“Nunca me dijiste que Cruzado entrena en el mismo gimnasio, huevón”.
Una hora
después, Alejandro, vestido demasiado casual para ir al trabajo, está parado
frente a Escalante, vestido solo con una bata de baño, quien acaba de abrirle la puerta de su
departamento en Miraflores.
“Buenos días,
guapo, ¿no? Tampoco lo sabía”
Alejandro
sonríe dudando:
“¿Tampoco
sabías que el marido de Zaira Banquells y Osmar duermen en cuartos separados?
Hoy conocí de casualidad al cabro que se cacha Alexis Rodríguez”
“Ah, ese
urgido de verga”.
“¡Todos se
encuentran en el mismo sitio, huevón!”
“No entiendo
a qué viene el reclamo, Alejo. Te recuerdo que…”
“Te recuerdo
que tú urdiste este plan de mierda, que no sé qué finalidad tiene y en qué
chongo me vas a meter, huevón”.
“Me bajas el
tono. Te recuerdo que te juegas un contrato de mil dólares con una revista
brasileña para fotografiar a esos tres perdedores, en especial el zombie de Evandro Cruzado”.
Alejandro
mira fijamente a Escalante y le vuelve a sonreír a manera de desafío:
“ése es el meollo del asunto, Arnie. ¡ése
es el puto meollo del asunto! ¿No has superado que ese huevón haya dejado de
cacharte? ¿Acaso no hay otras pingas en Lima o en Perú?”
“Hablas
huevadas, Alejo. La marihuana ya te quemó la mitra, de no ser porque yo te
rescaté de ese raro mundo rasta y recomendarte en un medio relativamente serio”.
Alejandro
sonríe otra vez solo para no caer en las provocaciones: “ése es tu estilo”. De
pronto, mira hacia el pasadizo: “¡¡oe, César, ya puedes salir!! ¡¡Ya sé que
estás ahí grabando!!”
“César no
vino esta mañana”. Escalante se desata la bata de baño y casi la deja caer a
sus pies, quedando desnudo completamente. “Estoy solito”. Deshaciéndose de una
manga, se acerca y le toca el bulto al fotógrafo. “¿Ya lograste metérsela a
Rivero o quieres un culito de verdad?”
“Si no fueses
como eres, te juro que la pinga se me pararía y te cacharía sin parar, como
cuando fui tu macho”.
“Podrías
volver a serlo, Alejo, y dejar ese nido de ratas donde vives ahora”.
“Me das asco,
Arnold. Me das asco”.
“César podrá
hacer esa sesión para los cariocas… Tú… estás fuer…”
“Métete tu
sesión porno por el culo, Arnold! Conmigo ya no cuentas, hijo de puta”.
Alejandro
abre la puerta:
“Abres la
boca”, advierte Escalante, “y automáticamente acompañarás a Evandro Cruzado en
el noveno círculo de Dante”.
El fotógrafo
intenta no reírse:
“¿Me estás
amenazando, so reconcha tu madre?”
“Solo te
recuerdo quién tiene poder”.
“Pues, métete
tu poder, tus intrigas, tus machos, tus huevadas al puto y maloliente ojete que
tienes, ¿me entendiste?”
Alejandro
sale y se va azotando el madero. Escalante se queda allí en su puerta, desnudo,
con la bata de baño a sus pies, contrariado.
“Nadie me
desafía así, Alejandro Albújar”, se dice. “Y tú lo sabes muy bien”.
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