viernes, 30 de agosto de 2013

Cuaderno de Obra (15)

Creado por N-Azz. Escrito por N-Azz y Hunk01.

 

El lunes, desde temprano, decenas de personas están fuera del salón comunal de la barriada, donde se instalan las oficinas de administración de la obra. La primera sorpresa para muchos pobladores es que quienes esperan no son del lugar.

-          ¿Y ustedes?

-           Venimos a chambear.

-           ¿A chambear? Pero Vinicio dijo que los cupos serían para el barrio.

-           ¿Cuál barrio? ¿están en el sindicato, acaso?

-          Un conato de bronca se inicia. Algunos comienzan a pedir a voces, la presencia de Vinicio.

 

En el motel, por su parte, el dirigente besa el cuello del joven recio de 25 años, con quien, junto con el alcalde, había tenido un trío la noche anterior. Le acaricia su dura verga de 17 centímetros, mientras la suya está dentro del ano caliente del muchacho, a quien penetra apenas raya el día.

-          ¿Verdad que te gusta mi pinga?

-           Sí, Vinicio. Tienes rica pinga. Ahhh.

-          El joven se pone totalmente boca abajo, y el fornido Vinicio se acuesta encima.

-           Párame tu culo. Así. Rico. ¿La sientes?

-           Sí. Ahh. Rico.

-          De pronto, el celular del dirigente suena. No le hace caso. Suena de nuevo. Lo ignora. Suena otra vez.

-          Cuando por fin Vinicio suelta su semen dentro de las entrañas del chico, revisa la pantalla del aparato.

-           Ezequiel. ¿Qué mierda quiere ese cuatroojos?

-          Lo llama, y se pone al corriente.

-           Diles que ya voy, que no me jodan, carajo. Encima les consigo chamba y se me hacen los sabrosos.

-          El joven a su costado se pierde viendo cómo una chica le hace beso negro a Rocco en la televisión.

-           Vístete, chibolo. Tengo que ir a la obra.

 

Mientras el agua fría refresca a Renzo, mil cosas vienen a su cabeza: la condición de Gustavo, el primer dia de trabajo, el intento de violación de la noche anterior, su fragilidad.

Por alguna razón, su pene se pone duro. Lo masajea. Lo masturba. Lo deja disparar todo su blanco fluído.

Al salir a desayunar, Eduardo está revisando el diario. Ambos se dan los buenos días. La mesa tiene pan, mantequilla, mermelada, queso, café para preparar. Eduardo tiene un plato con claras de huevo sancochado.

-          ¿Listo para hoy?

-           Creo que sí, Eduardo. Ese diseño tenía más errores que Windows Vista.

-           Ja, ja, ja. Esos arquitectos, por pulirse casi meten la pata. Alucina que habían diseñado una base que sólo soportaría un muro de un metro. Como decía tu viejo, a la municipalidad, van los que sólo sirven para masticar algarroba.

-           Ay, mi viejo… a propósito, Eduardo, gracias por lo de anoche.

-           De nada. Todo fue providencial. Si la madre de mi hija no la hubiera llamado de urgencia, no se qué habría pasado.

-           ¿Urgencia?

-           La que iba a ser mi suegra se puso mal. Hipertensión.

-           Ah, perdóname por lo que te dije anoche de mí. Sí estoy calificado para este trabajo.

-           Lo sé, Renzo. Lo sé. Eres perfecto para este proyecto.

-          Eduardo le guiña un ojo, y el joven ingeniero sonríe. Es bueno tener amigos como éste fortachón, piensa.

 

Aprovechando que un maestro no fue a dictar clase, Miguel avanza un trabajo de teoría del color, cuando alguien le pasa la voz. Es Dante, el musculoso modelo de la clase de figura humana.

- ¿Y qué haciendo aquí?

 Vine a cobrar mi quincena. ¿Cómo quedó lo de la escultura?

 - Excelente. El maestro me corrigió huevadas, y va a comenzar el modelado en arcilla.

 Ah… Y… ¿tu primo?

- ¿Mi primo? ¿qué pasa con mi primo?

Dante se acerca al oído de Miguel.

- Tiene rica pinga. ¿No será de familia?

 

A las diez de la mañana, Juan llega a su casa, en busca de Tito.

- El ingeniero Jáuregui quiere vernos.

- ¿En serio?

Ambos van hasta el salón comunal, al que se le hizo un encerrado de madera, donde varias personas cargan bolsas de cemento, cortan fierro,llevan carretillas.

