Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-azz.
- A la mañana siguiente, se procura que la jornada transcurra normalmente. En su oficina,
Renzo y Tito revisan unos números. Están sentados uno al lado del otro hojeando planillas, concentrándose en no equivocarse.
- ¡Cuadrado! Lo haces bien, Tito. ¿Nunca pensaste estudiar algo como Administración, Contabilidad?
- Sería mostro, pero necesito plata.
- Oye… sé que prometimos olvidarnos del tema, pero gracias otra vez por lo de ayer. Nadie hizo eso por mí.
- ¿Defenderte?
- sí. Pero fue algo más: me salvaste la vida.
Nuevamente, ambos se miran fijamente. Poco a poco, poco a poco, poco a poco… sus labios… se juntan…
Ambos se besan tiernamente.
Fueron diez segundos que parecieron una eternidad.
- No quiero perderte, Renzo.
- No sé qué decir.
- Sus caras siguen muy, muy cerca. Están listas para hacer que sus labios colisionen tiernamente por segunda vez.
- ¡sorpresa!
Ambos chicos miran azorados a la puerta, especialmente Renzo. Por increíble que parezca, tras un par de globos plateados, aparece… Gustavo.
En la oficina de Zacarías, Vinicio ve algunas cosas relacionadas con la obra de la escuela. De pronto, el asistente del alcalde sale a hacer diligencias, y los deja a ambos solos.
- ¿Y probaste al sereno?
- Oye, de él te quería hablar. El hijo de puta quiere extorsionarme: su silencio a cambio de plata.
- No me digas. Mira, yo lo arreglo. Tranquilo. Mas bien, ¿cuándo otro trío?
- Pero no tengo con quién.
- Pero yo sí.
- Zacarías hace una llamada. En minutos tocan la puerta. Al abrirse, aparece Jonás, quien, sin perder el tiempo, comienza a masajearse el paquete debajo del jean semi-pitillo.
Renzo está sonrojado sobremanera, mientras Tito luce desconcertado: un sonriente Gustavo aparece en la puerta de la oficina, en la propia obra, lejos de Lima. Los globos plateados lo reflejan todo.
- ¿Có-cómo llegaste aquí?
- Tu jefe no es precisamente un ejemplo de reserva en Internet. ¿Y qué? ¿No me darás un abrazo?
- Renzo se levanta temblando, se acerca y se estrecha. Gustavo olvida que hay alguien más y besa en la boca a Renzo.
- ¡Tavo! No estamos solos.
- ¿Qué mierda? No es ilegal, tú lo sabes. El Indecopi anda loquito por poner multas por discriminación.
- Tito no sabe dónde meterse. Entonces se pone de pie.
- Permiso, ingeniero.
- Ah, perdón. Gustavo, él es Tito, mi asistente. Tito, él es Gustavo…, mi no-vio.
- Gustavo da la mano a Tito, sonriente.
- Mucho gusto.
- El gusto es mío. Permiso con ambos.
- Renzo lo autoriza. Tito sale con los ojos húmedos. ¡Qué cojudo era! ¿En qué momento se le ocurrió que algo podría surgir con Renzo? Ambos no son de mundos iguales. Ése es el problema.
En la casa de campo, Eduardo y el arquitecto Solórzano yacen desnudos sobre la cama, mejor dicho, el musculoso ingeniero echado encima del funcionario municipal, a quien le clava su pinga por el culo.
Ambos gimen, tiemblan, gozan de cada segundo de placer, hasta que Eduardo eyacula dentro del ano del pasivo.
Minutos después, ambos descansan un momento.
- Oye, ¿y no habrá una vacante en tu constructora?
- Fácil cuando acabe esta obra, y si Zacarías no se retrasa en los pagos.
- No lo ha hecho hasta ahora, gracias a mí.
- Cierto, y gracias por eso.
- Oye, a quien vi en la municipalidad hace poco fue a un empleado tuyo: el negro con quien cachamos la vez pasada.
- ¿Jonás?
En la oficina de Renzo, Gustavo y él siguen juntos, abrazados y a puerta cerrada.
- ¡Cómo que ya te mudas! ¿Y tu recuperación?
- No te preocupes, la herida de bala ya no es de cuidado. Nada más tendremos que regresar mañana a Lima a ver mis cosas. Digo, si puedes ayudarme. Sabes que no puedo cargar peso, por ahora.
- Pero, no he buscado depa. Además… lo otro… tu diagnóstico.
- Tranquilo. Todo está bajo control. O… ¿me vas a dejar?
- Renzo siente un espasmo. ¿Dejarlo? No. Gustavo –según Renzo- tiene algo dentro que puede traerse abajo su salud si no toma las decisiones correctas.
- De acuerdo. Te acompañaré.
- Listo. Buscaré un depa, ahorita saliendo.
- Gustavo deja la oficina de Renzo. Cuando llega a la puerta, se choca con Jonás, quien va a buscar a Eduardo para pedirle prestada la casa de campo.
- Disculpe.
- No, disculpe usté. Perdone, ¿viene a ver al inge Eduardo?
- No. Venía a ver al ingeniero Renzo.
- Ah. ¿Y no está con el insoportable de su asistente?
- ¿Insoportable? ¿Por qué insoportable?
- El chiquillo no es lo que parece.
- ¿Ah sí? Verá… yo soy Gustavo, pareja de Renzo. ¿Podría contarme más?
- Jonás reacciona asustado al inicio, pero la confianza que le da este pata le hace creer algo: es hora de tejer una alianza.
(CONTINUARÁ)
© 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.
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