domingo, 30 de enero de 2022

ASS (13): Un 'remember' entre futvolistas

Edú y el viejo de Pedro se dan tiempo para cachar en la chacra.


 

A mediodía, el papá de Pedro usa una pala para quitar las hojas secas que se han acumulado en uno de los pequeños canales en su parcela de mangos, ubicada a 20 minutos a pie de San Sebastián. Para sus 50 años de edad, luce extremadamente bien conservado, a no ser por las canas que ya adornan su cabello y que no está dispuesto a disimular, pero aparte de guapo, ese indiscutible cuerpo atlético, fruto del trabajo en el campo y un pasado relativamente no tan lejano como delantero del Deportivo Potreros, el equipo local, le mantienen una apariencia muy sensual.

Edú viene desde atrás con una palana en mano, y al llegar le mete la otra entre sus dos redondas y aún duras nalgas.

“Aguarda ‘che tu vida”, sonríe el papá de Pedro.

“Ya terminé de regar la otra melga”.

“Chévere. Yo acabo aquí y nos regresamos a la casa… Oye… ¿Y ya cachaste con mi retoño?”

“Carajo, Julio. ¡Si prácticamente me pusiste a tu hijo en bandeja! ¿Crees que uno es de piedra?”

El papá de Pedro sonríe.

“Como no escuché nada…”

“Te consta que desde que nos conocimos, siempre he sido bien caleta, querido Julio”.

“No me agas recordar, que se me para la pinga aquí mismo… ¿Te acuerdas esa Copa Perú hace ocho años?”

“¿No que se te va a parar la pinga aquí mismo…? Claro que me acuerdo. Y me acuerdo bien”.

Julio termina de palanear, se seca el sudor de la frente.

“¿Vamos a bañarnos?”

En la entrada de la parcela hay una casa de adobe enlucida con una sala, una cocina, un par de habitaciones y un baño. Está sencillamente amoblada. De hecho, era la casa del padre de Julio.

“Pedro me habló de abrir la casa para turismo rural los meses cuando no hay campaña; dice  que se puede ganar buena plata”.

“¿Y tienes idea de cómo es esa vaina?”, se interesa Edú.

“Más o menos me lo explicó. En realidad, la idea se la dio el Padre Alberto, el que se lo jaló de monaguillo”.

“Ah… el Padre Alberto”.

Julio capta el tonito socarrón de Edú:

“¿Celoso del cura?”

“Para nada”; tiene buen cuerpo y buen culo ese… Padre Alberto.

“Es que no quiero que la chacra esté tan sola: mi hijo mayor ya está trabajando aparte, mi hija ni cagando va a venir acá y Pedro no creo  que venga tampoco. ¿Tú vendrías a vivir acá?”

Ambos entran a la casa por una puerta trasera y dejan las palas a un lado; están sudados.

“No sé, Julio. La huevada es que no voy a vivir pajeándome aquí solito todo el tiempo”.

El papá de Pedro cierra la puerta:

“Podrías traerte a puntos bien caletas… como cuando estabas en el Potreros, o…”

“¿O qué?”

Julio mete su mano en el culo también redondo de Edú y lo agarra con fuerza, a la vez que se pega a su cuerpo y lo besa en la boca; se separa:

“O podríamos usarlo como nuestro… nidito de sexo”.

“Pensé que ibas a decir… ‘nidito de ammor’”.

Ambos ríen. Julio vuelve a besar a edú y ambos comienzan a quitarse toda la ropa. Las caricias y los besos continúan en el estrecho baño bajo los chorros de agua que se dan con una jarra mientras se aplican el jabón mutuamente: el cuerpo de Julio conserva la definición muscular, además de un envidiable vientre plano y definido. Ah, y la joya de la corona: bajo un tupido vello púbico, un largo pene de 19 centímetros que ya está parado mientras unos grandes testículos cuelgan como castañuelas.

“¿Te acuerdas esa vez hace ocho  años?”

“Ganamos la provincial y me cachaste como nunca”.

“Y te prometí que te seguiría cachando como nunca hasta que se te metió esa huevada de probar coño y largarte a Chile. Me tuviste en abstinencia sseis años”.

“No te quisiste divorciar”.

“Ni cagando lo iba a hacer”.

La pinga de edú también está al palo y rozando la de Julio.

“era más chibolo… luego me di cuenta que te pedía una chiquillada”.

“Qué bueno”.

Ambos atletas comienzan a hacer una guerra de espadas que los lleva a tope. Nuevamente se abrazan y besan en la boca.

“Cáchame, Julio”.

Tras bañarse y secarse, ambos ocupan una de las camas en uno de los dos cuartos. Edú está en cuatro patas mientras Julio le sopea el ano ruidosamente. Ambos gruñen de placer.

“¿Probaste verga en Chile?”

“Varias”, responde sonriendo edú.

“Ahora prueba la de tu macho”.

Edú comienza a chupar el pene erecto de Julio por largo tiempo, pero no consigue metérselo toda.

“Así, así. Chupa la pieza de tu marido. Rico la chupas, educito”.

El más joven busca en su mochila un condón, se lo da a Julio quien lo abre, se lo pone, escupe en todo el ano de edú, y le va metiendo el pene poco a poco.

“Despacio, Julio. Así despacito, mi amor”.

Los 19 centímetros por fin entran completos, y el resto es moverse con ritmo y paciencia. Edú se queja de dolor y placer.

“¿Te gusta cómo te culea tu marido?”

“Me encanta”, susurra el otro.

La verga dura entra y ssale del ano apretado de Edú; sus nalgas siguen tan golosas como cuando se fue de San Sebastián hace seis años, hasta que llega el orgasmo.

“¿Quieres tu yogur natural?”

“Dámelo”.

Julio se saca el condón, hace que Edú gire, y le pone el pene en su boca; lo masturba hasta disparar su semen dentro de él. El muchacho lo traga.

“¿Qué tal estuvo?”

“Pura proteína, Julito”.

A medio camino hacia San Sebastián, Julio simula orinar y tira el condón usado en un cerco de overos detrás de un algarrobo, aprovechando que nadie pasa por ahí:

“Ya sabes que de esto ni una palabra a nadie, ni a tu almohada. Prefiero que crean que estáss cachando con mi hijo; pero que ni sospechen que tú y yo cachamos o hemos cachado antes”.

“¿por qué tanto miedo?”

“Ya hablamos de esto, edú… ya no tienes 24 años, ¿recuerdas?”

