A la mañana siguiente, lunes, cuando Gibrán llega al Steel Fit Gym, encuentra una gigantografía de Osmar en la recepción con un destello amarillo al costado y el aviso ‘clases premium’ en rojo encendido. De espaldas, el cuerpo muscularmente hipertrofiado de Luis Miguel, el propietario del local, en ropa deportiva limpiando el polvo de la flamante impresión. Al notar que no está solo, gira su tronco:
“Solo aplica
a los alumnos nuevos”, aclara. “A los antiguos, recién desde la próxima
membresía… Aunque ahora que van a contratarlo de la tele, tendré que apurarme
buscando alguien que lo cubra”.
Gibrán mira
la foto otro ratito más, sonríe con cierta tristeza y avanza hacia su clase.
Al mediodía, en el departamento de Giaccomo Viteri, Zaira y Evandro almuerzan con el joven director.
“Ya decía yo
de cuándo acá Zaira era tan específica y prolija con las indicaciones en el
guión”, comenta sonriendo .
“Lo hicimos
debido al veto que Escalante lanzó”, explica también sonriendo la directora.
“Si aparecía su crédito, él era capaz de bloquearnos todo”.
Giaccomo
mueve la cabeza:
“Pobre Arnold…
Miren, chicos, yo creo que llevarla al cine como adaptación no sería un éxito
comercial; lo que se me estaba ocurriendo es contar qué pasó después del final agregando
un personaje sin perder el estilo de la obra. ¿Qué dices, Evan? Finalmente,
contigo tendremos que hablar de ahora en
adelante, ¿no?”
“¿Tienes
alguna idea?”
“El cuarto
personaje que propongo no debería ser religioso… un laico, en principio”.
“Ya
entiendo”, reflexiona Zaira. “Lo que trata es de evitar que el montaje o la
cinta se spoileen entre sí”, dice a
Evandro.
“¿Ustedes
harían esa adaptación?”, pregunta el joven actor algo escéptico.
“Keith, tú y
yo. Lo haremos al estilo brasileño: hacemos lluvia de ideas, vemos qué trama
podría funcionar, planteamos sinopsis, votamos y armamos toda la historia”.
“¿Con el
mismo elenco, no?”
“Más el cuarto personaje…”
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