a usar la boca como masajeador… primero la lengua, luego logra que los dos testículos vayan al compartimiento caliente que antes probó los labios de Darwin, quien sólo atina a jadear casi de forma imperceptible.
Pedro vuelve a masturbar el pene de su amante, y ahora  se lo mete en la boca desde la cabeza hasta la base. Lo que sigue es, usando la saliva como lubricante, sacarlo y meterlo. La saliva y el líquido pre-seminal son una misma cosa allí adentro.
Darwin cierra los ojos, y sólo siente el cosquilleo in-crescendo. No quiere pensar en nada más. El orgasmo está cerca.
Cuando no lo puede contener, ahoga su gemido para que nadie lo oiga, ni siquiera Pedro, mientras dispara su pegajoso líquido blanco.
Al abrir los ojos, ve el rostro del delgado y lampiño felador lleno de semen. Una sonrisa se dibuja en la cara de ese muchacho, mientras él no puede cerrar la boca.
De pronto, dirige la mirada a la puerta.
-         ¡Mierda!
Está entreabierta…
(CONTINUARÁ...)

©2012 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares y situaciones  son pura coincidencia.