Edú y Marcano comprenden por qué el sexo entre dos patas no se explica; solo se siente.
El cuarto de
Marcano, ubicado a tres cuadras de la plaza principal de San Sebastián, suele
ser frío a no ser por un par de cervezas negras y una inesperada visita que
ahora yace bajo su piel, totalmente desnudo igual que él. Es Edú. Ambos se
besan y acarician sobre el colchón tirado al piso que sirve como cama, en medio
de maletas y cajas que sirven a manera de armarios, una laptop más allá sonando
con algunas bachatas, la luz apagada. Es domingo por la noche.
La lengua de
Marcano saborea el perfumado cuello de Edú mientras comienza a recorrer hasta
el centro de su pecho y luego cada una de sus tetillas que comienza a mamar con
dulzura. Edú gime con los ojos cerrados mientras acaricia el cabello ñuto de su
amante quien ahora desciende por sus bien marcados abdominales hasta llegar a
su recortado vello púbico.
Marcano toma la
pinga de Edú, la masajea suavemente, y de inmediato se agacha a mamarla. Edú
jadea al sentir el cosquilleo. Marcano pasea su lengua por los 18 centímetros
duros y gruesos hasta caer en las lampiñas bolas y mamarlas con mucho cuidado. Sin que se lo pidan, el invitado levanta las
piernas y sin mencionar nada anima a que el anfitrión siga recorriendo con su
lengua hasta llegar a su ano.
El beso negro es
de lo más intenso y tierno que hay. Es una rara suavidad viril que se extiende
desde el ojo del culo hasta el último poro de su piel. A tientas, Marcano busca
la cajita de condones, abre uno, se lo pone sobre sus 21 centímetros ya erectos
y comienza la penetración. Edú siente que el falo ingresa en sus entrañas, pero
más allá del escozor o la opresión, no siente dolor, y no porque tenga su hueco
ya desvirgado; es un raro estilo que tiene este hombre de poseerlo. Marcano se
inclina de nuevo y mientras se mueve, reanuda sus besos con Edú.
“Hazme tuyo”, le
susurra.
“Ya eres mío”, le
responde.
Tras algunos
minutos en esa posición, Marcano hace que Edú se aferre de su cuello con fuerza
y se incorpora hasta arrodillarse junto a él cuidando de que su miembro no se
salga del orto.
“Cabalga”, le
indica.
Edú comienza a
rebotar mientras frota su pene erecto contra el vientre de Marcano. Los besos
no cesan. Los rebotes se hacen cada vez más intensos hasta que el pasivo cae en
éxtasis. Ambos jadean y respiran profundo. Con mucho cuidado, Marcano extiende
sus piernas y se sienta para luego acostarse boca arriba. Edú sigue quedando
encima cabalgando su verga, e inclinándose para seguir besando a su amigo. En
esos momentos, Marcano aprovecha para bombear bien el ano.
“Me vengo”, casi
ruge el activo.
Edú siente cómo
el pene dentro de su culo comienza a palpitar, mientras el activo entra en un
estado de máxima relajación y placer.
“Ah, carajo. Te
amo”
Minutos después,
, ambos descansan bajo la gruesa cobija que cubre el colchón.
“¿en serio me
amas?”, sonríe Edú.
“Me dejé llevar,
vale. Sí me caes bien, excelente, definitivamente coger y charlar contigo es
chévere, pero nada… me dejé llevar”.
“¡Cachas con
alguien más?”
“No, aunque no te
negaré que a veces hay clientes que te llaman por una reparación o una
instalación y, bueno… la carne llama a la carne… tú sabes”, ríe Marcano.
“¿Sabes que
cuando cachamos con Julio me sentía en una porno? ¿No te ha pasado que a veces
tus fantasías son superadas por… cómo explicarlo?”
“Nada, pana. El
sexo no se explica, solo se siente y ya. Explicarlo le quita la magia”.
“Tienes razón… el
hecho es que me sentía en una porno”.
“¿Has visto mucho
porno?”
“Hasta ahora. No
me jode aceptarlo”.
“¿Has hecho porno
alguna vez, pana?”
“He bailado
calato en discos, he trabajado como escort, he posado calato para fotos, pero
hacer porno asícon otro pata,no, no he tenido el gusto”.
