domingo, 29 de noviembre de 2015

La Agencia (1)

Por Hunk01

 

A sus 35 años, Rodrigo no había dejado de tener ese atractivo por el que 15 años antes inició una prometedora carrera como modelo.

Estaba en una fiesta en Colán durante unas vacaciones de la universidad junto a unos patas, pasando la noche despreocupadamente, cuando una mujer ya madura se le acercó.

-          ¿Alguna vez has modelado?

-          Rodrigo medio sonrió. Trató de ser amable.

-           Yo no hago eso.

-          La mujer, aún así, le dejó su tarjeta. “Productora creativa”.

-          Uno de sus patas le preguntó qué quería la tía. Rodrigo le contó la escena.

-           ¡Eres un imbécil!

-           ¡No me jodas, Carlos! Esas son mariconadas.

-           ¡No, imbécil! Esa tía quería que te la caches, mierda.

-           No pasa nada. Si al menos tuviera cuerpo. ¿No le viste la traza de mastodonte?

-          Rodrigo olvidó la tarjeta por varios días hasta que una mañana, cuando buscaba su billetera para meterla a su mochila, se topó con la cartulina.

-          Incrédulo, abrió la puerta de su closet y dejó verse en el espejo de cuerpo entero detrás de una de las puertas: metro 82, blanco, cabello Castaño oscuro, ojos pardos, tez blanca, rostro de niño pendejo, trapecios definidos.

-          Se sacó el bibidí: hombros redondeados, brazos con punche, definidos, antebrazos gruesos y venosos, pectorales como cojines duros, abdomen de tabla de lavar, espalda ancha. Todo sin vello.

-          No era extraño ese grado de progreso físico, pues todos los días invertía una hora y media de su tiempo en el gimnasio, especialmente por el estrés que le produciía seguir una carrera tan fregada como la Arquitectura. Solo le faltaba un año para acabar.

-          Miró su bermuda.

-           ¿En serio sirvo para modelo?

-          Dudó varios minutos, y tímidamente fue aflojando el velcro de la pretina y dejó caer la prenda: muslos y pantorrillas de futbolista, deporte que practicaba todos los fines de semana. Se tocó las nalgas desnudas que el suspensor no cubría. Eran paraditas, lampiñas.

-          Vio que su verga comenzaba a pararse.

-           Ya, mierda. Mucha mariconada, carajo.

-          Se vistió y se fue a entrenar.

-          Incluso, ahora, 15 años después, Rodrigo estaba ahí, mirando su imagen reflejada en el espejo, sonriendo honestamente. Entonces, su smart-phone comenzó a sonar.

-           ¿Aló…?  Sí, estoy libre… ¿Para modelar…? Ahhh…. Maestro de ceremonias… ¡No! Sí, sí, sí me interesa. Dame la dirección…

-          Entonces recordó lo que le dijo un productor de fotografía: “Sácate el jugo hasta los 30, porque después serás historia”.

-          Rodrigo vivía en un departamento en un edificio de cuatro pisos, algo antiguo. Tenía una gran sala donde logró organizarlo como sala y comedor, un dormitorio –el suyo-, un baño, una cocina, y un balcón al que le pusieron triplays hábilmente ensamblados, donde había otra habitación que ocupaba Carlos, su primo en realidad, quien trabajaba como profesor universitario, y andaba de refugiado luego de haberse divorciado de su esposa por mujeriego. Aunque, a decir verdad, Rodrigo lo dejaba vivir allí pues le ayudaba a pagar los gastos del espacio. La carrera de modelo, en los últimos años, ya no reportaba como antes, y Rodrigo nunca pudo ejercer su carrera.

-          Década y media atrás, tras resistirse a acudir a la cita con la productora que le dejó la tarjeta en la fiesta, un buen día se vio presionado a cambiar de opinión cuando jaló un curso y su viejo se negó a darle plata para el susti.

-           Mira, Rodrigo. Se supone que solo debes dedicarte a estudiar. Si tu vida será vagar e ir de fiesta en fiesta, no cuentes con mi plata.

-          Molesto, el veinteañero fue a la cita con la tía. Lo recibió cortésmente y rápidamente le hicieron unas pruebas.

-          A la semana siguiente, ya estaba posando para un catálogo de cosméticos. Todo lo que tenía que hacer era salir con una vaporosa camisa blanca, bluejean, descalzo, caminando por un camino resguardado por árboles silvestres, jalando un caballo.

-          Rodrigo, para quien el campo se veía solo en figuritas, se aburrió soberanamente viajando cuatro horas hasta Canchaque, y se hizo un ocho cuando le dijeron que tendría que jalar el caballo: ¡se cagaba de miedo por el equino!

-          Demoraron dos horas para hacer la toma, y la mayor parte del tiempo se perdió secándole el sudor. ¡¡Era tal el miedo, que su rostro brillaba!

-          Con lo que le pagaron, fue derechito a dar el susti, y el resto lo innvirtió en ropa, uno de sus vicios. ¿Juerga? La cara lo ayudaba mucho, así que no tardaba en hallar quién lo invite.

-          Su participación en el catálogo fue exitosa, y pasó a ser parte del elenco regular de modelos de la firma de cosméticos, y cada vez las tomas se fueron haciendo más sexys.

-          Cuando la empresa comenzó a vender ropa, le plantearon posar en ropa interior. Dudó, pero aceptó. Eran boxers y uno que otro calzoncillo, nada fuera de lo común.

-          Mientras se preparaba, Lugo, otro de los modelos, al que le decían Dientón, de rostro y cuerpo más agradable, se le acercó.

-           Oe, Rodrigo, ¿cierto que posarás en interiores?

-           ¿Qué tiene?

-           Lo van a ver en la universidad. ¿No tienes miedo que te llamen la atención?

-           Voy a jalar otro curso este ciclo. Mi viejo no me dará plata ni cagando.

-           Debes saber que me lo propusieron, pero no acepté. Tengo miedo que…

-           Mira, Lugo. Tú no tienes de qué preocuparte: estás en el quinto. Yo me sacrificaré por ti.

-          Lugo sonrió.

-          Dicho y hecho. Apenas el catálogo se publicó, el vice-decano, un tío al que se le escapaba la mariconada cuando hablaba, llamó a Rodrigo a su oficina.

-           Jovencito, nno me parece que ésta sea la conducta de un alumno de esta universidad, especialmente ahora que está a punto de acabar su carrera.

-           ¿Por qué?

-           Porque no formamos esto.

-          El vice-decano le mostró la página del catálogo donde aparecía luciendo un boxer transparente de atrás, pero opaco de adelante.

-           No le veo nada de indecente. Solo es publicidad.

-           Entonces, te equivocaste de facultad, ¿no crees?

-          Rodrigo se levantó molesto.

-           No he terminado, jovencito.

-           Bóteme, si quiere. Perdería un benefactor.

 

(CONTINUARÁ) Mientras tanto mira esto.

 

© 2015 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia.