A las seis y cuarto de la tarde, Alejandro entra en su dormitorio alquilado.
“Pasa”,
invita.
Evandro
ingresa tras él. La puerta se cierra.
“Todo está
casi igual”, dice mientras gira su cabeza en ciento ochenta grados.
Alejandro
deja las llaves en un enorme cenicero de vidrio con motivos turísticos de
Montego Bay, Jamaica, un recuerdo de uno de sus viajes periodísticos que
terminó siendo cuasiturístico, y que conserva sobre el archivador de metal; va
a su cama y se comienza a desnudar:
“Me
disculparás, pero ha sido un día pesado: necesito una ducha”.
“Yo también”,
secunda Evandro sin ninguna intención. “Especialmente luego de lo que me
contaste: ducha con masaje, de ser posible”
Alejandro ríe
un poco:
“¿Recuerdas
ese gym de mala muerte en Ventanilla”.
“La ducha no
tenía lluvia, era un chorro”, sonríe Evandro. “Y en invierno era una tortura bañarse
ahí”.
“Acá al menos
tengo de esas termas brasileñas de resistencia”.
“Todas las
termas tienen resistencia, Alejo”.
“No jodas con
tus tecnicismos”.
El fotógrafo
ya está calato con una toalla al hombro y camino al baño. Abre la cortina de la
ducha, la cierra, abre la llave del agua, regula la palanca de temperatura y entra.
“¿Qué piensas
hacer?”, pregunta alzando la voz un poco.
Nadie
responde.
“¿Evandro?”,
confirma el surfista. “Sigues ahí?”
Cuando está a
punto de salir para ver si no se ha desvanecido en el aire o el suelo, casi se
estrella con el actor, totalmente desnudo y con un paquetito plateado en su
mano derecha:
“¿Podemos?”
Alejandro
ssonríe. Ambos entran en la ducha.
Tras la
cortina no hay diálogo, excepto el de dos cuerpos húmedos y cansados que
comienzan a prodigarse caricias y besos. Hay jadeos, gemidos, hay lujuria al
por mayor.
Evandro mete
su pinga rrecta, gorda y babeante, pero protegida por un condón, en el ano de
Alejandro. Gozan sin hacer tanto malabar, aunque el fotógrafo tiene un estilo
muy peculiar de mover la cadera y masturbar el pene que sigue en sus entrañas
hasta ordeñarlo todo.
Como cierre,
Evandro coge el pene de Alejandro, lo soba fuerte aprovechando la lubricación
del jabón hasta que la eyaculación se produce.
“¿qué harás
ahora?”, pregunta Alejandro terminándose de vestir.
“Tengo que
ingresar esos datos en el diagrama de flujo… las cosas no van a resultar como
esperaba”, responde el actor también terminándose de poner la ropa.
“Oye, y
perdona que me meta en esto, pero… ¿eres feliz con Laura?”
“Por favor,
no me remuevas culpas, ¿quieres?”
“¿Y Osmar?”
“Ya veremos”.
Evandro guiña un ojo.
Se acomoda la
casaca y verifica que su cabello no esté húmedo aunque sí peinado con su raro
copetito.
“Lo gracioso
de todo esto”, reflexiona Alejandro, “es que acabamos de serles técnicamente
infieles”.
“No jodas con
tus tecnicismos”, sonríe Evandro.
Ambos terminan
riendo. Un nuevo abrazo. Otro beso en la boca. ¿Es un nuevo adiós?
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