viernes, 18 de junio de 2021

La hermandad de la luna 4.4

A las diez de la noche, el sauna de vapor en el Xtreme Body Gym & Spa, en Collique Sur, solo tiene dos ocupantes: un fisicoculturista trigueño de baja estatura y Christian, quien comienza a mirarlo de reojo al inicio y luego con un descaro total, al punto que sus ojos poco o nada disimulan el interés que ha puesto en la rasurada entrepierna del musculoso. Y éste tampoco parece estar incómodo con la revisión visual a pesar de la penumbra, pero no intenta nada más. De pronto, la puerta se abre e ingresa un sujeto de contextura normal pero músculos más marcados que masivos.

“¿Qué hay, esteves”, saluda a Christian. “¿Qué dice la noche brava?”

“¿Qué hay, García?”

El recién llegado se sienta entre Christian y el musculoso.

“Bien aquí, relajándome tras una semana de escritos, diligencias, declaraciones… en fin, tanta chamba”.

“¿Hace cuánto asumiste? ¿Ya estás como titular o sigues como provisional?”

“Dos meses, huevón; provisional todavía. De todos modos daré el examen en octubre a ver si agarro una titular. ¿Tú sigues lamiéndole el culo a los Rodríguez?”, García se sonríe.

“Tratando de que las cosas sigan en orden”, responde Christian.

“Lástima lo de Manolo… era tan…”

Christian le topa el muslo a García con el suyo.

“¿Y qué te pasó anteanoche, esteves? ¿Cierto lo del venezolano?”

“¿De qué hablas, García? ¿Hay algún atestado con mi nombre?”

“No, y me pregunto por qué no existirá”, le responde mientras comienza a manosearle el pene y los testículos desparramados entre sus dos muslos.

“Ten cuidado que el monstruo puede despertarse”, sonríe Christian.

“No me digas que tienes pánico escénico”.

Entonces García palmea sinvergüenza el muslo del fisicoculturista.

“Buenas piernas, amigo. ¿Cómo te llamas?”

“Ehh… César. Me llamo César”, responde el otro muchacho con cierto nerviosismo.

“¿Nuevo por acá, no? ¿Eres de Collique?”

“ehh… sí, vivo cerca; lo que pasa es que recién empecé esta semana”.

“¿Y vienes por relajo o piensas competir… César?”

“Si encuentro sponsor, claro, me gustaría competir”.

García lleva su mano a los genitales del chico:

“Yo ssé que prepararse cuesta un culo de plata, y a veces es jodido hallarla”.

“Sí, es jodido”, sella César mientras abre un poco más sus voluminosas piernas.

Por su parte, el pene de Christian, con tanta manipulación, ya está duro, así que García, sin inhibición alguna, se agacha para chuparlo.

“Aguanta, huevón”, intenta detenerle el abogado, pero la cálida boca ya se está tragando el miembro.

“Hay un cuarto de descanso privado atrás”, informa César.

Christian lo mira con la poca luz que entra: el fisicoculturista está masturbándose.

“Tengo una mejor idea”, dice el abogado.


 

Las cuentas vuelven a cuadrar sin problemas en el AMW. Tito y Owen están sentados en el escritorio de la entrada, mientras al fondo, Adán está a mitad de sesión de piernas.

“¿Tiempo de entrenar?”, consulta el instructor.

“Pero no desnudos”, responde el gladiador haciendo un gesto hacia su primo, quien viste su enterizo alicrado y zapatillas.

“A él no molestar”, anima Owen.

Tito sonríe:

“¿qué nos pasó anoche, Owen? ¿Qué nos pasó ayer en la mañana?”

“Apaguemos luces”, responde el apelado sin ocultar sus blancos dientes. Tito se pone de pie.

“¿Tú saber que los chakras ser?”

“Ni idea. ¿Tú?”

“Para los antiguos indios, chakra ser un centro de energía. Nosotros tener más de doscientos en todo el cuerpo, pero haber siete principales: arriba de cabeza, aquí sobre tus cejas, la garganta, en medio de pecho, donde ustedes llamar boca de estómago, debajo de ombligo, y entre tus bolas y ano. El de arriba cabeza ser siete, y el detrás de bolas ser el uno”.

“O sea el de las bolas es el más importante”, comenta Tito.

“No”, aclara Owen. “Los números no expresar importancia pero orden. Y cuando haber orden, haber balance. Entonces, la función de chakras es mantener nuestra energía física, mental y espiritual balanceada. Si un chakra no estarlo, el ser no tener armonía”.

“¿Y por qué tuvimos sexo?”

“El chakra uno ser el chakra  raíz de todo nuestro ser. Ahí comenzar todo: la vida, la energía, la creatividad, la trascendencia. Antiguos indios llamarlo muladara y ser el primer centro de energía”. Entonces, cuando tú tenerlo bloqueado, tu energía no fluir, quedar acumulada, y cuando acumular energía, poder manifestar en una forma violenta”.

“¿Por eso tuvimos sexo?”

“Tú llamarte guerrero, y todo guerrero necesitar esa energía para saber cómo responder los retos de la vida, y saber elegir qué retos tomar. Antiguos pueblos de acá sospecharlo; por eso, organizar torneos de combate no para matar contendor pero recanalizar energía. El combate siempre es perdido por el que no tiene energía balanceada, y sexo conseguirlo. Por eso, vencedores tomaban sus penes en ano de vencidos, no como castigo pero rebalance”.

