miércoles, 12 de marzo de 2014

The Bar's Boys (7)

Por: Nug Huyur

 

Capítulo VII: El selvático.

 

Todo empezó cuando llegó el nuevo grupo de reclutas al cuartel. La mayoría provenientes de la selva, alguno que otro de la sierra, y por lo menos cinco o cuatro del mismo Piura.  Los hubiesen visto a esos muchachitos todos, con sus ojitos vívidos, mirando a todos lados, algunos no sabían ni lo que hacían ahí, alguno que otro se le veía resudado, otros pelucones, otros  desaliñados, algunos de mis promociones decían que tenían piojos, y otros que apestaban a queso rancio. Recuerdo que en aquella oportunidad, Arturo y yo estábamos de servicio diurno y nos tocó recibir a toda esa gente. Era todo un placer verlo, todo serio y firme, el muy desgraciado se lucía con su don de mando. Tras las palabras de bienvenida, se les condujo a los baños para su aseo respectivo, se les hizo calatearse, ingresamos a los baños, les fui entregando a cada uno una toalla y un jabón. Arturo andaba emocionadísimo, al igual que yo. Aunque trataba de ser discreto para no levantar sospechas. Al terminar los pusimos en columnas. Fue ahí que empezaron las risas, por lo que sin querer todos se veían, mostraban sus vergas: algunos eran realmente dotados y otros aunque sin gran pito, gran culo. Al notar el desorden que comenzaba a reinar, Arturo hizo gala de sus dones.

  • Firmes – gritó él
  • ¡SI SEÑOR! – contestaron todos al unísono, y se quedaron quietitos
  • Media vuelta derecha, derecha – ordenó y todo el grupo quedó mirándolo a él.
  • Acaso no son hombres,- regañó - todos tenemos verga y huevos en el cuartel,  o hay alguna señorita, entre nosotros.
  • ¡NO, SEÑOR!
  • Solo ellas tienen concha, y se avergüenzan, los machos, los hombres como nosotros tenemos huevos, así que  no quiero volver a escuchar más risas, nadie tiene que ocultar nada, tienen dos minutos para bañarse señores.
  • ¡SI, SEÑOR!
  • Apúrense, vamos, vamos, señoritas, que mi abuela lo hace más rápido que ustedes.

Todos ellos se distribuyeron cada uno a una regadera, aunque Arturo se la daba de muy macho ante ellos, por dentro se derretía, y más de alguna vez, tuve que cubrirlo para  acomodarse el paquete y no se le viera que andaba erecto. Al terminar con el protocolo de bienvenida, nos fuimos a comer algo cafetín del cuartel.

  • Bueno Hipo, ¿Qué te parecieron los nuevos prospectos? – interrogó Arturo tras terminar su cerveza
  • Están en algodón promo.
  • Puta, promo, ¿Cómo que están en algodón? Alguno de ellos debe haberte excitado, carajo.
  • Jajaja, tú no más piensas en eso ¿verdad?
  • ¡Ay! Hipólito, a estas alturas no te vas a poner cucufato, llevamos casi dos años en este puto cuartel como para venir con esas.
  • Si, y tú no te quedas atrás bien que te vi como disimulaste, para que no se notara que la tenías paradaza.
  • A ti no te puedo mentir promo, esos culos y esas vergas estaban bien ricas y verlos, ahí, serio que excita como mierda. Pero, y tú, no me digas que tampoco te gustan los hombres. Porque si es así, ya estamos mal.
  • No huevón, sabes que ando con La Carmen.
  • Acaso ella se irá a enterar, además a mí no me vas a venir con huevadas, La Carmen es pura fachada, a ti te mueven el piso los hombres, sino te abré visto como se te iban los ojos en el baño también. Y la vez…
  • Ya, ya, Arturo, crees que podrías arreglar una guardia con el selvático, el chatito potoncito, que hay en la cuadra.
  • Ya lo decía yo, si no hay problema, yo te arreglo eso, promo.
  • ¿Estás seguro, no te quisiera meter en problemas?
  • No seas huevón, además cumpa, sabes bien que nosotros somos brothes, y por ti hasta la vida, hermano.
  • Ya, ya aguanta, que con los amigos no me meto.
  • No seas imbécil, tú no eres mi tipo. Y ahora un salud por eso.

Me acuerdo que nos reímos de eso, chocamos los vasos y pedimos otra cerveza. Así llegó el día jueves, a mí me tocaba el último turno, de tres a seis de la mañana. Hasta ese momento se me comunicó que uno de los nuevos reclutas iba a hacer la guardia conmigo.  Ya estando en la torre de guardia llegó, era un chatito, de facciones no tan pronunciadas, con un cuerpo marcado a pesar que el uniforme no le ayudaba mucho, sin embargo, se notaba su pronunciado potito, bien despachadito el niño, pensé.

  • Buenas noches soldado, su nombre – dije enérgico
  • ¡Jhon Arnold Silvester Stalin Orbe Huampaní, reportándose para la guardia, Señor! –

 

Continuará….

 

© 2014 Hunks of Piura Entertainment. Ésta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

 

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