El desayuno tiene claras de huevo cocidas, algo de tostadas, queso, café y yogurt.
“Me disculpará
la invasión, doña Adela”, justifica Darío.
“Descuida,
hijito”, tranquiliza la señora. “Leíto me presenta a sus amigos, pero casi
ninguno se pasa tiempo con nosotros; solo vienen, visitan, se van. Aunque,
¿cómo se llama ese chico que conociste, el que hace taxi, hijito?”
Leandro suda
frío. Carraspea.
“Mamá, tampoco
es que tengamos un lugar para ofrecerles”, desvía el tema. “Ya ves, con Darío
nos hemos tenido que acomodar como sea”.
“Ya te dije que
no es incomodidad para mí”, aclara el apuesto modelo.
“Pasa aquí una
semana y hablamos siete días después para ver si opinas lo mismo”, sonríe el
otro galán.
“Te tomaré la
palabra”, reta Darío.
“Tú eres bienvenido
a esta casa siempre que lo desees, hijito”, tercia cortésmente Adela.
“¿Y esta casa es
de ustedes?”, Darío toma delicadamente el primer sorbo de café caliente.
“No, es de un
primo que no está en el país y que nos la encargó para cuidarla”.
“¿Por dónde
está?”
“Ay, no sé. Debe ser… Winnie Coopper, Winnie Pooh,
Winni algo”.
“¿Winnipeg?”,
adibina Darío.
“Exacto”, sonríe
Adela.
“¿Y hay la
posibilidad que regrese a reclamar la casa?”, continúa Darío.
“Bueno, si
primero logra superar el reclamo que tiene la justicia contra el, quizás”,
interviene Leandro.
“¿Cómo así?”, se
extraña el supermodelo.
“Bueno, Darío:
haces las cosas mal, la justicia te busca, te vas del país y no puedes regresar
hasta que se pase el tiempo de restricción, o algo así”.
“Prescripción”,
vuelve a definir Darío.
“Tu tío no es un
delincuente, Leíto”, Adela se pone seria. “Te lo he repetido cientos de veces”.
“Bueno, no viene
al caso; mientras se le busque y eso que hizo no pres… como se diga, seguiremos
en esta casa”.
Tras dejar a Leandro en el Estadio Municipal, Darío regresa a la Torre Echenique y se detiene en el tres cero uno. A los pocos minutos llega Wílmer, el portero de turno:
“¿Me llamó don
Darío?”
“Sí, Wil. ¿Sabe
si alguien ha pedido alquilar este departamento?”
“No, don Darío. Nadies”.
“Perfecto, Wil. No lo alquile. Ya hay quién lo ocupe”.
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