Luego de un trío con Sandro, Bartolo pide a Marcano que haga algo por Edú.
Hacia las 5 de la
tarde, Marcano abre la puerta de la pensión donde vive en San Sebastián.
Mientras sube las escaleras, va imaginando mentalmente que las buenas noticias
no podían llegar en mejor momento. De la nada, hay 3000 dólares en su cuenta
bancaria, y solo en una semana. Desde que llegó al Perú escapando de la crisis
en Venezuela nunca había visto cuatro dígitos en su estado.
“Hola, chamo”, le
saluda una voz medio aflautada. Marcano gira: es Sandro.
“Qué haces,
vale”.
“¿qué haces tú más
bien? Te desapareciste desde ayer por la tarde. ¿Dónde has estado?”
“Trabajando”,
dice sseguro y sonriente el venezolano fortachón.
“Luces cansado…
¿no querrás tomar una ducha?”
La puerta de la
calle suena. Ambos varones giran a ver de quién se trata: Bartolo va subiendo
las escaleras.
“Hola gente. ¿Qué
dicen?”
“Nada, Bartolito,
que Marcano dice que sería una buena idea si compartimos una buena ducha
vespertina”.
El aludido se
sorprende; Bartolo sonríe.
Diez minutos
después, Sandro, Bartolo y Marcano entran como pueden en el estrecho espacio.
Rozarse es inevitable. El anfitrión se termina poniendo al centro como si fuera
la carne del sánguche. El jabón da el argumento perfecto para que los tres se
acaricien el cuerpo. Los besos no tardan en llegar.
Sobre la cama, el
trío comienza a orquestarse. Sandro y Bartolo comparten mamar los 21
centímetros de verga que se maneja Marcano, aunque Bartolo aprovecha y acaricia
la lampiña, redonda y dura nalga del venezolano, y uno de sus dedos explora sin
roche por la raja hasta meterse al medio.
“¿A quién me
cacho primero?”, consulta el caribeño musculoso usando la típica jerga criolla
peruana.
“¿Podrán cacharme
los dos a mí?”, invita Sandro muy coquetamente.
Bartolo es el
primero en ponerse un condón y meter su pene dentro del ano del dueño del
cuarto mientras éste continúa chupando el gran falo de Marcano. Como activo, el
fisioterapeuta profesional tiende a ser más acompasado, no tan rudo. Por
experiencia sabe de más que meter un pedazo duro de carne en el esfínter tan
delicado puede no ser placentero si se hace bruscamente.
“embadúrnate de
lubricante”, le dijo uno de sus maestros del instituto superior tecnológico la
primera noche que probó a ser gay activo a cambio de mejorar la nota en un
parcial. “Métela despacio… disfrutando”. Desde entonces, nunca ha dejado de
aplicar tal consejo.
El asunto es que
el ano de Sandro ya está bien usado, así que meter y sacar, bombear y parar, es
casi pan comido.
Bartolo demora
unos diez minutos en el baile pélvico hasta que eyacula dentro del condón. Mira
a Marcano.
“Ponte más
lubricante”, aconseja.
Mientras el
musculoso se pone el forro y unta casi todo el cojincito, Sandro aprovecha para
cambiar de postura. Se acuesta boca arriba y levanta sus piernas mostrando su
agujero rectal ya dilatado.
Marcano va
metiendo centímetro por centímetro, con sumo cuidado, mirando más la cara del
pasivo que su miembro ingresando. Sandro trata de aguantar el escozor, así que
el potro procura ser lo más gentil que su anatomía le permite.
“Acuéstate encima
mío y hazme tuyo”, pide el anfitrión, sin embargo.
Marcano accede.
Sentado en un
mueble al lado de la cama, Bartolo mira la escena como si se tratase de una
película porno en 3D. Y de hecho lo es porque su amigo ahora va camino a ser la
estrella del video adulto gay que alguna vez soñó ser.
“qué rico”, no
deja de decir Sandro.
Marcano sigue
moviéndose más por compromiso que por afán de conseguir placer; entonces,
agarra el pene del pasivo y lo comienza a masturbar.
“¿Qué haces,
papi?”
“Goza, vale”.
El miembro se
pone duro debido a la estimulación. Sandro no puede más y se vacía en su propio
abdomen.
“Eso fue trampa”,
sonríe. “No vale”.
“Ah, no tengo la
culpa que no sepas aguantarte”, sonríe el venezolano.
Ya de noche, en
el cuarto de Bartolo, Marcano termina de desnudarse para compartir la cama con
su amigo:
“¿Qué es eso que
querías conversar conmigo, vale?”
“es sobre Edú,
Marcano. Tú sabes que es seropositivo”.
“¿Sero qué…?”,
trata de disimular el aludido.
“Él me contó lo
de la prueba en Piura”.
Marcano comprende
que Bartolo no está sonsacándolo:
“¿Qué pasa con
edú?”
“Necesito tu
ayuda… él tiene que meterse a tratamiento ya”.
Y para terminar,un video porno gay.
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