sábado, 22 de enero de 2022

Proyecto Lujuria 4.1: Un nuevo hogar para el musculoso Osmar


A la mañana siguiente, Osmar y Evandro lucen más relajados en el gimnasio, pero Gibrán cree que lo más prudente es seguir conservando distancia. Ni siquiera hace el intento de forzar otra coincidencia con el segundo al momento que se va a duchar. Tras terminar su sesión de sesenta minutos de puro physique y salir de asearse, encuentra a Osmar algo absorto mirando los clasificados en el diario.

“¿Buscando empleo?”

El instructor reacciona sonriendo:

“No, vale. Buscando casa”.

“¿Algo en mente?”

Osmar describe a Gibrán la misma idea que le dijo la otra noche a Evandro: algo con cierto espacio, donde se pudiera montar algún espectáculo discreto, recibir a los amigos, estar más abrigado…

“¿Por qué no vas a verme a mi casa a las ocho, ocho y media esta noche? Conozco un sitio que podría interesarte”.

“No puedo, pana. A esa hora estoy camino al teatro, pero mañana a esa hora creo que estoy libre… ¿está cerca?”

“Recontra cerca”.

 


“Nada que hacer, huevón: los astros se te están alineando”, celebra Evandro mientras va camino al teatro con Osmar. “Primero, el contrato de publicidad; ahora un posible sitio. ¡Nacionalízate, pendejo!” El galán se carcajea.

“No lo sé. ¿Por qué no me acompañas?”

Evandro mira por un instante a su amigo:

“¿estás seguro?”

“me sentiría más seguro”.

“De acuerdo. Así lo haremos”.

Al llegar al teatro, Alexis se los queda mirando y se sonríe. Está tentado a preguntar por lo obvio, pero, ¿para qué preguntar por lo obvio?

 


A la noche siguiente, cuando Osmar descansa del teatro llega al departamento de Gibrán con Evandro… y con Alexis. El dueño de casa se sorprende al ver la comitiva.

“¿Está lejos de aquí, pana?”, le pregunta el entrenador.

“No”, responde Gibrán dudando.

En pocos minutos, muestra una habitación dentro de su propio departamento. Está semivacía. Apenas tiene una cama tipo tarima con un colchón protegido por una sábana blanca, una mesita de noche, armario empotrado, , ventana con cortinas cerradas, una luz eléctrica amarillo pálida desde un foco LED.

“Está chévere, pana, pero… mis horarios son…”

“Te daría otro juego de llaves para la puerta de la calle y la del depa; además, tendrías tu propia llave de este cuarto”.

“¿Y el uso del baño?”

“Cuando salgas al gym, yo estaré dormido aún; cuando regreses, yo estaré en el trabajo; cuando salgas al teatro, a lo mejor coincidimos en la puerta de abajo o quizás no. Recién nos veríamos a medianoche, si aún estoy despierto. A lo mejor el sábado, y más seguro el domingo nos tendríamos que organizar. Ah, porque organizaríamos las tareas, la limpieza, los accesos, esas cosas”.

“¿Y los costos?”, sonríe Osmar.

En la sala, Evandro toma cola negra y Alexis bebe agua.

“Si tú dices que no hay nada, no hay nada”, dice el segundo.

“Estás viendo fantasmas donde no hay, huevón”, responde el primero mirando si ya salen del cuarto. “Ojalá no demore”.

“Seguro se lo está comiendo”.

“Os es medio monse para eso”.

Al fin, Gibrán sale con el instructor y se reúne con Evandro y Alexis en la sala.

“Lo tomo”, anuncia Osmar.

“Seguro?”, pregunta dubitativamente Evandro.

Alexis carraspea.

“Va a tener sus propias llaves, pueden venir a verlo cuando deseen, y… si quieren ensayar, el espacio es enorme”, anuncia Gibrán.

“¿Cuándo te mudarías?”, consulta Evandro.

“En una semana, aprovechando el descanso”, responde Osmar. “Lo ideal hubiese sido este domingo pero ya ssabes que tengo ese viaje”.

“¿Ya arreglaron lo de los cost…?”

“Tranquilo, pana. Ya todo está acordado”.

“Entonces, podemos venir a visitar al Osmar sin tanto roche”, al fin abre su boca Alexis.

“Cuando quieran, chicos”, confirma Gibrán.

Evandro se pone de pie:

“Si ya arreglaron, no se diga más. Tenemos que movernos rápido”.

Osmar entiende que debe despedirse, así que da la mano a su alumno; Evandro hace lo mismo:

“¿Nos vamos?”, invita a Alexis.

“Pensé que iban a quedarse un rato más; iba a preparar una cenita”, explica Gibrán.

