Miguel cree que Edú y Marcano han pasado la prueba al aire libre; pero uno de los tres puede que ya no siga.
La tarde
siguiente, lunes, Miguel se abre paso entre el bosque que tapiza la falda del
cerro San Sebastián, relativamente cerca de la ciudad.
“Aquí está bien”,
indica señalando un lugar desde el que se tiene una fantasmal vista del valle
algo difuminado por el polvo que levanta la brisa de la tarde. Tras él, dos
varones también se abren paso.
“¿Por acá no fue
donde descubrieron esas pingas de oro?”, recuerda edú.
“Sí, pero fue un
poco más arriba”, confirma Miguel.
“¿Pingas de
oro?”, se extraña Marcano.
“Los antiguos
tallanes ttenían una obsesión por la fertilidad porque dependían de que el río
crezca y llueva en verano para cosechar alimentos, así que hacían penes de oro
y los ofrecían a este cerro, y parte de la ceremonia incluía cachar entre ellos”.
“¿Cachar entre
hombres?”, sonríe Edú.
“¿Qué tiene?”,
responde Miguel. “La homosexualidad es tan antigua como la humanidad. ¿Con
quién comenzamos?”
“Conmigo”,
responde Edú, quien se adelanta hasta un faique.
“Calatéate de una
vez”, indica Miguel.
“¡No me tomarás
primero con ropa, luego con bóxer, luego calato?”
“La sesión
completa te la hará Willy. Recuerda que ahorita necesitamos tomar pruebas, no
tenemos mucho tiempo de sol disponible y no quiero que la ronda nos encuentre
aquí calatos”.
Edú se queda desnudo
aunque sin quitarse las zapatillas y las medias. Se ubica, y Miguel, sacando
una cámara pequeña de su bolsillo, comienza a encuadrarlo y retratarlo.
“Bien ahí. Gira y
ponme duro tu culo”, instruye el artista.
Edú se pone de
espaldas y agrega tensión a sus redondas nalgas mientras Miguel comienza a tomar
las fotos.
“Gira de nuevo.
Pon dura tu pinga”.
Edú acata y
comienza a sobarse el pene para conseguir una erección. “¿No quieres
ayudarme?”, sonríe a Marcano, quien está detrás de ambos viendo el paisaje y
viendo la furtiva sesión.
“Ya va, pue’”.
Su compañero se
acerca, se arrodilla sobre el suelo de tierra y comienza a practicarle sexo
oral. El rostro de Miguel se ilumina.
“Desnúdate,
Marcano”.
“¿“¿de una vez?”
“Hazme caso, chamo”,
sonríe Miguel.
Marcano se quita
toda la ropa quedándose también en medias y zapatillas.
“Chúpasela de
nuevo”.
Marcano reanuda
el sexo oral a edú mientras Miguel fotografía todo.
“Hazle beso
negro; Edú, tú pajéate”.
Los modelos
siguen las instrucciones del fotógrafo: Marcano toma las dos firmes nalgas de
su amigo, las separa, saca su lengua y comienza a lamer ese ano y besarle las
nalgas.
“Ahora inviertan
papeles”.
Marcano deja de
meter su lengua entre las nalgas de Edú, se levanta y ahora ofrece su largo pene
semi-erecto a su amigo quien se lo chupa hasta ponerlo más largo, gordo y duro.
Posteriormente, da media vuelta y deja que Edú le bese y lama el inmenso culo. Miguel
sigue fotografiando incluso desde ángulos muy invasivos, como debajo de la
entrepierna del venezolano.
“Sería chévere
que se metieran la verga por el culo”, piensa en voz alta.
“Tengo condones”,
avisa edú.
“¿Tienes
lubricante?”, consulta Marcano.
“No. Me olvidé”.
“Yo creo que sí
tengo”, recuerda Miguel. Se revisa los bolsillos y encuentra un ccojincito.
Primero es
Marcano quien mete sus 21 centímetros al culo de Edú, se mece lentamente para
evitar que la foto salga movida; luego es Edú quien penetra a Marcano igual de
lento.
“Listo, chicos”,
avisa Miguel. “Ya tengo las fotos”.
“¿Y tú no quieres
cachar?”, sonríe Edú masajeándose su pene nuevamente erecto.
“Ya no hay
condones”, sonríe Miguel.
“Hay uno”,
recuerda Marcano.
“¿Tienes una
moneda?”, consulta edú.
“Sí”, avisa
Marcano. “¿Para qué la quieres?”
“Cara: tú se la
metes; sello: yo se la meto. ¿Hecho?”
Tras echar
suertes, Marcano se pone el condón y le mete su pene a Miguel mientras éste se
la chupa a Edú. Marcano, quien ya estaba excitado por el asunto de hacer la
sesión, ponerse la verga dura y mostrarla, dejársela chupar y meterla antes a
su amigo, no aguanta más y deja que su orgasmo explote sin censura.
“Me vengo, pana…
¡me vengo!”
Miguel siente
cómo el pene del chico palpita dentro de su ano mientras Edú saca el suyo de la
boca del artista.
“Vámonos que ya
va oscureciendo”.
A Miguel le
extraña la actitud de Edú pues pensaba saborear su semen, pero considerando que
el sol comienza a ocultarse, le parece una buena idea. Al llegar a la base del
cerro, la moto de Marcano los espera junto a la casa de un conocido (quien está
enteradísimo de lo que pasó en el cerro). Tras agradecer, los tres se montan en
el asiento y regresan a la ciudad.
Con los baches,
Miguel aprovecha para pegar su pene erecto a las enormes nalgas de Marcano,
quien conduce el vehículo. Los tres regresan al gimnasio del AS.
“Ese Marcano es
una máquina, huevón”, comenta Miguel a Alejo en voz baja. “Subió el cerro como
si nada, se deslechó, bajó, condujo la moto y encima viene a entrenar”.
“Está perfecto
para hacer porno, entonces”, sonríe el instructor de turno.
A la mañana
siguiente, edú y Marcano van a Piura para pasar el control médico que exige
Enrique antes de cachar en cámara. El doctor Talledo se sorprende de la
anatomía perfecta del venezolano, en especial su gran pene, sus enormes bolas y
sus inmensas nalgas.
“Perfecto,
Tomás”, le sonríe. “No hay problemas contigo, en todo caso esperemos qué dicen
las pruebas de sífilis, gonorrea, herpes y clamidia, pero al menos VIH, estás
limpio”.
“Ah, casi no me llaman Tomás”, sonríe el
chico. “Más me llaman por mi apellido: Marcano”.
Talledo sonríe de
vuelta mientras le acaricia la verga y el culo.
Tras salir
Marcano, llega el turno de Edú, quien se calatea y se pone en posición de fiel
musulmán para que el médico lo revise. Luego, espera sentado en la camilla.
“¿Nunca te has tamizado
para ITS, infecciones de transmisión sexual?”
“Pero no tengo
nada, doctor
Talledo respira
un poco. Espera. Al fin habla:
“Eduarddo… tu
prueba rápida de VIH salió… positiva”.
Edú se turba un
momento:
“¡No será un
error?”
“Por eso te
haremos una más precisa que la prueba rápida… Mientras tanto, por precaución,
sí deberías contactar a las personas con quienes has tenido sexo, en especial
sin protección, para avisarles que también se chequeen”.
Edú prefiere guardar silencio mirando al vacío… o quizás a una lámina de un pene y sus testículos colgada en la pared.
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