ACONSEJAMOS DISCRESIÓN DEL LECTOR: Algunas escenas que presentamos a continuación son inapropiadas.
Por: Nug Huyur
Capítulo IX: El gimnasio.
Y este pendejo, qué hace aquí, ahora falta que abra la boca, pensó Anthony. Mientras Cris se levantó y lo saludó, luego nos lo presentó a cada uno, Anthony con una falsa sonrisa tuvo que corresponder al saludo.
- A ver muchachos ahora ¿Quién se anima a contar? – preguntó Hipólito
- De ¿Qué están hablando? – preguntó Ángel a Cris
- Amor, están contando su primera vez, así que Hipólito ya contó y ahora estamos viendo quien se anima y continúa con el juego – le explicó Cris
- Sí, Ángel – Intervino Anthony, e irónicamente dijo – pero anímate, quizás tengas muchas experiencias que contar.
- Ja, ja, ja – se rió diplomáticamente – No creo tener más que tú, perdón ¿Cómo dijiste que te llamabas?
- Anthony, que rápido te olvidas – contestó Anthony
- Chicos, chicos calma – dijo Osvaldo – Les parece si continuó yo, quisiera compartir lo que viví cuando era chibolo, o sea hace poquito.
- Jajaja, no me hagas reír Osvaldo – Dijo Cris
- Ya ok, cuando tenía dieciséis…
…En aquel tiempo, estaba en quinto de media, y no sé ustedes, pero a mí me jodían por mi peso, y todo el mundo me molestaba, Preguntan sobre mi sexualidad, no nada que ver, estudiaba en colegio pituco, de curas y por el hecho de ser hijo del juez, las madres sobonas, hacían que mis compañeros se me acercaran con la finalidad de ser mis amigos, y las chicas supuestamente se enamoraban de mí. Todo por interés. Sin embargo me cogían de punto por mi sobrepeso y me hacían bromas pesadas, Más de alguna vez me deprimí, y para vencer esa angustia, comía y comía más y más. Hasta que un día me armé de valor y me fui a un gym con la finalidad de perder peso de manera radical. Ahí me rencontré con Pablo un viejo amigo del barrio. Él me mostró el gimnasio, me explicó los programas y decidí llevar una rutina con él, como instructor. Fue entonces que todo iba teniendo sentido, poco a poco me percibía más animado y hasta mi familia se había quedado extrañada de mi cambio, a las pocas semanas de haber iniciado el curso, me sentía mejor conmigo mismo, y veía que mi cuerpo iba respondiendo de a pocos. Pero a la vez iba notando algo que no había sentido antes. Pablo era muy amable conmigo, siempre atento y caballero. Una vez hizo algo que me dejó confundido.
- Bien amigo, hoy vamos a ver cuánto has bajado de cintura – se paró detrás mío – Alza los brazos – me rodeó mi pancita con el centímetro y me midió, retiró el centímetro - Muy bien de ochenta a setenta y tres, siete centímetros menos – y me tocó la pancita – pero aún algo aguadita – luego me dio una nalgada, como para darme confianza, ahí me sonrojé – pero lo vamos a conseguir amigo – dijo amablemente al final.
Otro día nos quedamos solos en los vestidores, y el salió en toalla de la ducha. Ahí lo vi casi completo, era un Adonis, un hombre de uno setenta, de piel tostada, con músculos ceñidos a la piel, con vello en el pecho y unas pantorrillas bien pronunciadas. Torpemente traté de guardar mis cosas para salir.
- ¡Hey! Osvaldo ¿Qué pasa?, ya te vas, espérate para irnos juntos – me dijo
- ¡Ah!, disculpa, es que como te vas a cambiar mejor salgo, ¿no?, además ya terminé de guardar mis cosas.
- Espera Osvaldo
Me tomó por el brazo y me dio vuelta. Nos miramos a los ojos, mi corazón latió a mil, mi respiración se agitaba.
- Acaso ¿no somos hombres? – susurró
- Sí, pero….
- Acaso dos hombres no sé…
Sin decir más, me tomó por la cintura, juntó sus labios a los míos, y nos besamos, sin poner resistencia correspondí. Era el Pablo de la primaria, el chico lindo, mi eterno defensor, a quien admiraba por su valentía y audacia. Siempre me quiso, así como era, sin máscaras, ahora me estaba besando, acariciándome, deslizando sus manos ásperas por mi espalda, suave, tersa y yo deslizando mis manos por su cuerpo, sintiendo sus músculos, percibiendo su olor, su sudor, mis manos bajaron y la toalla se deslizó, y sentí su pene erecto, entre mis piernas, sus manos se escabulleron hasta meterse dentro de mi short y me las apretó, me sentía extraño y excitado, sentía mi pene latir y mi potito pararse más, con cada apretón de nalgas. En eso siento su dedo en mi ano. Entonces, lo empujé, sentía que algo no anda bien. Que si quería hacerlo, no era así. Al empujón, el retrocedió perdió el equilibrio y calló sentado.
- ¿Qué pasa Osvaldo, por qué me empujas?
- Espera Pablo, es qué…
- ¿Es que, qué Osvaldo? ¿Acaso no te gusta lo que estamos haciendo?
- Sí, es que… no sé Pablo, creo que mejor me voy – le di la espalda para irme.
- Espera Osvaldo. ¡Tú me gustas!
Mi cuerpo se detuvo. Alguien se había fijado en mí. Algo nacía dentro de mí y no sabía cómo llamarlo.
Continuará….
© 2014 Hunks of Piura Entertainment. Ésta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.
Siempre practica sexo seguro.
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