“Pero nosotros no combatimos ayer ni anoche”.

“Tú fluir mal tu energía, y tu energía no estar balanceada. Anoche traté tu energía fluir mejor. ¿Cómo sentir hoy?”

“Curiosamente mejor que ayer”.

“Ahora, ver esto”.

Owen sonríe y avanza hasta donde está Adán, quien descansa entre series de sentadillas. Bajo la única luz fluorescente encendida, le toma la espalda media. Adán lo mira, le sonríe, se voltea hasta quedar frente a él, lo abraza –lo que es correspondido—y lo besa en la boca. Tito se queda boquiabierto. Owen toma las tiras del enterizo de Adán, que descansan sobre ambos trapecios, y comienza a bajarlas, desnudando progresivamente y por completo el cuerpo de luchador, quien hasta ayuda moviendo las piernas para que la prenda empapada en sudor abandone por completo su cuerpo. Adán espera a que Owen se ponga en pie para quitarle la camiseta manga cero y el short, dejándolo también completamente desnudo. Ambos se sonríen y miran a Tito.

“¿Qué esperar?”

El gladiador se les acerca. Mientras Adán lo libera de la camiseta, Owen lo libera del short; luego, ambos toman cada lado del microbóxer y lo dejan como Dios lo trajo al mundo. Aunque, a decir verdad, lo único que los tres traen puestas son sus zapatillas.


 

En el dormitorio lateral de la casa grande, Flor trabaja en su laptop, y se detiene un momento. Se estira en la silla, suspira. De pronto tocan su puerta. La chica se pone de pie.

“¡Ya voy, tío Carlos!”

Pero, al abrir la puerta.

“Hola, muñeca”.

Frank está vestido con un mono y gorra blancos que tienen bordada una Luna cuarto creciente en hilos negros brillantes; calza unas botas negras para lluvia.

“No solicité servicio a la habitación, joven”, sonríe la chica.

“Es cortesía de la casa”, responde el galán y activa su celular. Una melodía interpretada con un saxofón suena desde alguno de sus bolsillos. El muchacho ingresa al dormitorio y comienza a moverse muy lento y muy sexy. La chica sonríe y se sienta en la cama para apreciar mejor el espectáculo privado. Frank agarra la gorra y se la saca, la sostiene con sus dientes  y, sin dejar de bailar y dar vueltas, toma la cremallera del mono y se lo baja, descubriendo su pecho velludo y musculado, así como sus abdominales bien definidos, y por supuesto esos brazos cuyos bíceps y tríceps parecen olas. El elástico de la cintura impide que el resto de la prenda caiga, lo que será imposible si primero no se deshace de las botas, las que quedan a un lado de la cama. Sigue bailando y esta vez toma el elástico, lo expande y empuja el resto del mono hacia el suelo. Flor no puede creer que debajo, el chico luzca una tanga negra hilo dental con una Luna blanca bordada justo ahí adelante. A pesar que no tiene sus nalgas depiladas, el hecho de que sean grandes lo perdona todo. Entonces, el mozo se acerca a la chica, libera la gorra que sigue entre sus dientes, se la pone a la altura del paquete y mueve sus caderas. Ella entiende el mensaje: toma las tiras de la tanga y comienza a bajarlas dejando que se deslice piernas abajo. Con una patada,  Frank tira la prenda más allá y baila sin quitar la gorra de sus partes íntimas; lo que sí no deja a la imaginación es su gran trasero. Cuando la música acaba, se coloca delante de Flor:

“La gorra es suya, señorita”.

La joven ríe algo atontada, pero no alarga el momento más: quita la gorra y se la pone a la cabeza.

“No vale con trampa”, reclama ella al ver que Frank usa sus manos para tapar su pene y sus testículos.

“¿Sabes abrir puertas?”

“Todas, Frank. Todas”.

Flor toma ambas manos con las suyas, las retira. Él toma los hombros de ella, la pone de pie, la abraza y la besa con dulzura en los labios. Comienza a desnudarla por completo. Por fin, ese chico y esa chica pueden expresarse el deseo que hace meses los invade. Él por fin puede besarle el cuello, los senos turgentes, los pezones duros, la delgada y suave cintura, paladearle la intimidad que la chica le ha guardado mientras acaricia sus piernas, y ella gime y jadea sin censura, tanto que, en compensación, le hace el mismo recorrido al hombre, a quien termina por succionar los dieciseis centímetros con un glande más grande que el resto del tronco, lamiendo unas ricas pelotas tapizadas de fino vello. Frank se pone un preservativo, y mientras se acuesta sobre la chica, le introduce poco a poco su peculiar falo. Las cosquillas que ambos sienten los transportan de un lado al otro de la cama, arrugan las sábanas y cobijas, hacen que la laptop pase a hibernación descuidando que su ojo electrónico mire cómo dos almas libres hacen el amor con intensidad y romance, cómo Flor se sienta sobre Frank demostrándole que ella también tiene tanto control, o quizás más que él, que el mejor momento para llegar al clímax es acostándose de lado y dándose un beso que parece eterno, viendo cómo poco a poco los dos amantes recobran la conciencia y se asustan al darse cuenta de un detalle que termina por generarles risa:

“Nos olvidamos cerrar la puerta”.

 

 

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