martes, 3 de septiembre de 2013

Cuaderno de Obra (17)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

Renzo siente como si estuviera cayendo al vacío ante el anuncio sorpresivo de Renato, el jefe de Gustavo. ¿Acaso la peor posibilidad había sido tomada?

-          ¿Cómo que lo desconectaron?

-          Renato no puede articular palabra, y comienza a sollozar en el teléfono.

- Res... pira... ¡Respira!

 

Al día siguiente, un animoso Tito llega al salón comunal a esperar órdenes. Lo recibe un distraído Renzo. Aún así, comienza a organizarle papeles y hacer algunas diligencias.

Jonás empieza a ver con cólera a este muchacho. Eduardo se gana el pase, y aprovechando que Renzo sale a inspeccionar la construcción, lo palmea en la espalda.

-          Haces hígado por las puras, huevón.

-           Pero ese chibolo…

-           Mira, si no te lo hubieras querido violar esa noche, ese puesto sería tuyo, aunque yo no me emocionaría tanto.

-           ¿Por qué, inge?

-           Cuando se aburra del tal Tito, o cuando lo goce, le dará una patada en el culo, y san se acabó.

-           ¿Por qué está tan seguro?

-           Así son los limeños. Prácticos. No se enrollan con nadie.

-          Jonás se repite en su cabeza que está demasiado bien equipado como para que alguien lo desprecie. Nadie lo hace.

 

En la oficina del sindicato, Ezequiel entrega una planilla a Vinicio.

-          excelente, Ezequiel. Es más de lo que calculaba.

-           Eso más el sueldo que te estás ganando. ¿Cómo hiciste para que Jáuregui te diera un sueldo completo?

-           Puta, ezequiel. Ya te dije que tu posición como dirigente del Sindicato te permite tener privilegios justos. Si por ese oligarca fuera, nos tendría a todos como esclavos. Lo que hago es reivindicar a la clase obrera.

-           Pero Vinicio, con todo respeto, los demás están allá afuera en la obra. Nosotros no.

-          Vinicio frunce el ceño.

-           ¡Oye, so carajo! ¿Y lo que hacemos acá no es trabajo acaso, mierda?

-          En ese momento, llega el joven con quien la mañana anterior, Vinicio había tirado en el motel.

-           Don Vinicio, ¿me mandó llamar?

-           Claro, Lucas. ¿Quieres venir a Lima conmigo?

 

En una de las bases de la escuela, Juan y otro vecino suyo siguen compactando la tierra antes de traer las columnas armadas en fierro. Un joven flaco lleva una carretilla con la mezcla que luego se humedecerá. Juan mira el polvo, con cierta extrañeza.

-          Oe, ¿esa mezcla no está un poco pobre?

-           No sé, don Juan. Así me la mandó el capataz.

-          El otro vecino no entiende la preocupación de Juan.

-           Pero vecino, ¿cuál es la palta?

-           No sé. He estado en otras obras, y la mezcla de acá me parece menos consistente.

-           Ay vecino, ¿no ha visto esos programas de la tele? Ahora los ingenieros usan técnicas modernas para hacer estas construcciones, ¿o usté’ es ingeniero?.

-          Juan no se deja convencer por ese argumento. Su corazonada es muy fuerte.

 

-          Minutos antes de la una, Tito termina de pasar la planilla del día en la computadora de Renzo. El joven ingeniero le responde con una opaca sonrisa.

-           Disculpe, ingeniero. ¿está contento con mi chamba?

-           ¿Con, con tu chamba? ¡Pero claro Tito! Lo haces perfecto, aprendes velozmente. Me estás ahorrando tiempo valiosísimo. ¿Por qué la pregunta?

-           Es que está apagado.

-           Ah. Es eso… son problemas, Tito. Problemas de mi casa. Gracias por preocuparte.

-           De nada, ingeniero… Ya sabe que si… desea, puede…

-          Un silencio se apodera de ambos. Renzo vuelve a sonreír.

-           Lo tendré en cuenta, Tito. Es bueno tener un… amigo.

-          Tito cierra su trabajo, y sale. Cuando pasa frente al cubículo de Eduardo, Jonás lo llama.

-           Oye, muchacho, ¿sabes qué tiene el ingeniero Renzo?

-           No sé. ¿Por qué?

-           Está como ahuevado.

-           No sé. Quizás problemas. Todos los tenemos.

-           Debe ser eso… seguro tiene problemas con su pareja.

-          Tito se queda helado.

-           ¿Pareja? ¿El ingeniero Renzo tiene pareja?

-           Sí. Pensé que te lo había dicho.

-          Tito comienza a sudar frío.

 

en la ducha del sindicato, Vinicio y el chico que fue a verlo están desnudos. El dirigente está apoyado sobre la pared, con las piernas abiertas. Detrás, el otro muchacho le separa las enormes nalgas y le hace un gran beso negro. Vinicio suspira, resopla, a veces gime, mientras con su mano se corre  su gruesa pinga.

-          Ahora yo.

-          El muchacho deja de lamer el culo de Vinicio, se pone de pie y se apoya en la pared opuesta, tomando la misma postura que el dirigente había adoptado.

-          Vinicio le besa la espalda y va bajando hasta dar leves mordiscos a las nalgas lampiñas y formadas del chico. Luego, pone su lengua en cuña y comienza a estimular el ano de su compañero, quien siente cómo la barba le hinca en su trasero.

-          De pronto, Vinicio siente un ruido en la puerta. Saca la cara del culo del muchacho: Juan se ha bajado un poco su pantaloneta, y masturba su gran pene mientras ve a los dos amantes.

-          Juan se siente avergonzado, igual que el muchacho joven. Vinicio mira a Juan sonriendo, mientras soba y palmea levemente las corvas del chico.

-           ¿Ahora sí vienes?

 

Tras descansar una hora luego del almuerzo, Tito va al gimnasio. Anda algo molesto, así que entrena con fuerza.

A las tres de la tarde, no hay mucha gente en ese espacio, sólo el instructor, un físicoculturista algo alto, vistiendo un bibidí, un short de licra y unas zapatillas algo viejas. Algunas fotos suyas concursando aparecen en la pared del negocio.

Tito suda profusamente.

Tras hora y media de esfuerzo, regresa en sí.

-          Oe, Malea’o, casi me has roto los cables.

-           Disculpa, Ronald. Estoy… estresado.

-           ¿Tu nueva chamba?

-           Ya, mejor ni quiero pensar. Nos vemos mañana.

-          Al salir del gimnasio, se encuentra con Orlando, el peluquero, quien se apresura a acercársele.

-           Titín, qué rico te ves sudadito.

-          Tito responde con una sonrisa desganada. Orlando se molesta un poco.

-           A la mierda. Ahora resulta que ya no te importo.

-           ¿Qué huevadas dices, mierda?

-           ¿Es por ese Renzo, verdad?

-           ¿sabes qué? ¡Vete pa’la mierda, maricón!

-          Tito se va muy molesto, mientras el peluquero jura descubrir a ese tal Renzo.

 

(CONTINUARÁ)

 

© 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario