Alejo posa en una sesión de fotos al desnudo y al palo.
A las 9:30 de ese
domingo por la mañana, el atlético Alejo llega a una de las casas de Los
Ejidos. Toca el timbre. Viste un polo, short y unas zapatillas de tela. El polo
y el short disimulan mal el simétrico trabajo que las pesas han forjado en su
cuerpo: espalda ancha, pectorales y brazos hinchados y formados, cintura
estrechita, buen par de nalgas y buen paquete, grandes y formados muslos y ni
qué hablar de sus pantorrillas. Hermoso ejemplar de varón en sus 22 años, quien
además tiene un rostro muy agradable y un cabello negro ensortijado algo
desordenado. Saca su celular del bolsillo delantero y comienza a escribir un
mensaje cuando la puerta se abre y un hombre en sus 30 le sonríe.
“Pensé que ya no
ibas a venir, cabrón”.
“Hay poca
movilidad”.
Enrique le da la
mano y lo invita a entrar. Tiene rostro agradable, ojos algo claros, un poco
alto, y ese polo y esa bermuda que se puso esa mañana también disimula mal un
físico típico de gimnasio. Cruzan el jardín que rodea una casa de dos
pisos.
Al ingresar a la
amplia sala, en la escalera un hermoso y atlético chico, totalmente desnudo, lo
ve llegar. Avanza un poco más y al pie de las gradas, un pata aparentemente
flaco y formado, vestido con polo y buzola, manipula una cámara fotográfica
profesional.
“Te presento a Willy”,
le indica Enrique.
“Mucho gusto”,
intercambian ambos.
“Y ese cuate allá
arriba es el gran Flavio”.
Alejo le lanza un
tímido hola que el modelo le responde con una amplia y seductora sonrisa.
“Acompáñame”,
indica el anfitrión hastallevarlo a unos modulares donde hay unos papeles.
“Tómalos y fírmalos con tu nombre y DNI. Uno es el contrato y el otro es la
autorización de uso. ¿Sí tienes claro qqué vamos a hacer hoy, no?”
“Posar desnudo”,
responde Alejo con mucha seguridad.
“Y mostrando la
verga erecta”, agrega enrique.
“Sí, normal.
¿Tienes lapicero?”
“¿No vas a leerlo
antes?”
“No vas a
ratearte, ¿o sí? Ya me dijiste que las fotos son para México, ¡no?”
“Sí. Para una
revista que publica desnudo masculino erótico”.
“Normal”, reitera
Alejo, y firma.
“encuérate que
voy a ponerte el óleo. Apenas Willy termine de trabajar con Flavio, comienza a
trabajar contigo; luego con ambos”.
Alejo se quita el
polo y las zapatillas. Ya descalzo, se para sobre la alfombra de la sala y se
quita el sshort. Queda calato.
“Uff. Te ves más
mamey que en las fotos que me mandaste, cabrón”, le comenta enrique.
El muchacho
sonríe.
Enrique toma un
frasco de un aceite oscuro y comienza a pasárselo por todo el cuerpo, desde la
cara, luego el cuello, los pectorales, los brazos, los costados, el abdomen, la
cintura.
“Voltéate.
¿entrenas duro, no?”
“Eso y el trabajo
en la chacra”.
“Sí, me
contaste”, menciona enrique, quien está untando toda la espalda y se arrodilla
para hacer lo mismo con las nalgas. Entre ellas, asoma uno que otro vello.
“Me estás
metiendo la mano al culo”, sonríe alejo medio en son de reclamo.
“Tranquilo,
cabrón. No quiero que salgan zonas claras”.
Continúa con las
piernas y pantorrillas.
“Voltéate”, pide.
Alejo gira, y
ahora enrique le pasa el aceite por el pubis y la ingle incluyendo el pene y
los testículos. El pene comienza a reaccionar y crecer.
“Te pones erecto de
plano”.
Alejo sonríe.
Enrique termina
de untarlo.
“Que se absorba
un poco y te traigo el vestuario… debiste podarte un poco el arbusto”.
“No tengo tijera
para los pendejos”.
“Ahora traigo
una”, sonríe enrique.
“Necesito ayuda
con el pene de Flavio”, llama Willy desde la escalera.
“Voy”, responde
Enrique. “Ya vengo”, le dice a Alejo.
El anfitrión va
hasta donde está el otro modelo, se arrodilla en una grada y evidentemente
comienza a chuparle la pinga a Flavio, quien mira la escena, igual que Alejo,
pero a la distancia. Su pinga también se pone dura y recta: 18 centímetros,
gruesa, botando líquido preseminal ya en la punta.
Enrique saca un
frasquito de su bolsillo y echa un líquido transparente, como gel, sobre el
miembro de Flavio.
“espárcelo”.
Flavio distribuye
el lubricante por su pene y reanuda la sesión de fotos. Enrique regresa donde
Alejo, y se percata de su pene erecto.
“Chinga tu madre,
cabrón. Qué buena verga tienes”.
Alejo sonríe y
distribuye su líquido preseminal por toda su pieza a manera de lubricante.
Cuando Willy
acaba la sesión con Flavio, el aceite ya se ha absorbido sobre la piel de Alejo
dándole un tono bronceado uniforme y natural y Enrique ya le ha recortado el
vello púbico para que se luzca mucho más su pinga y sus grandes bolas.
“Contigo vamos a
trabajar en la columna que está en el jardín”, indica el fotógrafo, a la vez
que apunta el dedo a una rara y solitaria decoración de mármol blanco de
contorno acanalado.
Alejo camina y
coloca en su marca; no se pone nervioso frente a la cámara. Ejecuta todas las
poses que le piden. Su cuerpo hermoso no solo se luce bien en las fotos que
aparecen chiquitas en el visor. También llama la atención de Enrique, y
especialmente de Flavio.
”¿De dónde
sacaste a ese churro?”
“De un rancho”.
“Qué rico”.
“enrique, ya
sabes qué hacer”, pide Willy, quien está arrodillado sobre el piso del jardín
al lado de la piscina y con la cámara en ristre.
“Si quieres lo
hago yo”, murmura Flavio.
”Ya tendrás tu
turno”, sonríe el anfitrión. “No me asustes al morro”.
Enrique va hasta
donde Alejo se arrodilla y comienza a mamarle la verga hasta ponérsela dura.
Repite la aplicación del lubricante. Con eso, Alejo tiene lo necesario para
seguir haciendo la sesión con el pene erecto.
“No vayas a
eyacular”, pide Willy.
“Demoro mucho”,
presume Alejo.
“Qué bueno,
peoncito”, susurra Flavio a la distancia, cuya pinga vuelve a ponerse al palo.
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