Tras una noche de algunas copas, una noche de rico sexo termina de mala manera.
Casi a las once
de la noche del domingo, Paco sale de un barcito de poca monta en una calle
céntrica de San Sebastián. Se llama El Cimarrón y es punto fijo de levante gay.
Pero esa noche no fue muy propicia que digamos. Con tres copas de vino encima,
lo único que ha conseguido el docente es aplacar un poco su sensación de frío.
Al llegar a la esquina para tomar el mototaxi, cruzando la acera viene andando
un chico que no había visto antes en la ciudad. Se le nota delgado pero no
escurrido, algo atlético. Paco no lo pierde de vista; de hecho, cruza y se le
coloca muy al alcance. Nota que el muchacho parece estar buscando algo.
“Hola”, al fin le
lanza cuando lo tiene muy cerca.
“Hola”, le
responde el chico pero pasa de largo. O casi. “Perdona, busco la calle Los
Cardos, ¿sabes dónde está?”
“Te puedo
llevar”, le responde Paco con cierto gesto coqueto.
El muchacho sonríe,
agradece y accede.
Al llegar a la
calle indicada, el paseo a dúo parece finalizar.
“Ya, aquí me
oriento al paradero de mototaxis”.
“Pero esas
mototaxis van al campo”.
“es que cuido una
parcela acá cerca de la ciudad”.
Paco se
desilusiona un poco:
“Ah, tienes que
regresar a ver a tu familia…”
“No, yo la cuido
solo. El dueño es de aquí, pero vine a cenar donde unos familiares y me hice
tarde”
“¿Quién es el
dueño?”
“Un señor llamado
Julio… ha sido futbolista”
El cerebro de
Paco parece despertar. Finge buscarse algo en el bolsillo y poner cara de
preocupación.
“¿Qué te pasa,
pata?”, pregunta el joven.
“Mierda… no
saqqué las llaves de mi casa, ya a esta hora mi vieja no me abre la puerta ni
cagando”.
“¿Qué harás?”
“Pasar la noche
en la calle, pues… ¿cómo me dijiste que te llamas?”
“Juan… mucho
gusto”.
“Yo soy Paco…
Tendré que buscarme una cómoda banca en un parque y pasar la noche ahí”.
“Pero… hace mucho
frío, es peligroso”. El muchacho parece reflexionar algo. “Tengo una idea,
Paco”.
Veinte minutos
después, una mototaxi los deja en la puerta de madera que accede a la parcela
de Julio, y cinco minutos después, en el cuarto que ocupa Juan.
“Hace más
calorcito aquí”, comenta Paco sonriendo.
“Sí, de hecho yo
duermo calato… como nadie entra aquí”.
“Ah, que
coincidencia”, finge Paco. “Yo también duermo calato en mi casa”.
“Durmamos
calatos, entonces”, invita Juan. “Total, somos hombres, ¿no?”
No pasan ni dos
minutos, y ambos varones ya están desnudos dentro de la cama, tapados con esa
gruesa colcha de alpaca.
“¿Se siente rico dormir
calato, no?”, prosigue Paco.
“Sí”, confirma
Juan. “Y más cuando se te para la verga”.
“¿Tienes la verga
al palo?”, pregunta Paco fingiendo inocencia.
“Duraza”, sonríe
Juan en la oscuridad.
“No te creo”,
finge refutar el docente.
“Tócala… si
quieres”, dice el otro chico, pero la invitación viene con cogidita de mano
bajo la colcha a lo que Paco no se hace de rogar: efectivamente, el pene del
muchacho está duro y grueso. Paco lo
toma y comienza a explorarlo.
“¿Cuánto mide?”
“No sé. ¿Por
qué?”
“Es grandecito”.
“¿Tú crees?”
“Sí”, responde
paco.
“¿Quieres…
chupármelo?”
Paco entiende que
hace rato le han sacado línea y que no vale seguirse con rremilgos. Sonríe en
la oscuridad. Se interna bajo la colcha, recorre con su mano libre el marcado
cuerpo de Juan y llega a su falo. Lo huele un poco. Parece limpio. Abre la boca
y le lame la cabecita en círculos.
“Rico, carajo”,
suspira Juan.
Poco a poco, Paco
se va metiendo un ttrozo más del pene erecto dentro de su boca hasta tragárselo
todo. Como su culo está a la altura de la cara de Juan, éste último se moja el
índice derecho con su saliva y le va acariciando las lampiñas y firmes nalgas
hasta dar con su ano. Comienza a meterle el dedo poco a poco. Paco comienza a
gemir mientras sigue tragándose ese sable de 17 centímetros.
“La chupas rico,
pata, y tu culo está sabroso”.
Tras varios
minutos de la maniobra, paco deja de mamar la verga, y destapando a ambos, gira
y se sienta sobre el pene de Juan:
“Ahora vas a
gozar rico, papito”.
Paco coge el falo
y lo calibra dentro de su ano. Comienza a metérselo con facilidad debido a la
saliva que le ha dejado y a que el dedo de su amante lo ha dilatado lo
suficiente… aunque ese ano tiene cierta lubricación extra.
Paco cabalga el
pene de Juan por largo rato mientras se apoya en los marcados pectorales del
otro chico, quien no deja de acariciarle las nalgas.
“Te cacho en
cuatro”, propone Juan.
Paco acepta,
adopta la posición y ahora deja que el mancebo lo bombee con cierta firmeza.
Paco gime de placer. Definitivamente, ese chico sabe cómo penetrar el ano de
otro hombre. La ingle del activo chasquea al chocar con las nalgas del pasivo.
“las voy a dar”,
anuncia Juan.
“Dame tu leche, papito”…
dame toda tu leche”.
“Ahhh”, gruñe Juan, y
eyacula dentro del recto de Paco.
Juan sigue gruñendo de
placer por algún tiempo más hasta que saca su miembro, y se baja de la cama.
Luego que ambos se
limpian, regresan al lecho. Vuelven a cubrirse bajo la colcha.
“Sabes que tu cara me
es conocida de algún lado”, le lanza Juan.
“¿Sí? ¿de dónde?”
“Eso es lo que trato
de recordar, pero ya te he visto antes”.
“San Sebastián no es
grande; quizás de ahí”.
“Quizás”, reflexiona
Juan.
Ambos se quedan profundamente
dormidos.
A las cinco de la
mañana, Paco despierta y tras esperar a Rodo, el mototaxista, regresa a casa. Antes
de salir, se despide de Juan con un profundo beso en la boca.
“¿Volveremos a vernos?”,
le consulta.
“Ya tienes mi número”,
le sonríe Juan. “Coordinamos”.
Paco sonríe.
Durante el trayecto de
regreso, Rodo no se aguanta el comentario:
“Ya se te hizo
costumbre venir a esta parcela, no?”
“Te la perdiste”, le
dice el docente muy suelto de huesos.
De pronto, algo
inesperado. Una camioneta sale de una parcela justo antes del puente que
conecta con las primeras casas de la ciudad. Rodo trata de evadirlo.
La mototaxi maniobra
mal y cae al canal que está al lado de la carretera, quedando llantas arriba.
Rodo y Paco quedan
inconscientes.
Y para terminar, tedejamos con una porno gay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario