Creado por N-azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.
En la cumbre de la colina que domina la barriada hay una cruz. Juan y Tito llegan. Contemplan las casas empequeñecidas por la altura y la perspectiva. Se sientan debajo de un algarrobo raquítico, tratando de protegerse del inclemente sol.
- ¿Sabes cómo se llama este cerrito, sobrino? Cerrito del Conquistador. Dice que cuando llegaron los españoles, aquí en toda la corona, encontraron un templo de los antiguos, pero los encontraron tirando entre patas, o sea, entre hombres. Se molestaron tanto que los quemaron vivos, destruyeron el templo y pusieron una cruz, como ésa. Cuando era chibolo, mi abuelo decía que por eso, este cerrito le decían el Cerro Maricón.
- ¿Estás molesto por lo de hoy, tío?
- No, para nada. Pero me gustaría que confíes en mí, Tito. Yo también fui joven como tú.
- ¿Piensas que soy maricón?
- Juan sonríe.
- - Cuando serví en el cuartel, tu abuelita se puso muy enferma. Todos tus tíos, tu viejo incluso ponían plata. Las propinas que me daban no alcanzaba, y estaba triste. Un día, me vio el hijjo de un oficial que era mi pata, le conté y me dijo que me podía ayudar.
- ¿Cómo te ayudó?
- Me dio plata… pero me lo tuve que cachar. Me lo comí tan bien, que todos los fines de semana, cuando salía de franco, era lo mismo: me lo cachaba y él me daba plata. Incluso cuando salí del servicio, me buscaba, por lo menos hasta que destacaron a su viejo a otra parte.
- Pero salvaste a mi abuelita.
- Sí… pero tuve que prostituírme.
- Tito lo mira con asombro.
- Yo me calateé hoy porque Miguel tenía que terminar su trabajo. No le cobré.
- Tranquilo, Tito. No te’stoy juzgando. Sólo quiero que confíes en mí.
- Juan se pone de pie.
- Tío Juan, yo sí me he cachado un maricón. Fue hace quince días, cuando me fui a cortar el pelo donde Orlando.
- Sí, Orlando se ha comido casi todas las pingas del pueblo. Sólo un consejo: no dejes que se te prenda, ni le aceptes ser su marido.
- Sí, me dijo, pero no le atraqué. Ni siquiera me interesa estar con una jerma, menos con ese huevón.
- Juan sonríe a Tito, le palmea el hombro y le hace un ademán. Ambos regresan a casa.
- Tío, ¿es malo que se me pare el huevo?
- No, no creo. La huevada es frente a quién se te para. Nada mas cuidado con Orlando.
- Tito afirma con la cabeza, sonríe, y su rostro se ilumina con esa inexplicable sensualidad del piurano macho, pero simpático. Su tío le palmea el recio y redondo hombro.
- - No eres mi hijo, pero como si lo fueras, Tito. Nunca lo olvides.
- En mucho tiempo, es la primera expresión de cariño que Tito recibe de un familiar.
Al día siguiente, en la municipalidad, decenas de personas siguen atentas la apertura de sobres de la licitación.
en un despacho, el alcalde y su asesora de imagen revisan algunos detalles.
- Recuerde, señor alcalde, el jefe de obras abre los sobres, lee al ganador, y cuando todo acabe, se retira del salón de actos sin dar declaraciones.
- ¿Sabes si re-lacraron bien esos sobres?
- Sí. El chico de Informática lo hizo perfecto.
- A una señal, ambos salen al salón de actos. Apenas ingresa, el alcalde se percata que en primera fila, está sentado un chico moreno, fornido, que no le quita la mirada de encima.
- La autoridad da unas instrucciones a un ayudante, quien disimuladamente se las repite al jefe de obras.
- Se abren los sobres de la licitación, y se anuncia a Acrópolis como la ganadora. Otros participantes del proceso se levantan y se escucha un murmullo como reclamo. La jefa de imagen topa al alcalde, quien sale rápidamente del salón, no sin antes ver al moreno por última vez, quien le guiña un ojo.
- De vuelta en su oficina, llama al ayudante.
- Hay un chico moreno allá en el salón, en primera fila. Dile que nos reuniremos igual que la última vez.
- El ayudante sale presto a cumplir la diligencia. Regresa un cuarto de hora después para confirmar el recado y la respuesta positiva.
- Cuando la autoridad se queda a solas, se recuesta sobre su cómodo sillón: esta noche será otra jornada de sexo.
Al mismo tiempo, en Lima, Renzo está doblando su ropa con cierta tristeza. Mañana partirá a un nuevo destino, lejos de casa.
Es un joven de 27 años, delgado pero formado gracias a su afición a correr y practicar algo de artes marciales. Nunca entendió cuál era el vacilón de levantar pesas en el gimnasio, pero ello no descartó que, cierta vez, un tipo se le acercara en una discoteca para proponerle hacer un casting. Renzo rechazó la oferta.
Las chicas en la facultad de Ingeniería se morían por él: es guapo, pero guapo varonil, además de tener un carácter simpático y simple, aún cuando sus padres podían darse el lujo de pagarle vacaciones en Varadero o Cartagena.
Un hombre entra a la habitación, trigueño, de grandes músculos que el pijama evidencia sin roche alguno.
- Sólo serán tres meses. No deberías estar triste.
- ¿Te parece poco tres meses, Gustavo? ¿Justo ahora…?
- Renzo, Piura está a una hora en avión. Si no te voy a visitar, tú vendrás.
- Pero no será lo mismo, mi amor. ¿No lo entiendes? Llevamos cuatro meses como pareja, apenas uno viviendo juntos.
- Gustavo se acerca a Renzo, lo abraza por detrás y comienza a besarle la espalda. La ropa para doblar puede esperar un poco. Ambos se desnudan progresivamente, mientras se besan y acarician.
- Renzo se acuesta en el extremo de la cama que está libre y recibe el peso de su enamorado. Sus penes ya están duros.
- Los dos no se pueden quejar pues la Naturaleza los ha dotado con gruesos falos de 17 centímetros. A veces, se preguntaban si eso era la señal de una relación duradera.
(CONTINUARÁ…)
© 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares osituaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.
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