Ser pasivo no significa que dejes de hacer un buen beso negro.
Ese sábado de
mañana en San Sebastián, Pedro está descalzo y subido sobre una cama sin tender
colocando un letrero de bienvenida en el cuarto vacío de la casa parroquial, mientras
el Padre Alberto le mira las firmes nalgas desde atrás. El sacerdote no resiste
la tentación de sobarse la bragueta, cuando se escucha llegar una moto.
“¿¿Qué tal se ve,
Padre?”
“Delicioso como
siempre, querido Pedro”.
“Me refiero al
letrero, no a mi trasero”.
“Igual yo. Tú
tienes mejor gusto para el diseño de interiores y… tu culo está delicioso”.
En ese momento
entra Paco cargando una gran bolsa, y detrás de él, el musculoso Alejo; ambos
visten polos manga cero, shorts y zapatillas. Justo suena un celular y Pedro
saca el suyo; lo contesta. Paco entrega la bolsa al Padre.
“Compré dos
juegos de sábanas, por si acaso, y una colcha. Hacen juego con el color del
cuarto”.
“Gracias,
Paquito. Perfecto. Que Pedro termine de hablar para hacer la cama”.
Alejo hace una
seña al cura y lo llama fuera del cuarto. Pedro cuelga y paco le muestra la bolsa.
“Excelente”, dice
el muchacho mientras la abre y saca las telas. “El color está lindo”.
“Gracias. Qué
bueno te haya gustado”. Paco carraspea un poco: “Pedro, sobre el tema de Edú…”
“Ya olvídalo. Tú
no tienes culpa alguna. Los dos querían tener sexo, son adultos, son libres.
Como te dije, solo no la hagas más larga”.
“Claro. Lo único
largo debe ser su pene”, ríe Paco. “Y a todo esto, ¿dónde está?”
El Padre entra
nuevamente:
“¿Necesitamos
algún otro encargo? Alejo usará la moto, así que aprovechemos”.
“No, ya terminé”,
informa Pedro mostrando la cama tendida. “Tengo que ir urgente a la parcela”.
Alejo ingresa
también: “Puedo jalarte si deseas”.
Pedro sonríe y
sale despidiéndose de Paco y el Padre.
“Ha quedado lindo
elcuarto para el novicio… ¿cómo se llama?”
“Ni idea,
Paquito. Solo sé que desde mañana a mediodía debo portarme como un cura
decente”.
“Pero usted es un
cura decente, Padre. Es como… un super cura”.
“¿Como
Superman?”, sonríe Alberto flexionando sus brazos bien formados.
“¿Vio? Hasta
tiene el cuerpo de Superman”.
“¿Tú crees? ¿Acaso
me has visto desnudo alguna vez?”
“No, Padre, pero…
¿es malo si lo veo… desnudo?”
Alberto sonríe,
cierra la puerta con seguro, se pone frente a Paco y se quita toda la ropa.
Paco suda ffrío viendo los músculos del sacerdote, sin saber dónde posar su
vista: si en ese torso de escultura, esas piernas de futbolista, o esa pinga
que cuelga sobre unos generosos huevos. ¿Podría ser sobre la sonrisa pendeja
del cura quien se le aproxima, lo abraza, lo mira fijamente a los ojos y le da
un beso profundo?
El Padre quita el
polo y el short a Paco. Debajo viste un suspensor. El cura gira al laico y le
comienza a sobar la estrecha espalda y las lampiñas y firmes-pero-sexys nalgas.
Poco después, lo pone de cuatro patas sobre la cama para abrirle el culo y
comenzarlo a sopear. Paco surca entre la excitación y la incredulidad. De
inmediato, Alberto le quita el suspensor.
A continuación,
con el cura acostado sobre la cobija, ambos practican un 69. El Padre sigue
chupándole el ano y masturbando suavemente la pinga de 14 centímetros mientras
Paco chupa la vergota de 18 centímetros que no deja de manar líquido preseminal.
También alterna succionando cada testículo e incursiona un poco más abajo hasta
que su lengua estimula el velludo hoyo anal.
