Los secretos sexuales de Alberto y edú les permiten tejer nuevas alianzas.
“¿Cómo dices,
pá?” Pedro abre sus dulces ojos con incredulidad.
“Ya te dije: el
lunes vas a Piura apenas tengas tiempo y le presentas tus papeles a ese…”
“Papá,¿y por qué
no me consultaste antes?”
Julio se para en
seco y sonríe cachosamente a su hijo: “Oe, huevón: ¿y desde cuándo tengo que
consultarte cosas? Si vives en esta casa, tienes que hacer lo que diga y punto,
¿entendido?”
Pedro lanza una
mirada de impotencia y desafío: “entendido, pá”.
Pasando las once
de esa noche, el muchacho está sentado como copiloto en la camioneta parroquial
rumbo a Piura. Conduce el Padre Alberto. En el asiento trasero, Alejo le
acaricia los enormes muslos a Marcano y a Miguel aprovechando la oscuridad.
“No puedo creer
que Julio te haya pedido eso”, menea la cabeza el sacerdote.
“Lo que más me
jode es que ahora me saque las reglas de la casa”.
“Oe, Pedro”,
interviene Miguel, “ya tienes DNI azul: independízate”.
“Si tuviera de
qué vivir, lo haría corriendo”, responde el chico.
“A ver,
muchachos, no lancemos consejos precipitados”, aclara el Padre. “Pensemos
fríamente las cosas y veamos salidas… Yo quiero a Pedro dentro del AS, pero
tampoco puedo ofrecerle más…”
“¿Y dentro de
ASs?”, pregunta Alejo al descuido.
Miguel le aprieta
la pierna.
“¡Au, mierda!
Mejor mámame el huevo, cojudo”, reacciona el musculoso en son de broma.
“¿Qué es ASS?”,
curiosea Miguel.
“No es nada”, se
entromete Miguel. “Es lo que le sobra a Alejo y que se lo voy a cachar hoy”.
Una cuadra antes de
la discoteca donde esa noche darán el show porno, la camioneta se para.
“Bajen chicos”,
avisa el sacerdote. “Aguas con los chismosos”.
Marcano, Alejo y
Miguel descienden y caminan hacia el antro.
“Casi la cagas”,
dice el último de ellos al musculoso.
“Puta madre”,
reacciona Alejo. “¿Por cuánto tiempo más le piensan ocultar la vaina?”
“Vaina es la que
te voy a meter por el culo, huevón”, sonríe Miguel.
La camioneta
sigue su camino.
“Alberto”,
inquiere Pedro. “¿Hay algo que debo enterarme y no sé?”
El Padre mira a
su monaguillo: “Algo no; mucho más bien”.
La mano del
sacerdote acaricia el muslo de Pedro.
En el camerino de
la discoteca, Miguel está calato y dejándose untar crema depiladora en su
pecho, axilas, culo y piernas.
“Solo te
recortaré el vello púbico y te afeitaré las bolas”, avisa Flavio.
A su lado,
Marcano y alejo tampoco tienen ropa; se depilan también pero solo en piernas y
axilas.
“Sigo sin
entender por qué tanto secretismo con Pedro sobre ASS”, comenta el venezolano.
“Porque piensa
que estamos afectando al Padre Alberto”, responde Miguel.
“Pero si lo
afecta que hagamos porno, ¿por qué nos ttrajo en la camioneta?”
“Porque el Padre
Alberto es parte de ASS”, al fin se suelta Flavio.
Marcano se
sorprende. Mira a Alejo quien evidentemente se avergüenza y a Miguel quien
evidentemente se incomoda. La puerta se abre. Entra Willy.
“No saben a quién
acabo de encontrarme mientras calibraba las cámaras”, informa sonriendo.
“¿A mi viejo con
una escopeta?”, bromea Flavio.
“No. A Eliezer,
el que se cacha en secreto a José Luis”.
Marcano, Alejo y
Miguel se intrigan. Flavio se pasa el índice por en medio de la raja del culo y
se lo lleva a la boca: “Justo donde lo quería”, sonríe.
Ya pasada la
medianoche, Enrique entra a la sala de su casa en Los ejidos e invita un vaso
con agua a un desconcertado Pedro.