El aludido se sonríe mientras divisa las primeras casas de la ciudad.

“¿Y ese Padre Alberto le entra, no?”

“¿También quieres cachar con el cura?”

Edú sonríe pendejamente a Julio mientras, al disimulo, le agarra el paquete.

Para finalizar,te dejamos con un video porno. 

sábado, 29 de enero de 2022

Proyecto Lujuria 4.2: Evandro y Osmar, strippers


Un poco después de esa hora, en algún condominio de surco, un grupo de mujeres departe entre música de Christina Aguilera y algunas piñas coladas. Una rara combinación.

“Si te quieres divorciar, divórciate, le dije”, relata una mujer cuarentona de cabello recogido teñido y un vestido casi sastre. “¿Crees que quiero un solo centavo de tu mugre plata?”, blande su copa. “Te equivocas, papacito”.

“¿Y qué dijo?”, pregunta otra de cabello más corto, muy maquillada.

“Me dijo: tampoco esperes recibir un solo centavo. Pero el muy idiota olvidó notariar el acuerdo de bienes separados y… es bueno cuando tu caso lo ve una jueza”.

Todas ríen.

En eso, tocan el timbre de la casa. Una tercera mujer se levanta a atender.

“Me das el teléfono de tu abogado”, pide la segunda. “Como van las cosas, la separación será cuestión de unos meses… Eso sí, ni loca lo dejo cargadito, sino cagadito”.

Todas ríen.

“Somos hermanas, recuerda”, asevera la primera.

La mujer que salió a atender la puerta reingresa:

“Chicas, chicas… creo que estamos en problemas”.

“No me jodas”, reclama la primera mujer.

Entonces, entran a la sala un hombre alto, su cuerpo atlético dentro de un uniforme verde de policía, grandes lentes de sol (considerando que son nueve y media de la noche o por ahí), que se los quita. Detrás suyo, ingresa otro hombre en un atuendo parecido, aunque un poquito más alto.

“Perdonen, señoras”, dice con voz marcial, “pero los vecinos nos han reportado que hay un barullo aquí que está incomodando”.

“¿Y desde cuándo las Águilas Negras intervienen un hogar sin autorización judicial, suboficial?, reclama la primera mujer.”

“Porque nosotros no somos las Águilas Negras”, responde el hombre y coloca un raro aparatejo en el suelo. “Somos… las Águilas del Placer”.

El que lo ssecunda se agacha y toca el cubo de plástico y una música electrónica se escucha. Ambos uniformados se ponen en el centro de la sala, espalda con espalda, y comienzan a contonearse. Las damas entienden que eso no es una intervención policial verdadera y se arremolinan. Ambos se acercan a la primera mujer, la ponen al centro y bailan junto a ella; es cuando cada cual toma cada mano de la dama, la ponen sobre sus camisas.

“Jala”, instruye el supuesto policía.

La mujer obedece y dos pares de pectorales más tres pares de abdominales definidos (además de cuatro bien torneados brazos) aparecen no solo ante ella sino ante todas sus amigas. La música avanza. Los dos hombres se quitan los cinturones que aseguran cada pantalón y juegan con ellos.

“Jala”.

Tira de los pantalones y ambos adonis no solo permiten que el selecto respetable aprecie sus muy bien trabajadas piernas, sino que las mujeres que pueden ver sus espaldas puedan contemplar sus dos redondas nalgas en toda su gloria, en especial del chico más alto y que ha permanecido mudo toda la presentación. La homenajeada tendrá que imaginar qué hay debajo porque los bultos están asegurados con una licra blanca.

“¿quieres más?”

“¿Por qué no?”, responde la mujer.

El primero deja de contonearse, junta sus piernas y en un movimiento rápido se baja el hilo dental y logra sacárselo a pesar que los borceguíes siguen aferrados a sus pies. Entonces, el segundo hace lo mismo. Las mujeres enloquecen aunque no por mucho tiempo. La música acaba y el acto también. Ambos le dan un beso en cada mejilla:

“Feliz cumpleaños”, le sonríen al unísono.

Agradecen al resto del público, recogen su ropa, el cubo de plástico (que en realidad es un parlante uSB)  y se retiran a a un pasadizo de la casa donde se visten de nuevo. Quien fue a abrirles la puerta, les da alcance:

“, Soberbio, chicos”.

Evandro y Osmar se aseguran los broches de velcro que permiten quitar o poner los pantalones sin tener que meter cada pierna en una manga.

“Gracias”, responde el primero, muy sonriente.

 


Ya vestidos, los dos chicos salen al pasillo y se dirigen al ascensor.

“Cuando estemos seguros en el carro, te transfiero”, avisa Evandro a Osmar.

“Tranquilo, pana”, le responde.

La puerta se abre y ante los dos falsos uniformados aparecen dos verdaderos serenos. Osmar se asusta un poco mientras su compañero disimula muy bien su sorpresa.

“Suboficiales, buenas noches, ¿los llamaron por un incidente en este edificio?”, pregunta uno de los efectivos, quien se queda un poquito boquiabierto examinando la cara del sujeto que tiene enfrente. “Aguante… usted no es suboficial”.

Osmar se da por perdido. Evandro carraspea:

“Mire, yo le explico. Lo que…”

“¡Evandro Cruzado! ¡Claro! Usted es el de las novelas, esa serie. ¿Cómo no me había acordado de su cara?” Y volteando hacia su otro sorprendido compañero: “¡Evandro Cruzado, Rojas! ¡Hombre, el Felipe de Mientras no te vayas, el Ramón de Ronda de fuego”.

El segundo sereno parece caer en la cuenta.

Por su parte, Evandro sonríe aún medio asustado:

“eso le iba a decir… en realidad, venimos de un… casting”.

“Ah”, ahora se sorprende el sereno. “¿en este edificio?”

“A veces lo citan a uno en sitios inesperados, es parte de la carrera”.

“Ah, mire usted. Nosotros vinimos porque nos reportaron que hay una fiesta y los vecinos, usted sabe. ¿No habrá escuchado nada por ahí?”

“No”. Evandro se voltea hacia Osmar: “¿Tú?”

El aludido hace un gesto de ignorarlo todo.

“Bueno, investigaremos. ¿Se toman una selfie con nosotros?”

“Pero no podemos hacerlo con estos uniformes…”

“Decimos que estaban grabando una novela. Total, cuánta gente no se disfraza en estos días”.

