Media hora después, en su búngalo, entiende perfectamente lo que su compañero de cuarto trató de decir cuando ambos junto a la modelo se enredan como un torbellino sobre una de las camas, confundiendo las caricias y los besos en tres idiomas y un mismo gesto hasta que Gerson consigue acostarse encima de la chica, y Leandro se queda al costado de ambos.
“Acaríciame”, le dice el
muchacho, y el futbolista comienza a pasearle su mano izquierda por la espalda
hasta bajar a sus nalgas, en las que se solaza: “Sigue, Leandro, sigue”.
Súbitamente se escuchan golpes en
la puerta. Leandro se asusta. ¿Estarán haciendo demasiada bulla y alguien los
ha quejado?
“Abre a porta, ábrela”, pide
Gerson.
Leandro baja de la cama, busca
una toalla, trata de disimular su excitación y va.
“Hola muchacho”, le dice Alberto
Madero quien llega junto al camarógrafo. “¿Podemos pasar?”
“Pe-pe-perdone, señor, no eera
nuestra…”
Madero se adelanta a tres
centímetros de la cara del muchacho y busca su oído:
“Venimos a la fiesta”.
Los gemidos de la modelo
comienzan a llegar desde adentro, mientras los nuevos invitados entran a la
salita y se despojan de sus ropas. El camarógrafo se asoma a la puerta del
dormitorio:
“Fuck!”, exclama.
Madero abre otra botella de
vodka, da un vaso plástico a Leandro y se sirve en el suyo propio.
“Beberemos esto porque ya sé que
es lo único que los emborracha y no les crea panza”. Le da la botella al
futbolista.
“Primera vez que lo pruebo”.
“¿Te gusta?”
“Fuerte, pero rico”.
Leandro mira hacia la puerta del
dormitorio y el camarógrafo ya no está ahí.
“Déjalos”, dice Madero. “Solo
sigue la regla: lo que pasa luego del trabajo, se olvida para siempre”.
“¿Incluso las gracias?”, sonríe
Leandro.
“Bueno, hay excepciones”, Madero
choca su vaso de plástico, también sonriendo, da un trago, mira fijamente al
joven, acerca su cara, le da un beso en la boca, y es correspondido. A los
gemidos de la modelo se unen los de uno de los varones en el dormitorio.
“voy gozar!”, exclama Gerson
desde adentro; luego, un gruñido.
“Modero has vodka outside,” avisa
el camarógrafo.
Leandro suelta los labios del
director creativo cuando siente un brazo
tras su espalda y una cadera y un muslo rozando los suyos. Voltea y encuentra
un rostro cansado pero satisfecho:
“Precisso vodka”, pide Gerson.
Madero busca la botella y otro
vaso plástico. El modelo se sirve.
“Salud”, le dice Alberto.
Los tres jóvenes chocan sus
vasos, dan un trago, comienzan a acariciarse e inician un nuevo trío. Ahora
Leandro puede probar ese trasero que, si bien no es tan crecido como el suyo,
sí está firme. Gerson lo disfruta. Madero también recorre la espalda del
futbolista con sus labios hasta llegar al medio de sus glúteos; intenta llegar
hasta ese punto clave, pero el movimiento febril de pelvis se lo hace
complicado; entonces se arrodilla, y comienza a sobárselo.
“No lo metas”, le advierte el
futbolista.
“Confía en mí”, pide Madero.
Leandro siente en pocos minutos
unos chorros calientes en su espalda baja pero prefiere mantener la
concentración.
“Fode meu cú”, le repite Gerson.
“Fode meu cú”.
El futbolista trata de respirar
hondo para alargar el momento mientras gotas de sudor recorren su cuerpo.
Madero mira la acción bebiendo otro vaso con vodka. Identifica el gesto típico
del orgasmo, nota cómo el muchacho se hiperventila, cómo cierra los ojos y
arquea las cejas.
“Las voy a dar”, gruñe Leandro.
A la una de la mañana, el camarógrafo y la modelo duermen en la cama que ocupaba Gerson, mientras éste yace en la que ocupaba Leandro. El futbolista y Madero se acomodan en el rústico sofá de la sala. El vodka apenas si está un poquito por debajo de la mitad.
“¿Ya no quieres?”, consulta el
director creativo.
“No, ya no”, responde el
futbolista, ebrio pero consciente. “Mejor no duermo porque… perderemos el
vuelo”.
Madero sonríe:
“¿Arreglaste tu maleta?”
“Aún no; lo haré de aquí”.
“Tienes rico culo y cachas como
profesional”.
“Te vaciaste en mi espalda”.
“Era ahora o nunca”.
