Cinco kilómetros al suroeste, Zaira visita a Escalante:
“Entonces sí
fue cierto que se reunieron con ese chibolo”.
“¿Cómo te
enteraste?”, parece extrañarse la mujer.
“Ay, querida.
Lima sigue siendo la vieja aldea colonial encerrada entre murallas”.
Escalante ríe
despacio.
“Somos
promoción del Taller de Teatro”, explica la directora.
“¿Y vienes a
que te ofrezca más dinero por los derechos de Voto para que no los haga la
señorita Viteri?”
“No, Arnold.
Los derechos para cine son tuyos como nos comprometimos. Vine a hablar de quién
sustituirá a Evandro en el papel de Lucas”.
Escalante
sacude la cabeza como dudando de lo que ha escuchado:
“Supuse que
lo querías conservar y que ése era el cuello de botella de la negociación;
incluso Osmar Rivero vino a abogar por él”.
Zaira
disimula su asombro por este último dato:
“¿Cuánta
plata hay en juego, Arnold?”
Escalante
sigue perplejo, pero reacciona:
“Podemos
preparar a un chico llamado Fernando y podríamos poner a Alexis en lugar de
Evandro. Total, el peso dramático mayor está sobre Mateo”.
“No. Creo que
Alexis y Osmar deberían conservar sus papeles porque ya están en su centro, ya
los conocen. Mas bien, mi idea es que Keith Branson haga el rol de Lucas”.
Escalante ríe
a carcajadas:
“¿el novio de
Viteri? ¡Pero si es un palo de chifa!”
“¿Y para qué
existen los esteroides, Arnold? ¿O cómo crees que construyen músculo estos
actores?”
“¿Y cómo
participaría Viteri? Tú sabes muy bien que él y yo…”
“Giaccomo no
tiene interés en el proyecto. En dos semanas debe partir a no sé dónde porque
va a comenzar una película; además, no quiere hacer temas eróticos y menos
homoeróticos, para que no se siga hablando de él”.
“Branson no
va”.
“De acuerdo,
Arnold. Haremos casting, entonces.
Pero no me toques ni a Alexis ni a Osmar de sus papeles”.
Escalante se
acomoda mejor en su sofá y mira fijamente a Zaira:
“¿quieren
decirme qué se traen entre manos tú, esos tres y la parejita casi fuera del
clóset?”
La directora
sonríe algo apelada:
“Nada,
Arnold. Solo estoy viendo… posibilidades”.
Escalante
exhala, toma aire, se inclina un poco hacia adelante:
“Mira, Zaira,
no es mi intención echarte en cara nada, pero quiero recordarte que si Voto de Castidad ha logrado llenos en la
última semana, que incluso desde ayer estás haciendo funciones dobles, que si
estamos hablando de una película, fue porque convertimos a Osmar en el chico Lust, porque sabíamos que lo iba a
aceptar, porque como migrante, el ver un cheque con cuatro cifras luego de
estar en un país donde el básico apenas alcanza dos, iba a ser un gol. No
desmerezco tu trabajo como escritora. Tu guion teatral tiene carne, aparte de
la carne que se ve en ese decadente teatro, que, sin duda, hay plata de Cruzado
en el montaje; pero si algo puedo pedirte, exigirte, es que si trabajas
conmigo, no me juegues chueco. Tú sabes que la campaña de Lust tenía a Alexis
en la mira pero que tus celos y sus pelos te hicieron optar por Rivero. Y ya
que menciono a tu maridito, dime, ¿qué hay de cierto en que ustedes se
separaron?”
Zaira abre
los ojos, perpleja.
“Mi amor”,
continúa Escalante, “Lima sigue siendo ese pueblo colonial encerrado entre
murallas… ¿Y quieres saber qué más sé yo? Porque parece que te estás enterando
de cosas esta tarde…”
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