Si eres de los que
quiere disfrutar un buen pene, pero no te gusta la penetración, aquí tienes un
chico que te ofrece su enorme falo para que lo mames a tu gusto.
Tengo 27 años de edad, , mido metro 70, peso 60 kilos pero me gustaría tener un cuerpo más formado, aunque juego fútbol. Digo, por si te interesa apostar una pichanguita conmigo. ¿qué dices? Si me goleas, te sopeo rico el ano. Si te goleo, me chupas la pinga hasta que me ordeñes todo mi semen.
Ah, ¿no lo dije? Mi
verga es larga y gruesa: 18 centímetros, pero no lubrico mucho, así que
necesito tu saliva para que resbale rico en tu boca. ¿qué dices? ¿te animas?
Descubrí mi gusto por que me chupen la pinga cuando tuve 14 o 15 años de edad. En esa época, mi mamá me compraba la ropa para las fiestas. Justo era la víspera de Navidad, íbamos a una fiesta, y mi progenitora estaba atareada con los preparativos. Así que adivinen a quién le encargaron la dura tarea de elegir y comprar la ropa.
Me dieron el dinero.
Fui ya de noche a la boutique del pueblo, cerca de la hora del cierre. Me gustó un pantalón algo entallado.
Me lo llevé al probador.
Una de las cosas que
me incomodaban era usar ropa interior, y esa noche no llevaba nada
debajo de mi pantalón. Me lo saqué y me probé el nuevo que había elegido.
Justo cuando tenía la
prenda recién por mis rodillas, la cortina del probador se abrió. ¡Mierda! Y yo
estaba con mi pene y mis huevos al aire. Ya desde adolescente
eran bien prominentes.
“Te queda muy bien”,
me dijo la persona que abrió la cortina. Era el dueño de la boutique.
Terminé de ponerme el
pantalón tan rápido como me era posible. Me vi al espejo y efectivamente me
quedaba. De hecho, me marcaba bien el bulto. El problema era que así
como me lo puse de rápido, así de rápido me lo tenía que quitar.
El dueño de la
boutique no se fue de ahí por nada del mundo. Me miraba fijamente.
“Ya cerré”, me
anunció. “Tú eres el último”.
Logré quitarme el
pantalón nuevo y me quedé completamente desnudo de la
cintura para abajo, con mi pene y mis huevos colgando y al descubierto.
entonces, el dueño de la boutique… me los agarró con su suave mano. No me dio
tiempo a reaccionar.
“Si te lo dejas mamar,
y no le cuentas a nadie, te daré tu propina”.
Me sorprendió porque
el dueño era un tipo bien varonil, casado, con hijos. Al contacto con su mano,
mi pene se paró, y se puso duro como roca. Cosas de adolescente, pensé.
Entonces, me lo mammó.
Era mi primera experiencia y me pareció rico. Sí, me gustó mucho, tanto que boté
un montón de leche dentro de su boca. Se la tragó sin desperdiciar una
sola gota.
El pantalón casi me
salió gratis porque cumplió su promesa: me pagó una buena propina. Así, deslechado,
regresé a casa.
A partir de esa vez, se me volvió hábito buscarlo para que me la mame. No sé si lo hacía por placer, o porque me pagaba una propina. Si me la mamas ahora, no tienes que darme una propina. Pero… si lo haces, no me niego, jajajaj.
Lo que sí tengo claro
es que debido a esa experiencia, prefiero que me mamen la pinga en vez de meter pinga en
el culo.
Me defino como bisexual, ahora uso bóxers pequeños o slips. Aunque si ando de ánimos, debajo de mi pantalón, mi pene y mis huevos van libres sin nada que los sostenga.
¿Otra de mis fantasías? Tras leer aquí el artículo del chico que pinta hombres desnudos, me gustaría posar para él o para quien quiera plasmar una obra de arte usándome como modelo en vivo y en directo, especialmente con mi pene al palo. Te aseguro que lo soy. Ya, si quiere mamarme la verga, no diré que no.
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