El trío que ocurrió en la peluquería quedó sepultado en el silencio; aunque a Marcos la imagen se le venía de vez en cuando a la cabeza, TANTO LA DE ARRIBA COMO LA OTRA. Para él, eso no era nada nuevo.
Pasó una semana de eso, y el domingo siguiente tuvo la visita sorpresiva de su hermano mayor, quien vivía aún en el campo, y que impidió que Marcos se encarara con su padre tras el escándalo de su relación con Lichi. Su hermano quería asegurarse de que todo estuviera en orden, que nada le faltara al benjamín de su clan, especialmente para tranquilizar a su madre, que no cesaba de llorar todas las noches por su hijo.
- estoy chambeando.
- Sí, el primo Ricardo me contó. Mas bien trata de ahorrar algo, y estudia algo que te dé plata. Vivir en la ciudad sin una profesión es difícil.
- El hermano de Marcos había comenzado a estudiar Educación en la ciudad, pero debió dejarlo por falta de dinero.
- Oye, Marcos, otra cosa que quería decirte. Mira, hermano, la familia sigue avergonzada por lo tuyo con ese chico. Aprovechando que estás en la ciudad, ¿por qué no vas a un psicólogo?
- No estoy loco.
- No sé, pero eso de andar con hombres, como si fueran mujeres no es normal. Mira al primo Ricardo: tiene su mujer, pero ella sí es mujer.
- Marcos quiso sonreírse. Era obvio que su hermano ni sospechaba lo que pasaba a veces allí.
- Los dos tienen pepa, son macetas. ¿Cuántas jermitas no han querido estar contigo? Pero ahora que se sabe lo que pasó, ni quieren saber de ti.
- Marcos seguía callado.
- Trata de curarte de eso. Tienes que ser normal, hermano. Si no, muchas puertas se te cerrarán.
- A la mañana siguiente, cuando Armando lo relevó, Marcos le preguntó si atendía a algún psicólogo.
- ¿Para quién? ¿Para ti?
- Este. No. Para un amigo.
- Armando pareció entenderlo, y le dio una tarjeta.
- Anda de mi parte, y lo saludas.
Tres días después, antes de ir al trabajo, Marcos fue al consultorio del psicólogo, muy cerca de la peluquería. El espacio era acogedor y tennía la pared llena de lindas fotos de paisajes y mensajes motivadores. Marcos se sentía algo asustado. Iba a escapar, cuando la recepcionista le avisó que podía verlo.
Al trasponer la puerta, un hombre en sus 35 años, algo gordito, lo recibía muy cordialmente.
- Así que eres el amigo de armando. A ver, ¿cómo te sientes?
- A Marcos le costaba articular. Sus ojos se le nublaron. Al fin, pudo decir algo.
- Doctor, ¿es malo… estar con chicos?
- ¿estar con chicos? ¿Relaciones homosexuales, te refieres?
- Marcos no aguantó. Comenzó a llorar.
- Luego de tranquilizarse, el vigilante fue contando su historia poco a poco.
- Todo había comenzado en la secundaria, cuando por su estatura y contextura destacaba de entre los otros muchachos. Eso había llamado la atención de uno de sus profesores, un muchacho de 28 años, bien parecido y culto, el organizador de todas las actividades artísticas de la escuela.
- Marcos tenía 14 años, y no era un estudiante estrella, pero sus buenos modales, su compañerismo, lo hacían querido por todos. Lo que sí era un gran futbolista, por lo que jugaba en la selección del colegio. Era un gran defensa.
- Una tarde, ese profesor lo invitó a su cuarto para complementarle algunos cursos donde Marcos estaba flojeando. El profesor venía de la ciudad y se quedaba toda la semana en el pueblo. En una de esas clases particulares, comenzaron los juegos de manos: manos sobre las piernas, roces, masajes, toqueteos… Una tarde, leyendo un clásico del romanticismo, Marcos preguntó cómo sería besar a alguien, pues no lo había hecho. Su profesor le explicó, pero, como Marcos no parecía comprender, le dio la demostración práctica y en vivo. Poniendo como pretexto que su padre lo castigaría por llegar tarde, Marcos salió casi corriendo de ahí.
- Esa semana después del beso, el adolescente se refugió en el fútbol, hasta que poco a poco se le fue acercando, sin saber por qué.
- Como Marcos también era buenn bailarín de tondero, una noche fueron a dar una actuación en otro pueblo, y se hicieron tarde. Sin saber cómo, Marcos terminó compartiendo la cama con el profesor. A medianoche, sintió que una mano le rozaba su paquete, pues ambos estaban durmiendo en ropa interior, bajo el viejo adagio de que no pasa nada si un hombre se calatea frente a otro, pues, igual, son hombres, ¿no?
- Marcos no pudo evitar una erección. Luego vinieron las caricias, los besos, los abrazos.
- Aquella noche, Marcos tuvo la primera relación sexual de su vida, penetrando a una persona que casi le doblaba la edad. Cuando las dio, sintió una rara mezcla de sentimientos: placer nunca antes experimentado, y cierta culpa… ¿será pecado cachar con patas?
- De vuelta en el presente, él ya no quiso recordar más. Estaba tan confundido como aquella primera vez, que había sucedido cuatro años atrás.
- Marcos, mira: esta consulta no será suficiente. ¿Qué te parece si seguimos hablando de esto, la próxima semana?
- Marcos no dijo nada. Se paró y se fue.
