Pedro y Huamán siguen explorando una forma de alcanzar el placer sin meter la pinga al culo.
Ya es de noche en
Piura. Pedro sale muy agotado de su clase del miércoles. Traspone la puerta.
“¿Joven Pedro!”
El muchacho se
sobresalta, gira con cierto asombro. Desde una motocicleta, un chico fornido
le alza la mano. Trata de identificar su rostro: es Huamán, el sereno. Se le
acerca.
“Te ves distinto
con ropa de civil”, le comenta sonriendo. “¿Qué haces acá?”
“Su tío Eliezer
se fue de reunión con don José Luis, me dijo que usted iba a salir a esta hora;
entonces…”
“¿te mandó a verme?”,
le pregunta Pedro, muy extrañado.
“No”, replica Huamán. “yo
decidí venir a verlo… ¿No le molesta, no?”
Pedro sonríe otra
vez:
“No, para nada”.
Pedro monta la moto
y ambos parten hacia Castilla. En el trayecto, los baches hacen inevitable que
el pecho y todo el cuerpo de Pedro se pegue a la espalda y el culo de Huamán.
Tras 15 minutos de viaje, debido al tráfico, llegan.
“Misión
cumplida”, anuncia el sereno.
“Gracias”, vuelve
a sonreír Pedro. “¿Te vas a la base?”
“La verdad no sé
a dónde ir: mi familia se ha ido al campo por unos días y me voy a aburrir en
mi jato”.
Pedro lo piensa
un poco.
“¿Por qué no
subes un rato… digo, como que conversamos”?
Huamán lo duda:
“Pero… ¿y si
llega su tío como la otra vez?”
Pedro ríe:
“Le dije que me estabas
ayudando a mover unas cosas, y que estábamos limpiando”.
“¿y qué dijo?”
“No soy nada de
mi tío Eliezer, ¿qué va a decirme?”
Huamán mete la
motocicleta al jardín interior y entra con Pedro a la casa; suben hasta el dormitorio que
el segundo ocupa.
“Voy a bañarme”,
avisa Pedro.
“¿Quieres que te
acompañe?”
“¿Por qué no?”
Ambos se sonríen.
Se desnudan e ingresan al baño.
Bajo la ducha, mientras el
agua recorre sus cuerpos, sus bocas se besan, sus manos se acarician, sus penes erectos
se rozan. Aprovechando el jabón, Huamán soba las nalgas a Pedro y mete su mano
hasta masajear el ojo del culo.
“No me lo vayas a
meter”.
“No… ni loco… si
quieres, hazme lo mismo”.
“¿en serio?”
“Sí, méteme los
dedos entre las nalgas”.
Pedro no se hace
de rogar. Unta sus manos en jabón y repite la caricia del sereno. Ahora ambos
se masajean el ano mientras se besan apasionadamente.
La maniobra surte
efecto de inmediato: como sus dedos surcan suavemente la orilla de sus
orificios, y el jabón los lubrica, eso activa una serie de estímulos nerviosos
que transmiten algo así como electricidad a todo el cuerpo.
Para completar el
cuadro, los dos varones mecen suavemente sus pelvis, una contra otra, haciendo
que el pene de uno se masajjee en el pubis del otro.
“Sigue así,
Huamán”, Jadea Pedro. “Qué rico”.
“Me vuelves loco…
¿quieres chupármela?”
“Claro”.
Allí, dentro de
la ducha, Pedro se arrodilla, toma el pene gordo y cabezón del sereno y se lo
mete a la boca. Lo succiona mientras que con uno de sus dedos sigue masajeando
el hueco anal.
Huamán siente que
esa forma de chupar la pinga es lo máximo. Cierra los ojos y se deja ir.
“Las voy a dar,
¡las voy a dar!”, susurra.
En cuestión de
segundos, el semen sale a chorros y llena la boca de Pedro, quien sigue
haciendo la fellatio
mientras se traga la leche hasta que siente
flácido el pene de su amante.
“Te la chupo yo”,
pide Huamán.
Los papeles se
invierten. Con cierta dificultad, el sereno mama los 15 centímetros del joven guapo;
de hecho, no le cabe todo el falo dentro de su boca, pero Pedro no se lo
reclama.
Huamán mama verga
con algo de torpeza pero se siente rico.
Por supuesto, el
culo de Pedro no escapa a las caricias del sereno: lo soba, lo amasa con delicadeza,
lo palmea levemente, y sigue estimulando el ano con uno de sus dedos.
Pedro demora más
que Huamán en eyacular, pero todo tiene su final…
“Me vengo, me
vengo”, avisa.
Huamán se saca el
pene de su boca, lo masturba y deja que la leche de su amante se dispare sobre
su cara. ¡Wow! Qué hermoso facial se hace.
Luego, ambos
chicos descansan desnudos y abrazados sobre la cama.
“¿Por qué no te
tragaste mi leche?”, pregunta Pedro.
“No sé”, responde
Huamán. “Nunca lo he hecho… ¿A qué sabe?”
“No sé”, responde
Pedro. “el semen es diferente según el hombre”.
Ambos sonríen.
Pedro siente que
Huamán le toca su pene flácido
otra vez.
“Me gustaría probar
tu semen”.
Pedro mira a
Huamán:
“¡Estás seguro de
querer probar mi semen?”
“No… pero podemos
intentar”.
Pedro sonríe otra
vez. Su pene vuelve a ponerse duro.
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