Al llegar a la oficina que acondicionaron para la administración, tío y sobrino se encuentran con Vinicio.

-          Vaya, vaya. ¿El hijo pródigo?

-           Qué tal Vinicio. Nada. Él me acompaña a hacer gestiones.

-           Yo le hubiera dado mejor trato laboral que tú, Juancho. Al menos tendría un sueldo.

-          Wilo, un chico delgado, alto, que trabaja como chofer para Eduardo, pide a Juan y Tito que entren.

-          Al ingresar, Tito busca a Renzo con su mirada, pero no está.

-           Claro, ingeniero. Yo entiendo que tienen plazas especializadas, pero mi sobrino podría ser su asistente.

-           Don Juan, la verdad aprecio su disposición. Pero ya tengo dos, el señor Wilo, que está en la puerta, y otro muchacho, Jonás… mire, hagamos algo, Jonás no se ha presentado a trabajar hoy. Si no viene, le doy esa chamba a su sobrino.

-          No termina de decirlo, cuando el moreno fornido aparece en la improvisada oficina. Saluda humildemente.

-           Bueno, don Juan. Parece que por ahora no voy a poder servirlo.

-          De pronto, Jonás se repliega detrás de Eduardo, con la cabeza baja.

-           Don Juan, si sé de alguien que necesita un asistente o algo, le paso la voz.

-           ¡Yo necesito un asistente!

-          Es Renzo, quien entra súbitamente tras hacer una inspección al terreno de la escuela. Tito se siente iluminar. Su corazón late con fuerza.

-           Pero Renzo… no sabemos nada de este muchacho, con respeto de don Juan.

-          Renzo se queda mirando seriamente a Tito, de pies a cabeza.

-           Sí, ingeniero, tienes razón… no sabemos nada de él.

-          Tito siente que pierde piso. Juan no sabe cómo reaccionar.

-           Pero, por otro lado, al menos éste parece decente, ¿no?

-          Renzo mira fijamente a Eduardo, y luego trata de que Jonás le levante la mirada, sin éxito.

-           A mí me da confianza. ¿Don Juan? Mucho gusto. Su sobrino queda contratado como mi asistente, y bajo mi riesgo.

 

(CONTINUARÁ)

 

© 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

jueves, 29 de agosto de 2013

Cuaderno de Obra (14)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

en el condominio, Eduardo saca a empellones a Jonás, y lo lleva hasta la puerta del apartamento.

-          Eres un perfecto bruto, negro de mierda. ¿Cómo se te ocurre hacer eso con Renzo?

-          Jonás no sabe si molestarse o atemorizarse.  Respira rápido y abre sus ojos más de lo debido.

-           Pero, pero… es que…

-           Él, como yo, es tu superior, Jonás. ¿No pensaste en eso?

-           Puta, inge… Perdón…

-           Lárgate, mierda. La cagaste. Y mañana anda directo a la obra. Wilo me recogerá.

-           Puta, inge. Perdóne.

-           Oe. Levántate el cierre. Se te ve la huevadaza.

-          Tras botar a Jonás, Eduardo va hasta el dormitorio que ocupa Renzo.

-           Perdona, Renzo. Ese hijo de puta se dejó llevar. No sé qué decirte.

-           No. La culpa es mía. Yo le acepté el trago. Yo no tomo trago.

-          Entonces, el joven ingeniero rompe a llorar desconsoladamente. Eduardo pone su gran mano sobre el hombro derecho de Renzo.

-           ¿Por qué todo me sale mal? Gustabo está mal. Su familia no me quiere ni ver. Encima me dejo llevar. No sirvo para esto.

-           Renzo, no digas eso. A todos nos toca momentos jodidos. Yo tampoco estoy feliz: no tengo mi hija.

-           Pero tu hija está bien. La puedes disfrutar. Yo no tengo nada.

-           Carajo, Renzo. Sabes que eso es mentira. Eres uno de los ingenieros jóvenes más talentosos que hay. Sólo son pruebas.

-          Renzo sigue llorando sobre la cama. Eduardo juzga que mejor lo deja desahogarse, pero no se mueve de su lado.

 

En la barriada, tras la revelación de Tito, Juan para en seco.

-           Vinicio reconchasumadre. Sí, sobrino, no soy santo como él dice, pero tampoco soy un delincuente como él. Ya veremos cómo te colocamos.

