Damián pide a Juan reconstruir lo que pasó la noche que cachó con Paco.
“Nos cruzamos esa noche
en la calle, me decía que venía de tomar unas chelas con unos amigos… creo que
en el semental, o algo así”, relata Juan.
“¿Será el Cimarrón?”,
interrumpe Damián.
“Sí, creo que sí”,
replica Juan. “el hecho que venía algo picado, me hizo el habla, y, bueno… si
se me estaba ofreciendo así, yo creí que podríamos venir aquí a pasarla bien.
Total, ¿quién iba a enterarse?”
el peón y el policía
están sentados en una mesa simple en la salita de la casa que Julio tiene en su
parcela, cerca de San Sebastián. El dueño de la propiedad también está presente
ese miércoles, ya pasadas las nueve de la noche.
“¿Te sirve esa
información?”, pregunta Julio.
“va a cobrar
relevancia en la medida en que paco despierte o podamos encontrar al
mototaxista para corroborar datos”, explica Damián.
“¿encontrar al
mototaxista?”, se extraña Julio.
“Pidió su alta desde
ayer por la tarde y desde entonces su paradero es un misterio”, responde
Damián.
“Lo que les digo es la
pura verdad”, reclama Juan.
Damián estudia las
agradables facciones del chico y le palmea el hombro:
“Mira, muchacho, aquí
entre nos, yo sí creo que estás diciendo la verdad, pero si ese otro huevón va
a hacer lo que pienso que va a hacer, lo mejor es que tengamos datos exactos
para que Julio sepa cómo lo puede joder”.
“Perdone, don Julio”,
baja la voz Juan.
“No es tu culpa”,
responde el aludido, de manera tranquila.
“Lo que no entiendo es
por qué quiere joderte de esa manera”, observa Damián a Julio.
El ex futbolista
suspira y se estira sobre su silla.
“Cuando Sandro se hizo
adolescente, se hizo hincha del equipo y lo veíamos apoyando en todos los
partidos. Su viejo era socio del club y aportaba fuerte. Eso hizo que Sandro
tuviera más acceso, incluso a los vestuarios. Tendría 15 o 16 años, y de pronto
noté que rondaba mucho a los jugadores. Una vez lo descubrí cachando con uno de
ellos en las duchas. Era José Luis. Sandro alucinó que el Pelu era su pareja y
no lo abandonaba ni a sol ni a sombra. Tuve que hablar con su viejo para que
nos lo quitara de encima porque ya estaba afectando nuestro rendimiento. Desde
allí me cogió fastidio”.
“¿Y nunca lo pudo
superar?”, inquiere Damián.
“No lo sé. Cuando
Sandro cumplió 18 años, pidió adelanto de herencia a su viejo. Sandro fue
siempre hábil para los negocios e hizo crecer su plata. Fue cuando se hizo
socio. La huevada era que jugador que fichábamos, jugador que debía meterle
pinga. Era fijo. Y cuando se le prendía a uno, no lo dejaba ni a sol ni a
sombra. Hizo que uno de los chicos se separe de su mujer, y ya te imaginarás
cómo fue eso. Me tocó ponerlo en su sitio. Empezó a decir que Pelu y yo éramos
pareja, que hacíamos orgías con los otros futbolistas. Entonces le saqué su
mierda”.
“¿Le pegaste?”
“Ya me había sacado de
mis casillas y me había indispuesto con mi mujer… Me denunció… Menos mal que
todo el equipo, incluyendo el cuerpo técnico, sacó la cara por mí y testificó
diciendo que él era un acosador. Renunció como socio del club. La huevada es
que eso te explica por qué me tiene cólera”.
“Ahora me quedan las
cosas más claras”, comenta Damián. “Solo un detalle: ¿podrían mostrarme qué
pasó esa noche que viniste con Paco?”
“Mostrarle, ¿cómo?”,
se extraña Juan.
“Hacer exactamente lo
que hicieron esa noche ”.
Minutos después, Julio
se desnuda por completo y entra al cuarto. Juan y Damián ya están acostados, calatos, uno al
lado del otro.
“Comenzó a conversarme
y a acariciar”, cuenta Juan.
“¿Cómo te acarició?”,
averigua Damián.
“Me pasó la mano desde
la tetilla hasta mi huevo”.
“¿Así?”
Damián pasa la palma de
su mano desde el pectoral, suavemente, hasta detenerse sobre el pene semierecto
de Juan.
“Así, así, exacto;
entonces Paco comenzó a pajearme”.