Ese sábado, el vigilante llegó puntual a las diez a la peluquería. Armando estaba trabajando en unos mechones de cabello, que, según dijo, eran extensiones para una novia, que se casaría el fin de semana siguiente.
- Don Armando… ¿es malo ser gay?
- ¿Hablaste con mi amigo? Mira, desde mi punto de vista no lo es. Tú sabes. Lo que tú sientas no determina cómo eres como persona. No sé si me…
- Marcos se quedó con un gran signo de interrogación en su cabeza.
- Mira, que mi amigo mejor te aclare las dudas, pero en lo que a mi respecta, no me jode. A ti tampoco debería joderte.
- Marcos lo miró sobresaltado, como si descubriera un secreto. Entonces, armando le cambió de tema, radicalmente.
- ¿sabes? Hablé con Dani. Ya me dio la lista de cosas que necesitas.
- Marcos cambió su desconcierto por sonrisa, del mismo modo que un niño pequeño, ante el anuncio de un juguete nuevo, o la promesa de un paseo soñado.
- Lo que sí necesito es mandarte a hacer las prendas. Tú sabes. Debo tomar tus medidas, a menos que las sepas.
- Marcos negó con la cabeza; Armando fue hacia un cajón y sacó una cinta métrica.
- Lo imaginaba. Sácate la ropa. Te tomaré medidas.
- Marcos volvió a desconcertarse. Armando sonrió.
- Vamos, Marquitos. Ya te he visto calato. Ambos se rieron.
- Tras unos minutos de duda, el muchacho comenzó a desnudarse, hasta quedarse en ropa interior. Vestía un slip ajustado, que le marcaba el paquete y el culo.
- Hombros:122, pecho:115,cintura:88, cadera: 105, muslo:: 63, pantorrilla: 41, brazo: 38.5. ¿Cuánto mides?
- 1,75.
- ¿Pesas?
- Creo que 78.
- Creo que tengo algo para que te pruebes. No es una tanga de competencia, pero puede darnos una idea de lo que necesitamos.
- Armando fue, abrió otro cajón, y sacó un pedazo de tela blanca. Cuando Marcos la desplegó, quedó sorprendido: era un hilo dental.
- ¡Póntelo! Esta parte ancha para adelante, y la tirita para atrás. ¡Vamos, póntelo! Sólo estamos los dos acá. Nadie te verá. Bueno, yo sí.
- Marcos seguía dudando.
- Ay, Marcos, mírate al espejo. Estás perfecto. Sólo quiero ver si es tu medida.
- Con cierta vergüenza, el vigilante se bajó el slip hasta quedarse sin nada encima. Se puso el hilo dental. Le pareció extraña la sensación de la tela metiéndose entre sus nalgas. Pero, al verse al espejo, se envolvió en una visión: luces frente a sus ojos, una multitud coreando su nombre, una brillante medalla en su pecho…
- Entonces, sintió una mano sobre su paquete. Regresó en sí.
- ¿No te incomoda? Quiero decir… ¿te aprieta mucho las bolas? Tú sabes…
- No. Está bien.
- Entonces ésta es tu medida.
- Armando pidió que se sacara el hilo dental. Al liberar su pinga, notó que estaba creciendo. Volvió a verse al espejo: algo le decía que no era el mismo Marcos, algo estaba cambiando. ¡Le gustaba el chico que veía reflejado frente a sí! Después de todo, ¿qué mierda si le gustaban o no los hombres? Total. Él se gustaba.
- ¡Mi Dios! ¡Se te paró el huevo!
- Marcos no se sonrojó. Sonrió a Armando, y comenzó a estrujarse cariñosamente su falo.
- ¿Qué opinas de mi pinga?
- Es… deliciosa, Marcos.
- Pero no la has probado todavía.
- Eso… depende… de ti.
- Con la otra mano, invitó a armando, quien se arrodilló sobre el suelo, y comenzó a darle una mamada rica, rítmica y caliente. Por primera vez, Marcos disfrutaba ese momento, de manera distinta. Entonces se dio cuenta cómo los carnosos labios de su jefe intentaban tragársela toda, mientras que el vacío que producía, chasqueaba en el ambiente.
- Armando comenzó a cariciarle las nalgas. Las yemas de los dedos del peluquero provocaban a Marcos, una sensación increíble, placentera.
- Entonces, se miró al espejo: era el macho, era el símbolo sexual, era el ganador.
- Minutos después, armando se había calateado, apoyado sobre una de las sillas del salón, aún con las luces prendidas, pero a puertas cerradas con candado. Marcos se puso un condón, y se la metió por el culo. Mientras bombeaba, y sostenía las blancas y suaves nalgas del peluquero, veía su verga entrar y salir de su dilatado y rosado culo.
- Así, Marquitos. Cáchame duro, papi. ¡Ay, qué rico!
- De vez en cuando se miraba al espejo. ¡qué rica expresión la de ambos totalmente arrechos! No paraban de gemir, jadear. En un momento, Marcos dio una palmada a las nalgas de Armando, luego otra, y otra. El choque del bombeo llenaba todo el lugar.
- La excitación de Marcos crecía, hasta que, cerrando los ojos, sacó su pene, se quitó el forro, y se la corrió hasta que su semen se disparó sobre la espalda de armando. ¡eso sí que era cachar!
Al miércoles siguiente, regresó donde el psicólogo. Ya no sentía temor.
- a ver, Marcos, ¿cómo te sientes hoy?
- ¿Cómo hago para ganar el Mister Bodybuilding?
(CONTINUARÁ…)
Escrito por Hunk01. ©2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe al autor: hunks.piura@gmail.com
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