“Ahora ya sabes
por qué Angels Corporation es donante de AS”.
“entonces, el
Padre…”
Enrique acaricia
el muslo de Pedro: “Es una larga historia, pero sí: es el beneficiario, pero
porque este proyecto ya lo conozco de México, cuando Beto lo impulsaba hace
años”.
“entonces…
ustedes ya se conocían”.
“Casi 15 años.
Ahora, sobre la ideota de tu padre, mi sugerencia es que le hagas caso”.
“Pero… yo…”
Enrique acerca su
cara a Pedro y lo besa en la boca: “Confía en mí”, le guiña un ojo.
Justo ahí, el
Padre Alberto baja las escaleras con una ropa más sexy: “Ya estoy listo”,
anuncia.
A 200 kilómetros
al sur, en Chiclayo, Bartolo toma un vodka con naranja en un barcito gay cerca
de la avenida Balta cuando, paseando su mirada por la concurrencia, identifica
a alguien que fuma un cigarro mientras ve cómo dos patas cachan en una
pantalla. Se le acerca sin roche.
“¿Edú?”, le pasa
la voz.
El pata voltea
como resorte y lo mira medio asustado. Veinte minutos después, en un hostal
cercano, ambos entran a un cuarto y comienzan a besarse en la boca en medio de
abrazos y caricias. Al mismo tiempo, se van quitando la ropa. Cuando están
totalmente desnudos, comienzan a revolcarse en la cama mientras sus penes ya
erectos se estrujan uno contra el otro.
“Tienes rico culo
y rico cuerpo, pero no tengo condones”, advierte Edú.
“Tengo uno… ¿te
la meto o me la metes?”
“Puedes hacerme
vaciar sin que te la meta o me la metas?”
“Corrección, Edú:
ambos vamos a vaciarnos al mismo tiempo sin meternos la pinga”.
Comienzan a mover
sus pingas mientras la cascada de besos y caricias se sucede una tras otra. Entonces Bartolo se sienta sobre la verga de
edú masajeándola con la raja de sus nalgas; Edú se sienta para que el falo del
otro chico se roce en su abdomen. Es la pajeada mutua perfecta sin usar las
manos. Bartolo mueve su culo con una rapidez de bailarín; edú, a pesar de la
postura, también cimbra su cadera mientras chupa las tetillas de Bartolo.
“Voy a eyacular,
mierda”.
“Yo estoy
enterito”, sonríe Edú.
“Ah, mierda. Ah,
se me viene la leche. Ahhh”.
Bartolo riega su
esperma entre su vientre y el de Edú, y se detiene. Besa a su amante ocasional.
“Perdona por
adelantarme”.
“Pierde cuidado…
quizás se debe a que me pajeé antes de ir al bar”.
“¿Por qué
desapareciste de San sebastián?”
“Porque… porque
tengo VIH”.
Bartolo se
sorprende al primer segundo, pero recuerda que está entrenado para recibir y
asumir ese tipo de respuestas.
“en vez de huír,
deberías estar calificando para recibir tratamiento: el que tengas VIH, no
significa que dejes de tener sexo, claro,con protección”.
“Si regreso,mi
único apoyo y amante serías tú”.
“Te equivocas:
creo que Marcano te apoyaría también. En mi caso… no sé si quiero regresar”.
“¿Y por qué no
quieres regresar a San Sebastián, donde se come y cacha rico?”
“Hoy en el bus,
tempranito, se la estaba chupando a alguien y…”
“¿Te
descubrieron?” Edú casi se carcajea.
“No me parece
gracioso”, reclama Bartolo. “Seré la comidilla”.
“Mira: si algo
estoy seguro sobre San Sebastián es que donde menos pisas, hay un gay caletaza
y calatazo. Eso sin contar las declaradas, las tracas”.
Bartolo mira
fijamente a Edú: “Si tú regresas, yo regreso”.
“¿En serio me
apoyarás?”
“Dicen que eres
el mejor cachero de la ciudad… ¿por qué no hacerlo?”
Edú sonríe, besa de nuevo los labios de Bartolo, se acuesta encima suyo: “Ahora me toca derramarte mi leche, ¿te parece?”
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