Alejo va al médico preocupado por su culo recién estrenado.
El doctor Talledo
es un privilegiado. Frente a sí, sobre la camilla de su cconsultorio, un chico desnudo
y musculoso está dispuesto en posición de fiel musulmán, esto es apoyado
solamente sobre sus rodillas y antebrazos, las dos nalgas bien abiertas
mostrando un ano con todos sus pliegues.
El doctor Talledo
coloca un desinfectante sobre sus guantes de látex, toma la piel de las nalgas
alrededor del ano y de un tirón repentino la expande:
“Mmmm”, canturrea
detrás de su mascarilla quirúrgica. “Mmmm”.
“¿Cómo está,
doctor?”, pregunta un angustiado Alejo.
“¿Yo? Bien,
gracias. ¿Cómo estás tú?”
“Doctor”, casi
reclama Alejo. “No se juegue así”.
“Listo. Puedes
bajarte. Todo en orden, excepto que tienes un hermoso culo conalgunos vellitos
coquetos y tu ano está perfecto para un buen beso negro. Fuera de eso, todo OK.
Miguel hizo un trabajo de cirujano”.
Alejo se baja de
la camilla y gira aún asustado:
“¿Eso es todo,
doctor?”
“A ver, Alejo:
Miguel solo te metió la cabecita, ¿no? Nunca tu ano había recibido un pene. Lo
bueno es que usó lubricante, si no otra sería la historia; pero no hay
laceración, ni inflamación, ni desgarro. Nada. Además, dices que te lo sacó
apenas sentiste dolor…”
“Pero me ardió un
poco cuando nos pajeamos después y las di”.
“Pero no cuando
fuiste al baño esta mañana, si no escuché mal”.
“Lo normal”, se
sonroja Alejo.
“es lógico lo de
la pajeada: tu ano acababa de ser penetrado, aún estaba con el trauma fresco;
entonces cuando eyaculamos, los músculos de esa zona se contraen violentamente
y eso explica todo. Pero ya te dije: no hay nada, aunque igual si quieres
vienes en una semana a ver si hay infección, o cuando sientas molestias. Ahora,
si quieres un 99 punto 99 por ciento de certeza en mi diagnóstico, manda a
Miguel para que se haga un chequeo, y conversa con él para que te revele los
detalles. Solo espero que tome su Truvada® como le indiqué; igual que espero tú
la sigas tomando, especialmente ahora que vas a incursionar en el cine porno”.
Alejo, aún
desnudo, se sienta en la camilla.
“Salió de un
momento a otro. Yo solo iba a posar calato y con la pinga dura”.
El infectólogo
escribe algo en su talonario de recetas.
“La pregunta,
qquerido Alejandro, no es cómo ibas a
posar sino cómo te estás protegiendo para evitar infecciones de transmisión
sexual. Asumo que usas preservativos con tus clientes, ¿no?”
“Claro, doctor.
Eso de ley. Nada sin forro”.
“Mmm. ¿Y la
Truvada®?
“Todas las noches
a las ocho, como recetó”.
“Listo,
Alejandro. Mientras tengamos todo bajo control, no tenemos nada que temer, pero
siempre debemos estar alerta”. El doctor Talledo desglosa la receta y se la
entrega al paciente: “Ya puedes vestirte o…”, el médico mira su reloj, “como
todavía ttenemos ocho minutos de consulta, si no te vistes, me vas a obligar a
hacerte una fellatio aquí mismo”.
Alejo sonríe:
“¿Nadie entra
aquí?”
“No, pero… súbete
a la camilla al toque”.
En menos de 20
segundos, Alejo está echado boca arriba y el doctor Talledo, olvidándose de
cualquier norma de bioseguridad, usa sus labios y su lengua para estimular el
pene del muchacho, mientras que con su mano le acaricia los huevos.
“Así, doctorcito,
qué rico la chupas”, susurra el ‘paciente’.
En unos 15
segundos, los 18 centímetros de carne, venas y cuerpos cavernosos ya están
duros. El doctor Talledo, quien en sus 37 años de vida y once de experiencia
profesional parece haberlo visto todo, siente una fascinación especial por este
falo. Se diría que casi le rinde culto. Lo mama duro y bien, trata de
tragárselo todo y más bien se atraganta (aunque sin escándalo), quiere
ordeñarlo a toda costa, pero si Alejo comienza a tener fama, es precisamente de
retardar su eyaculación tanto como quiera.
El médico
entonces emboca los grandes testículos y los hace pasear entre su lengua y su
paladar. Mira su reloj:
“Me quedan dos
minutos. ¿Puedo hacerte un beso negro?”
Alejo lo duda
unos segundos, pero… ¡solo quedan dos minutos! Gira.
“Ponte como
cuando te examiné pero al filo de la camilla”.
Alejo hace como
le piden, y Talledo vuelve a usar sus dedos para separar más las duras y
musculosas nalgas y mete su lengua al ano de Alejo, quien suspira y hace
esfuerzos para no gemir de placer… porque siente mucho placer, tanto como al
meter su pinga en cualquier boca o culo. Comienza a jadear, y justo en lo
mejor…
“Listo. Baja y
vístete”.
Cuando el doctor
Talledo sale del baño unos 20 segundos después de enjuagarse bien la boca,
Alejo ya está con las zapatillas y el jean puestos. Ahora se coloca el polo. El
médico va a su escritorio y Alejo lo sigue.
“No olvides la
receta”.
El paciente toma
el papel y descifra la caligrafía:
“Li-do.ca… ¿qué?”
“Lidocaína en gel.
La próxima vez que decidas recibir un pene en tu ano, te la aplicas al menos 45
minutos antes en el esfínter,con las manos limpias, y eso anestesiará la piel,
pero si te penetran fuerte, no evitará traumas posteriores, así que el uso de
lubricante en tu caso sigue siendo obligatorio”.
“Pero yo solo soy
activo, doctor”.
Talledo sonríe:
“Ya, alejo.
Quítate de la cabeza eso de activo, pasivo, moderno o lo que sea. A la hora de
tener sexo, todos disfrutamos igual”.
“Gracias, doctor…
Solo una pregunta… si me dejo hacer el beso negro… ¿soy moderno o moderno
activo?”
Talledo le vuelve
a sonreír:
“Nada de eso. Yo
diría que eres… un hombre sexualmente liberado”.
Antes de ganar la
calle donde queda el centro médico privado al que acudió esa mañana, Alejo saca
su celular y hace una llamada:
“Ya acabé acá.
¿Voy a esperarte a la placita?”
“Sí, no demoro
nada”.
La alarma de
llamada entrante suena en el aparato:
“Listo, voy para
allá”.
Alejo da pase a
la otra llamada:
“enrique, hola”.
“Hola, cabrón.
¿Sabes? Estoy viendo tus fotos aquí en la casa y me gustaría platicar un rato
contigo. ¿Tienes tiempo?”
“Claro, te
escucho”.
“No, morro. Tiene
que ser en persona. Yo pago tu pasaje si estás en tu finca”.
“No. Estoy acá,
en piura”.
“¿Por qué no vienes, entonces? Toma un taxi y lo pago aquí”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario