Alejo y Miguel comienzan a hacer planes futuros, como si fuesen una pareja de enamorados, cachan rico… entonces, una inesperada visita les llega.
A la una de la
tarde de ese jueves, Alejo termina su rutina de entrenamiento en el AS de San Sebastián. Está sudado de pies a cabeza. Solo viste
su pantaloncillo de lycra, sin ropa interior (lo que le marca su generoso paquete y hace que
la tela se le meta por la raja de su gran culo), calcetines y zapatillas. Miguel se le acerca:
“la ducha ya está
limpia, así que puedes usarla ahora mismo”.
Alejo sonríe:
“¿Sabes qué he
estado pensando, Miguel? Vamos a darle duro un año entero al porno gay,
reunamos suficiente plata, ahorremos, la juntamos y la invertimos en comprar el
AS. Si no nos alcanza, lo alquilamos; el hecho es que lo sigamos trabajando”.
“¿Y Alberto ya
sabe eso?”
Alejo toma un
poco de agua:
“Una vez cuando
estábamos cachando lo conversamos. Lo que nos dijo Pedro alguna vez es cierto:
en algún momento se va a saber cuál era la real intención de fundar el
gimnasio, y ahora que ya la sabemos, lo mejor sería que lo protejamos.
Entonces, si la propiedad pasa a nosotros, él queda limpio. Sería lo más
justo”.
“Espera… ¿de
dónde sacaste esa idea?”
“Marcano me
estuvo explicando”.
“¿Y dejaremos de
hacer porno gay por completo?”
Alejo se lo
piensa un poco:
“Quizás ya no con
la presión de ahora”.
“¿Marcano también
dejará de hacer porno?”
“Dice que cuando
pueda crecer su negocio y se pague solo”.
Ambos caminan
hacia la puerta que lleva al baño:
“Pero, Alejo,
también sabemos que Beto no puso la inversión del AS; que, en realidad, fue…”
“Entonces se lo
planteamos, Migue… total, estamos trabajando para él, ¿no?”
“¿y si nos dicen
que no?”
“Ponemos un
hostal para encuentros gay… o yo pongo mi taller mecánico y tú… lo que tengas
pensado”.
Miguel sonríe:
“Por ahora pienso
que debes quitarte el sudor de todo el cuerpo, en especial de tu culo y tus
bolas”.
“Y… ¿si nos
duchamos juntos? No hay alumnos”.
Los dos
musculosos entran totalmente desnudos al baño y comparten la hora del aseo.
Aprovechan el jabón para acariciarse sus firmes músculos: pectorales, brazos,
culos, piernas. Un beso en la boca, seguido de otros tantos, no tardan en aparecer.
Cuando se han
enjuagado el jabón, y aún con el cuerpo húmedo, Miguel besa toda la espalda
hasta llegar al culo de Alejo. Le separa ambas nalgas, y, mientras el segundo
se inclina,el primero aprovecha para lamer cada glúteo y el ano cerradito al
medio.
“Puta madre, qué
rico lo haces, huevón”, reacciona alejo muy excitado.
Miguel sigue
estimulando el esfínter hasta que nota una dilatación en el agujero.
“¿Estás listo,
ale?”
Alejo respira
profundo:
“Listo”.
Miguel se pone
de pie, y con la verga ya dura, comienza a penetrarlo lentamente. La sensación que
tiene Alejo ahora ya no es la incomodidad de aquella primera vez cuando probó pinga y quedó adolorido, menos de esa segunda vez
cuando ya se había entrenado un poco más. Por otro lado, Miguel es un amante
consciente, interesado en que ambos gocen el momento por igual.
“Lo tienes
cerradito, so carajo”, comenta Miguel con toda la calentura encima.
“Muévete rico,
papá… lo haces bien”.
Miguel comienza a
bombear poco a poco hasta que sus 18 centímetros pueden trabajar como un pistón
dispuesto a dar todo el placer que ambos puedan imaginar. Alejo comienza a pajearse, al mismo tiempo.
Lo que sí Miguel
aún no logra controlar la duración del acto cuando hace de penetrador. No pasan
ni diez minutos cuando expulsa todo su semen dentro del recto de su mejor amigo.
“A la mierda”,
gruñe el activo.
Alejo, quien no
ha dejado de pajearse, gira:
“Arrodíllate”.
Miguel obedece.
“Abre la boca y
saca la lengua”.
Miguel hace lo
que su amante le pide. Alejo se pajea más fuerte aún, haciendo que su mano
golpee contra su afeitado pubis, que suena como si chasqueara un culo. Jadea
cada vez más fuerte. Su rostro revela que el orgasmo es inminente.
“¡Mierda! ¡Las
doy, carajo!”
Alejo dispara su
semen en la boca de Miguel, con la misma masividad de siempre. Se inclina a
besarlo en la boca y saborear su propio esperma mezclado con la saliva de su
amigo. El fluido viril se pega entre la lengua y los dientes de ambos. Se
separan y sonríen.
“Creo que te
pediré que seamos pareja”, susurra Alejo entre broma y serio.
“Creo que diría
que sí”.
Entonces el
timbre de la puerta suena. Ambos se miran extrañados.
“¿Hay alumno
programado para esta hora?”, pregunta Miguel.
“No que yo sepa”,
responde Alejo.
Ambos ingresan
rápidamente al dormitorio. Miguel se pone la ropa que ya se había quitado y va
a abrir la puerta de la calle. Queda de una pieza.
“¿edú?”, se
extraña. “¿Hombre! ¿Dónde te habías metido?”
“¿Puedo entrar?”,
consulta el futbolista, quien luce tan guapo como el día que llegó a San
Sebastián; de hecho, luce un ceñido traje deportivo: camiseta y short que le
marcan su cuerpo fibroso.
Miguel le da
paso, y detrás de él, otro chico tan guapo como él, también vestido
deportivamente, lo que revela un cuerpo más o menos atlético.
“Es Bartolomé”,
explica Edú. “Trabaja en el seguro”.
Miguel no
entiende nada, pero confía en su amigo.
“¿Podemos
conversar un ratito? Es importante”.
“Claro, Edú”.
Pasan a la sala
de recepción que también se usa para los ejercicios de calentamiento y se
sientan alrededor del escritorio.
“No voy a dar
rodeos”, anuncia edú. “Tengo VIH”.
Miguel se
sorprende, pero entiende que debe ser empático:
“Edú: si el
médico te dice que puedes entrenar sin problemas, por lo menos yo no me hago
ninguna palta en que…”
“Gracias, la
verdad te agradezco eso, pero… no fue por eso que vine a verte”.
Miguel pone cara
de intriga.
“¿Recuerdas esa
vez que me hiciste el masaje, el primer día que vine?”
Miguel traga
saliva, mira un poco avergonzado a Bartolo.
“Claro”, al fin
responde.
“Me la metiste a
pelo”.
Miguel hace
memoria rápidamente, comienza a sudar frío. Por el pasillo al fondo, Alejo
aparece serio.
Y para terminar, te dejamos una porno gay |Tuitéanos | hunks.piura@gmail.com
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