Después de desayunar (que casi ni probé bocado), fui a encontrarme con el Tuco, para que me acompañara al laboratorio.
No se despegó de mí
para nada. Hasta tuvo que aguantarse la insinuación del encargado a la hora de
la consejería, pues pensaba que éramos pareja.
“Hacerse la prueba es
la verdadera prueba de amor que puede haber entre dos personas que se quieren”,
dijo clavándonos sus malditos ojos.
Lo que pasa es que no
quise entrar solo, y como él me tenía abrazado, por ahí salió el comentario
medio estúpido.
OK, completamente
estúpido.
“¿Cuándo fue la última
vez que tuvo relaciones sin protección?”, me preguntó el médico.
“si… siete meses…
siete meses y medio quizás”.
“Entonces, es
altamente probable que si tienes el virus, lo detectemos”.
“¿Y si no hay virus?”
“Aunque es bien
difícil, quizás siga en periodo de ventana, o, lo que es mejor: estás sano. Si
hacemos otra prueba dentro de seis meses, podríamos verificarlo”.
Miré asustado al Tuco.
Miré al médico.
“¿Solo será un
pinchazo, cierto?”
“Sí. Solo eso. ¿está
listo?”
Dudé.
“¡A la miércoles,
Rafo! Yo también me haré la prueba. Hermanos siempre, hermanos ahora. ¿qué
tengo que hacer doctor?”
Pues, lo que tuvimos
que hacer fue poner nuestro brazo, dejar que nos saquen sangre, doblar… y
esperar…
El resto del día, Josué se la pasó conmigo tratando de que me meta en el proyecto, viendo sus cosas. No se despegó por nada.
Vino a mi casa y se
quedó hasta tan tarde, que mamá le pidió que durmiera con nosotros. Él aceptó
sin dudar.
En la oscuridad de mi cuarto,
seguía angustiado por el resultado.
Josué me abrazó por
detrás, afirmando todo su cuerpo contra el mío, pero en un plan más fraternal,
no morboso, o al menos eso asumí.
“Sea cual fuere el
resultado, Rafo, yo te apoyaré sin condiciones”.
“Gracias”.
Fue él quien engañó a
mamá durante el desayuno, pues no supe qué razón darle por mi semblante.
Él bromeó diciendo que
yo extrañaba mucho a Laura. Mamá sonrió pero no creo que lo haya dado por
rrazonable. Igual no insistió en ese punto.
Fuimos al laboratorio,
aprovechando que también atiende los domingos.
Nos dieron nuestros
sobres.
“A la cuenta de tres”,
dijo El Tuco. “Una… dos… tres…”
Rompimos el papel…
Se lo mostré al
encargado.
Di negativo.
A Josué…
A Josué no le fue
igual que a mí.
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