Evandro y Osmar acceden y posan junto a los serenos.

  

viernes, 28 de enero de 2022

La hermandad de la luna 8.4

En casa de Tito, Flor ingresa a su dormitorio, en cuya cama Frank ya está acostado. Ella se quita toda la ropa, levanta la cobija y se mete también. Comienza a besar la espalda del muchacho, siente su cuerpo desnudo y lo acaricia hasta llevar su mano al pubis velludo.

“Flor, tengo que madrugar mañana”.

“Por eso vine temprano, queridito”.

Frank suspira: si se queda allí estático, ella va a desilusionarse; si procede, mañana despertará cansado, además de que si lo necesitan para otras labores, quizás no se sienta cómodo.

“En serio, tengo que dormir”.

“De acuerdo”.

Flor abandona el lecho, vuelve a vestirse y sale del dormitorio. Ya solo, Frank comienza a llorar.

Mira un video aquí. 

En la finca, Elga recibe una llamada a su teléfono.

“Sí, te entiendo”, dice.”Mantenme informada”, por favor.

Cuelga y se siente algo ansiosa; también siente una inexplicable tristeza, cierta melancolía, una atracción rara. No es el primer hombre que prueba; pero, ¿qué lo hace tan especial? La gente se reiría de ella si confiesa que un sentimiento parece haber germinado, porque hay gente que la cree incapaz de ello.

“No eres más que la mujerzuela a quien mi marido le dio su apellido para asegurarle un sitio donde caerse muerta”, le dijo Esmeralda, visiblemente dolida, cuando se organizaba el funeral.

“¡Lúcete! Tú eres la señora ahora”, la animó Manolo alguna vez.

Pero ella siempre se negó, siempre evitó a ese círculo social en el que su esposo se movía hábilmente a pesar de todo.

“Yo sé que él te dio la estabilidad, pero yo te doy buen sexo”, solía repetirle mas bien Christian desde que ambos comenzaron a acostarse.

Elga prefiere tomar aire. Se abriga, abre la mampara y sale a la terraza a contemplar la luna llena y las estrellas, las luces no tan lejanas de Santa Cruz. Mira la piscina imaginando el cuerpo perfecto al desnudo de Frank emergiendo del agua fría, impulsándose a la orilla, acercándosele con una sonrisa, despojándola de su bata, tomándola de la mano e invitándola a sumergirse abrazados, haciendo el amor dentro de la fuente. Elga no evita excitarse, pero también tiene mucho sentido de la realidad: Frank no está esa noche en la finca, así que no tiene mucha lógica seguirle dando alas a tal fantasía. Un resplandor amarillo aparece en el rabillo de su ojo izquierdo; voltea: debe ser alguien caminando con una linterna, o al menos eso espera. ¿Y si fuese alguna de esas raras cosas que la gente ha dicho por largo tiempo que suceden en La Luna? Cierto temor la invade; reingresa al dormitorio, cierra la mampara, corre la cortina y se mete a la cama. Toma su celular, busca un número y llama.

“Deje su mensaje después de la señal”, le responde la grabación.

Pero, ¡un momento!, seamos racionales, piensa. A lo mejor era Tito o Carlos yendo a alguna parte. Corre la cortina, reabre la mampara, sale al balcón otra vez. La noche sigue igual excepto que la luna llena está más alta en el cielo. Respira el aire frío y se repite que no hay nada que temer. Entonces, un tímido destello verde parece flotar en el aire. Se frota los ojos. No parece ser una visión. Lo que parece una débil pulsación se hace más y más intensa. Elga toma su celular, remarca la última llamada y espera.

“Don’t be afraid”, escucha lentamente en el auricular.

“¿Eres tú?”, Elga pregunta asustada.

Nadie le responde; entonces, remarca. Escucha el tono de línea caída. Mira la pantalla: Sin servicio.

Sorpresivamente, la luz parece cobrar vida, dar suaves vueltas en el aire, y conforme revoluciona, va describiendo una espiral en el sentido de las agujas del reloj. Elga  puede jurar que se está acercando con cada vuelta. Su sentido de protección le pide refugiarse en el dormitorio, pero algo más fuerte la paraliza y mantiene boquiabierta. Entonces, el punto luminoso se detiene casi encima de ella y lanza un especie de rayo blanco.

Mira otro video aquí. 

Inexplicablemente, en lo alto de la lomita que tanta curiosidad le había dado a la mujer, dos figuras humanas con un extraño tocado en forma de media luna y túnicas blancas con diseños geométricos están arrodilladas flanqueando un pequeño fuego. Como si invisibles cuerdas se los permitiera, se ponen de pie sin apoyar las manos en el suelo. Uno le quita la túnica al otro, y el otro hace lo mismo recíprocamente. Debajo no tienen nada. A la luz del pequeño fuego, es posible notar dos cuerpos bien esculpidos en los que poco a poco sus penes comienzan a crecer y a elevarse. Cuando consiguen toda su erección, ambos sujetos se acercan, tocan las palmas de sus manos, rozan sus falos, y con leves movimientos de cinturas los hacen luchar. Susurros, como si una multitud estuviera presente, se oyen alrededor. La sutil lucha pélvica continúa hasta que la luz verde que sobrevuela el lugar hace evoluciones más cerradas siempre dibujando una espiral en el cielo, que termina justo sobre los dos varones, los ilumina con un haz blanco. Es cuando detienen el movimiento de sus caderas y copioso semen comienza a caer de sus miembros. Una vez que esa rara forma de eyacular termina, la luz poco a poco se diluye en el aire y el fuego que estaba a sus pies se apaga. Solo queda la luz de la luna llena. Igual, como si una cuerda los suspendiera desde arriba, ambos lentamente se hincan sobre el suelo.

Mira un video más. 

El timbre de un celular suena. Elga abre los ojos. Está bañada en sudor, desnuda sobre la cama, sin cobijarse, muy lubricada de la entrepierna. La mampara de la terraza está cerrada lo mismo que la cortina. Trata de recobrar el aliento, busca el teléfono y lo contesta.

“¿Hola?”

Ya no hay nadie en línea. Rellama.

“¿Aló?”, responde una voz masculina en el auricular. “¿Elga? ¿estás bien?”

“Sí… sí lo estoy… “

Mira otro video más. 

