Por: N-Azz
Cuando Anselmo regresó de la escuela, una tarde, quedó anonadado, viendo cómo Agapito absorbía la última gota de cañazo, mientras un potente chorro de semen se disparaba desde su grueso pene. Estaba completamente desnudo, en el medio de su sala, aferrando su miembro con firmeza.
Cuando fue a ayudarlo, el borracho lo miró fijamente a los ojos, lo tomó de la muñeca, y lo obligó a arrodillarse. Anselmo cayó pesadamente junto a su progenitor ya incorporado.
“¡Lame!”, le ordenó Agapito. “¡Lame, carajo!”, insistió. Forzó la cabeza de su hijo hasta su vientre, donde el líquido blanco y pegajoso se precipitaba lentamente en dirección al suelo de madera.
La nariz de Anselmo se manchó con el fluido, y comenzó asacar la lengua cuando sintió que la mano de su padre comenzaba a destrozarle la nuca. Agapito se retorcía espasmódicamente a cada lengüetazo, a la vez que jadeaba con dificultad.
En su afán de rescatar las últimas gotas de semen, Anselmo topó su barbilla con el pene de su padre. Estaba duro y caliente.
“Mámalo”, le dijo casi suspirando, y con los ojos cerrados.
Anselmo no podía creerlo. Dudó.
“¡Mámalo, mierda. Aquí nadie te va’ver!”, le espetó casi perdiendo la paciencia.
El adolescente conocía ese tono. Lo que vendría a continuación era una bofetada cantada, que le dejaría zumbando las orejas por el resto de la tarde. era aguantar o desobedecer. Pero, ¿desobedecer a tu padre en San Jerónimo, el paraíso en lo alto de la sierra, donde ahora se había abierto un boquete de infierno?
Anselmo abrió su boca, comenzó a succionar el glande, y poco a poco fue introduciendo el resto del miembro, lubricándolo con su saliva caliente. Agapito comenzó a gemir, cada vez más corto y fuerte. “Así. Así. Yo sabía que eras bueno en eso”.
Cuando Agapito pudo abrir los ojos, borracho y excitado, notó la cabellera de su hijo confundiéndose con su vello púbico. Lo agarró del pelo y comenzó a exigir rapidez.
Alzó su mirada, y vio UN trasero redondeado. Al momento que una de sus manos lo pudo alcanzar, sintió que un nuevo chorrro de semen se le salía de las entrañas.
A poco de experimentar el segundo orgasmo, quedó inconsciente.
Agapito despertó. Estaba tiritando de frío sobre el suelo helado de madera. Se había quedado dormido casi en posición fetal, desnudo y con un fuerte dolor de cabeza, como si las piedras de san Gerónimo se hubieran estrellado contra él.
La luz que entraba tímidamente por la puerta anunciaba el ocaso, con unos tonos ocres encendidos.
Fue a su cuarto a buscar ropa. casi nada estaba limpio. Cuando se vistió, terminó de abrir la puerta. Probablemente su hijo estaba cerca.
Por un instante se preguntó si alguien lo había visto dormido, como vino al mundo, sobre el piso de su casa. Si era su hijo, no había mayor problema, pues casi siempre se veían sin ropa; pero, si fuera alguno de los compadres o comadres, ¿con qué cara iría a la tienda del pueblo, o a la cantina, o al presidente de la ronda?
¿Anselmo regresaría pronto?
Negativo.
Entonces, se puso ambas manos alrededor de la boca, haciendo bocina: “¡Anselmo, Anselmo!”
gritó por un cuarto de hora.
Negativo.
La noche comenzaba a caer, el frío se incrementaba. Fue a buscar la linterna para ver si podía seguir el rastro de su retoño.
mierda. El aparato no estaba por ninguna parte.
Se sentó a pensar con tranquilidad.
¿Y si el muchacho hubiera ido a cortar leña para la cena? ¿Acaso no era lo más lógico? ¿No pasaba eso todas las noches? Además, el sitio para cortar leña estaba algo distante de la casa.
Cuando ninguna silueta era perceptible en aquel paraíso,Agapito entendió que algo malo pasaba, pero le restó importancia, y a tientas, trató de prender algunos carbones en la cocina, encender un candil, y prepararse algo.
© 2012, 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres y situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.
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