Julio no pierde
detalle de cómo Damián comienza a masturbar a su peón hasta que el pene se le
pone bien duro. Su miembro también se pone bien rígido.
“entonces comenzó a
chupármela”, indica Juan.
“¡Así?”
Damián se dobla como
puede para iniciar el sexo oral.
“Tienes que parar el
culo”, indica Juan.
Damián asume la
posición señalada, lo que el peón aprovecha para acariciar las nalgas y masajear el ano
del policía.
“La chupas mejor que
ese huevón”, comenta el joven.
“¿Y solo cacharon Paco
y tú?”, pregunta Julio mientras se masajea su pene duro.
“Sí, solo él y yo”.
Damián deja de mamar
la pinga:
“¿qué pasó luego? ¿Le
metiste tu pene?”
“Sí”, responde Juan
muy excitado. “Se sentó encima de mi pinga”.
Damián toma un condón,
le pone su propio líquido pre-seminal como lubricante, pues también se le ha
parado el pene, unta ese mismo fluido al miembro de Juan, se coloca, pone la
punta del glande
en la entrada de su culo y comienza a tragárselo por atrás poco a poco.
“Aa la mierda”,
reacciona el policía. “el tuyo sí duele”.
“Métetelo despacio”,
aconseja Julio. Para qué te apuras si igual vas a gozar rico cachando?”
Damián sigue el
consejo mientras respira hondo y lento y trata de expandir los músculos de su ano.
Ya con todo el pene
dentro de su recto, el policía comienza a rebotar despacio.
“¡él cachó así?”,
pregunta excitado a Juan.
“Sí”, dice el chico,
bien arrecho, “pero tú te dejas cachar más rico”.
“¡así de rico, papito?
¿Así te gusta meter verga a un buen culito?”
“Claro que sí… y tu
culito… está más sabrosito”.
Ambos gimen y jadean
mientras Julio hace un esfuerzo para evitar que la leche se le salga mientras
se sigue masturbando.
La sensación le parece
tan deliciosa a Juan que no puede contener su orgasmo:
“Las voy a dar,
carajo”, anuncia, y eyacula dentro del condón.
Damián deja de
cabalgarlo poco a poco, pero su pene está bien al palo.
“¿Y él se pajeó sobre
ti?”
“No”, suspira Juan,
más relajado. “en realidad, le hice perrito, pero no se vació”.
Julio reacciona:
“¿Perrito, dijiste? O
sea que siguieron cachando”.
Damián se saca el pene
de su ano:
“¿Y cómo cacharon en
perrito?”
“mirando a esa pared”,
señala Juan hacia los pies de la cama.
“Eso lo puedo hacer
yo”, anuncia Julio encaramándose, buscando un preservativo y poniéndoselo
mientras Damián adopta la posición. Poco después, el pene del ex futbolista
taladra el ojete del policía fiscal. Julio cacha como loco.
“¿Así se lo clavó?”,
pregunta excitado a Juan.
“No, pero qué rico es
verte dándole pinga a ese pata”.
Damián goza al sentir
cómo esa pija le taladra el culo. Gime.
“agárrame piernas al
hombro”, pide.
Julio se olvida de la
reconstrucción de los hechos y le da gusto al policía. Adoptan la nueva
posición. El ex futbolista vuelve a introducir su pene al ano del robusto
efectivo del orden, en tanto éste comienza a pajearse:
“¿La damos juntos? Ya
casi me vengo”.
“Yo igual”, avisa
Julio.
“Vamos”.
Los dos reanudan la acción,
solo que esta vez Julio bombea con más fuerza:
“Concha su madre,
carajo, las voya dar, mierda… ¡las voy a dar,reconchasumadre!”
Julio eyacula dentro
del ano de Damián, mientras éste apura su masturbación hasta que las ráfagas de
su semen se disparan sobre su abdomen y pecho:
“Rico, carajo”,
murmura Damián.
Tras lavarse y
secarse, el futbolista y el policía salen de la casa en la parcela y están a
punto de montar la moto que los regrese a San Sebastián. Es las once y media de
la noche:
“Eres un pendejo”,
sonríe Julio. “Todo lo que hiciste para que cachemos contigo”.
Damián no responde
nada; solo sonríe. Ambos montan la moto. Cuando ya ven más cerca las luces de
la ciudad… un camión sale de la nada.
“¿¿carajo!!”, advierte
Damián tratando de controlar la motocicleta…
Para
terminar, te dejamos con una porno gay | Tuitéanos | hunks.piura@gmail.com
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