Pasadas las once de esa noche, una motocicleta corre a cierta velocidad por la carretera junto al canal. Dos personas con casco y traje antiabrasiones van a bordo. Al llegar a la entrada de Santa Cruz, se detienen. El conductor saca un celular de su bolsillo y se quita uno de los guantes, revisa algo en la pantalla; el otro carga una mochila en la espalda.

“Vamos bien”, suspira el primero. “Cinco cuadras adelante y listo”.

“Menos mal, se alivia el acompañante.

  

domingo, 23 de enero de 2022

ASS (12): Un nuevo actor porno profesional

Enrique hace una oferta irresistible a Alejo.

 


Por segunda vez en 24 horas, Alejo está en casa de enrique. Ambos están sentados en el sofá de la sala viendo en el LED enfrente suyo una de las fotos de Alejo posando desnudo en la columna del patio trasero.

“Mira, carnal”, enrique le palmea su musculoso muslo, “la oferta es simple y directa: firma exclusividad para ASS y a cambio yo te pago ya no mil soles mensuales sino… mil dólares, y eso no se contrapone a tu trabajo como escort, o hasta modelo de pasarela o de Bellas Artes”.

“¿Qué es ASS?”

Enrique sonríe:

“¿No leíste los papeles que te di ayer para firmar? Angels of Sex Studios, la productora que realiza y comercializa este tipo de material, y la que te pagó el cheque que te di ayer y el que te puedes llevar hoy a casa”.

“Flavio también me ofreció pasarela y posar en Bellas Artes…”

“Lo sé porque Willy me lo contó, pero considera, carnal, que el dinero que te va a pagar, o sale de aquí, o es mucho menor al que podrías ganar con nosotros que somos una marca internacional”.

Alejo se queda callado y mira nuevamente cómo sus fotos pasan por el LED. Ahora se lucen aquéllas donde ya muestra su pene erecto:

“¿Por qué yo?”

“Ya te dije, cabrón: eres guapo y con la estampa latina que le gusta a los gringos, tienes buen cuerpo, tienes buena verga, coges muy bien”.

Enrique toma el control remoto y adelanta las imágenes en la pantalla hasta ver uno de los clips en el que Alejo cacha con Flavio.

“¿ya tienes a alguien fichado?”

“Por ahora Flavio. Contigo seríamos tres”.

“¿Seríamos?”

“Aparte de productor, soy actor. Es más: si quieres, podemos grabar una escena ahora mismo… te la pagaría igual… Pero sí me gustaría que consideraras la exclusividad”.

Alejo lo piensa un poco:

“Suena de la puta madre, enrique. La huevada es que yo nunca he llevado tanta plata a mi jato…”

“Eso se resuelve, cabrón”, le sonríe el productor y, ahora sabemos, actor.

“¿No usaría mi nombre real, no?”

“No. Usaríamos tu Nick de escort: Santiago… o mejor Santi”.

Alejo mira la imagen congelada de él mismo metiéndo su pene al ano de Flavio…

“A la mierda… ¿dónde firmo?”

Un cuarto de hora después, la puerta de uno de los dormitorios se abre y los dos galanes entran besándose y abrazándose en la boca. Se acarician con locura. Poco a poco, se van calateando por completo. Claro que Alejo tiene una prenda extra: el bóxer y las medias. Ya desnudos, van a la cama: Alejo se acuesta sobre enrique sin parar de besarse ni acariciarse. El nuevo talento mama un poco las tetillas luego de estimular el cuello con su boca.

“Así, cabrón”, se arrecha Enrique. “Así, papá”.

Alejo vuelve a besarlo en la boca, e incorporándose súbitamente, le levanta las masivas piernas. Las pingas de ambos ya están duras, al palo. Sin perder mucho tiempo, alejo se agacha hasta poner su rostro en medio de las dos carnosas nalgas de enrique y hacerle un apasionado beso negro. El pasivo gime y jadea.

“Cómetelo, papá”, le dice. “Cómete ese culo”.

Alejo pasea su lengua por el enorme ano de enrique, y tras arrodillarse de nuevo, juega a puntear el agujero con su pija dura aprovechando que lubrica mucho. De todas maneras, Enrique le alcanza un poco de gel que Alejo esparce en sus gruesos 18 centímetros. Es cuando comienza la penetración: despacio, sin prisa pero sin pausa, hasta que su miembro desaparece en ese hueco.

“Cógeme rico, Santi”, anima enrique.

Alejo comienza a moverse poco a poco hasta acometer el culo de su compañero, rápido y fuerte.  Los gemidos de ambos se confunden y llenan toda la habitación. No hay roche en hacerlo: nadie los escucha. Tras varios minutos en esa pose, deciden hacer la de perrito. Ahora sí el chasquido del cuerpo de Alejo sobre el culo de Enrique suena duro y rápido, como si se tratara de una máquina de coser industrial.

“Así, cabrón.¡Así! ¡Fuerte!”

Alejo sigue penetrando imparable, más fuerte, más enérgico. Vuelven a cambiar de pose. Esta vez, el pasivo toma el control al sentarse sobre los gruesos y húmedos 18 centímetros del activo, quien yace boca arriba, y los cabalga como si se tratase de un camino tortuoso. Alejo acaricia el cuerpo de Enrique, en especial sus nalgas. Éste aprovecha que su largo pene y sus grandes huevos golpean el abdomen perfecto del joven para pajearse, o chaquetearse como él suele decir. Ambos siguen gimiendo y jadeando por largo rato hasta que Enrique no puede contenerse más:

“Me vengo, cabrón. Me vengo”.

Enrique frota su pene erecto como si fuese a arrancarlo de su cuerpo hasta que ráfagas de cremoso semen se disparan sobre el  abdomen de Alejo, mientras éste saca con cuidado su verga y también la pajea con cierta rudeza mientras enrique sigue encaramado encima suyo, mirándolo y besándolo en la boca.

“Las voy a dar, mierda. ¿Las voy a dar!”

Tres chorros de esperma saltan de la pinga de Alejo y aterrizan en toda la raja del culo de Enrique. A pesar de haberse vaciado, Alejo vuelve a meter su verga aún erecta en ese culazo. Ambos amantes terminan toda la sesión besándose cariñosamente en la boca.

“Y… corten. Estuvo genial”.

Willy, quien durante todo el tiempo ha estado revoloteando con una cámara de video, apaga el aparato y se seca un par de gotas de sudor en la frente.

“Realmente hiciste de cuenta que yo no estaba aquí”, le alaba a Alejo.

“¿en serio salió bien?”

