jueves, 3 de octubre de 2013

Cuaderno de Obra (39)

Creado por N-Azz. Escrito por Hunk01 y N-Azz.

 

Golpes en la puerta del departamento que Gustavo y Renzo comparten, mejor dicho compartían. Es Eduardo.

Lo primero que le llama la atención al recién llegado es la papelería dispersa sobre la mesa.

-          No me digas que Renzo lo hizo. ¿Lo descubrió finalmente?

-           No. Yo estoy viendo si él ha visto algo más. Se fue definitivamente de aquí. Usó a su asistente como su mula de carga.

-           ¿Y descubrió algo?

-           No, parece que no. Sólo me descubrió a mí cachando con su asistente.

-           Pero recuerda que Tito y él nos estuvieron espiando. Ahora Renzo es más peligroso que antes: sabe mucho, está despechado. Es una mezcla explosiva.

-           ¿Qué hacemos entonces?

-          Eduardo se acerca a Gustavo, lo toma de la cintura, y lo besa en los labios.

-           Relajémonos. Tú sólo encárgate de encubrirlo todo.

 

Al día siguiente, como todos los lunes, Renzo acude a trabajar temprano. Revisa documentos y apuntes en su oficina, cuando súbitamente entra Juan con un papel.

-          Inge, su orden del día.

-          Juan mira a ambos lados.

-           Inge, por nada del mundo…

-           ¿Ingeniero Renzo?

-          Es Ezequiel, quien entra de improviso. Renzo se sorprende, recela.

-           Juan, quédese.

-           Disculpe, ingeniero. Sólo vengo a dejarle esto.

-          Ezequiel alcanza un sobre, e incluso lo abre para que Renzo no desconfíe y le muestra el contenido: papeles. Le deja el sobre encima de la mesa y se va.

-          Juan y Renzo se quedan sorprendidos, hasta que el segundo descubre los impresos y las notas.

-           Santa Madre Mía. ¡Las pruebas! Don Juan, necesito que lleve esto urgente a su casa. Yo lo encubro. Eduardo aún no llega. Por favor.

-           Pero, ingeniero.

-          Renzo guarda todo y pone el sobre en las manos de Juan.

-           Por favor. Vamos a salvar vidas.

-           Ya, ingeniero, yo lo llevo, pero tiene que…

-           ¡Ingeniero!

-          Un obrero entra, le urge ir a la construcción para verificar unos insumos. Renzo disimula, se pone serio.

-           Señor Juan, aquí está para trabajar, no para huevear. ¡Haga lo que se le ordena!

-           Si, ingeniero. Como ordene.

-          Renzo toma su casco blanco, y se va de su oficina.

-          Juan se aferra al sobre. Mira a ambos lados. Sin perder tiempo, va corriendo a su casa. Su siguiente plan es refugiarse allá.

 

Gustavo y Eduardo llegan a Máncora. Son casi las once. Nada más se alojan en un discreto hotel, el ingeniero hace unas llamadas. Gustavo abre la ventana: es una mañana soleada, el mar rompe alto, varios surfers corren a lo lejos.

-            Todo arreglado. Zacarías y Jonás están por Chiclayo. Se quedarán todo el día.

-          Gustavo tiene el rostro sombrío.

-           ¿Seguro que esto es correcto?

-           Ya olvídate de Renzo. Decide: nos quedamos acá a tirar como anoche, o vamos a ligar con esos surfers. Serán todo lo cuerpotes que quieras, pero a la hora de la cama, saben darte el culo.

 

A lo largo de esa jornada, Renzo ha estado yendo y viniendo de la construcción, verificando medidas, viendo detalles. Sólo queda una semana para entregar la obra.

Toma su casco nuevamente y camina hasta ella. Debe verificar lo que será un baño.

En la pieza, toma medidas, hace apuntes. De pronto, siente que las paredes crujen.

-          Dios mío, no puede ser.

-          Se queda en silencio. Otro crujido. Mira a su derecha: una fina grieta se hace en toda la pared.

-           ¡esto se va a caer!

-          Va a la puerta para alertar al personal, cuando Wilo, el asistente de Eduardo lo bloquea blandiendo una varilla de construcción. Renzo no sabe qué hacer.

-           Hasta aquí nomás, ingenierito. Sabes demasiado.

-          Wilo levanta la varilla. Renzo cierra los ojos esperando lo peor.

-          Entonces, ¡ungolpe!

-          Renzo abre los ojos. Está ileso, pero en la puerta ve dos pares de zapatos, uno encima del otro. Entonces, uno de ellos se incorpora: es una figura familiar.

-           ¡¡Tito!!

-           Renzo. Tranquilo. Todo está bien. Tranquilo. Yo estoy aquí.

-          Renzo se abraza fuerte a Tito, llorando.

-           Dime que esto es real.

-           Tranquilo. Vine tan rápido como pude.

-          Renzo reacciona.

-           ¡Tienes que salir de aquí! ¡Esto se va a derrumbar!

-           ¿Y tú?

-           Recojo esos papeles y te sigo. Pasa la voz a todos.

-           No, te ayudo. No te dejaré solo.

-          Los dos recogen los papeles que Renzo había tirado, hasta que, por fin, los tienen todos unidos.

-           Salgamos.

-          En sólo segundos, ambos se miran, se besan profundamente en la boca.

-           ¡Salgamos!

-          Entonces, se escucha un ruido ensordecedor, que asusta a todos, mientras paredes, ladrillos y techo se vienen abajo.

-          Cuando todo el mundo reacciona, el capataz llama a todos por su nombre. Todos responden.

-           Listo. Todos estamos bien. A limpiar.

-           ¡¡¡Nooooo!!!

-          Juan llega con varios vecinos armados conpalos y piedras.

-          El capataz y los obreros no saben qué hacer, porque ahora los rodean.

-          Juan se acerca al capataz.

-           El ingeniero y mi sobrino. ¡El ingeniero y mi sobrino, te he dicho, reconchatumadre!

-          El capataz reúne algo de cínico valor.

-           Ya fueron, Juan. Ya fueron.

 

(CONTINUARÁ)

 

© 2013 Hunks of Piura Entertainment. Esta es una obra de ficción: cualquier parecido con nombres, lugares o situaciones es pura coincidencia. Escribe a hunks.piura@gmail.com o comenta aquí.

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