No sé si fue mi impresión, pero estaba más guapo que la última vez que nos vimos. Se había cortado el cabello, y la ropa formal que llevaba, ligeramente ceñida a su cuerpo, lo hacían lucir aún más varonil.
“Hola”, me dijo y de inmediato me abrazó, yo de inmediato respondí el abrazo. Por alguna razón, ese abrazo me brindó una sensación de protección y de cariño que, sinceramente, no había sentido hasta ese momento. “¿Cómo has estado? ¿Te pasó el susto?” Me preguntó preocupado. “Sí, ya fue esa huevada. Créeme que si puedes sobrevivir a mi vieja, puedes sobrevivir a cualquier susto”, le dije riendo. “A la mierda, ¿tan jodida es tu vieja?” me preguntó riéndose. “Sí créeme”, le respondí.
Una vez dentro del departamento, conversamos de muchas cosas, me contó cosas de su trabajo. Yo le comenté ciertos problemas en casa, como las peleas con mi vieja, le conté el incidente con la profesora en la mañana. “¡Ta’ huevona esa vieja! Eso solo tiene un nombre: falta de huevo, como no tiene quien se la cache, le jode que el resto del mundo disfrute su vida como se debe”, me dijo y dicho esto se paró y movió sus caderas como loco como si estuviese bailando negroide. Yo me reí, me pareció gracioso. “Sí, yo también creo que es una vieja aguantada que habla así porque no hay quien se la cache”, le dije. “Sí, tienes razón y me parece paja que la hayas puesto en su lugar, a eso yo le llamo tener huevos”, me dijo.
Me pidió que lo esperara, que se iba a duchar porque venía cansado de la chamba. Me dejó en la sala del pequeño departamento y se dirigió a su cuarto. Yo me quedé ahí sentado mirando televisión. Me aburrí y me paré. Comprendí por fin por qué me pidió disculpas, la primera vez que nos vimos, por su “desorden”. Esta vez todo se encontraba mucho más pulcro que la vez anterior. El departamento, parecía sacado de uno de esos comerciales de desinfectantes.
De repente, el silencio producido por la televisión apagada, se vio interrumpido por un, desafinado, pero alegre, canto. Sonreí y dispuesto a tomar la iniciativa esta vez, me dirigí al cuarto. Una vez en él, me desnudé y me dirigí a la ducha. Ahí en la ducha, Adríán se encontraba desnudo y cubierto enteramente por espuma. Me metí a la ducha en silencio aprovechando que se encontraba con los ojos cerrados y lo abrazé por detrás. Se sobresaltó.
Lentamente empecé a masajear la espuma en su cuerpo. Abrió la ducha y poco a poco su cuerpo empezó a quedar descubierto. Se volteó y puso sus brazos alrededor de mi nuca y yo aproveché para descender las mías hasta su cintura. Me miró, y juntó su nariz a la mía. “Te he extrañado, me susurró”. Yo también, le respondí.
Nos besamos, bajo el chorro tibio de la ducha. Nuestros cuerpos se unieron en un abrazo fuerte. Nuestros miembros chocaban con cada movimiento nuestro. Con rudeza, me tiró contra la pared lateral de la ducha y bajó suavemente por mi cuello, deslizándose por mis tetillas y mi abdomen, jugó un momento en mi ombligo hasta que finalmente llegó a mi miembro. Suavemente, tomó mi miembro en su boca, provocando en mí un leve gemido y una acelerada respiración. El movimiento de su boca introduciéndose mi miembro cada vez más, me estaba volviendo loco, yo solo optaba por gemir y respirar fuerte. Mis manos estaban sujetadas fuertemente a su cabeza. Él se puso de pie y tomó mis hombros jalándolos hacia abajo. Yo bajé a su miembro de inmediato. Me puse de rodillas e introduje su pene en mi boca. Una sensación indescriptible me invadió. Al levantar la mirada, me encontré con la mirada de Adrián, llena de placer. Sus caderas se movían duramente, como si me estuviese “cachando por la boca”. En un momento determinado mientras me enloquecía succionando el miembro de él, se volteó dejando delante de mí su hermoso culo, era algo velludo, pero eran unos vellos preciosamente ordenados, finos, delicados. Mordí suavemente sus nalgas. Él parecía enloquecer, Poco a poco fui introduciéndome entre ellas hasta tener mi lengua entera lamiendo su ano. Poco a poco y con un deleite jamás experimentado, empecé a introducir mi lengua dentro de su ano. Él por su cuenta, empezó a gemir fuertemente.
