Rodo, el mototaxista, no pensó que la carrera incluyera participar en un trío.
Paco está en una
esquina más o menos concurrida pasando las 8:45 de la noche del martes. Mira su
celular y sonríe. Está vestido en una buzola que disimula pésimo su cuerpo
delgado formado porque de la cintura para abajo, sus dos nalgas resaltan a
pesar de la casaca y el viento revela la corva de sus bien formados muslos.
“Hola”.
Paco gira y se
encuentra con un sonriente edú, quien viste chompa, jean, zapatillas y una
mochila.
“Perdona la
demora. ¿vamos?”
“¿Sabes cómo
llegar?”
“Aunque hubiera
apagón. ¿Vamos?”
“No, Edú. Estás
loco si vamos a pie”.
“Tomemos moto”.
Paco busca en su
celular y llama:
“No cualquier
moto”.
En diez minutos
aparece un trimóvil conducido por un chico que, bajo la luz blanca del
alumbrado público, aparenta ser guapo, cosa que a Edú le jala la vista.
“Profe”, saluda
el conductor.
“Rodo”, responde
Paco.
Sube y le indica
a edú que lo siga. Arrancan. En cinco minutos, las luces de San Sebastián
quedan a sus espaldas, pero ocasionalmente las luces de los autos en la
carretera los encandilan. Rodo toma un desvío y se mete en un camino de tierra afirmada,
por lo quebaja la velocidad para no levantar tanto polvo.
Edú aprovecha que
hay mucha más penumbra para cariciar la espalda de Paco hasta llegar más debajo
de su cintura y meter su mano en la pantaloneta.
“No te has puesto
calzoncillo”, dice a Paco al oído mientras mete su mano hasta ponerla en la
raja del culo. Paco pone su mano en el bulto sobre el jean, protegido con la
mochila; lo acaricia. Se aproxima al cuello de edú y comienza a besarlo.
“Aguarda”, le
susurra el atleta. “Tu pata puede darse cuenta”.
“Le entra”,
aclara Paco.
“¿Qué tanto le
entra?”
Al llegar a la
puerta de la parcela de Julio, edú se baja y la abre.
“Adelante”,
indica Paco a Rodo.
“¿No hay roche?”,
se paltea un poco el chico.
“Entra normal”.
El vehículo se
detiene en el estrecho espacio entre el cerco y la fachada de la casa rústica.
“¿A qué hora te
vengo a ver?”, consulta Rodo a Paco.
“¿Y si entras un
rato, o tienes que hacer?”
“Chambear, profe.
Tú sabes cómo está la situación”.
“Te pago carrera
con espera”, replica Paco. “Va a ser bien difícil conseguir moto de regreso”.
“Ya, pues… te
espero”.
“No”, tercia Edú.
“Mejor baja y entra con nosotros”.
Los tres ingresan
a la casa. Edú prende la luz de la sala. Los invita a seguirlo al cuarto. Para
animarlo, Paco se acerca a Rodo, lo abraza y acaricia hasta poner su mano en su
paquete. El conductor se da cuenta que edú ya desapareció.
“¿El pata le
entra?”
Paco afirma
sonriente con la cabeza. Cuando los dos
invitados ingresan al dormitorio, una linterna está prendida iluminando la
pared enlucida cuyo color blanco refleja cierta claridad. Edú ya está sentado
en la cama quitándose las zapatillas. Su mochila está en una pequeña mesita.
“Pónganse
cómodos, chicos”.
Paco comienza a
desnudarse. Rodo aún está perplejo: ¿qué es todo esto? Edú ya se quitó la
chompa y ahora se saca el polo, se pone de pie y se afloja la correa para
bajarse el pantalón. Paco también se ha deshecho de la casaca y el polo, se
sienta en la cama y se quita las zapatillas, y en una maniobra típica de ballet
ruso, se saca la pantaloneta y se queda calatito. Rodo mira cómo edú se
aproxima hasta Paco, quien ya está acostado boca arriba, y lo besa en la boca.
Ambos se acarician.
“No te has
quitado el bóxer”, observa Paco a edú.
“Hazlo tú”.
El ‘profe’ se lo
baja y siente cómo su pinga ya dura se junta con la verga semidura del otro
varón. Mientras tanto bajo su ropa, Rodo siente que la suya también está bien
parada y mojándole el calzoncillo. Paco y edú se siguen besando y acariciando
sin censura, hasta que el primero se percata que el otro invitado sigue allí,
de pie, inmóvil:
“Calatéate,
Rodo”.
El mototaxista
sigue sin atinar a nada excepto apoyarse en la pared y cruzar los brazos. Edú
gira y pone a Paco encima suyo quien, rápidamente, se pone en cuatro y se
agacha a chuparle los 18 centímetros de pene ya al palo.
“Así, Paquito.
Trágatela”.
En la oscuridad,
Rodo libera sus brazos, se baja el cierre y por fin se anima a sacar su pene
erecto. Lo pajea. En ese mismo instante, edú gira hacia su mochila y abre uno
de los bolsillos, saca un paquetito de condones y un sachet de lubricante. Abre
uno y aprovechando que paco se la deja de chupar, se lo pone.
“Siéntate
encima”.
“No me has
estimulado mi ano”, le aclara Paco.
“Gira”.
Ambos hacen un
69: Edú sopea a fondo el hueco de Paco. Rodo, quien decide que masturbarse no
será suficiente, por fin se quita la chompa, el polo, el jean… todo… Ya desnudo
se pone a los pies de la cama entre las piernas de Edú. Paco aprovecha la pose
para mamársela. Aunque la pinga de Rodo mide 14 centímetros, es cabezona y algo
curva hacia abajo.
“La mamas rico”,
le felicita el chofer.
Vistas las
circunstancias, edú decide sacar sus piernas y abrirlas. Aprovechando que Paco
está en cuatro chupándosela a Rodo, toma un poco de lubricante, se lo unta en
su miembro y luego en el hueco del pasivo. Se lo va metiendo poco a poco. Paco
gime de dolor mientras lo penetran sin dejar de chupar la pija de Rodo, quien
de solo imaginar lo que está pasando en sus narices pero a contraluz, llega al
orgasmo y suelta su semen en la boca del ‘profe’. Y deja su pene allí dentro.
Las acometidas de
edú aumentan, se hacen más vigorosas y cuidadosas. Tras cinco minutos de
cachar, se percata que Rodo lo mira a ppesar de la poca luz. No puede distinguir
más detalles sobre su físico, aunque parecía gruesito cuando tomaron la moto.
“Tengo otro
condón y más lubricante”, invita.
“Ya las di”.
Edú sonríe y
sigue bombeando el culo de Paco haciendo sonar su pelvis contra las nalgas del
pasivo. Media hora después, finge haber llegado al orgasmo.
Paco yRodo están
de regreso en San Sebastián sanos y salvos a un cuarto para las 11 de la noche.
“Gracias”, sonríe
el pasajero.
“Me hubieses
avisado”, le responde el conductor.
Paco le sonríe:
“Tú sabes que a
la parcela de Julio no se va a rezar de noche”.
Rodo le sonríe y
se va en su moto. Cuando Paco llega a su cuarto, revisa su bolsillo: en una
bolsita plástica está el condón usado que olvidó tirar por el camino. Está
manchado.
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