“De la chingada”, interviene Enrique. “Es más… por este video, no te voy a pagar mil sino mil quinientos. ¿Se puede pedir más?”

“Sí, una ducha”, bromea Alejo.

“Eso sí sería cañón, pero primero hagamos justicia”.

Alejo mira a enrique sin comprender nada. Entonces, el productor y actor mira a succamarógrafo:

“Encuérate y méteme tu verga, cabrón”.

Willy sonríe, se desnuda ttodo: la tiene durísima y a punto de estallar. Se sube a la cama, y aprovechando que Enrique sigue a cuatro patas, se coloca y le clava su pene erecto. Se mueve fuerte. Alejo mira la escena atónito mientras el pene flácido del pasivo se roza sobre el semen que continúa disperso en su abdomen.

“Las voy a dar”, anuncia el camarógrafo, quien suelta su leche en el mismo punto donde cinco minutos antes lo hizo Alejo. Algunas gotas ddel semen de Willy caen sobre la pinga semierecta del activo.

“Ahora sí podemos darnos un regaderazo”, sonríe Enrique. “Los tres juntos”.

Y para terminar, unvideo porno. 

sábado, 22 de enero de 2022

Proyecto Lujuria 4.1: Un nuevo hogar para el musculoso Osmar


A la mañana siguiente, Osmar y Evandro lucen más relajados en el gimnasio, pero Gibrán cree que lo más prudente es seguir conservando distancia. Ni siquiera hace el intento de forzar otra coincidencia con el segundo al momento que se va a duchar. Tras terminar su sesión de sesenta minutos de puro physique y salir de asearse, encuentra a Osmar algo absorto mirando los clasificados en el diario.

“¿Buscando empleo?”

El instructor reacciona sonriendo:

“No, vale. Buscando casa”.

“¿Algo en mente?”

Osmar describe a Gibrán la misma idea que le dijo la otra noche a Evandro: algo con cierto espacio, donde se pudiera montar algún espectáculo discreto, recibir a los amigos, estar más abrigado…

“¿Por qué no vas a verme a mi casa a las ocho, ocho y media esta noche? Conozco un sitio que podría interesarte”.

“No puedo, pana. A esa hora estoy camino al teatro, pero mañana a esa hora creo que estoy libre… ¿está cerca?”

“Recontra cerca”.

 


“Nada que hacer, huevón: los astros se te están alineando”, celebra Evandro mientras va camino al teatro con Osmar. “Primero, el contrato de publicidad; ahora un posible sitio. ¡Nacionalízate, pendejo!” El galán se carcajea.

“No lo sé. ¿Por qué no me acompañas?”

Evandro mira por un instante a su amigo:

“¿estás seguro?”

“me sentiría más seguro”.

“De acuerdo. Así lo haremos”.

Al llegar al teatro, Alexis se los queda mirando y se sonríe. Está tentado a preguntar por lo obvio, pero, ¿para qué preguntar por lo obvio?

 


A la noche siguiente, cuando Osmar descansa del teatro llega al departamento de Gibrán con Evandro… y con Alexis. El dueño de casa se sorprende al ver la comitiva.

“¿Está lejos de aquí, pana?”, le pregunta el entrenador.

“No”, responde Gibrán dudando.

En pocos minutos, muestra una habitación dentro de su propio departamento. Está semivacía. Apenas tiene una cama tipo tarima con un colchón protegido por una sábana blanca, una mesita de noche, armario empotrado, , ventana con cortinas cerradas, una luz eléctrica amarillo pálida desde un foco LED.

“Está chévere, pana, pero… mis horarios son…”

“Te daría otro juego de llaves para la puerta de la calle y la del depa; además, tendrías tu propia llave de este cuarto”.

“¿Y el uso del baño?”

“Cuando salgas al gym, yo estaré dormido aún; cuando regreses, yo estaré en el trabajo; cuando salgas al teatro, a lo mejor coincidimos en la puerta de abajo o quizás no. Recién nos veríamos a medianoche, si aún estoy despierto. A lo mejor el sábado, y más seguro el domingo nos tendríamos que organizar. Ah, porque organizaríamos las tareas, la limpieza, los accesos, esas cosas”.

“¿Y los costos?”, sonríe Osmar.

En la sala, Evandro toma cola negra y Alexis bebe agua.

“Si tú dices que no hay nada, no hay nada”, dice el segundo.

“Estás viendo fantasmas donde no hay, huevón”, responde el primero mirando si ya salen del cuarto. “Ojalá no demore”.

“Seguro se lo está comiendo”.

“Os es medio monse para eso”.

Al fin, Gibrán sale con el instructor y se reúne con Evandro y Alexis en la sala.

“Lo tomo”, anuncia Osmar.

“Seguro?”, pregunta dubitativamente Evandro.

Alexis carraspea.

“Va a tener sus propias llaves, pueden venir a verlo cuando deseen, y… si quieren ensayar, el espacio es enorme”, anuncia Gibrán.

“¿Cuándo te mudarías?”, consulta Evandro.

“En una semana, aprovechando el descanso”, responde Osmar. “Lo ideal hubiese sido este domingo pero ya ssabes que tengo ese viaje”.

“¿Ya arreglaron lo de los cost…?”

“Tranquilo, pana. Ya todo está acordado”.

“Entonces, podemos venir a visitar al Osmar sin tanto roche”, al fin abre su boca Alexis.

“Cuando quieran, chicos”, confirma Gibrán.

Evandro se pone de pie:

“Si ya arreglaron, no se diga más. Tenemos que movernos rápido”.

Osmar entiende que debe despedirse, así que da la mano a su alumno; Evandro hace lo mismo:

“¿Nos vamos?”, invita a Alexis.

“Pensé que iban a quedarse un rato más; iba a preparar una cenita”, explica Gibrán.

“Tenemos un compromiso y…”

“Tenemos suena a manada”, interrumpe Alexis. “Vayan ustedes… yo… apreciaré la invitación… Zaira rrecién se aparecerá en la casa a las diez o diez y media. No voy a hallarme solito allí”.

Osmar y Evandro se desconciertan por un momento pero no insisten. Terminan de despedirse y se van. Gibrán los acompaña. Cuando el anfitrión regresa, Alexis está recostado sobre el sofá, descalzo, sobándose el paquete.

“¿Y cuál es el menú?”, pregunta. “¿O prefieres que yo elija?”

Gibrán traga saliva y no sabe qué responder, hasta que ensaya una salida:

“¿qué sugerirías tú?”

