A la mañana siguiente, Osmar y Evandro lucen más relajados en el gimnasio, pero Gibrán cree que lo más prudente es seguir conservando distancia. Ni siquiera hace el intento de forzar otra coincidencia con el segundo al momento que se va a duchar. Tras terminar su sesión de sesenta minutos de puro physique y salir de asearse, encuentra a Osmar algo absorto mirando los clasificados en el diario.
“¿Buscando
empleo?”
El instructor
reacciona sonriendo:
“No, vale.
Buscando casa”.
“¿Algo en
mente?”
Osmar
describe a Gibrán la misma idea que le dijo la otra noche a Evandro: algo con
cierto espacio, donde se pudiera montar algún espectáculo discreto, recibir a
los amigos, estar más abrigado…
“¿Por qué no
vas a verme a mi casa a las ocho, ocho y media esta noche? Conozco un sitio que
podría interesarte”.
“No puedo,
pana. A esa hora estoy camino al teatro, pero mañana a esa hora creo que estoy
libre… ¿está cerca?”
“Recontra
cerca”.
“Nada que hacer, huevón: los astros se te están alineando”, celebra Evandro mientras va camino al teatro con Osmar. “Primero, el contrato de publicidad; ahora un posible sitio. ¡Nacionalízate, pendejo!” El galán se carcajea.
“No lo sé.
¿Por qué no me acompañas?”
Evandro mira
por un instante a su amigo:
“¿estás
seguro?”
“me sentiría
más seguro”.
“De acuerdo.
Así lo haremos”.
Al llegar al
teatro, Alexis se los queda mirando y se sonríe. Está tentado a preguntar por
lo obvio, pero, ¿para qué preguntar por lo obvio?
A la noche siguiente, cuando Osmar descansa del teatro llega al departamento de Gibrán con Evandro… y con Alexis. El dueño de casa se sorprende al ver la comitiva.
“¿Está lejos
de aquí, pana?”, le pregunta el entrenador.
“No”,
responde Gibrán dudando.
En pocos
minutos, muestra una habitación dentro de su propio departamento. Está
semivacía. Apenas tiene una cama tipo tarima con un colchón protegido por una
sábana blanca, una mesita de noche, armario empotrado, , ventana con cortinas
cerradas, una luz eléctrica amarillo pálida desde un foco LED.
“Está
chévere, pana, pero… mis horarios son…”
“Te daría
otro juego de llaves para la puerta de la calle y la del depa; además, tendrías
tu propia llave de este cuarto”.
“¿Y el uso
del baño?”
“Cuando salgas
al gym, yo estaré dormido aún; cuando
regreses, yo estaré en el trabajo; cuando salgas al teatro, a lo mejor
coincidimos en la puerta de abajo o quizás no. Recién nos veríamos a
medianoche, si aún estoy despierto. A lo mejor el sábado, y más seguro el
domingo nos tendríamos que organizar. Ah, porque organizaríamos las tareas, la
limpieza, los accesos, esas cosas”.
“¿Y los
costos?”, sonríe Osmar.
En la sala,
Evandro toma cola negra y Alexis bebe agua.
“Si tú dices
que no hay nada, no hay nada”, dice el segundo.
“Estás viendo
fantasmas donde no hay, huevón”, responde el primero mirando si ya salen del
cuarto. “Ojalá no demore”.
“Seguro se lo
está comiendo”.
“Os es medio
monse para eso”.
Al fin,
Gibrán sale con el instructor y se reúne con Evandro y Alexis en la sala.
“Lo tomo”,
anuncia Osmar.
“Seguro?”,
pregunta dubitativamente Evandro.
Alexis
carraspea.
“Va a tener
sus propias llaves, pueden venir a verlo cuando deseen, y… si quieren ensayar,
el espacio es enorme”, anuncia Gibrán.
“¿Cuándo te
mudarías?”, consulta Evandro.
“En una
semana, aprovechando el descanso”, responde Osmar. “Lo ideal hubiese sido este
domingo pero ya ssabes que tengo ese viaje”.
“¿Ya
arreglaron lo de los cost…?”
“Tranquilo,
pana. Ya todo está acordado”.
“Entonces,
podemos venir a visitar al Osmar sin tanto roche”, al fin abre su boca Alexis.
“Cuando
quieran, chicos”, confirma Gibrán.
Evandro se
pone de pie:
“Si ya arreglaron,
no se diga más. Tenemos que movernos rápido”.
Osmar entiende
que debe despedirse, así que da la mano a su alumno; Evandro hace lo mismo:
“¿Nos
vamos?”, invita a Alexis.
“Pensé que
iban a quedarse un rato más; iba a preparar una cenita”, explica Gibrán.