-           Tío, no le digas nada.

-           Tranquilo, Tito. Vamos a resolver esto.

-          Juan sale del cuarto y regresa a la sala. Su mujer, Irene, nota algo raro en su semblante.

-           ¿Otra vez Beto, tu hermano?

-           No. Vinicio y su modo de manejar el Sindicato. ¿Vamos al cuarto?

-          Irene mira a Miguel, con quien estaba viendo televisión. Ella supone que se trata de alguna cosa grave. Sigue a su esposo.

-          Ya en el dormitorio, ella se aproxima y habla en voz baja.

-           ¿Qué pasó, cholito?

-           Ven, amorcito.

-          Juan toma a Irene por la cintura, la besa apasionadamente, y le acaricia el cuerpo. Su verga no tarda en ponerse dura. Irene responde, pero no deja de extrañarse.

-           ¿Y eso?

-           ¿eso? Eso se llama amor, y te lo quiero hacer, cholita.

-           ¡Oye, calentón!

-          Juan se baja su pantaloneta y su calzoncillo en un solo paso, se toma su verga de 18 centímetros, gruesa.

-           Amor, ¿sabes que cantas lindo?

-           ¿Te gusta cómo canto, amorcito?

-           Claro. ¿No quieres practicar con mi micro?

-          Sin hacerse de rogar, Irene se arrodilla, toma el ‘micro’ caliente en su mano, y comienza a chuparlo.

-           Así, Irene, así, qué rico cantas, ahhh, eso, chúpalo mi amor. ¡Chúpalo!

 

En un motel cercano a la ciudad, un joven y robusto muchacho, como de unos 25 años, está totalmente desnudo, arrodillado sobre la cama. Tiene su boca y su lengua entre las nalgas de un hombre cuarentón, dilatándole el ano a punta de lamidas. Él también tiene detrás a otro hombre de 35, que le lame las nalgas y el ojo del culo.

Entre gemidos, el que encabeza el ‘tren’ logra suplicar.

-          Métemela. Méteme esa verga grande y gruesa que tienes.

-          El muchacho toma dos condones. Se coloca uno, y le da el otro al tercer hombre que le estaba haciendo el beso negro. Comparte el lubricante. Coloca el glande en la entrada del ano, y comienza a taladrar las entrañas del cuarentón.

-           Despacio, papi. Despacio que duele tu pingaza.

-           Claro, como ordene.

-          Cuando logra encajársela, espera para que el trentañero de atrás también se la meta. Jadea fuerte para contener el dolor de la penetración.

-           Listo. Muévete.

-          Con su miembro en un culo, y con su culo atorado por otro miembro, comienza a moverse, así puede excitar a tres hombres a la vez.

-          El procedimiento dura varios minutos hasta que el cuarentón pide algo más.

-           Métanmela los dos… al mismo tiempo.

-          El más joven se acuesta boca arriba sobre la cama, y hace que el alcalde se siente sobre su paloma. Cuando esto se logra, el que actúa como enteramente activo también lo penetra, y comienza a bombear como loco.

-           Así. Rómpanme el culo. ¡Rico! ¡así, rico!

-          Él y el joven se besan en la boca.

-          Entonces, el que bombea ordena que el joven tome su lugar.

-          Ahora el cuarentón y el treintañero se besan, hasta que el joven suplica, a punto del orgasmo.

-           ¡Las voy a dar!

-           Sácala.

-          El treintañero se quita el condón, lo mismo el joven, y ambos comienzan a masturbarse hasta que sus leches se disparan contra la cara del cuarentón, quien también se la corre hasta que se viene sobre su cuerpo. Mientras se va a lavar, el otro activo comienza a cariciarse con el joven.

-           Tienes rico culo. Quiero tirarme otro polvo contigo.

-           Pero la suya duele como mierda.

-           Pero ya te lo abrí.

-           Ya no hay condones.

-           ¿Y qué mierda? Estoy sano.

-          El cuarentón sale del baño.

-           Suficiente por esta semana. Ufff. Qué tal cachada.

-           ¿Qué le dije don Zacarías? En el Sindicato sabemos cómo seleccionar a nuestro personal.

-           Ya veo, Vinicio.

-           Entonces, ¿cómo quedamos?

-           Ah, claro. Hablaré con Obras, Fiscalización y Serenazgo. Pierde cuidado.

-           De veras, don Zaca. Hay un sereno que le tengo un hambre.

-           ¿Cuál? No me digas que Silvio.

-           Sí, creo. Un moreno alto, agarradazo. Se nota que tiene buen paquete.

-          Tranquilo, te lo conseguiré. Nada más que debes conseguirle retardante, porque dura poco.

-           ¿Qué mierda? Ya veremos. Ya sabe, no se meta con el Sindicato, y nos entenderemos.

-           No me meto con el Sindicato, si el sindicato me da lo que le pido. ¿Quedamos?

-          Vinicio y el alcalde sonríen en gesto de aprobación. El otro chico mira la película porno en el televisor del cuarto, mientras juega con sus huevos.

 

(continuará)

 

© 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Cuaderno de Obra (13)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

En el dormitorio que ocupan Miguel y Tito, Juan está sentado junto al segundo, en la misma cama. La puerta está cerrada CON SEGURO.

Tito, al fin, rompe el silencio con una voz no tan FIRME, como es su costumbre.

-          El día que fui a conversar con don Vinicio, me preguntó si tenía experiencia. Le dije que no. Entonces me dijo si tenía físico pa’ la obra. Le dije que no sabía.

-           ¿Entonces?

-           Hizo que me calateara. Él también se calateó.

-           ¿Entonces?

-           Hizo que lo abrazara, y comenzó a acariciarme todo el cuerpo… la espalda, mis brazos, mi pecho… me sobaba las nalgas… y me pedía que le hiciera lo mismo. Comenzó a sobarme la verga, los huevos. También me pidió que le hiciera lo mismo. ¿Entonces?

Tito siente que sus mejillas se sobrecalientan. Lo que tendrá que relatar a continuación no será fácil.

 

En el condominio, en un dormitorio, Jonás está acostado encima de Renzo, besándolo en la boca. De pronto, el ingeniero comienza a forcejear. Jonás cree tener dominada la situación, y le besa el cuello.

-          ¿Ya quieres quitarte la ropa?

-           No, Jonás. Ya, para.

-           ¿Qué pasa, Renzito?

-           ¡Dije que no, carajo! ¡Déjame en paz!

-          Lejos de aceptar, Jonás comienza a mecer su cadera contra la entrepierna de Renzo.

-           No te resistas, limeñito. Te vu’a hacer feliz.

-           ¡¡¡Noo, carajo!!!

-          Renzo logra alcanzar un cubo mágico que está en su mesa de noche y lo estrella contra la sien derecha de Jonás.

-           ¡¡¡Au, carajo!!!

-          Jonás se levanta tomándose el sitio del impacto: dolor.

-          Ágilmente, Renzo va del otro lado de la cama, y usa el cubo como arma defensiva.

-           Te dije que no, mierda. Respétame. Tengo pareja.

-           Pareja que está muriéndose.

-           Eso a ti no te importa. Y ahora sal de mi vista. ¡Sal de mi vista porque no respondo, mierda!

-          Jonás ve su mano: sangre.

-           Limeño, reconchatu…

-           ¿Qué mierda pasa aquí?

-          Eduardo abre de un golpe la puerta de la habitación.

 

En el dormitorio de Miguel, Tito vuelve a respirar hondo, y prosigue contando lo que pasó .

 Don Vinicio se arrodilló… Comenzó a chupármela… Me incomodaba porque a veces sentía sus muelas. Cuando me la chupaba, me acariciaba el culo, y trataba de separarme las nalgas, pero le dije que no.

-           ¿Entonces?

-           Me la chupó buen rato. Entonces se agachó sobre el escritorio y me dijo pa’ metérsela por el culo. Le dije que sin condón, no. Entonces dijo que se la sobara por la raja, que quería sentir hasta que le diera mi leche…. Se la sobé, pero la verdad me daba palta y mas bien se me bajó.

-           ¿Se te bajó?

-           Sí. Se me puso blandita. Don Vinicio comenzó a burlarse. Dijo que cómo me la daba de activo si no se me ponía dura. Me asé, y me puse mi ropa.

-           ¿Entonces?

-           Quiso que me tomara unas pastillas, dijo pa’ qque se me arme bien, pero le dije que no, que no estaba arrecho.

-           ¿Se molestó?

-           Medio. Se puso su ropa, y de ahí me hizo jurar como media hora de que no le contaría nada a nadie, si no, me iba a cagar en la cárcel, porque que él es dirigente, que tiene poder, que no se qué huevada. Apenas abrió la puerta, me largué a caminar por ahí. Fui a casa de mi vieja, a ver si estaba, pero la vecina me dijo que no.

-           ¿Le ibas a contar?

-           La verdad no sabía que hacer. O sea, mira tío, desde que tengo 15, me he cachado maricones, pero todos me lo pedían y me daban algo a cambio, pero eran maricones, más tirando pa’ hembritas. Por ahí, una vez, con un amigo de mi edad, bien machito, pero fue por vacilón, como a los 17. pero esta vez…

-           ¿Te sentiste mal por lo que hizo Vinicio?

-           No. Mal no. Raro. No sé. Tú sabes, don Vinicio es bien recio, mechador… ¿Y que se la metiera? Eso era lo raro.

-           Al menos, no aceptaste hacerlo sin condón. Con esa huevada del SIDA…

-           Aunque no fue por miedo al SIDA, sino que no me ponía.

-           Ay, muchacho. Bueno. Ahora entiendo. Pero, ¿por qué quieres regresar, entonces?

-           Porqueee… no quiero ser una carga pa’ la casa.  Yo también quiero poner pa’comer, tener cositas, vivir mejor.

-           Tito, no eres una carga. Cuando tu mamá me dijo que te acogiera, lo hice porque somos familia. Beto será mi hermano, pero la forma cómo los trató fue de lo peor. Irse con esa puta. ¡Y encima no dejarles ni un medio! No parece hijo de mi vieja. ¿en qué momento cambió, carajo?

-           Por eso, como también eres dirigente, a lo mejor podías conseguirme otra chamba, no sé… mira… a lo mejor el residente quiere un asistente.

-           ¿El residente? ¿el ingeniero residente? Quizás sí, pero fácil que la constructora le pone uno, y además debe estudiar Ingeniería.

-           Bueno, si se puede, pero no bajo las órdenes de don Vinicio.

-           Entiendo. Déjame ver qué puedo hacer… por cierto, ¿cómo sabes del residente?

-          Tito enrojece y baja la cabeza.

-           Hoy… lo conocí.

-          LA cara de Tito se ilumina. Sus ojos brillan más que de costumbre. Juan intuye lo evidente.

-           Listo, sobrino. Veré qué puedo hacer.

-          Juan se levanta, y va a abrir la puerta.

-           Tío, algo más.

-           Dime.

-           Don Vinicio me dijo que no te contara nada, y que si lo hacía que tú no intentaras nada, porque él te sabe muchas cosas. Que no eres tan santo como aparentas.

 

(CONTINUARÁ)

 

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martes, 27 de agosto de 2013

Cuaderno de Obra (12)

Creado por N-Azz. Escrito y creado por Hunk01 y N-Azz.

 

Tito y Orlando caminan hasta la peluquería vacía, ingresan al dormitorio. Ambos se desnudan y se acuestan en la cama de dos plazas.

-          Orlando siente en su boca el aliento a alcohol del joven, mientras sus manos sienten el cuerpo bien labrado, y en su pelvis excitada, el enorme miembro que luego chupa con delicadeza, tratando de tragar los 19 centímetros de carne. Tito exhala con fuerza.

-          Poco después, Orlando le pone un condón usando cuidadosamente sus labios, se coloca en cuatro, y deja que su deudorse la clave por el culo.

-          Ambos se mecen tratando de incrementar el placer. La cadera de Tito suena fuerte al chocar con las nalgas lampiñas de Orlando.

-          Tito, al fin, siente que el orgasmo se avecina. Entonces, al cerrar los ojos, una imagen regresa con fuerza a su mente.

-          En ese instante, su semen sale con fuerza.

-           ¡¡¡Renzo!!!

-          Orlando se paltea.

-           Tito, ¿quién es Renzo?

 

En el condominio, por teléfono, Renato acaba de poner al día a Renzo sobre la evolución de Gustavo. No hay avances.

Para no sentirse asfixiado, sale de su dormitorio.

En la sala, está Jonás viendo fútbol en la televisión.

-          ¿Todo tranquilo, ingeniero?

-           No, Jonás. Todo igual.

-           Ingeniero… mire, yo sé que apenas nos conocemos…, pero si desea…, puede contar conmigo pa’ lo que sea.

-          Renzo se alegra levemente de recibir esa nueva muestra de solidaridad.

-           Gracias, Jonás. Lo tendré en cuenta.

-           Yo sé qué es bueno pa’ ese bajón.

