Tras cenar ligero, Osmar recién se aparece en el condominio de Jesús María a las ocho de la noche.
“¿Dónde has
estado todo el día?”, le sonríe Gibrán.
“Por ahí”,
muestra sus dientes un Osmar muy coqueto, quien se mete a su cuarto mientras Alexis
sale ya vestido del de Gibrán.
“Te ves guapo”, comenta el inquilino principal.
El actor
sonríe.
Suena el
timbre y Gibrán se levanta a atender. Osmar sale con una toalla anudada a la
cintura en dirección al baño.
“Vamos a
llegar tarde”, le avisa Alexis.
“Avanza sin
mí; me ducho en un segundo y salgo en un taxi”.
“Hoy domingo
cobran más caro”.
“Avanza
igual”.
Osmar entra
al baño.
“Evandro está
abajo”, anuncia Gibrán.
“Ya bajo”.
“Está
subiendo”.
“Puta madre
ese huevón”, , refunfuña el actor.
En la ducha,
Osmar se relaja bajo el agua tibia mientras recuerda con agrado toda la velada
de ese día. ¿Cómo así se dejó seducir por Alejandro, o quién sedujo a quién?
¡Qué importa! Hay planes, hay vida, hay luz. Mientras tanto, se enjabona los
pectorales, los abdominales, los brazos, los costados, la espalda, el culo, al
medio de él, su pija y sus huevos, sus muslos, sus pantorrillas, sus pies.
En diez
minutos ya se está secando y abre la puerta del baño. Evandro está justo allí.
Osmar se abre paso y avanza a su cuarto; el otro actor lo persigue.
“Os, dejemos
esta estupidez, ¿quieres? La cagué, lo reconozco, pero…”
Osmar se mete
a su cuarto y casi tira la puerta en la nariz de Evandro. Alexis se le acerca:
“Mejor vamos:
ya es ocho y cuarto”.
Evandro toca
la puerta:
“Osmar, te esperamos
abajo”.
“¡Déjenme en
paz, carajo!”, reclaman desde dentro.
Alexis hace
un gesto de retirada; Evandro frunce la boca. Ambos se van.
Al salir a la
calle, detrás del Yaris hay un Corolla blanco station wagon con un chofer esperando en su asiento y otro en la
puerta del copiloto con toda la pinta de surfista. Evandro lo reconoce:
“¡Alejo! ¿Qué
haces por acá?”
El fotógrafo
lo saluda efusivamente con un abrazo:
“Espero a un
amigo”.
“Ah, qué
coincidencias”.
“Avancemos”,
le recuerda Alexis desde el fondo.
“Te veo
luego. ¿Cuándo nos tomamos unas chelas?”
“Cuando
quieras, causa”.
El Yaris
arranca y justo al fondo Osmar inicia el recorrido desde la puerta del
condominio hasta la puerta de la calle. Alejandro lo ssaluda con una cogida de
manos muy disimulada:
“¿Vamos?”
“Vamos”,
responde el actor.
Al término de la función, primera en la que Evandro no experimenta una erección en vivo, los tres chicos se juntan en el vestuario para ponerse su ropa usual (ya sin la especie de supervisión por Zaira).
“¿Los llevo
de regreso a casa?”, invita Evandro.
“Avancen
ustedes, chicos. Yo voy aparte”.
Evandro mira
a Alexis, quien hace un gesto de no buscar más problemas; pero el primero topa
los abdominales de su amigo. Osmar termina de prepararse y sale. Evandro espera
un poco y da otro toque en el culo a Alexis.
Al ganar la
calle, ven a Osmar tomando un taxi con Alejandro.
“¿Y de dónde
se conocen?”
“Yo qué sé, Evan”.
“¿Y a dónde
se van a esta hora?”
Con sigilo,
los siguen en la ruta que va al cuarto de Alejandro en Lince. Los ven subir.
“¿en qué
huevada andarán estos dos?”, se pregunta Evandro otra vez.
“¿quieres dejar
de jugar al detective? Regresemos al condo”.
“¿Podrás
averiguar algo?”
“Evandro, por
favor. Osmar ya tiene treinta y tres años, no es nada tuyo, tú ya tienes un
compromiso con dos retoños. ¿Quieres tener un poco de sentido de la realidad,
huevón?”
“esto es tener sentido de la realidad,
Alex. Si quieres irte, vete; si no, aguanta”.
Alexis abre
la puerta del asiento trasero y baja.
“¡Oye!”,
grita Osmar. “Sube. Tienes razón… Regresemos a casa”.
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