Alexis se pone de pie y lentamente se quita la chompa y el polo. Su pecho velludo está al descubierto. Pero la sorpresa de la noche viene cuando se quita el pantalón.

“No te pusiste ropa interior”, se sorprende Gibrán.

“Ni falta que me hace”, responde el actor acariciándose la verga.

Minutos después, ambos están arrodillados, abrazados, frente a frente, sobre la cama del dormitorio principal, totalmente desnudos. Alexis besa en la boca a Gibrán, mete su lengua, no tiene reparos en casi saborear la saliva del otro chico. Entonces, le besa suavemente el cuello. Gibrán jadea despacio, gime mucho más despacio aún.

A continuación, mientras el anfitrión chupa el pene erecto y babeante del hombre que está acostado boca arriba bajo su cuerpo, el segundo le abre las nalgas y le mete lengua en el ano, el perineo, incluso las bolas. Aunque el pene de Gibrán baila duro entre su mentón y su cuello, prefiere no chuparlo… por ahora.

Como siguiente número de la sesión sexual, el actor unta un poco de su líquido preseminal en el dilatado hueco del otro chico, se pone un condón y va metiendo su masculinidad en la clásica pose de perrito. Bombea poco a poco, sin prisa pero sin pausa.

“Así, Juan, dame pinga rico. Así papi, así”.

Cuando Alexis siente que ese recto ya está dilatado del todo, bombea más intenso al punto que hace chasquear su pubis sobre las nalgas del muchacho, quien ahora gime y jadea más fuerte.

“Rómpeme el culo así. ¡no pares! ¡No pares!”

Alexis se vuelve a acostar boca arriba y hace que Gibrán se siente sobre su verga gorda y que comience a cabalgar. Ahora es el chico quien hace sonar sus nalgas contra el cuerpo velludo del otro hombre.

“¿Te gusta mi pinga?”

“Me encanta, ¡la quiero todita!”

Alexis toma el pene de Gibrán y comienza amasturbarlo tan fuerte que las ráfagas de esperma se esparcen por su vientre y pecho velludos, a la par que el agujero de su culo se estrecha a la mínima expresión. Alexis  hace que Gibrán se arrodille en su colchón, mientras él se pone de pie, se quita y tira el condón, y se masturba junto a la boca del muchacho:

“Saca la lengua, carajo; toda la lengua”.

El glande del pene descansa sobre las papilas gustativas del pasivo quien, en segundos, siente el fluido pegajoso, caliente y acre inundándole la boca. No contento con degustar, lo traga. Luego Alexis hace que Gibrán lama su propio semen aún adherido al vello de su vientre y pecho.

Tras el orgasmo mutuo, el anfitrión descansa sobre el firme y peludo cuerpo del visitante. Le da un beso en la boca.

“¿Y qué fue esto?”

Alexis sonríe:

“Tómalo como la inicial del alquiler de Osmar”.

Gibrán ríe.

“No era necesario, pero… podría ser una forma de cobrar las mensualidades”.

“¿No acordaron eso, acaso?”

“No exactamente, pero ya sabes que los contratos tienen adendas”.

“Dímelo a mí”.

“Solo una duda… Osmar tiene rico cuerpo, un culazo, pero no se le paraba la pinga con facilidad cuando hicimos el trío con Evandro… ¿acaso son pareja ellos dos?”

Alexis ríe despacio:

“Ni idea, huevón. Y si lo fueran, ¿te jodería?”

“No creo. Conociéndome, no sirvo para tener pareja”.

“¿Por qué?”

“Soy un infiel de mierda, y así como tú, quiero cachar con todos los patas ricos y vergones que pueda conocer… por eso vivo solo acá”.

Alexis carraspea. Por un rato pasa por su cabeza que, a sus treinta y cinco años, el concepto de fidelidad aún no se ha arraigado como quisiera, aunque lo disfrace de sexo por dinero, sexo por trabajo, sexo por favores, sexo por canje, pero nunca de sexo por puro gusto.

  

viernes, 21 de enero de 2022

La hermandad de la luna 8.3

En Collique, Juan García ha estado dándole vuelta a las experiencias sexuales, aparentemente sobrenaturales, de Christian y Edú. Lo que más le intriga es por qué en el primer caso sí aparece una sustancia que en el segundo no. ¿Acaso edú omite información? Además, ¿por qué Tito, o Joey como lo conoció siempre, insistía en el dato de la caja de preservativos? Necesita al menos una teoría, así que, mientras va al gimnasio, hace una parada en el laboratorio clínico de Alvin Saldívar. Siempre que necesita algo de ciencia, él es su fuente más confiable. Se estaciona frente a su local y espera pacientemente que atienda a su llamado. En cinco minutos, ya está abordando su camioneta en la que una resucitada banda inglesa hilvana la música de fondo.

“Sexo tántrico”, hipotetiza el biólogo.

 “¿Y eso cómo se come?”

“el tantra es toda una filosofía oriental que propone el equilibrio en todo como forma de vida, y pone el reto de trascender a lo espiritual desde lo puramente corporal. No es algo exclusivo del Oriente porque todas las creencias tienen una facción que plantea lo mismo: desde lo carnal se puede conseguir una mejor vibración del alma, pasando por una constante tranquilidad mental”.

“Quiero aprender”, se emociona Juan.

“Yo ccreo que esos amigos tuyos de anoche ya conocen la técnica”.

“¿Édgar y Joey?”

“Ustedes ni lo notaron, pero yo sí me di cuenta que ellos sí usan esa técnica”.

“¿Cómo así te diste cuenta, Saldívar?”

“Se notaba que trabajaban su respiración, que la hacían profunda y lenta, casi ni se movían; ustedes hacían toda la chamba. ¿No tuviste alguna sensación mientras me la chupaban?”

“Ahora que lo mencionas”, trata de recordar Juan. “Por ratos parecía como si oliera la hierba de las montañas, por ratos el cloro de la piscina… puede ser el desinfectante, ¿no?”

“Pues, si usan una lejía con aroma a pino o hierbas, quizás”.

“¿Tenía que sentir algo acaso?”

“Por lo general, durante la experiencia de sexo tántrico tratas de visualizar un lugar donde te sientas a gusto o en libertad, donde sientas que tu excitación crece pero a la vez es balanceada por así decirlo”.

“¿Tú pensabas en las montañas?”

“No, en la piscina”, ríe Alvin.