“Tenemos un
compromiso y…”
“Tenemos
suena a manada”, interrumpe Alexis. “Vayan ustedes… yo… apreciaré la
invitación… Zaira rrecién se aparecerá en la casa a las diez o diez y media. No
voy a hallarme solito allí”.
Osmar y Evandro
se desconciertan por un momento pero no insisten. Terminan de despedirse y se
van. Gibrán los acompaña. Cuando el anfitrión regresa, Alexis está recostado
sobre el sofá, descalzo, sobándose el paquete.
“¿Y cuál es
el menú?”, pregunta. “¿O prefieres que yo elija?”
Gibrán traga
saliva y no sabe qué responder, hasta que ensaya una salida:
“¿qué
sugerirías tú?”
Alexis se
pone de pie y lentamente se quita la chompa y el polo. Su pecho velludo está al
descubierto. Pero la sorpresa de la noche viene cuando se quita el pantalón.
“No te
pusiste ropa interior”, se sorprende Gibrán.
“Ni falta que
me hace”, responde el actor acariciándose la verga.
Minutos
después, ambos están arrodillados, abrazados, frente a frente, sobre la cama
del dormitorio principal, totalmente desnudos. Alexis besa en la boca a Gibrán,
mete su lengua, no tiene reparos en casi saborear la saliva del otro chico.
Entonces, le besa suavemente el cuello. Gibrán jadea despacio, gime mucho más
despacio aún.
A
continuación, mientras el anfitrión chupa el pene erecto y babeante del hombre
que está acostado boca arriba bajo su cuerpo, el segundo le abre las nalgas y
le mete lengua en el ano, el perineo, incluso las bolas. Aunque el pene de
Gibrán baila duro entre su mentón y su cuello, prefiere no chuparlo… por ahora.
Como
siguiente número de la sesión sexual, el actor unta un poco de su líquido
preseminal en el dilatado hueco del otro chico, se pone un condón y va metiendo
su masculinidad en la clásica pose de perrito. Bombea poco a poco, sin prisa
pero sin pausa.
“Así, Juan,
dame pinga rico. Así papi, así”.
Cuando Alexis
siente que ese recto ya está dilatado del todo, bombea más intenso al punto que
hace chasquear su pubis sobre las nalgas del muchacho, quien ahora gime y jadea
más fuerte.
“Rómpeme el
culo así. ¡no pares! ¡No pares!”
Alexis se
vuelve a acostar boca arriba y hace que Gibrán se siente sobre su verga gorda y
que comience a cabalgar. Ahora es el chico quien hace sonar sus nalgas contra
el cuerpo velludo del otro hombre.
“¿Te gusta mi
pinga?”
“Me encanta,
¡la quiero todita!”
Alexis toma
el pene de Gibrán y comienza amasturbarlo tan fuerte que las ráfagas de esperma
se esparcen por su vientre y pecho velludos, a la par que el agujero de su culo
se estrecha a la mínima expresión. Alexis
hace que Gibrán se arrodille en su colchón, mientras él se pone de pie,
se quita y tira el condón, y se masturba junto a la boca del muchacho:
“Saca la
lengua, carajo; toda la lengua”.
El glande del
pene descansa sobre las papilas gustativas del pasivo quien, en segundos,
siente el fluido pegajoso, caliente y acre inundándole la boca. No contento con
degustar, lo traga. Luego Alexis hace que Gibrán lama su propio semen aún
adherido al vello de su vientre y pecho.
Tras el
orgasmo mutuo, el anfitrión descansa sobre el firme y peludo cuerpo del
visitante. Le da un beso en la boca.
“¿Y qué fue
esto?”
Alexis
sonríe:
“Tómalo como
la inicial del alquiler de Osmar”.
Gibrán ríe.
“No era
necesario, pero… podría ser una forma de cobrar las mensualidades”.
“¿No
acordaron eso, acaso?”
“No
exactamente, pero ya sabes que los contratos tienen adendas”.
“Dímelo a
mí”.
“Solo una
duda… Osmar tiene rico cuerpo, un culazo, pero no se le paraba la pinga con
facilidad cuando hicimos el trío con Evandro… ¿acaso son pareja ellos dos?”
Alexis ríe
despacio:
“Ni idea,
huevón. Y si lo fueran, ¿te jodería?”
“No creo.
Conociéndome, no sirvo para tener pareja”.
“¿Por qué?”
“Soy un
infiel de mierda, y así como tú, quiero cachar con todos los patas ricos y
vergones que pueda conocer… por eso vivo solo acá”.
Alexis
carraspea. Por un rato pasa por su cabeza que, a sus treinta y cinco años, el
concepto de fidelidad aún no se ha arraigado como quisiera, aunque lo disfrace
de sexo por dinero, sexo por trabajo, sexo por favores, sexo por canje, pero
nunca de sexo por puro gusto.
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