Me levanté y lo abrazé por detrás. Nos empezamos a besar locamente, y mientras lo hacíamos, empezé a rozar mi miembro en la entrada de su ano. Él gemía sin control. “Creo que hoy me toca chantarme a mi” me dijo riéndose, “así parece” le dije. Tomé una toalla, me sequé y me dirigí a la cama. Me acosté y unos minutos después salió él. Por su corpulento, cubierto de vellos, aun corrían algunas gotas de agua, lo cual a mí me pareció sexy. Su mirada se clavó en mi erecto miembro. De inmediato se acostó en la cama y con las piernas abiertas, se posó sobre mí. Me besó, sus besos eran apasionados, fuertes, calientes, eran una mezcla perfecta entre lo rudo y lo dulce. Poco a poco, descendió por mi abdomen hasta llegar a mi pene, el cual se tragó en un solo acto. Hizo que me retorciera de placer. Sin duda era la mejor mamada que me habían dado jamás. Subió nuevamente a besarme y luego empezó a rozar su culo con mi durísima verga. Poco a poco el fuego se iba incrementando. Nuestros besos, nuestras lamidas y caricias iban aumentando su intensidad. Hasta que el momento propicio se dio y él exclamó: “¡métemela huevón, métemela!”. Él mismo tomó un preservativo y me lo colocó. Yo estaba extasiado. Yo recostado en la cama y él sentado sobre mí con sus rodillas flexionadas. Me besó, lamió mis orejas, mi cuello, mis axilas. Y fue el mismo quien se introdujo mi miembro, poco a poco, con paciencia. Su cara denotaba dolor y placer. Yo por mi parte, sentía como mi miembro se habría paso en sus entrañas. “¡Estás bien apretadito!” le dije y reí, “Sí, solo hice de pasivo una vez, tu eres la segunda, tienes un no sé qué que me llevó a animarme” me dijo y me besó. Por fin estuve dentro de él completamente. Me aferré a su cuerpo y él al mío. El determinaba el ritmo. Yo no me movía, pero el sí ¡y de qué manera!
“¡Que rico es cachar contigo!” me dijo, “Tas’ huevón, que rico es hacerlo contigo mierda”, le dije poniendo blancos los ojos de placer. Sin sacarla y en una muestra de flexibilidad, se reclinó y yo me puse sobre él. Ahora quien dirigía el movimiento era yo. “Asu mare, que rico te mueves huevón” exclamó, “y eso que aún estoy calentando” le respondí. Nuestros gemidos y rugidos invadían la habitación entera.
Cambiamos de pose, ahora él se colocó a cuatro patas en el borde de la cama y yo detrás suyo, de pie. Introduje suavemente mi miembro en él. Gimió y se estremeció. Su fuerte espalda quebrándose para mí, y su cintura apretada, que no había visto tanto en la primera cita, me volvían loco. Bombeé con más fuerza, con más rapidez. Tomé su corto cabello y lo jalé fuerte hacia atrás mientras mi otra mano sujetaba fuertemente su cintura. “¡Ah mierda! ¡Qué rico!” exclamé y el solo se limitó a gemir. Era increíble la sensación de placer que sentía al poseerlo, no sé si era su apretado ano, o la sensación de poseer a un machote como él, o los gestos de placer que él tenía. Mis caderas se movían rápidamente, pero alternaban lo rápido con lo lento. Lo sacaba completamente y lo volvía a meter. Adrián se retorcía de placer. Era excitante ver mi miembro entrar y salir de su ano.
Él se acostó suavemente y yo me puse sobre él sin dejar de penetrarlo, sujetando con mi brazo su cuello y con la otra mano, dando nalgadas y amasando sus nalgas. Sentí de repente que una explosión se expandía en mi cuerpo. “¡Me vengo!”, exclamé. Retiré mi miembro y me quité el preservativo, poniéndome de pie sobre la cama, él se dio vuelta y esperó mi leche. Pronto un chorro de semen salió disparado de mi verga, en dirección al pecho de Adrián. Descendí hacia él, que me esperaba con las piernas abiertas. Me coloqué sobre él y lo besé. Él se masturbaba, así que metí dos dedos en su dilatado ano, mientras le besaba las tetillas. El no dejó de masturbarse y retorcerse de placer, hasta que finalmente se vino, lanzando contra mi abdomen sus masculinos fluidos.
Él se recostó a un lado de la cama y yo me recosté sobre su pecho abrazándolo, él también me abrazó. “Wow” me dijo, besándome la frente. “Eres bien rico” le dije y lo besé. Permanecimos abrazados por largo tiempo en la cama. “Me gustaría verte más seguido y no precisamente para tirar. Me gustaría empezar a salir contigo” me dijo. Algo dentro de mí se puso en alerta. Adrián me gustaba y mucho, pero ¿salir? Eso no estaba en mis planes. Me separé de él y me senté en el borde de la cama. Nuevamente ese bochorno se apoderó de mí y mi cabeza empezó a girar como dentro de una licuadora. “¿Qué pasa dije algo malo? Me preguntó algo alarmado, “No, no es nada” le respondí.
Continuará…
© 2013 Gonzalo Martínez. © 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.
Texto producido con el Método Writting Fitness. Más información aquí.
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