“Pero, ¿y el asunto de la sangre de grado?”

“Ése es un misterio desde el punto de vista científico, querido Juancho, pero sospecho que debe tener una explicación lógica”.

“¿Cuál?”

“Alguien se lo aplicó para hacerle creer que había sangrado”.

Joey me dijo que hay un lugar donde sí podríamos hallar sangre verdadera. ¿Tienes que hacer algo más tarde, como a las once?”

Mira un video aquí. 

en la finca, finaliza la primera ronda nocturna. Tito deja a Elga en la entrada de la casa grande y luego camina a la caseta de vigilancia.

“Sucedió otra vez”, es el primer comentario de Carlos.

“Ella está encubriendo a Christian”, responde Tito.

“¿Cómo lo sabes?”

“Quiso contarme un cuento”.

Por su parte, Elga llega a su habitación, la misma que alguna vez fue la de Manolo. Hay demasiada información que procesar y mucha no está en los papeles que ha revisado todo el día.

“La Estirpe va a oponerse, pero tú tienes el control”, le había advertido Christian durante la semana pasada.

Pero ella sabe que jamás había tenido el control. Que solo aceptó casarse con Manolo para impedir que Esmeralda se apropiara de La Luna durante el proceso de divorcio. Por eso, inicialmente la propiedad había estado a nombre de Tito, para evadir a la justicia. Su matrimonio, solo en el papel, únicamente ponía un candado contra la codicia de la primera familia del patrón.

“Aparte de los chicos, la única mujer en quien confío eres tú”, le dijo Manolo. “Ni siquiera en mis padres o hermanos”. Claro, si ellos prácticamente abían relegado a Rodríguez, como la relegaron a ella, cuando se enteraron de que el sexo era su negocio principal. Así que toma su celular, marca y se lo pone a la oreja.

“Están sospechando de Christian”, le dice a alguien. “¿Por qué no me habías dicho nada de la hija de Tito?”

Mira un video más.

En Santa Cruz, la plaza principal parece no tener mayor movimiento una noche de lunes, excepto los autos que van para o vienen de Collique, las mototaxis, las motocicletas, la gente yendo de aquí para allá. La Comisaría tiene su fachada cerca a la municipalidad, y en una banca desde la que se aprecia estratégicamente, el Carnes mordisquea unas galletas. De pronto, nota que un muchacho algo alto y atlético entra con mucho sigilo, demasiado diría él. Ya hace media hora que vio a otro, vestido de civil, delgado, que había llegado y entrado sin mayor aspaviento.

“¿El capitán Castro, por favor?”, pregunta al guardia de puerta el joven que acaba de llegar a la comisaría.

“¡Chira! ¿Dónde te habías metido?”, lo reconoce su colega. “Está con el chico de Santa Cruz directo, en su oficina”.

El muchacho que acaba de llegar se sorprende:

“¿Hay algún operativo en progreso?”

“Ni idea, Chira”.

Efectivamente, a puertas cerradas, el comisario transfiere al celular de un joven de veinticuatro años, a lo sumo, una serie de documentos en un idioma que no entiende mucho.

“¿Son auténticos?”

“¡Claro, muchacho! ¿Crees que voy a blufearte?”, tranquiliza el policía.

“Pero si es cierto lo que usted dice, ¿cómo fue que dejaron entrar a un terrorista?”

“No lo sé; lo que necesito es que lo difundas para que nosotros podamos actuar”.

El comisario saca dos billetes de cien.

“Gracias”, sonríe el joven.

“Ya sabes qué puede pasarte si dices de dónde sacaste la información”.

“Pierda cuidado, capitán”.

Cuando el muchacho sale, Chira camina hasta la puerta de Castro y toca tres veces seguidas, luego una pausa y otras dos seguidas.

“Adelante”.

“Suboficial Chira reportándose, mi capitán”, saluda con la mano derecha extendida tocando la sien del mismo lado.

“¡Vaya! Regresó el hijo pródigo”.

Affuera en el parque, El Carnes toma su celular y llama a alguien.

  

domingo, 16 de enero de 2022

ASS (11): ¡La tiene de 21 cm!

Es bueno ducharse tras entrenar; es mejor si todo termina en un trío.


 

 Aunque es media mañana de lunes, en el gimnasio al lado de la parroquia, que realmente se llama AS (pero más se le conoce como “el gym de la parroquia”), la cantidad de alumnos se redujo a su mínima expresión: uno haciendo piernas y el otro haciendo hombros. Ambos están concentrados viéndose en los espejos que se intercalan a las pinturas de los ángeles, y Miguel los vigila desde la puerta que separa el gran patio techado donde están las máquinas de potencia, de una sala que ahora quedó como antesala, que funciona realmente como recepción y sala de calentamiento (con un par de bicicletas estacionarias).

Una canción de Chino y Nacho suena en la radio… y Miguel se pregunta por qué si el Chino Miranda ha posado prácticamente calato, no lo hizo mostrando su verga al palo. ¿No que los venezolanos se enorgullecen de sus dotes? Quien está ejercitando hombros es, precisamente, un venezolano que se gana la vida en San Sebastián haciendo instalaciones eléctricas seguras y reparando electrodomésticos. Además de su buen cuerpo, en especial buen culo y buenas piernas, es evidente que debajo de su short baila una rica verga y un par de generosos huevos.

el chico que está ejercitando piernas, mejor dicho más culo (y vaya que si tiene un rico culo) que piernas, termina de entrenar y se acerca a Miguel todo sudoroso:

“Listo”.

“Anda a ducharte, Paco”.

“No, gracias. Mejor me ducho en mi jato… solo espero que hayan juntado agua”.

Al mismo tiempo, el venezolano que estaba ejercitando hombros termina y también se acerca a Miguel:

“Listo, pana, gracias. Oye, ¿podrás darme un masaje?”

“Claro, Marcano. Dúchate y te los hago. ¿Trajiste toalla?”

“No, pana… ¿podrás…?”

Miguel sonríe:

“Normal, Marcano. Anda a la ducha y ya te la alcanzo”.

El venezolano va a la antesala y de ahí a un pasillito que lo lleva al baño de la ex casa abandonada. Miguel y Paco se quedan solos en el gran patio techado.

“¿en serio vas a masajear a ese chico?”

“Claro, Paco. Y encima, se deja masajear calato”.

“No jodas”.

