Minutos después, ya en el auto, a Evandro le da un ataque de risa.
“No es
gracioso, pana”, suspira Osmar. “Yo ya me veía encerrado en una comisaría y con
toda la prensa pidiendo mi deportación”.
A un cuarto para las once de la noche, el Yaris se estaciona en el Parque Cánepa, La Victoria, junto a una galería de tiendas de ropa. Evandro vigila que no haya policías reales cerca:
“Bajemos
rápido”.
Tras subir dos pisos, los dos varones llegan a una boutique que administran Evandro y Laura, su esposa. Una de las vendedoras está terminando de cuadrar caja, mientras un ayudante termina de guardar cierta mercadería. Todos se saludan cordialmente.
“¿Cómo estuvo
el día, Silvana?”
“Ahí, más o
menos, señor Evandro. A partir de mañana la cosa se va a poner más brava, y es
seguro que el fin de semana reventamos en ventas”.
“¡Ésa es la
actitud!”.
Evandro y
Osmar pasan a un pequeño cuarto que se usa como depósito y buscan su ropa real.
El primero toma una llave de unos clavos:
“¿Vamos a
quitarnos el óleo?”
Al filo de las once de la noche, ya no hay compradores, solo la gente que atiende o administra las tiendas. Evandro y Osmar se meten en una especie de cubículo donde hay una ducha. Vuelven a quedarse desnudos y se turnan en un espacio tan pequeño bajo el agua casi helada para quitarse el maquillaje que permite agregar brillo a sus pieles.
“Oye, Os,
estaba pensando que ayer no estuve intenso en el tercer acto”.
“¿hablas de
la obra?”
Evandro
asiente con la cabeza.
“Yo te escuché
en tu timbre”.
“Sí, pero
como que más que cadencia, me faltaba melodía”.
“¿Y en qué
parte te faltó ser más intenso?”
“La parte en
que Juan le enrostra que rompieron el voto”.
“Ah, antes de
mi entrada”.
“¿Recuerdas
las líneas? ¿Me das pie?”
Osmar se
extraña, pero no ve mayor problema. Carraspea:
“Lucas, ¿no
te das cuenta de lo que hicimos?”
“¿Qué
hicimos, Juan?”
“Ya,
olvídalo. Iré a tomar una ducha”.
“¡espera…! A ver, aquí Lucas rodea la cama, se aproxima a
Juan, se para frente a él y…”
Evandro
abraza a Osmar y le planta un beso en la boca, quien, al ser parte del libreto
le corresponde.
Entonces,
sucede: el pene del primero comienza a ponerse erecto. Osmar se separa un poco:
“ey, pana.
Oye. Te estás…”
“No puedo
evitarlo, Os”.
“es que me
parece que ya noestás actuando”.
“Tú tampoco”.
Evandro mete su mano entre la ingle de ambos: si su
pene está ya rígido y lubricando, el de Osmar
también se ha puesto hinchado y duro. Lo masajea. Entonces presiona su
pubis al de su compañero mientras que esa misma mano corre suavemente hacia la
nalga izquierda y la acaricia gentilmente.
“Alguien
puede venir, pana”, susurra Osmar, muy entrecortado.
Evandro no
responde, o mejor dicho no dice nada; acerca su boca nuevamente a su amigo y lo
besa, esta vez metiendo su lengua hasta encontrar la del otro varón. Se
abrazan. Se rozan. Se frotan mutuamente sus pingas. Se acarician. Se meten la
mano al culo de manera mutua. Osmar se separa del beso por un segundo:
“Me vengo, Evan;
me vengo”.
Mientras Evandro
besa el cuello a Osmar, éste eyacula a la vez que las pelvis de ambos siguen danzando. Gime un
poco. Minutos después, y siempre besándose en la boca, Evandro expulsa su semen
caliente hasta el abdomen de su compañero.
“Te amo, Os”.
Los dos
hombres permanecen abrazados en aquella ducha por largos minutos aún.
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