Temprano, a la mañana siguiente, martes, el Corolla blanco llega a Chosica. Una casona en el centro, aparentemente aún hecha con madera parece ser la locación de esa mañana. En el interior, Fernando termina de ver algunos clips en los que dos actores jóvenes tienen escenas de sexo explícito no simulado.
“Así que ese
carajo comenzó haciendo porno”, comenta a Escalante mientras devuelve el
celular.
“Tenía
diecinueve, veinte años Y, claro, lo complicado de esa producción fue depilar a
su amigo. Lo bueno que ya se conocían de sus shows. Y como algo que no controla con facilidad son sus
erecciones, grabar fue sencillo”.
“La vaina es
que tampoco lo he visto en otras cosas, solo esa vez en el apartamento donde
fuimos y no se quedó”.
“Porque quiso
jugar con sus reglas, no con las reglas del sistema. Cuando no juegas con las
reglas del sistema, cagas tu carrera”.
El auto se
detiene, todos bajan.
En medio de
muebles antiguos y polvorientos, una decoración digna de anticuario, enormes
ventanas y un clima un poco más cálido que el de Lima, el nuevo modelo posa
desnudo, mostrando el ojo del culo y las nalgas, el pene erecto, se masturba,
eyacula. Lo hace hasta tres veces en distintos cuartos, incluso en el patio
trasero tras el que se alza el cerro de Moyopampa, cerca de una hidroeléctrica.
Al término del
ensayo, César recoge los equipos y los guarda. Nota que Escalante está serio:
“¿Qué pasó?”
“¡eso,
querido! Que no pasó nada”.
“Ya, déjalos
en paz, ¿no? ¿Acaso este veneco no
está dispuesto a seguir tus reglas?”
“No me
preocupa Osmar si a él te refieres. No es su momento. Sería como reconocer que
ya no tengo el toque, aunque podría
bloquear su calendario”.
“Tendrías que
devolver parte de la plata a ese empresario, pero… dime la verdad, arnold: ¿sigues
templado de Cruzado, no?”
Escalante
mira más serio a César:
“No hables
huevadas de ese calibre, ¿quieres?”
El director y
ahora productor fotográfico se mete a la casona. César lo sigue.
“Tienes que
ser realista, Arnold: nunca le perdonaste que embarazara a esa chica, Laura;
nunca le reconociste el talento especialmente cuando comenzó a crecer, nunca le
perdonaste que te choteara a cambio de hacerlo crecer en la industria; ¡incluso
conservas esos videos que tienen… diez, once años!”
“Yo ccreé a Evandro
Cruzado, César. Yo lo saqué de ser un simple José Evandro Cruz Torres, un puto
–porque jamás dejó de ser puto—provinciano que logró un gran físico, el activo
trigueño más deseado del Perú, al que convertí en Lebrón Cross, que saqué del
mundo porno y lo metí al mainstream,
que…”
“Que se quedó
en elpasado, Arnold. Ese chico que te decía sí a todo ya se quedó en el pasado.
Lima lo adoptó, se hizo limeño, dejó de ser ese chiclayano sumiso.
“es
cayalteño, César”.
“Así sea ese
indio bora al que también querías promover. Tienes que reconocer que todos
ellos, si tienen talento, en algún momento van a crecer. Tú ya hiciste tu
parte. Ya les diste la oportunidad. Déjalos ir, huevón”.
“¿aún cuando
te pasaste un año de tu vida compartiendo la misma cama, César?”
“¿Y yo no
cuento? Ya llevo cinco años compartiendo tu cama… bueno, cuando decides que
quieres compartirla y mi mujer no está de ganas”.
César sonríe.
Escalante lo
sigue mirando serio.
En el patio,
Fernando termina de mamar la pinga al chofer quien, esta vez, solo se ha bajado
la cremallera muy discretamente.
El retorno a Lima se produce antes de mediodía.
“Creo que
regreso a Piura, espero cómo le va a los materiales, y si hay buen resultado,
regreso acá a hacer más”, estima Fernando.
“¿Por qué no
te quedas al menos un par de días más?”, consulta Escalante.
“No quiero
dejar colgado del todo al señor Abelardo. Igual, no quiero abandonar tampoco
del todo mi trabajo en el campo. La verdad, la ciudad me gusta para pasear,
pero no para quedarme”.
“Pero todo
está en la ciudad”, insiste el director.
“Sí, pero…”
Al pasar por
Ñaña, una combi a toda velocidad pierde el control en la pista y se arrima al
Corolla.
“¡Agárrense!”,
grita el chofer, que también va a cierta velocidad.
Por evitar la
colisión en una curva, se sale de la vía y da dos vueltas de campana en una
pendiente. Solo se oyen gritos. Luego, silencio.
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