“O sea, que si te
ofrecen, aceptarías”.
“Sí, pero ya
tengo 30. A esta edad ya no te contratan”.
“Gracias por sentirte
en una porno”, sonríe Marcano. “Lo tomo como halago”.
“Tú tienes traza
de actor porno,claro que el mameluco engaña, pero calato y todo, pareces uno”.
Marcano sonríe,
se destapa, se levanta del colchón, jala la laptop, busca algo y se lo muestra
a Edú: una porno gay. Dos patas musculosos, al menos atléticos, cachando.
“¿Eres tú?”, se
sorprende edú.
“Así financié mi
viaje hasta acá hace tres años”.
“¿Cuánto te
pagaron?”
“250 dólares por
video. Hice tres o cuatro. Con el cuarto ppude dejar dinero en casa mientras
viajaba acá. Con video y medio me pude mantener al llegar mientras me buscaba
trabajo hasta que entendí que acá nadie te contrata por lo que sabes hacer: tú
tienes que crearte tu trabajo”.
“¿Ya trabajabas
como electricista en Venezuela?”
“No. En realidad
soy ingeniero mecánico-eléctrico. Es una larga historia”.
“¡Larga como tu
pinga o como la mía?”
Marcano besa a
Edú.
“Larga como la de
ambos”.
Marcano vuelve a
recorrer el cuello, el pecho, las tetillas, el abdomen y el pubis de Edú, pero
esta vez se concentra en mamar bien el pene del chico mientras idea algo: se
sienta en cuclillas sobre la cara de su amigo dejándole sus nalgas bien
abiertas.
“Chúpame el culo,
vale”.
Edú no espera
tanto y separa más esos dos enormes glúteos y mete lengua. Marcano se inclina
para seguir chupando el pene de su amante. Tras cierto tiempo, vuelve a buscar
a tientas la caja de condones, abre uno y lo coloca casi con los labios y los
dedos a Edú.
“Clávame, pana”,
le pide.
Marcano se
acuesta sobre el colchón boca arriba y edú se arrodilla para meterle su pinga
tratando de ser cuidadoso también. Lo bueno es que ésta se desliza sin tanto
problema. Comienza a cimbrarse mientras lo besa en la boca. Se mantiene en esa
posición por largos minutos.
“Ponte en
perrito”, ahora pide él.
Marcano se pone
en cuatro patas y Edú lo penetra haciendo chocar su pubis contra esas grandes
nalgas. A la mierda si el sonido se escapa del cuarto: Hasta donde saben ambos,
no hay nadie más en ese piso. Edú termina apoyándose en la espalda de Marcano y
ambos terminan uno encima del otro sobre el colchón.
“Las voy a dar”,
anuncia edú, y tras un minuto o dos, su semen se dispara contra el preservativo
mientras sigue dentro de Marcano. “Esto también fue otra porno”, le sonríe casi
sudando.
“Menos mal que mi
vecino no está”.
“¿A qué hora
viene?”
“Ya debería estar
aquí, pero creo que llega mañana por la mañana. Quizás esté en Chiclayo”.
“¿Es policía?”
“No. Fisioterapéuta.
Trabaja en el hospital del seguro social. Si hubiera estado en su cuarto, hace
rato que hubiésemos hecho un trío, vale”.
“¿Ya has cachado
con él?”
“Con el cuento de
probar nuevas técnicas de masajes, sí, dos o tres veces. Tiene buen culo y
lindo carácter. Te va a caer bien”.
“Sí. Sí he
cachado con fisioterapeutas. Son más arrechos igual que los enfermeros, los
médicos, los policías. Parece que el uniforme les eleva la lívido”.
“O podría ser el
fetiche sexual, pana”.
“Otra porno”, ríe
Edú.
De pronto su
celular suena. Sale del colchón y busca el aparato entre su ropa regada en el
suelo.
“Quizás tu patrón
preguntando dónde estás”, bromea Marcano.
”No, número
desconocido”.
Edú contesta de
todos modos.
“¿Sí, ¿diga?”
“¿Es el teléfono
de Edú, amigo de Pedro?”
“Sí”, duda el atleta.
“¡De parte?”
“Soy Flavio, amigo de Alejo y Miguel. ¿Tendrás un minuto de tu tiempo?”
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