“Tenemos un compromiso y…”

“Tenemos suena a manada”, interrumpe Alexis. “Vayan ustedes… yo… apreciaré la invitación… Zaira rrecién se aparecerá en la casa a las diez o diez y media. No voy a hallarme solito allí”.

Osmar y Evandro se desconciertan por un momento pero no insisten. Terminan de despedirse y se van. Gibrán los acompaña. Cuando el anfitrión regresa, Alexis está recostado sobre el sofá, descalzo, sobándose el paquete.

“¿Y cuál es el menú?”, pregunta. “¿O prefieres que yo elija?”

Gibrán traga saliva y no sabe qué responder, hasta que ensaya una salida:

“¿qué sugerirías tú?”

Alexis se pone de pie y lentamente se quita la chompa y el polo. Su pecho velludo está al descubierto. Pero la sorpresa de la noche viene cuando se quita el pantalón.

“No te pusiste ropa interior”, se sorprende Gibrán.

“Ni falta que me hace”, responde el actor acariciándose la verga.

Minutos después, ambos están arrodillados, abrazados, frente a frente, sobre la cama del dormitorio principal, totalmente desnudos. Alexis besa en la boca a Gibrán, mete su lengua, no tiene reparos en casi saborear la saliva del otro chico. Entonces, le besa suavemente el cuello. Gibrán jadea despacio, gime mucho más despacio aún.

A continuación, mientras el anfitrión chupa el pene erecto y babeante del hombre que está acostado boca arriba bajo su cuerpo, el segundo le abre las nalgas y le mete lengua en el ano, el perineo, incluso las bolas. Aunque el pene de Gibrán baila duro entre su mentón y su cuello, prefiere no chuparlo… por ahora.

Como siguiente número de la sesión sexual, el actor unta un poco de su líquido preseminal en el dilatado hueco del otro chico, se pone un condón y va metiendo su masculinidad en la clásica pose de perrito. Bombea poco a poco, sin prisa pero sin pausa.

“Así, Juan, dame pinga rico. Así papi, así”.

Cuando Alexis siente que ese recto ya está dilatado del todo, bombea más intenso al punto que hace chasquear su pubis sobre las nalgas del muchacho, quien ahora gime y jadea más fuerte.

“Rómpeme el culo así. ¡no pares! ¡No pares!”

Alexis se vuelve a acostar boca arriba y hace que Gibrán se siente sobre su verga gorda y que comience a cabalgar. Ahora es el chico quien hace sonar sus nalgas contra el cuerpo velludo del otro hombre.

“¿Te gusta mi pinga?”

“Me encanta, ¡la quiero todita!”

Alexis toma el pene de Gibrán y comienza amasturbarlo tan fuerte que las ráfagas de esperma se esparcen por su vientre y pecho velludos, a la par que el agujero de su culo se estrecha a la mínima expresión. Alexis  hace que Gibrán se arrodille en su colchón, mientras él se pone de pie, se quita y tira el condón, y se masturba junto a la boca del muchacho:

“Saca la lengua, carajo; toda la lengua”.

El glande del pene descansa sobre las papilas gustativas del pasivo quien, en segundos, siente el fluido pegajoso, caliente y acre inundándole la boca. No contento con degustar, lo traga. Luego Alexis hace que Gibrán lama su propio semen aún adherido al vello de su vientre y pecho.

Tras el orgasmo mutuo, el anfitrión descansa sobre el firme y peludo cuerpo del visitante. Le da un beso en la boca.

“¿Y qué fue esto?”

Alexis sonríe:

“Tómalo como la inicial del alquiler de Osmar”.

Gibrán ríe.

“No era necesario, pero… podría ser una forma de cobrar las mensualidades”.

“¿No acordaron eso, acaso?”

“No exactamente, pero ya sabes que los contratos tienen adendas”.

“Dímelo a mí”.

“Solo una duda… Osmar tiene rico cuerpo, un culazo, pero no se le paraba la pinga con facilidad cuando hicimos el trío con Evandro… ¿acaso son pareja ellos dos?”

Alexis ríe despacio:

“Ni idea, huevón. Y si lo fueran, ¿te jodería?”

“No creo. Conociéndome, no sirvo para tener pareja”.

“¿Por qué?”

“Soy un infiel de mierda, y así como tú, quiero cachar con todos los patas ricos y vergones que pueda conocer… por eso vivo solo acá”.

Alexis carraspea. Por un rato pasa por su cabeza que, a sus treinta y cinco años, el concepto de fidelidad aún no se ha arraigado como quisiera, aunque lo disfrace de sexo por dinero, sexo por trabajo, sexo por favores, sexo por canje, pero nunca de sexo por puro gusto.

  

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