ACONSEJAMOS DISCRESIÓN DEL LECTOR: Algunas escenas que presentamos a continuación son inapropiadas.
Por: N-Azz
Esa noche hubo un banquete en casa de Agapito. Claro, comparado al menú del último medio año, cualquier cosa lo era.
Mucho de lo que comieron nubca se había visto por San Jerónimo, excepto el atún en lata, o algunas marcas de galletas.
En meses, nunca una cena los había dejado satisfechos. En efecto, la última que Anselmo recordaba era cuando cumplió 16, y la finada Santos le preparó las papas sancochadas con gallina guisada y crema de huacatay que tanto le fascinaba. Jamás olvidaría que su madre, a pesar de sus dolencias, lo agasajó con esa irrepetible sazón.
Los dos anfitriones y los dos convidados -¿cuál era cuál?- terminaron de cenar.
Zack impidió que Anselmo se levantara de la mesa. “Yo recojo todo”.
Agapito sonreía de manera distinta mientras conversaba con el padrino Martín.
Se conocían desde chibolos, cuando sirvieron juntos en el Batallón de Ingeniería de Las Lomas. ¿Y recuerdas a Torres, a Sánchez, a García? Demasiada información que mantenía desconcertado y entretenido a Anselmo.
Se rió con la historia de Ramos, que, a diferencia de sus promociones que lo hacían en ropa interior, solía bañarse desnudo, y tuvo que entrar calato al cuartel luego que el pendejo de su padrino le escondiera el uniforme en uno de los totorales del Chipillico. Esa noche, el comandante lo metióa su casa, y no se supo nada hasta el día siguiente, cuando amaneció con uniforme nuevo, y órdenes de no contar nada. Los pendejos de sus compañeros, unos días después, hicieron un muñeco con paja, al que vistieron con el uniforme extraviado y lo pusieron a la entrada de la cuadra. Ese fin de semana, todos se quedaron castigados, menos Ramos, que sí pudo salir de franco.
“Dicen que el comandante le entraba…, y que ese huevón era su macho”
Agapito eructó y tosió.
“Puta, compadre, sé lo que necesitas. Pero esta vez se te va a caer el paladar del gusto”.
Martín salió luciendo su ajustado bóxer, pues, desde la hora del baño no se puso ropa. Igual, agapito seguía en su viejo calzoncillo. Zack regresó a la mesa.
“No sé cómo no se muere de frío”.
Agapito sonrió mirando a los ojos del citadino. En ese momento, el padrino volvió a entrar con una botella de líquido rojo, se paró frente a Agapito, y se puso la base del pomo contra su miembro. Lo agitó.
“¿La quieres?”
Martínse carcajeó, seguido por zaqck. Anselmo, por más que quería, tuvo que controlarse. Agapito quiso fruncirse, pero entró a la chacota.
“Depende, si no te l’as metido po’l culo, sí”.
Todos rieron.
Martín descordchó el vino, y lo sirvió en las tazas de aluminio blanco que Anselmo halló de milagro.
“¿Qué’s?”
Martín alargó la taza a Agapito, previo salud. El rostro del pueblerino se coloreó distinto. Miró a Martín, quien le levantó las cejas en tono de victoria.
“Está‘la puta ma’re”.
Zack brindó con Anselmo.
“Tómalo despacio, ¿OK?... Salud”.
Amargo y dulce. Fuerte. Esto era novísimo para el adolescente. ¿Será alcohol? Parece que no. Por lo menos, no sabía como el cañazo, la cerveza, o la mezcla de sus amigos. Y por último, ¿afectará su promesa tomar un sorbito?
“Despacio, hijo. No es agua”.
Anselmo soltó la taza, y miró a todos. Un calorcillo empezava a recorrerlo, y se le subía a la cara. Sólo sentía eso cuando Elías se le acercaba. Pero, pero, esto está completamente distinto.
“¿estás bien?”
Anselmo no se percató quién le hablaba, pero hizo sí con la cabeza. Todavía quedaba algo de vino en la taza. Lo tomó despacio, como le dijeron. Estaba en otro mundo. Lo acabó. Expiró desde lo más profundo, como si se liberara de una gran carga. Se relajó. ¿Y este néctar? “Tengo calor”.
Zack le sonrió. se acercó y comenzó a desabotonarle la camisa. Anselmo se avergonzó y miró a su padre. Pero Agapito estaba en calzoncillo, y no sentía vergüenza; su padrino tenía ese pantaloncillo que le marcaba todo. El único friolento era Zack, que vestía pantalón largo y chompa.
“Tranquilo. Estarás cómodo, ¿OK?”.
Anselmo se dejó descubrir sus pectorales y abdominales lampiños. Zack se quitó la chompa, y se quedó en una remera ceñida, que dejaba ver dos pequeños pero firmes pectorales y un vientre plano; además, los brazos no eran anchos, pero esbeltos, y en las muñecas seguían las cintas de colores.
“Hijo. Quédate como nosotros”.
Anselmo sólo se sacó la camisa, y dejó descubrir sus brazos fuertes y un tronco digno de escultura.
“Carajo, sácate todo, ¿o ya no’res hombre?”
Agapito comenzaba a sonar distinto. Zack apuraba otra taza de vino, y se agitó un poco, a la vez que resoplaba. Se desavrochó el pantalón, se quitó la remera y las zapatillas, y se quedó en una prenda similar a la de Martín, pero de color blanco. Resopló de nuevo, y alzó la taza como acabando todo el contenido.
“¿Hay más¡”
Martín le señaló una caja naranja con tapa blanca. Seguía haciendo memoria con Agapito de cosas que Anselmo, simplemente, no entendía. ¿Qué estaba pasando en casa?
Zack se inclinó a abrir la tapa de la caja. Un trasero redondeado a sólo cinco metros del adolescente. No pudo evitar verlo con algo de lascivia.
Por ratos, ráfagas con la cara de Elías venían a su mente, y, por más que trataba de aferrarse a ellas, siempre terminaban desvaneciéndose.
largo y grueso miembro.
(CONTINUARÁ…)
© 2012, 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí. SIEMPRE PRACTICA SEXO SEGURO.
Texto producido con el Método Writting Fitness. Más información aquí.
Que lindo relato, muy bueno. Cuándo continua?
ResponderEliminarQue lindo relato, muy bueno. Cuándo continua?
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