En la
oscuridad del AMW, Adán está sentado en el escritorio de la entrada revisando
videos en su celular. Afuera, una motocicleta parece estacionarse, murmullos de
dos personas, luego toques en la puerta. El cuerpo de luchador se levanta y
abre primero una ventanita.
“Édgar, soy yo”, le dice alguien desde
afuera.
“ahorita
abro”.
Adán toma
sus llaves y quita el seguro; pasa uno de los dos motorizados.
“¿qué
tal?”
“Ahí más
o menos, Juan”.
Detrás
pasa el segundo con la moto y la coloca justo al frente del escritorio. Adán
cierra la puerta y se acerca a saludar al que acaba de entrar.
“¿Recuerdas
a mi amigo Alvin, ¿no?”, le indica el primer visitante.
“Claro,
de anoche”, confirma Adán.
“Qué
tal”, saluda el conductor.
Despojados
de cascos y trajes protectores, Juan y Alvin ingresan a la casa de Tito. Adán
va tras ellos. No terminan de entrar al pasillo cuando se abre la puerta del
baño y Owen sale cubierto por una toalla.
“Buenas
noches”, los saluda.
Los dos
visitantes se sorprenden del físico de ébano frente a ellos y Juan comienza a
salivar. Adán pasa la voz a Flor, quien sesienta con el fiscal a repetirle la
historia de aquella tarde cuando llegaron los dos empleados de Cruz Dorada a la
casa, mientras el cuerpo de luchador va con Alvin a la entrada real del
inmueble.
“Debería
estar aquí”, apunta el primero mientras el biólogo usa una pequeña brocha para
retirar la capa de tierra a lo largo de la veredita de acceso.
En la
sala, Flor termina su relato.
“¿Solo
estabas con ese chico aquí?”, cuestiona Juan.
“Sí,
solo con Owen”.
“¿Y de
dónde apareció ese muchacho?”
“Simplemente
apareció, como le dije”.
Alvin
entra a la casa sin gesto, mientras que Adán lo hace muy frustrado.
“¿Pudiste
tomar muestras?”, consulta Juan.
“No hay
mancha”, responde Alvin.
“¡Es
imposible!”, reacciona Flor. “El doctor Christian le dijo a papá que no
barriera ni lavara la vereda”.
“García
y Saldívar se miran a los ojos. El segundo va a su mochila y saca un frasco.
“¿Qué es
eso?”, se alarma el fiscal.
“Luminol”,
dice Alvin.
“No
puedes; tendría que haber una diligencia, y esto es absolutamente extraoficial
sin contar que estoy violando jurisdicción”, le observa García.
“Es la
única forma de que tengamos una prueba”.
“Sí hay
mancha”, interviene Owen aparecido quién sabe cómo.
“¿Sabes
dónde está?”, averigua Alvin.
“Christian
tomó una foto”, responde Owen.
Alvin y
Juan vuelven a mirarse. Juan cree que éste es el final del camino, al menos
extralegalmente hablando.
“Yo
tengo una foto”, dice alguien desde atrás de Owen.
Todos voltean la cara hacia el pasillo: Frank alza su celular en la mano izquierda con la pantalla iluminada. Adán, Juan, Alvin y Flor lo miran boquiabiertos (no tanto porque hubiese salido en short), mientras que Owen le sonríe aprobatoriamente.
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