Lo siguiente será
cachar a Paco en posición de perrito. La pinga de Alberto entra y sale de ese
glorioso culo. El pasivo goza como loco. El activo ni se diga. Como broche
final, la posición favorita de ambos: un piernas al hombro mezclado con un misionero,
lo que da oportunidad a que ambos se besen en la boca y se acaricien por donde la
mano alcance, y la mano de Alberto travesea sin cesar el pene de su amante.
“Las voy a dar,
Padre”.
“Acabemos juntos.
¿Dónde quieres mi leche?”
“Dentro de mi ano,
Padre. Hágame suyo”.
Paco se comienza
a agitar, jadea y se queja más profundo. Alberto aumenta la velocidad de su
bombeo. El semen de Paco comienza a dispararse sin control sobre su vientre y
su pecho. Alberto sigue cimbrándose más fuerte excitándose con el rostro de su
feligrés que combina dolor y placer hasta que eyacula en las entrañas del
muchacho. El cura saca su pinga aún dura y se acuesta encima. Los dos varones
se besan de nuevo en la boca.
Fuera de la
ciudad, pero no tan lejos, Pedro y alejo llegan a la parcela. Aunque su jean
pareció disimularlo bien, durante todo el camino el primero ha pegado su bulto erecto
contra las dos firmes y grandes nalgas del conductor. Ambos entran. Juan los ve
llegar juntos y se sorprende. Pedro le paga la semana, como su padre se lo
encargó por teléfono.
“Te jalo a
Artesanos, Juan”, ofrece Alejo.
“Primero me baño”.
Mientras Juan se
asea, Alejo y Pedro lo esperan recostados en la cama del cuarto principal.
“Quisiera cachar
aquí contigo pero tengo que guardar leche pa’ más tarde”.
“¿El Padre sabe
que están haciendo esa pela porno?”
“Tranquilo,
Pedrito. No cagaremos al Padre”.
Alejo toma la
mano de Pedro y se la mete dentro del short haciéndolo acariciar su bulto
aprisionado por un bóxer.
“Se supone que no
quieres cachar conmigo, Ale”.
“Pero me la
puedes chupar al toque mientras Juan se baña”.
Alejo se saca el
pene semierecto y se lo comienza a magrear. Pedro lo duda pero… ¿cuántas veces
se puede disfrutar ese pene de 18 centímetros? Pedro se incorpora un poco y
lleva su boca hasta el falo aún blando de su amigo y comienza a succionarlo. No
pasa mucho tiempo en que ya lo pone duro, lubricado y muy húmedo debido a la
saliva.
En lo mejor de la
mamada, Alejo mira hacia la puerta y descubre que Juan está allí desnudo y
sobándose su pija de 17 centímetros, ya erecta. Alejo sonríe, le hace una seña
y Juan se acerca a la cama, deja la toalla a un lado, se aproxima a Pedro y
comienza a sacarle el pantalón.
Alejo y Pedro se
quedan por fin desnudos. Eso facilita a Juan separar las nalgas del segundo y
disfrutar mamándole el culo mientras éste
ha comenzado a lamer las bolas a Alejo. Juzgando que ese ano ya está
dilatado, Juan se incorpora y comienza a introducir su falo muy despacio.
Aprovechando que
Pedro continúa estimulando sus bolas, Alejo se deja llevar y levanta sus
musculosas piernas con cuidado. Pedro parece entender el mensaje y comienza a
bajar por el perineo hasta topar con su lengua el ano de su amigo. La sensación
que el musculoso experimenta le relaja el pene pero le genera una increíble
excitación desde su gran culo. Juan, al ver la escena, se arrecha demasiado y
termina preñando el ano de Pedro.
Una hora después,
a las 11, Alejo y Juan están a punto de llegar a Artesanos.
“Pensé que te
habías vuelto solo activo”.
“Si te refieres a
lo que pasó esa vez…”
“No, alejo, le
diste el culo a Pedro”.
“Solo me chupó el
culo… ni loco me la dejo meter otra…”
Alejo calla. Juan
tampoco insiste, aunque su pene se puso duro de nuevo. La motocicleta está a
punto de llegar a su destino.
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