Pedro es
convocado a la casa de José Luis y se encuentra con Sandro; los tres terminan
cachando al mismo tiempo.
Cuando Pedro
termina de trabajar en la oficina , minutos después de las 4 de la tarde, un
mensaje en su celular le llama la atención. Eliezer le pide encontrarse con un
sereno en la puerta. Lo identifica y se le acerca:
“Tengo órdenes de
llevarlo donde don José Luis, joven”, le dice con cierta discreción.
Pedro va detrás del sereno y lo primero que llama
su atención es la espalda ancha del efectivo, cintura aparentemente delgada, un
buen par de nalgas. ¿Tendrá buenas piernas? El uniforme no le permite intuirlo.
Además debe fijarse dónde pisa.
Ambos llegan a un
estacionamiento donde hay motocicletas.
“Suba”, el sereno
pide a Pedro mientras le alarga un casco de protección.
Un cuarto de hora
después, el vehículo está a punto de dejar el área urbana de Castilla y se
interna por el camino al lado de un canal y de la pared de la universidad
nacional. De cuando en cuando, la inercia hace que la pelvis de Pedro tope las
nalgas del sereno: son duras. El caso es que el uniformado parece no tener ese
reflejo de otros motociclistas que, cuando sienten un paquete masculino en su
culo ídem, tienden a sentarse milímetros más adelante.
“Si se siente más
seguro, agárreme de la cintura”, alcanza a decir el sereno.
Pedro, más por
morbo que por seguridad, coloca tímidamente sus manos en cada costado. La
erección de su pene es inevitable. Incluso, por un momento, es capaz de jurar
que el sereno le pega más el trasero.
Diez minutos
después de eso, llegan a una casa de campo cercada con paredes en las que se
ven cables eléctricos y cámaras de seguridad. El sereno escribe algo en la
pantalla de su celular. Al ratito, se abre una de las hojas del portón.
Ingresan.
“Sígame”, le dice
con sigilo y vuelve a darle la espalda.
Los dos suben al
segundo piso. Salaverry está en la antesala del dormitorio. El sereno se
cuadra, saluda y se va.
“Entra”, instruye
el asistente de José Luis a Pedro. “Desnúdate y métete al baño: tu padrino te
espera allí”.
El chico se
extraña pero acata. Ingresa, se quita toda la ropa, hasta el bóxer, se pone
unas sandalias que parecen ser del tamaño de su pie y entra a la habitación que
le señalan. Sabe bien cuál es. Ya ha entrado antes.
En la tina de la
ducha, José Luis y Sandro se han acomodado de tal forma que el segundo parece
estar sentado sobre el pubis del primero. Ambos se están besando con pasión.
Pedro se sorprende un poco: no esperaba encontrarse con este varón, también de
San Sebastián, a quien su padre detesta. José Luis deja de besar al otro pata y
sonríe al ver a su ahijado:
“Ven, te
estábamos esperando”.
Sandro se separa un poco y cede su espacio a Pedro,
quien, al asentar su culo sobre el cuerpo de su padrino, percibe que,
efectivamente, la pinga está dura. La suya vuelve a ponerse erecta otra vez.
José Luis abraza
a Pedro y abre la boca. Le acerca la cara. Pedro no sabe si corresponder el
beso. José Luis lo nota:
“Tranquilo, aquí
estamos en confianza”, le sonríe.
Con cierta
vergüenza, Pedro aproxima sus labios y no solo saborea el aliento de su padrino
sino que usa su lengua para explorar más adentro. Sandro se aproxima más y
cubre la espalda de Pedro. Ahora el joven parece estar en medio de un
emparedado.
José Luis al fin
se suelta y habla muy bajo, casi susurrando:
“¿Cómo te fue en
tu primer día?”
“Bien, padrino;
avancé las planillas que me dijo y dejé todo listo para los desembolsos”.
“Genial. ¿y con
tu gente?”
“Ya envié un tutorial
del aplicativo”.
“¿Tutorial?”,
interviene Sandro.
“en su momento,
señor candidato; por ahora, baste saber que este jovencito va a ser nuestra
pieza clave para justificar nuestras cuentas, y desde ya le digo que sus
instrucciones están bien claras”.
José Luis vuelve
a besar a Pedro en la boca.
“Claro”, asiente
Sandro.
“Ahora…
cachemos”, pide José Luis.
Sandro se pega
más a la espalda de Pedro y comienza a frotar su pene erecto entre la raja de
las nalgas y la espalda baja del chico.
“Tienes el culo
durito”, le dice.
“Tú tienes el
culo más duro”, interviene José Luis. “La bici te ha formado ricas nalgas”.
“¿Me las quieres
probar otra vez?”, sonríe Sandro.
José Luis hace un
gesto y Pedro se levanta. Sandro se apoya en el borde de la bañera y se abre de
piernas. José Luis se acerca, le palmea
las nalgas, se las abre,y de inmediato comienza a lamarle el agujero del culo.
Pedro mira la escena entre desconcertado y arrecho.
“Chúpame el ano”,
pide José Luis a Pedro en un breve descanso del beso negro que le practica a
Sandro. Pedro se arrodilla, busca las abultadas nalgas de su padrino. En
aquella estrecha bañera, ya es posible ver un tren de hombres comiéndose el
culo. Sandro gime y jadea.
La acción
continúa sobre la cama de José Luis. El
exfutbolista se acuesta mientras Sandro se sienta encima de su verga, protegida
por un condón, y se la mete por el culo.
Casi de inmediato, Pedro se acerca por detrás y también mete su pija,
inusualmente también protegida por un condón, dentro del mismo agujero. Comienza a bombear.
Sandro jadea más fuerte tratando de no hacer más ruido.
“Así, cáchenme
rico”, susurra.
Cuando está en lo
mejor, Sandro dispara su semen sobre el abdomen y pecho de José Luis. Le es
imposible contener su gruñido conforme llega al clímax.
José Luis
prefiere reír. Pedro sigue desconcertado.
“Me gustaría
conocer al profe que me dijiste, a ver si nos apoya en la campaña”, al fin
articula el anfitrión.
“Ojalá se
pudiera, pero esta mañana lo hallaron accidentado”.
“¿Cómo dices que
se llama?”, repregunta José Luis.
“Francisco, pero en
San Sebastián lo conocemos como Paco, y es de la nota”, responde Sandro.
Pedro reacciona
al fin.
“¿Cómo se
accidentó Paco?”
“¿Lo conoces?”,
pregunta José Luis.
“No sé muy bien,
pero parece que venía del campo en una mototaxi y cayó al canal con elmototaxista”, relata Sandro. “Los dos están en el hospital, graves”.
Pedro tiene un mal presentimiento. Mientras tanto, Sandro y José Luis pasan a ducharse. La pinga de Pedro hace rato que perdió toda su erección.
Y para
terminar, te dejamos con una porno gay.
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