Cuando desperté, estaba desnudo, y afuera el día parecía soleado.
Josué ya no estaba a
mi lado.
Era casi las nueve de
la mañana.
Me duché y salí a la
puerta. El Tuco ya había sacado la moto.
“Cuando estés listo,
nos vamos”.
“¿Está todo bien,
Tuco?”.
“Sí. Todo bien”, me
dijo secamente.
Mientras arreglaba mis
cosas, vino a mi cabeza lo que elena me dijo en casa, pero me resistí a
considerar esa posibilidad. El Tuco y yo éramos amigos, y probablemente lo que
había pasado la noche anterior fue producto del licor, alguna confusión, algo
que debía aclararse tranquilamente y prometer que jamás pasaría de nuevo. Además,
él ya me había confesado que se había acostado con otros hombres; yo, en
cambio, no tenía claro ese aspecto aún.
Salí con mi mochila
para acomodarla.
“Tuco, lo que pasó
anoche”.
“Rafo, anoche no pasó
nada. Solo bebimos. ¿De acuerdo?”
Me miró serio.
“De acuerdo”,
repliqué.
Fuimos a desayunar.
Hablamos casi nada en
todo el trayecto.
Llegué a casa para la
hora de almuerzo.
Todo ese día, no nos
llamamos. Tampoco quise salir ni ver a Laura, menos chatear.
A las nueve de la
noche, ya estaba encerrado en mi cuarto, durmiendo.
Tenía fe que el día siguiente… sería otro día. Pero, ¿qué tipo de día sería?
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