Le guiñé un ojo. Volví a usar mi sonrisa pícara.
“¡Señor, vamos a…”
El resto de la tarde
del sábado me la pasé haciendo el amor con Laura en el Dreams.
Me cimbraba con
locura, como si quisiera escapar de algo. Ella, más que agradecida.
Lo hicimos dos veces.
Al final de ambas, ella descansó sobre uno de mis pectorales, como era su
costumbre.
“Parece que esa
cerveza te puso muy fogoso”. ¿Seguro que estás bien?”
“Ahora sí estoy
realmente bien”.
“¿Y qué te parecieron
mis compañeros de trabajo?”
“Todos me cayeron
bien; aunque…”
Me quedé
estratégicamente en silencio.
“Aunque qué? ¿Alguien
no te cayó bien?”
“No es eso”.
“Rafo, te conozco.
¿Quién te cayó mal?”
Justo donde la quería.
“ese tal Eduardo. No
sé. Tiene un aura que no me cuadra”.
“¿Un… qué?”
“No me cae. No me da
buena espina”.
“¿Por qué?”
“Presentimiento”.
Laura se quedó
pensativa.
“Aunque, ahora que lo
dices, tienes razón. Ese chico me dio la impresión de que guarda misterios.
Desde que entró, me dio esa sensación”.
“Cúidate de él, Laura.
No confíes así nomás”.
“Sí, lo tendré en
cuenta”.
Grandioso. Mi ‘buena
acción del día’ fue todo un éxito.
El siguiente paso es
poner a ese Eduardo, Juan, al chico con quien pasé la noche saliendo del cine
triple X, fuera de escena, y tenía que ser pronto. Si no, yo sería historia.
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