En las
oficinas de Cruz Dorada, Christian está sentado gastando la cuarta revista
institucional en la sala de espera en Gerencia. . Hace media hora que la
secretaria se ha despedido preguntándole si necesitaba algo y él le dijo que
no, tras haber llegado poco antes de las cinco. Chiquito entra y camina rápido
hacia la oficina de Ismael Nava.
“Disculpa”,
Christian se pone de pie, pero el hombre lo deja con la palabra en la boca e
ingresa veloz.
“Carajo”,
balbucea el abogado y regresa al sofá de cuero.
Busca en
su celular el número de Elga y está a punto de marcar cuando se abre la puerta
de la oficina de Nava y éste sale rápidamente con Chiquito. Christian se
levanta y le da alcance, pero el guardaespaldas lo bloquea.
“Ahora
no lo puede atender, doctor”, le dice empujándolo con el antebrazo.
“¡No
puedes tratarme así, oye!”, reclama Christian.
Nava
sigue su camino hasta la salida y le hace una seña a un guardia de seguridad
que reemplaza a Chiquito y retiene al abogado.
“Caballero,
tranquilícese, o llamo a la Policía”.
“?Oye!
¿Tú sabes quién soy yo?”, se infla Christian.
“Lo
siento, caballero. Está en propiedad privada y debe tranquilizarse o llamo a la
Policía”.
Christian
trata de salir del edificio pero el guardia se lo impide.
“¡esto
es secuestro!”, amenaza.
“Conserve
la tranquilidad, caballero, por favor”.
Chiquito
y Nava abordan una de las camionetas de Cruz Dorada y dejan el estacionamiento.
Cuando Christian por fin es liberado, corre hasta la camioneta que está
conduciendo, pero el otro vehículo ya se perdió en medio del tráfico.
Cuarenta
minutos después, Tito y Flor llegan a la casa y encuentran a Adán y Frank
sentados en el sofá. Al fondo, el AMW no ha suspendido su atención.
“Acabamos
de cruzarnos con la camioneta de ellos a mitad de camino”, informa el
gladiador.
Adán
toma una bolsa plástica blanca que está en el suelo, a un costado del sofá, y
se la lanza a su primo.
“¿Fueron
de compras?”
“Más o
menos”, responde el cuerpo de luchador. “Es un regalo para el biólogo”.
Tito
abre la bolsa: prendas manchadas en sangre. Mira a Adán, sorprendido.
“Es uno
de los sujetos que vino a molestar a Flor”.
“¿Cómo
lo consiguieron?”, se asombra Tito.
“Olvidaste
que fuiste un comando de estirpe?”, guiña un ojo su primo.
Tito sonríe
y cierra la bolsa; comienza a buscar en su celular, en tanto que Flor se libera
de su mochila.
“¿Y
dónde está el alumno nuevo, tío?”
“Viene
más tarde”, responde Adán.
“Y
espero que sano y salvo”, murmura Frank.
Flor no
entiende nada.
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