-          Jonás se levanta, va a la cocina. Renzo se sienta para ver-sin-ver el juego en la televisión. Escucha que suena una licuadora. En un par de minutos, Jonás regresa con dos copas grandes llenas de un espumoso fluído marrón.

-           Ay, Jonás. De veras te lo agradezco, pero no tomo alcohol.

-           Inge, aprécieme. es un ‘cotel’ especial pa’ combatir la tristeza.

-          Más por no ofender el detalle, acepta y prueba un sorbo.

-           ¡Asu, Jonás! ¡qué rico!

-          El improvisado bar-tender sonríe mientras ve que el líquido de aquella copa, poco a poco, va disminuyendo.

 

A la entrada del cine, en Castilla, Eduardo y su hija caminan rumbo a la sala donde darán una hermosa película 3D. a pesar de sus treintas, se sigue fascinando por ese arte de convertir ceros y unos, así como manejar los ejes x, y,z. para transformarlos en entretenimiento.

Entonces, la pequeña pide comprar palomitas. El padre, tras pensarlo, acepta, y le da el dinero para que las traiga.

-          ¿Lalito?

-           So-So-¡Solórzano! ¿Qué… haces aquí?

-           Vine a ver la de Vin Diesel, aunque por verle los brazos.

-          El arquitecto, con quien hizo un trío sólo unos días antes, le guiña un ojo.

-           Qué bien, Solórzano.

-           ¿Y cuándo otro encuentro? ¿Tienes otros chicos?

-          En eso llega su hija. El arquitecto borra la sonrisa de su rostro, y cambia abruptamente el tema.

-           Bueno, ingeniero, veo que está ocupado. Lo llamo.

-          Sin dar importancia a la escena, Eduardo y su hija entran a ver la película.

 

A eso de las ocho y media, Tito llega a casa de sus tíos Juan e Irene, quienes están viendo los programas dominicales.

- Tíos. Buenas noches.

- ¡Muchacho, te perdiste! En la cocina está tu comida.

Tito va acalentarse un estofado de pollo, cuando detrás llega Juan.

-          Oye, chico, quiero hablar contigo: ¿Por qué ya no chambearás en la obra?

-           Tío, justo de eso también quiero hablarte.

-           Te escucho.

-          Tito respira profundo. Se toma su tiempo.

-           Tío, sí quiero chambear.

-           Puta. ¿sabías que Vinicio está medio palteado por lo que le dijiste?

-           Es que… también se trata de don Vinicio.

-           ¿qué quieres decir?

-           Cuando me entrevistó, sí pasó algo.

 

De vuelta en el condominio, Renzo no deja de reírse con las hilarantes anécdotas de Jonás. Ambos comparten el sofá, mientras toman el cuarto cóctel de algarrobina.

-          Grracias, Jonás. Nnno pensé divertirme tanto.

-           ¿Le gustó el ‘cotel’, inge?

-           Dime Renzo. Inge sssi estamos en obra.

-           ¿Te gustó el ‘cotel’, Renzo?

-           Está ri-quí-si-mo.

-           Como yo, ¿no?

-          Renzo se carcajea de nuevo. De pronto, pone su mano en el hombro de Jonás.

-           Grracias.

-          Sorpresivamente, el ingeniero se aproxima y abraza al moreno musculoso. Jonás, ni corto ni perezoso, estrecha el abrazo, y comienza a acariciar la espalda.

-           Creo que ya fue mucho ‘cotel’, in… digo, Renzo. Debes ir a descansar.

-           ¡Nooo! Es tempranazo.

-           Vamos, te llevo pa’ que descanses.

-           Ay, ni que fueras mi mami.

-          Sonriendo, Jonás se pone de pie, y de un tirón, toma a Renzo de la espalda y las piernas: lo carga.

-           Churre malcria’u. Lo voy a llevar a su cama.

-          Sin parar de carcajearse, Renzo se deja llevar. Por un momento, este Jonás le recuerda a su Gustavo, aunque con menos clase.

-          Al fin, ambos llegan al dormitorio, y Renzo es acostado.

-          Jonás está casi sobre él.

-           Gracias, Jonás. Eres muy bueno.

-           Soy bueno en todo, Renzo.

-          Ambos se miran.

-          Entonces, Jonás se olvida de todo protocolo y se abalanza sobre Renzo, acostándose encima suyo. Sus bocas se juntan.

 

(CONTINUARÁ)

 

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