Marcano no se caracteriza precisamente por ser la persona más pudorosa de San Sebastián. Se desnuda en el baño con la puerta abierta dejando al descubierto la maravillosa anatomía que Dios le dio, especialmente ese par de grandes glúteos que coronan otro par de gruesas y fuertes piernas, y delante, debajo de un vello púbico rasurado, un pene dormido de unos 12 o 13 centímetros descansando sobre un par de hinchadas pelotas.

Aunque pensando más inocentemente, quizás Marcano haya obviado cerrar la puerta porque solo está Miguel y se supone que Paco ya se va a su casa. Se mete a la ducha y deja que el agua rrefresque su escultural cuerpo. Gira para que el líquido se distribuya por toda su piel. De pronto, Paco llega a la puerta y traga saliva al ver tal monumento de hombre. Marcano le sonríe:

“Hola, pana”.

“ehh… voy… voy a la lavander… voy… voy por la toalla”.

“Gracias, pana”, le sonríe Marcano.

Casi al segundo, Miguel pasa frente a la puerta ya sin polo:

“¿Qué tal está el agua?”

“De la puta madre, vale… ¿quieres bañarte?”

“Si no eres egoísta”.

“qué va, vale. Ya nos hemos bañado juntos, ¿no?”

Al ingresar a su cuarto, y quitarse el short y la tanga que se puso esa mañana, y dejarlas sobre su cama, Paco entra desde el pequeño espacio que se usa como lavandería con una toalla extendida:

“¿¿Vas a masajearlo calato?”

“Algo mejor que eso”, le sonríe.

Cuando Marcano está untándose el jabón, Miguel entra totalmente desnudo con Paco, también en pelotas.

“Estoy de oferta”, bromea con Marcano: “Pague uno y dúchese con dos”.

El venezolano se ríe:

“Como en la antigua Roma”.

Los tres chicos se acomodan como pueden en el metro cuadrado de mayólica blanca y comparten la ducha. El roce de sus pieles es inevitable.

“Perdona”, dice Paco a Marcano”.

“¿Por qué, pana?”

La verga ya parada del chico, unos 16 centímetros, cabezona, parece haberse atascado entre las dos nalgas del otro alumno quien se a quedado frente a frente con Miguel con sus penes flácidos también rozando.

“¿Tú crees que esté contraindicado tener sexo luego de un masaje”, pregunta Marcano a Miguel.

”Al contrario: nada mejor que un buen masaje erótico antes de una buena sesión de sexo”.

“¿Incluso sexo de a tres?”, sonríe Marcano.

“Incluso”, sonríe Miguel.

Paco sigue atónito y con su pene erecto aún atascado entre las dos nalgas de Marcano, y a punto de disparar su semen allí mismo entre ellas sin hacer nada más.

Marcano y Miguel, entonces, sin más preámbulo, se abrazan y se besan profundo en la boca, lengua incluída. El venezolano se separa de esos labios, gira, y con su verga ya al palo, besa a Paco quien trastabilla incluso para juntar sus labios.

Cuando ambos se separan, Paco mira a la entrepierna de Marcano:

“A la puta… es enorme”.

“21 centímetros”, sonríe el venezolano. “¿La quieres chupar?”

Paco, sin confirmar nada, se arrodilla sobre la mayólica y comienza a mamar el gran pene.  Miguel se pone al costado: sus 18 centímetros también están a toda su extensión.

“Chúpasela a él también”, pide Marcano.

Paco obedece. Tras un minuto de mame, Miguel toma la mejilla de Paco:

“Ponte de pie”.

El chico se incorpora mientras los otros dos se miran a la cara y se guiñan un ojo; entonces ambos se arrodillan y se alternan succionando el miembro de paco quien no puede creer nada de lo que allí está pasando:

“Las voy a dar, chicos. Ya no aguanto”.

Miguel toma el pene de Paco y junta su mejilla a la de Marcano. Pajea el falo y deja que el semen se dispare en ambos rostros.

“La puta”, suspira Paco en pleno orgasmo.

Y para terminar,te dejamos con un video porno. 

sábado, 15 de enero de 2022

Proyecto Lujuria 3.: quizás no soy gay


Ya a bordo del auto, nota que Evandro no está tomando la ruta acostumbrada y que más bien baja por Armendáriz hasta el circuito de la Costa Verde.

“¿Qué haces, pana?”

“Tomo otro camino”.

Pero en lugar de seguir por la pista, a la altura de Makaha, Evandro toma el estacionamiento y detiene el auto.

“¿qué hacemos aquí, pana?”

“Osmar, algo no está funcionando bien entre ambos desde anoche que fuimos donde Gibrán”.

Osmar sonríe:

“Me sonó a reclamo de pareja y tú y yo…”

“Carajo, Os, sí somos pareja. Pareja de amigos, pero pareja al fin. Pareja de compañeros, de vecinos, entrenamos en el mismo lugar. Mira, si me porté mal contigo y te saqué de libreto, hermano, de todo corazón perdóname”.

“Evan… no es eso, yo sé que estábamos… actuando”.

“¿Entonces? ¿Por qué has reaccionado tan huevonamente?”

“No lo sé…. Puede ser que no sirvo para… que no funciono… que yo….”

“Claro que estábamos actuando, Os. ¿Crees que sentía algo por Gibrán? No jodas. Era un cliente que pagó porque le meta la pinga al culo, nada más”.

“Eso lo tengo claro, evan. El problema no eres tú, soy yo”.

“¿Y cuál es el problema contigo?”

“Pues… que una cosa es bailar como stripper e interactuar con la gente, pero otra es que… no soy gay… ni siquiera bisexual…. Que por más que trato de reaccionar…”

Osmar baja la cabeza.

“era eso, entonces. Putamadre, siento como si te hubiera violado, huevón”.

“No digas eso… tú… no sabías”.

“Igual, perdóname. No va a repetirse. Te lo juro por lo más sagrado que no volverá a repetirse”.

Un vehículo de Serenazgo se aproxima y suena su sirena. Evandro pone el auto en marcha y acelera tan rápido como puede. Al llegar a la residencial y tomar el ascensor, súbitamente abraza fuerte a Osmar:

“Perdóname, ¿sí?”

El instructor se aferra tanto como puede a Evandro:

“Ya, olvídalo. Te quiero mucho, hermano. Te quiero mucho”.

Permanecen así hasta que la puerta se abre en el piso ocho, donde queda el departamento de Evandro. Osmar siente una rara mezcla de alivio e inquietud, como que falta decir o hacer algo más.