Mientras
tanto en Collique, tras coquetear con un tablista en las salas de entrenamiento
y coincidir con él en las duchas, Christian regresa al vestidor del Strong Body
Gym & Spa y saca su mochila del casillero, se quita la toalla quedándose
desnudo, lo que es aprovechado por su nueva conquista para meterle la mano
justo en medio de las nalgas.
“Estás
acelerado”, le sonríe el abogado.
“Lo
tienes como me lo recetó el doctor”, le dice el otro atleta.
Christian
prende su celular para revisar mensajes y se encuentra con el alerta.
Rápidamente, presiona en el enlace y reconoce la casa de Tito, a Adán, a Juan y
a Alvin.
“Así que
ésa era tu diligencia”, reacciona.
“¿La
quieres bien tiesa?”, se arrima el tablista por detrás también desnudo.
Christian
sonríe pero no pierde el ojo de la transmisión web.
En otro
lado de Collique, Nava y los médicos de una clínica privada, y mucho más
Chiquito, tratan de descifrar cómo una herida de bala se ha cerrado hasta
prácticamente cicatrizar en tres horas. El celular del ingeniero suena; lo
contesta aparte.
“¿Qué
pasó, Castro?”
“Tenía
razón: se salió de control. La gente prepara una marcha y viene a tomar la
comisaría”.
“Capitán
Castro, ése no es mi problema”.
Nava corta
la llamada. Regresa donde Chiquito y le urge regresar a la oficina. Su empleado
no cuestiona; obedece. El ingeniero se acerca a El Carnes, quien sigue
descansando en la cama de la clínica.
“Me
parece increíble que ese negro te haya sanado… espero que sigas mejorando…
Suerte”.
Nava
sale de la habitación siempre secundado por Chiquito, mientras el fortachón
convaleciente trata de interpretar el mensaje.
“Él dijo
adiós”, se escucha una voz afable en la habitación.
“¿Quién
anda ahí?”, se pone nervioso El Carnes.
La
puerta del cuarto se cierra como si el viento la empujara, y desde detrás de un
biombo, Owen sale completamente desnudo con sus brazaletes dorados en las
muñecas. Se acerca caminando a la cama. El paciente se aterra.
“¿q-q-qué
vas a hacer, negro?”
“Yo no
hacerte daño”.
Owen
mete su mano derecha por debajo de la bata de El Carnes, quien siente algún
calor en la zona de la herida que había sufrido más temprano y un enorme sopor.
La última imagen que ven sus ojos es a la musculosa aparición sonriéndole
compasivo. Luego, el letargo más absoluto en medio de un raro resplandor blanco.
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