Al salir, prendí mi celular. Habían los típicos mensajes de la oficina, y algunos de amigos.
“Mira, Laura. El Tuco
te manda saludos de cumpleaños”.
Laura tomó el aparato.
Se alegró. Movió sus dedos con rapidez.
“¿Y éste? Te lo
mandaron de una página web”.
Tomé de vuelta mi
celular. Efectivamente. No era un número sino un código, y un mensaje raro:
NDNPSQ. Puse cara de ignorancia.
Para fortuna ella no
preguntó más; pero fue una jalada de orejas para mí mismo de no soltarle el
celular sin verificar qué tengo en pantalla.
Antes de tomar el bus
de regreso, volvimos a acercarnos a la playa para ver cómo el sol se ponía.
Ambos nos abrazamos.
“Rafo, disculpa por
insistirte con lo del matrimonio”.
“Ya, olvídalo.
Disfrutemos este paisaje”.
Laura sacó su celular.
“¡Mejor le tomamos
fotos!”
“Mejor que nos tomen
la foto”.
Busqué quién podía
hacernos el favor. Al voltear a mi derecha, sorpresivamente, apareció el chico
de la tanga azul acero, aún vestido con su tanga azul acero. Lucía un poco
bronceado.
Tragué saliva.
“¡Amigo, un favor!”
El chico se nos
acercó.
“Puedes tomarnos una
foto?”, le pedí.
Photo? Tu querer
Photo?”, replicó.
“Yes!”, reaccionó Laura. “Please, take a
picture of us with the sunset at the background”.
El chico asintió. Nos
tomó varias fotos, y para mí fue difícil dejar de contemplarlo: ¡qué tal físico!
“Thanks…”, dijo Laura
cuando él nos regresaba el celular.
“Al. My name’s Al.”
Entonces, sus ojos
verdes me hicieron contacto visual.
Sentí un pequeño
estremecimiento.
Perdí la noción del
tiempo por varios segundos.
Cuando el bus iba
cuesta arriba por el acantilado, me preguntaba cuál de esos puntos móviles
cerca al mar sería el tal Al.
“Me dio su e-mail,
Rafo”.
“Vaya. alguien estuvo
haciendo relaciones internacionales”.
“¿No escuchaste que es
especialista en conectividad?”
“¿Dijo eso?”
Laura me enseñó la
dirección de correo electrónico del chico, que ella había grabado en su
celular.
“Necesitas reforzar tu
inglés”.
Regresé a mi casa a la
hora de la cena. Estaba muy cansado.
Apenas comí, me fui a
mi dormitorio. Me disculpé con mi mamá, y le dije que al día siguiente le
contaría todos los detalles del viaje.
Ni bien me eché en mi
cama, entré a redes sociales y busqué a Al. Allí estaba. Le mandé solicitud.
Iba a dormirme, cuando
volví a tomar mi móvil. Llamé.
“Hola Eduardo, ¿todo
bien?”
“Sí… ¿Pasó algo?”
“No mucho. ¿Por qué me
enviaste ese mensaje?”
“¿Mensaje? ¿De qué
hablas?”
“NDNPSQ. Dime que no
fuiste tú”.
“Estás loco, Rafael”.
“No debimos. No
pudimos…”
“Rafael, ya basta.
Laura es tu enamorada. Respétala”.
“sí quisimos.
¿significa eso?”
“No debiste llamar,
Rafael”.
“Pero no pude quedarme
con la espina”.
Hubo un breve
silencio.
“Rafael… ¿de veras
quieres?”
Fui yo quien se quedó
en silencio esta vez.
“¿Rafael?”
“Veremos, Eduardo.
Veremos”.
Colgué.
Iba a dejar mi celular
sobre mi mesa de noche cuando una alarma sonó. Regresé a ver la pantalla.
Al me había aceptado.
ndito inglés, ¿por qué no eres mi fuerte?
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