Padre Alberto cacha de lo mejor con Miguel cuando recibe una noticia que podría joder sus planes.
Nada mejor para
el Padre Alberto que terminar un domingo junto a Miguel, desnudándose mientras
se besan en el dormitorio del AS. Ambos se echan sobre la cama, uno encima del
otro.
“Entonces no te
dio pena coger con Alejo frente a una cámara”, concluye el sacerdote.
“Si aún viviera
en mi casa, creo que sí tendría un poco de roche; pero ya sabes que a ellos les
importé una mierda”.
“Ya, cuate.
¿Hasta cuándo vas a seguirles teniendo ese resentimiento?”
Alberto besa otra
vez en la boca a Miguel.
“ojalá a la gente
le guste mi culo velludo”, comenta el artista.
“?Por qué no les
podría gustar? Yo ya lo estaba extrañando… igual que tu verga”.
Ambos se dan un
nuevo beso; entonces Miguel se incorpora un poco, gira respecto a la posición
de Alberto y le coloca su pene en la boca mientras él se agacha a chupar el del
cura.
La pose del 69 es
perfecta no solo para que ambos se mamen mutuamente sus pingas, también para
que se succionen sus bolas y, aprovechando la flexibilidad de ambos, a que se
abran sus nalgas por igual y se practiquen el beso negro al mismo tiempo. Los
penes erectos descansan cada uno sobre
la hendidura entre los pectorales del otro.
Giran sobre la
cama. Ahora que el Padre Alberto está encima, aprovecha para incorporarse,
avanzar hasta el culo velludo de Miguel, levantárselo más, golpear su pinga
dura sobre el propio agujero y, en cuclillas, irla metiendo poco a poco.
Miguel, desde su ángulo, puede ver las dos grandes nalgas del cura bien
abiertas, el agujero del ano rodeado por una matita de vellos, cómo un pene
grueso de 18 centímetros taladra sus entrañas, y cómo su cachero, para tener
más estabilidad, se apoya en la cabecera de la cama y comienza a bombearlo. Él
comienza a pajearse.
“Qué rico la
metes, Betito”.
“¿Te gusta cómo
te cojo, morrito?”
“Me encanta”,
susurra Miguel.
Alberto saca su
pene, gira, se pone ssaliva en todo el ojete y toma el falo erecto de Miguel,
lo calibra y se sienta sobre él engulléndolo con su recto. Cuando lo consigue,
comienza a rebotar mientras el otro chico mueve también su cadera. Ahora es el
sacerdote quien se pajea.
“Dame verga, así,
rico”.
“Adoro ese culazo
que tienes”.
Alberto se vuelve
a zafar, hace que Miguel gire sobre sí mismo y luego lo pone en cuatro patas.
Vuelve a meter su pinga y no se ahorra el chasquido de su ingle al chocar con
esos velludos glúteos. Luego le cede el turno a Miguel quien la tiene fácil
porque las nalgas del cura son lampiñas y suenan más.
Como el Padre
sabe que Miguel no dura mucho, repite el 69, pero ambos de costado sobre la
cama. Cada uno toma el glande del pene del otro y lo asegura bien en su boca
mientras masajea el resto del miembro. Alberto es el primero en saborear el
semen del chico mientras Miguel espera más tiempo hasta que lo consigue.
“¿Qué tales están
mis mecos?”, cachondea Alberto renunciando a vestirse de nuevo.
“Ricos y
nutritivos, y hasta deben venir benditos”, ríe Miguel.
“Ven acá,
pendejo”. El cura atrae su cabeza a la del más joven y lo vuelve a besar en la
boca. Justo entonces suena el celular del cura. Se levanta de la cama, mira la
pantalla y hace un gesto de silencio a Miguel.
“Bueno, ¡Padre
Provincial?”
“Padre Alberto”,
le responde otro hombre por el aparato. “Te estuve llamando a la casa
parroquial pero nada”.
“Ehh… estaba…
duchándome, Padre Provincial. ¿En qué puedo servir?”
“Pues, te llamo
para informarte que el próximo domingo, junto con el Padre David, estoy
enviando a un novicio para que te ayude en tu apostolado”.
Alberto se queda
frío:
“¿Qué… dice…
Padre Provincial?”
A la mañana
siguiente, el sacerdote se trata de tranquilizar con un whisky en el
minidepartamento que Flavio alquila cerca del Puente Cáceres, en Castilla. El
modelo viste una pijama de franela y babuchas, se sienta al costado y pone su
gruesa mano en el ancho muslo del visitante.
“¿En serio crees
que lo hacen para joderte, Beto?”
“Me las ingenié
para que por dos años no me mandaran a nadie y evitar… bueno… tú sabes. Pero si
viene, solo basta un error insignificante para que todo se vaya a la chingada”.
Flavio acaricia
la cabeza de Alberto, se le acerca y lo besa en la boca.
“Necesitas
relajarte. Vamos”.
“No sé si tenga
ganas, Flavio”.
“Pero yo sí… hace
semanas que no cachamos”.
Flavio vuelve a
besar a Alberto en la boca. Logra que éste deje su vaso de escocés en una
mesita de centro y sin mucho esfuerzo se lo lleva al dormitorio. Allí, ambos se
siguen besando y desnudando por completo hasta acostarse en la cama. El modelo
se queda bajo el sacerdote, abierto de piernas, rozando su pene cabezón erecto
contra el largo falo del visitante. Flavio abre más sus piernas hasta
levantarlas y hacer que el pene de Alberto resbale hasta la propia entrada de
su ano.
“Me encanta cómo
lubrican Alejo y tú, pero más me encanta cómo me cachan”.
“Lástima que ese
recluta no está aquí, ¿no?”
“No importa,
Beto. Alejo y tú son solo el inicio”.
Mientras ambos se
besan en la boca, el pene de Alberto va ingresando dentro del ano de Flavio
hasta que los testículos del sacerdote chocan contra las nalgas del modelo.
Ambos comienzan a moverse y el placer comienza a elevarse. Definitivamente, el
culo de Flavio es insaciable. Tiempo después, Alberto cacha al modelo en
perrito. Ambos gimen y jadean fuerte, sin miedo. Estando en el último piso del
edificio, nadie los escucha.
Luego Alberto se
acuesta a lo ancho de la cama. Flavio se sienta encima de su pinga, dándole la
espalda, se la mete por el culo y comienza a rebotar. Entonces, el celular del
muchacho suena: él reconoce el tono.
“Ya llegó”, se
detiene, se saca el pene erecto con mucho cuidado, se limpia la raja del culo
con un pedazo de papel higiénico, se pone su pijama y sus babuchas.
Alberto se queda
calato sobre la cama dudando si vestirse o no. Mejor opta por quedarse así, en
pelotas. Cinco minutos después, escucha que se abre la puerta y que dos
personas entran conversando. Luego un poco de silencio, algo que parecen ser unos
besos y luego unos pasos que se aproximan.
“Qué hubo, Beto”,
escucha en la puerta.
Al voltear la
cara, Enrique entra luciendo su glorioso cuerpo musculoso al desnudo…
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