A las seis menos diez de la mañana, Evandro pedalea en la bicicleta estacionaria con el culo levantado en el aire. Sus pantorrillas y muslos comienzan a quemar mientras siente una gota de sudor en su cara aunque no puede distinguirla en el gran espejo delante suyo. Osmar aparece de alguna parte con una escoba y un recogedor, se aproxima al tacómetro electrónico del aparato.
“Cuatro
minutos más y pasas a sentadillas”.
Por un
instante, pone su vista en el medio de la licra que forma las dos nalgas de su
compañero y, evidentemente alumno.
“¿Te gusta mi
culo?”, sonríe Evandro por el espejo.
“No, vale,
miro tono muscular”.
Aunque
inexplicablemente, el instructor siente que su pene está erectando, pero se
recrimina a sí mismo en silencio. Qué va, si todos los días ve culos incluso
mejores que ése.
A las siete y
cuarto, Evandro está bajo la ducha en los vestidores del Steel Fit Gym.
“¿Lucas?”
El actor se
asusta y da media vuelta. Un chico evidentemente veinteañero está vestido para
iniciar una mañana de entrenamiento.
“Hola”,
sonríe Evandro.
“¿Tú haces de
Lucas en esa obra?”
“¿Voto de
Castidad?”
“Sí”, sonríe
el muchacho. “Ésa”.
“¿eres
católico fundamentalista y vienes a asesinarme?”
El
interlocutor ríe.
“No, para
nada, al contrario; te quería felicitar. Excelente obra”.
“¿Has ido a
verla? La obra… quiero decir”.
“Anoche. Te
reconocí. Igual al que hace de Mateo”.
“Ah, Osmar… Y
si esperas a eso de las diez o diez y media, puede que te choques con el que
hace de Juan”.
“Osmar me
habló de la obra, me dijo que estabas aquí y, bueno… quería… tú sabes”.
“Gracias”,
sonríe Evandro. “De veras lo aprecio”.
“Era eso… Nos
vemos”.
El chico se
va y Evandro no sabe si sonreírse o pensar el modo en que asesinará a Osmar
cuando salga del vestidor.
“eso me lo preguntó el lunes”, explica el instructor, ahora alistándose frente al espejo para encarnar a Mateo.
“¿Y tanto
esperó tres días para reaccionar?”, se extraña Evandro a su lado. “Bueno, ya me
vio calato, parece que eso quería hacer”.
Alexis se
sienta desnudo en la otra silla a limpiarse la cara.
“Agradece que
ése fue educado; a mí me tocó uno que de la nada me metió la mano al culo en el
gym”, confiesa el velludo.
“Sí
recuerdo”, agrega Osmar.
“Mientras
vengan y paguen su entrada, por mí que me toquen hasta el bulto, carajo”,
interviene Evandro.
Zaira
ingresa:
“Tercera
llamada, chicos. A sus puestos”.
Cuando Juan y Mateo entran al dormitorio iluminado con una luz amarillenta casi tirando para ocre y hacer el ademán de ver las cuatro paredes, Osmar cree reconocer a alguien en la platea gracias al resplandor. Carraspea y regresa de inmediato a su personaje:
“¡Es
hermosa!”, exclama Juan. “Fresca y cómoda, además”.
“Qué bueno
que te guste porque será tu habitación durante todo el tiempo que permanezcas
aquí”.
Juan se
aproxima a la ventana y mira hacia fuera.
“Hermoso
ocaso”.
Comienza a
desnudarse.
“¿qué haces,
hermano Juan?”, se extraña Mateo.
“Dicen que el
agua de aquí es fresca: me daré un duchazo”, reacciona muy alegre.
“Me retiro,
entonces”. Mateo abre la puerta y sale del cuarto. Al caminar a la tramoya,
donde Evandro espera su turno para entrar como Lucas, Osmar, ya fuera de
personaje, se le acerca:
“Me parece
haber visto…”
“No importa,
no me desconcentres”.
Evandro
avanza hasta la puerta y espera su línea para ingresar. Osmar respira hondo y
cree que tampoco debe dejarse desconcentrar.
La función de
esa noche termina en otra ovación. Mientras los tres actores se quitan las
batas de baño y se disponen a ponerse su ropa real, entra Zaira en el
vestuario:
“Ochenta y
uno por ciento de ocupación, primer aviso”.
“¿Y el
segundo?”, curiosea Alexis mientras se vuelve a limpiar entre las nalgas.
“O se ponen
las batas o se visten en cinco segundos que Arnold Escalante viene a
saludarlos”.
Osmar mira a
Evandro, mientras Alexis queda indiferente. Zaira sale un instante.
“Es lo que
trataba de decirte, Evan”.
“¿Y qué
tiene, Os? Ya te dije cuál es la clave con él”.
Zaira entra
con Escalante, muy entusiasmado:
“¡Bárbaro,
muchachos!”
El director
de audiciones da la mano y abraza a cada uno de los talentos.
“¿Y a qué
debemos la visita de su bajeza real?”, bromea Evandro.
“Digamos que
un pajarito puso esta referencia en su ficha de casting y… decidí darme una vuelta”.
“Debe ser un
palomo caraqueño, ¿no?”, sigue ironizando Evandro mientras mira a Osmar.
“No te pongas
celoso, Cruzado”.
“No”, replica
Evandro. “me alegra que más gente venga a ver el montaje y te lo agradezco de
verdad… y creo que hablo por todos”.
Los otros dos
actores y Zaira asienten.
“¡Fue a ver a los sementales, te digo!”, casi se exalta Evandro en su Yaris azul con un pop de fondo, quizás Backstreet Boys.
“¿Y qué si
ése fue el caso,vale?”, le sonríe Osmar. “Ni siquiera nos vio desnudos en el
camerino”.
“Claro, pe,
huevón, porque ya se había hganado con todo durante la función. Te apuesto que
sí te dan el trabajo”.
“Coño, prefiero
no hacerme ilusiones”.
“Yo conozco a
Escalante, Osmar, es su modus operandi”.
“Bajo esa
teoría, entonces fue a verme a mí, ¿no crees?”
“Cáchatelo,
huevón… ¡Cáchatelo! Es la única forma que salgas de pobre”.
Osmar prefiere sonreír.
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