“Yo soy activo… Creo que el
trago…”
“Olvídate de activo, pasivo,
versátil. Ésas son huevadas, Leandro”.
“¿Tú qué eres?”
“Soy todos, soy ninguno… Soy lo
que se dé”.
“Huevadas”, sonríe Leandro.
“Tenía miedo que… me la metieras”.
“Ni loco. No tenía condones. Tú
sí se la zampaste a Gerson a pelo”.
“Estoy sano”.
“¿Y Gerson?”
“Está sano”.
Madero mueve la cabeza:
“Tampoco te la iba a meter si no
me lo autorizabas”.
“Tienes buen culo también”,
sonríe Leandro.
“Troto, voy en bici. No lo hago
frecuentemente pero apenas tengo un tiempo libre, aprovecho”.
“Y yo que pensé… que iba a estar
tranquilo… Y míranos: sin ropa, chupando vodka, lejos de casa…”
“¿Te jode, Leandro?”
“No sé… Pensé que sería…
diferente”.
“¿No lo es?”
“No lo sé… Estoy saliendo de algo
jodido… Se supone que esto… debería ser mejor… O eso me dijo Roberth”.
“¿Algo jodido? ¿Con alguien?”
“¿Tú… sabes algo?”
“Lo que se rumora en la ciudad…
¿cierto que te lo cachas a Darío Echenique?”
Leandro hace un gesto de disgusto:
“No quiero hablar de él… No
quiero hablar de él”.
“Tranquilo”.
“Solo quiero que me vaya mejor…
de ahora en adelante”.
“Definitivamente será mejor…
Ahora todo depende de cuánto quieras superarte”.
“¿Haciendo esto? ¿Tirando?”
“No, Leandro. El trabajo es una
cosa, y ahí sí tenemos que ser profesionales. Esto no es parte del trato. Si se
da, se da. Las caricias se venden por separado”.
“¿en serio no son parte del
paquete?”
“No, no lo son… Aunque, ya que
hablas de paquetes…”
Madero se reclina y coloca su cara
en la entrepierna de Leandro. Quizás ésa era la respuesta que el muchacho no
hallaba: las caricias se venden por separado. Nuevamente siente tibio y húmedo
allí abajo.
Mientras todo el equipo espera la salida del avión a la gran ciudad, Leandro está sentado solo en la fila de asientos pegada a la pared. Del otro lado de la sala, Gerson y la modelo siguen conversando animadamente y haciendo intentos de arrumacos; el camarógrafo está viendo su celular dos filas más adelante. Obviamente con éste último no podía cruzar palabra por la diferencia de idiomas, pero en el caso de Gerson, desde que tomaron desayuno y dejaron el hotel, lo ha notado distante. O quizás está más concentrado en la rubia. De pronto, alguien toca su antebrazo.
“¿Nervioso por el viaje?”
Es el señor Madero.
“No, para nada”, responde
Leandro.
“¿Por qué esa cara, entonces?”
“No sé si estuve a la altura de
sus expectativas”, disimula el muchacho.
“¡Claro que sí!”, Madero le guiña
un ojo.
Leandro sonríe e ilumina sus ojos
caramelo:
“Me refería al comercial”.
El director creativo sonríe
también:
“Solo he visto los previews de la filmación pero luces
bien. Tienes futuro en modelaje, así que, cuando regresemos, vamos a tener una
conversación sobre lo que vendrá. A eso me refería”.
“A mí me gustaría estudiar, señor
Madero”.
“¡Eso es bueno! ¿Qué te atrae?”
“Me gusta este mundo de la
publicidad, pero… no lo tengo claro aún”.
“Puedes estudiar Comunicación o
la propia Publicidad”.
“Pero me refiero al manejo del
negocio, la administración”.
“Entonces, deberías estudiar algo
relacionado con Marketing y Administración de Empresas. Hay buenos lugares a
los que puedes asistir”.
“Además, necesito aprender
inglés. Me sentía perdido durante la filmación”.
Madero sonríe:
“Igual, hay cientos de institutos
donde puedes aprender… ¿Administración dijiste?”
Leandro asiente con la cabeza.
Madero pierde su mirada al frente, tuerce un poco la boca, y voltea a ver a
Leandro con un brillo en los ojos:
“¿Sabes? La carrera de modelo es
muy eventual, especialmente si estás comenzando: sesiones, hojas de vida,
audiciones, contratos, pagos. Ufff. Si vas a estudiar, necesitas un empleo
fijo”.
“¿Me está diciendo que abandone
el modelaje?”
“No. Estoy diciendo que necesitas
un empleo fijo”.
“No tengo ninguno”.
“Ya veremos”, sonríe Madero. “Ya
veremos”.
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