Recopilado por SOT
3MAR2013
8:47
Soy un profesional de 35 años. Trabajo en mi propio negocio todos los días, pero trato de darme tiempo para todo, en especial mi familia y el gimnasio. Entreno todos los días, incluso el sábado, por lo que tengo una forma que varios amigos y compañeros de mi edad envidian.
Como tengo una parcelita en san Lorenzo, los domingos, como hoy, los aprovecho para darle vuelta, y, si puedo, traer algo, no mucho, pues suelo ir en mi propia moto, así que no puedo cargar mucho peso.
Ir en la moto me relaja. Siempre tomo todas las precauciones: casco, documentos, y para que se me haga más sencillo, una ropa algo pegada al cuerpo.
A media hora de llegar a mi destino, junto a lo que parece ser una construcción avandonada al lado de la carretera, me detiene una sirena.
Paro la moto, y viene hacia mí, un policía de unos 30 años, alto, de cuerpo bien formado. No voy a tanta velocidad quedigamos. “Buenos días, ¿documentos?”, me aborda. Se los muestro.
“Disculpe. Me tiene que acompañar”, me dice.
“¿Hay algo mal?”, le pregunto.
“Control de rutina. Acompáñeme, por favor”, insiste.
Avanzo con la moto hasta la patrulla. Allí está otro policía.
El primero de ellos, me pide que me apoye en la pared de la construcción, opuesta a la carretera, y comienza a registrarme. Pero, en vez de darme las palmaditas a lo largo del cuerpo, siento que me lo acaricia.
No puedo evitar sentir cosquillas cuando sus manos pasan por mi costado, mis piernas y el interior de ellas.
“¿Le pasa algo?”, me dice.
“Nada, jefe”.
Repite el procedimiento. No puedo evitar que un suspiro se me escape.
“Tienes el cuerpo duro”, me comenta el policía.
“Voy al gym, jefe”, le replico.
Entonces, siento sus manos por mi espalda y mi trasero.
“Yo también voy al gym”, me dice. “Mire, todo está en orden; pero, me gustaría que me colabore”, prosigue.
“Colaborarle, ¿cómo?”. Sospecho que comenzará a pedirme plata. Sigo apoyado sobre la pared.
“No se preocupe. Sólo confíe en mí”, me dice.
Siento que su cuerpo se aproxima y pega por detrás de mí, en especial su paquete, que lo pone justo sobre mis nalgas. Sus dos manos comienzan a rodear mi cintura, hasta que encuentran mi correa, la que desabrocha. Cuando lo consigue, me desabrocha el pantalón, me baja el cierre, y poco a poco –ya que está apretado- lo tira hacia abajo hasta medio muslo, o algo más abajo.
“Te queda bien ese boxer pegado”, me dice el policía, mientras yo no atino a nada. Escucho el desabrochar de una correa, luego un cierre. Siento algo duro entre mis nalgas, mientras sus manos cogen y acarician mis caderas. Sin decir nada más, el policía comienza a frotar su paquete contra mi trasero. Conforme me sigue frotando, él comienza a suspirar y a jadear. Yo me quedo en silencio.
Entonces, él me baja mi boxer: “¡Mierda! ¡qué rico culo tienes… blanquito… lampiñito”.
De inmediato, siento una humedad en mi ano: el policía me mete lengua y me excita sobremanera. “¿Te gusta, no?”
Se detiene unos segundos. “Te va a doler un poco, pero tranquilo. Si te duele mucho, me avisas”, me recomienda.
Efectivamente, siento que algo grueso comienza a penetrarme por el ano. Trato de relajarme. No sentía eso hace semanas. Poco a poco me introduce su pene –asumo- hasta encajarlo todo. Sospecho que es grande.
Sin soltarme las caderas, comienza a bombearme. Me excito más, y comienzo a mover mi trasero.
“Así, qué rico culo. Eso… así… mueve ese rico culo… Ahhh”.
Sus caderas chocan contra mis nalgas haciendo que la pared de ladrillo genere eco a cada choque.
El policía aumenta la velocidad del bombeo, hasta que siento que jadea fuertemente, a la vez que un latido hace palpitar mi ano. “Las di… qué rico, huevón”, suspira el uniformado.
Cuando volteo un poco, puedo observar, que el policía se saca el condón de su pene semi-erecto. Sí que era largo y grueso.
“Espérate aquí. No te subas el pantalón todavía”, me ordena. Obedezco. Se va.
Un minuto después aparece su colega. Veo que saca un condón de su bolsillo. Vuelvo a escuchar el sonido de la correa, el cierre, la fundita que se rompe. Y de nuevo, el rico dolor del pene entrando en mi ano. Nuevamente el bombeo. Este policía es un poco más brusco que el anterior, pero igual sabe cómo hacerlo… incluso parece que dura más. Dicho sea de paso, gime con más fuerza, y sus chasquidos en mi trasero son más sonoros.
Cuando eyacula, ruge con fuerza. Luego, jadea.
Al fin, me ordena levantarme mi boxer y mi pantalón. No me explico cómo ellos saben que me gusta esto… de hecho, soy bisexual.
Como les dije, tengo familia, y estoy con mi mujer, y algunos compañeros ocasionales.
9:39
El primer policía me devuelve mis documentos.
“Gracias por tu colaboración… si vas a la disco de ambiente este sábado, podremos ir a mi cuarto”, me dice el policía.
Lo miro con asombro.
Sonríe: “El sábado pasado fuiste. Podrías ir el que viene”.
Sigo mi camino.
9MAR2013
23:05
Estoy en la discoteca, y trato por todos los medios de ubicar a alguno de los dos policías. Nada.
Pregunto a uno de los meseros. A veces suelen tener información. Se los describo.
“Ah… ese cojudo… Lo cambiaron esta semana por coimero”, me informa…
©2013 Hunks of Piura Entertainment. Contacta a SOT: hunks.piura@gmail.com
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